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Número 1 - Abril 2000
Acerca de la "incertidumbre" de la paternidad
Silvia Fendrik

 

Las referencias al padre ausente o insuficiente en su función son un lugar común en la clínica psicoanalítica con niños. Los registros que introdujo Lacan precisamente para poder permitir reconocer el alcance y los límites de la función paterna, no siempre se utilizan con precisión, en particular en lo que hace a la compleja diferencia entre lo real y lo simbólico en relación con la castración.

Si consideramos que la incertidumbre de la paternidad es un hecho de estructura, este hecho no podemos reducirlo a la biología, y menos que menos en la actualidad, donde existen recursos técnicos casi infalibles para probar la paternidad biológica. En este aspecto el lenguaje conserva toda su enorme sabiduría. No pregunta "quién fue" sino "quién será el padre". ¿Vicisitudes del verbo ser y sus conjugaciones? ¿O un modo certero de situar la incertidumbre en el tiempo que corresponde a la incertidumbre? El padre es un futuro, incierto como todo futuro. No será necesariamente aquel que acepte a su hijo y le dé su apellido, sino aquel a quien su hijo pueda reconocer como padre.Y éste no podrá ser sino aquel hombre que reconozca a la madre en tanto mujer sexuada. El Edipo es real, simbólica, e imaginariamente muy complejo. No podemos reducirlo a ninguno de estas tres dimensiones sin que la clínica analítica con niños se vea seriamente afectada.

Abril del 2000

 

EL Sabio Salomón (Del capítulo "Los nombres y sus destinos" del libro "Psicoanálisis para niños. Ficción de sus orígenes")

«Vinieron por entonces al rey dos prostitutas y se presentaron ante él. Una de las mujeres dijo: "Óyeme, mi señor. Yo y esta mujer vivíamos en la misma casa, y yo he dado a luz, estando ella conmigo en la casa. A los tres días de mi alumbramiento, también dio a luz esta mujer; estábamos juntas, no había ningún extraño con nosotras en la casa, fuera de nosotras dos. El hijo de esa mujer murió una noche, porque ella se había acostado sobre él. Se levantó ella durante la noche y tomó a mi hijo de mi lado, mientras tu sierva dormía, y lo acostó en su regazo, y a su hijo muerto lo acostó en mi regazo. Cuando me levanté por la mañana para dar de mamar a mi hijo, lo hallé muerto; pero fijándome en él por la mañana vi que no era mi hijo, el que yo había dado a luz". La otra mujer dijo: -No; todo lo contrario, mi hijo es el vivo y tu hijo es el muerto". Pero la otra replicó: "No; tu hijo es el muerto y mi hijo es el vivo". Y discutían delante del rey. Dijo el rey: "Traedme una espada". Llevaron una espada ante el rey. Dijo el rey: "Partid en dos al niño vivo y dad una mitad a una y otra a la otra". La mujer de quien era el niño vivo habló al rey, porque sus entrañas se conmovieron por su hijo, y dijo: "Por favor, mi señor, que le den el niño vivo y que no le maten". Pero la otra dijo: "No será ni para mí ni para ti; que lo partan". Respondió el rey: "Entregad a aquella el niño vivo y no le matéis; ella es la madre". Todo Israel oyó el juicio que hizo el rey y reverenciaron al rey, pues vieron que habla en él una sabiduría divina para hacer justicia. (Libro primero de los Reyes.Biblia de Jerusalen)

¿En qué reside la fuerza de este juicio, que la tradición oral o bien deforma bajo el modo de una solución equitativa que satisfaría a ambas partes por igual (una "solución salomónica") o bien reduce a la exaltación de la infinita capacidad del amor maternal, que no vacila en renunciar al hijo con tal de que este pueda continuar viviendo? Todo Israel oyó el juicio que hizo el rey. ¿Pero acaso fue escuchado en todo su alcance? Se lo evoque como una solución equitativa o como el premio a las virtudes sacrificiales del amor materno, lo que nunca se menciona es la sanción de la maternidad como un hecho de discurso, más allá de su dimensión biológica. En efecto, el rey no recurrió a ninguna evidencia empírica, no buscó confirmaciones exteriores a la palabra, que le permitieran certificar cuál era la verdadera madre. Para llegar a su conclusión sólo se guió por la respuesta de cada una de esas dos mujeres en el momento en que amenazó partir al niño con la espada, símbolo de re-parto mortífero. La madre tuvo que ser la que evitó con su palabra la concreción de la amenaza de castración para dar lugar a la palabra que corta, separando definitivamente al niño de sus entrañas. "Esa es la madre", dirá Salomón, «dádselo a ella». Y no ne cesariamente será esta la madre biológica, aunque también pueda serlo. El juicio salomónico eleva la maternidad a su dimensión simbólica, como hecho de discurso, sin la facilidad de ninguna apoyatura biológica, al tiempo que ejecuta la prohibición del incesto separando al niño de las entrañas que lo gestaron, de la una o de la otra mujer. Ese hijo no llevará el apellido paterno; proviene de una prostituta, una mujer cualquiera, y su padre, anónimo, también será alguien cualquiera. Pero a partir del juicio el niño vivirá marcado por la palabra del rey. El nombre del padre estará representado por esa palabra, que al separar al niño de las entrañas en las que fue gestado, permite reconocer a la madre. La palabra que corta de un modo diferente del filo de una espada designa a la madre sin ninguna certeza empírica, y en ese mismo acto instaura el lugar de la paternidad simbólica. ¿Cuáles pueden ser las razones de que en la trasmisión no haya habido referencia alguna a esta otra dimensión de la maternidad? Aventuremos una hipótesis: ¿Se tratará del punto en el que la sabiduría de Salomón se revela incompatible con la aserción, de larga data en Occidente, de la certeza de la maternidad frente a la incertidumbre de la paternidad? Pater semper incertus, mater certissima. La certeza de la maternidad, corroborada por la biología, dejaría el fundamento simbólico como patrimonio exclusivo de la paternidad, que precisamente se apoyaría en la incertidumbre del padre biológico. Sabemos que Freud invoca aquel dicho latino al referirse a estas cuestiones. ¿No deniega así el fundamento simbólico de la maternidad que está presente en toda gestación, y legitima un primer tiempo de fusión incestuosa que sólo en un tiempo segundo será interdicta por la función paterna? En este punto la teorización freudiana quizá sobrelleve el enorme peso de una tradición que, al hacer de los niños «cosa de mujeres», seguirá obturando el camino a la dimensión inaugurada por la sanción salomónica, que no es precisamente una solución, en torno de la cuestión de la maternidad.

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