Volver a la página principal
Número 10 - Noviembre 2008
Fobias infantiles, encuentros y artificios
María Inés Cuba

Imprimir página

Esta invitación me recordó una carta en la que Freud responde a la propuesta de festejos conmemorativos de sus 80 años. Aunque se divierte diciendo que sería más esperable un telegrama de condolencias, descarta cualquier festejo, en sus palabras: ¨ …opino que ni la situación que impera en los círculos analíticos ni el estado del mundo justifica celebración alguna.¨ Pero si las ganas fueran irrefrenables sería oportuno ¨que concitara el interés de unos trabajos,…¨.

Retomamos la sugerencia de Freud como la ocasión de seguir con algunas lecturas, escuchas, dichos que la práctica analítica nos acerca.

¨ ... es al nivel de la fobia donde podemos ver, no enteramente, algo que sería una entidad clínica, sino como una encrucijada, una placa giratoria...algo que elucidar en sus relaciones con eso hacia lo cual vira generalmente, a saber los dos grandes órdenes de la neurosis, histeria y neurosis obsesiva,...

Pero por otra parte por la juntura que ella realiza con la estructura de la perversión, nos ilustra en suma sobre todo tipo de consecuencias que tiene, y que no necesitan en absoluto limitarse a un tema particular para ser perfectamente perceptibles. Se trata mucho menos de una entidad clínica aislable que de una figura clínica ilustrada de manera brillante sin duda, pero en contextos infinitamente diversos.¨

J. Lacan 7 de mayo de 1969

Cuando abordamos las fobias infantiles, encontramos diferentes vías de acceso, distintos modos y tiempos en las lecturas. Podemos comenzar por el giro que producen; la placa giratoria; o la función que permite ¨sostener la relación con el deseo bajo la forma de la angustia1; o los artificios, los verbales; los que aloja el juego; lo que sorprende en los dichos; los nombres que los chicos ponen a sus miedos: ¨pillé la tontería¨ nos dice Juanito2 , ¨mieditis¨, dirán otros. Una vez, una pequeña nena en medio de un juego contó que lo llamaba ¨cistitis¨ porque de tanto en tanto se hacía pis de puro miedo. Además de miedo sentía vergüenza - y para velar el hecho-, elegía una palabrita rara, ésta era su explicación. Sus padres eran de familia inglesa, hacía poco que había nacido una hermanita, hecho que la había fastidiado, bastante. Tanto casi como, más adelante, estuvo encantada al escucharse con la magia que le permitió blandir con no poca picardía su: ¨sist-itis¨. Cuando Freud comenta un recuerdo infantil de Goethe: el pequeño arrojando objetos por la ventana, allí lo llama un acto mágico en consonancia con el recurso encontrado, y con la lectura de juego que hace del episodio. El encuentro en los sueños, los dibujos, los equívocos, los juegos, son entradas posibles a eso que aparece como irreductible del miedo, que resulta frustrante, hasta inhibitorio. Freud es el primero en advertir que muchas veces estos miedos se atraviesan sin que se haga necesaria la intervención de un analista, en el epígrafe, Lacan mismo, ubica que la fobia es como una encrucijada, no enteramente una entidad clínica. No sólo son recursos los resortes significantes, también cuentan los saberes inventados para ocluir un vacío, agujero en lo real y desde luego los artificios de la fobia. El pequeño Hans le hace lugar a ese malestar, a la angustia que lo desasosiega y lo lleva a la crisis fóbica. Embarazo por el falo dirá Lacan, más tarde dicho embarazo tomará el nombre de sujeto barrado. A modo de conceptualizar un cuerpo que se presta a la marca, a la inscripción significante. Es en el encuentro con el goce que Juanito se angustia, y la fobia aparece como una respuesta sintomática.

Este recorrido que tiene la particularidad de la mediación del padre que es quién se dirige a Freud, pasa por los sueños de angustia, los dichos, las crisis fóbicas y nos resulta una referencia inestimable en cuanto a lo que está en juego: es decir, la apuesta misma que hace al jugador, el a. Eso que Lacan llama su invento, que es de otro orden que cuando se refiere a esos saberes que se inventan, que poco tienen que ver con el saber inconsciente. Hay una pérdida en el comienzo, se dice al sentarse a la mesa de juego, luego fantasías, jugadas, deseos, goces, saberes pretendidos y de los otros, de los que atesora el inconsciente. Lo que nos lleva a la pregunta por el saber y por la falta, por la hiancia entre ambos, por un saber dividido al jugador.3

El pequeño Hans también se inventa equivalencias diversas, producto del malentendido de su goce, que toma cuerpo en la fobia al caballo. Sugiere Freud que la intervención de un analista se justifica en el desplazamiento al caballo más que en los avatares del temor al padre. Es en ocasión de dicho desplazamiento que nos referimos al saber que se las ingenia vía la fobia, para resolver de algún modo la encrucijada que el deseo plantea, y que hace presente la angustia.

Como la angustia no es sin objeto -de lo que el a da cuenta-, es preciso distinguirla del miedo, -del objeto del miedo- para poder leer cierto pasaje que le hace sugerir a Lacan sobre la oportunidad de fomentarse el miedo a un tigre de papel. Esta metáfora de una cierta estrategia política sobre los imperialismos, reubica la posición respecto de ellos; la operación, el pasaje, el modo de poder hacer con eso, los deviene tigres de papel. Recordamos la jirafa arrugada. Jirafa grande o pequeña, siempre al dibujito se lo puede arrugar y sentarse encima, desplazar o lo que venga. Si en principio fue considerada una suerte de suplencia de la que el objeto se ocupa, no es menos cierto que en el callejón sin salida, algo permite al sujeto acercarse, algo que lo ancle, un recurso que es la función de artificio de la fobia que pone en juego un significante clave; la fobia como respuesta sintomática.4 Lacan va a utilizar también dicha función en relación a la transferencia, con la figura del sujeto supuesto saber. Uno de los conceptos fundamentales que hacen a la puesta en acto de la realidad del inconsciente, en el análisis.

Propone frente a la hommelle, ante lo insoportable de la angustia, allí fomentarse un miedo a un tigre de papel. Leemos un texto de Borges que nos trae otros tigres, aquellos que ejercían fascinación en su infancia:¨ no el tigre overo de los camalotes del Paraná y de la confusión amazónica, sino el tigre rayado, asiático, real, que sólo pueden afrontar los hombres de guerra, sobre un castillo encima de un elefante. Yo solía demorarme sin fin ante una de las jaulas en el zoológico, yo apreciaba las vastas enciclopedias y los libros de historia natural, por el esplendor de sus tigres…¨5 Junto a estos recuerdos, están aquellos otros de algunos miedos en la infancia a soñar con espejos, miedo de las máscaras, serpientes, a los que exorcizaba con plegarias. En su jaculatoria incluía una considerable cantidad de objetos, animales, términos acechantes con los que no deseaba soñar, con un resultado más que predecible: allí asistían.

De aquellos tigres de la infancia le quedaban algunos sueños: ¨en esa napa sumergida o caótica siguen prevaleciendo¨ y los vanos intentos de convocarlos con la audacia del deseo de soñarlos: ¨...ya que tengo un ilimitado poder, voy a causar un tigre. ¡Oh, incompetencia, nunca mis sueños saben engendrar la apetecida fiera!. Aparece el tigre, eso sí, pero disecado o endeble, o con impuras variaciones de forma, o de un tamaño inadmisible, o harto fugaz o tirando a perro o a pájaro.¨

El otro tigre, que nos acerca, -así se llama otro de sus poemas- tiene la función de hacer algo con lo imposible, con lo real, y en el lugar de los argumentos, disertaciones o explicaciones, opta por convocar a los artificios de la poesía:

¨Cunde la tarde en mi alma y reflexiono / que el tigre vocativo de mi verso / es un tigre de símbolos y sombras, / una serie de tropos literarios / y de memorias de la enciclopedia / y no el tigre fatal, la aciaga joya / que, bajo el sol o la diversa luna, / va cumpliendo en Sumatra o en Bengala / su rutina de amor, de ocio y de muerte. / Al tigre de los símbolos he opuesto / el verdadero, el de caliente sangre, /el que diezma la tribu de los búfalos / y hoy, 3 de agosto del 59 , /alarga en la pradera una pausada / sombra, pero ya el hecho de nombrarlo / y de conjeturar su circunstancia / lo hace ficción del arte y no criatura / viviente de las que andan por la tierra./

/ Un tercer tigre buscaremos, Este / será como los otros una forma / de mi sueño, un sistema de palabras / humanas y no el tigre vertebrado / que, más allá de las mitologías, / pisa la tierra. Bien lo sé, pero algo / me impone esta aventura indefinida, / insensata y antigua, y persevero / en buscar por el tiempo de la tarde / el otro tigre, el que no está en el verso.¨6

Nos lleva de la mano, pasando de tigre en tigre, del que no es el del Paraná o del Amazonas, al de caliente sangre, de éste a los que van construyendo los artificios verbales, las metáforas, las metonimias, los desmentidos tigres, en una circulación que podría ser infinita. Sin embargo, encuentra el artificio de expresar con la falta, ninguno de ellos es: ¨…el otro tigre el que no está en el verso…¨, y aún así, se presenta, como el que falta.

Otros recursos los encontramos en los menesteres del peligro, allí suele crecer también la salvación, como dice Hölderlin. Frente a lo enigmático de la angustia, el miedo y el peligro dibujan una suerte de cartografía que al mismo tiempo nos orienta sobre el recurso posible en los dominios del inconsciente; y entonces ¨la relación señalada de peligro es tranquilizadora ¨ 7

Orégano, es un poema de Neruda que transita por las acechanzas del peligro mientras él saca de su bolsillo una palabra, arma poderosa si la hay, un significante insignificante.

¨Qué olor a corazón temible / qué olor a violetario verdadero / y qué formas de párpado / para dormir cerrando los dos ojos:/ la noche tiene orégano /

y otras veces con forma de revólver / me acompañó a pasear entre las fieras. / Un tarascón, unos colmillos iban /sin duda a destrozarme / los jabalíes y los cocodrilos: / entonces / saqué de mi bolsillo / mi estimable palabra:/ orégano / grité con alegría / blandiéndola en mi mano temblorosa./

¡oh milagro!, las fieras asustadas / me pidieron perdón y me pidieron / humildemente orégano.

¡oh lepidóptero! entre las palabras /¡oh! la palabra helicóptero./ purísima y preñada / como una aparición sacerdotal / y cargada de aroma / territorial como un leopardo negro,/ fosforescente orégano / que me sirvió para no hablar con nadie,/

Si no para aclarar mi destino / renunciando al alarde del discurso / con un secreto idioma, / el del orégano.¨8

El resorte clave que es el del significante propicia un movimiento ya sea que se trate del deseo del cual somos efecto caído -que implica al sujeto como deseante-, o como evocación de lo que está en juego como falta, como un secreto idioma que quién sabe qué otro significante, qué otro saber espera.

Es en ese acercamiento del deseo, donde el miedo, cuando juega su partida, encuentra un modo de fijar algo de ese encuentro, o recurre al artificio, que el decir le acerca como modo fallido, como falta, o como respuesta sintomática frente al goce fálico que lo angustia. Tenemos presente que la angustia ubica un interior y un exterior.9

Es que el falo no representa al sujeto, representa la falta al goce, y va a incidir como un fuera del sistema. Entonces no sólo aparece la angustia como señal, signo del deseo sino por otro lado en relación a lo real, por eso decimos que es orientadora, de algo que se hace escuchar, o es ¨lo que no engaña¨. Así mismo, el objeto de la fobia, está próximo a señalar la entrada del falo como un fuera de sistema que regula la función significante, una apelación a Tótem y tabú que nos aparta de relatos que traducen y otros que deducen. Deduce del miedo deslizándose por el temor dejando de lado la referencia ineludible que éste tiene con el deseo. Se deduce del miedo -sin asomarse a su reverso- y se traduce del objeto. Si el principio del placer hace barrera al goce, también entrevé algo de él. Es en parte el recorrido por el que Freud ubica el mito del padre de la horda primitiva; desde lo mítico, desde la barrera de lo bello, lo que hace de límite permite también algún acceso posible.

Es entonces cuando encontramos habilitada la interrogación por ese objeto de deseo o de goce que provocando angustia, lleva al niño a abalanzarse sobre un significante que le da temor, como modo de reducirla.

Otro punto que se abre aquí en esta hiancia entre saber y goce muestra cómo la operación del significante distingue un giro sobre la operación perversa que refugia el goce en el objeto, sirviéndose de él para taponar el agujero del Otro. ¿Qué nos plantea la interrogación por la secuencia perversión, fobia, síntoma?, ¿cómo la perversión suele aproximarse a la ¨aparición o desaparición, -movimiento compensatorio de la fobia-¨? se interroga Lacan. El objeto de la angustia y el fetiche, ¿qué ocupan, qué recubren, no es acaso la operación neurótica que a diferencia de la perversa (que completa al Otro), lo ¨ muerde ¨ en lo que después se llamará la operación verdad-castración?. ¿Podríamos situar entonces uno de los modos del corte también en los efectos de este artificio en las fobias infantiles?

Veremos entonces qué entra en juego cuando irrumpe la angustia en la fobia: un acceso al significante que le da miedo. Veníamos de ubicar que algo falla en el saber, (eso que es condición del sujeto dividido) y a la vez lo que podemos distinguir como deseo de saber. También está presente el recorrido que Freud hace en cuanto a la curiosidad sexual, que se despliega en lecturas, en juegos, en el pulular imaginario, despierto, culposo de los chicos, sin tener el estatuto del deseo de saber .

Tenemos en esa línea la referencia de Lacan al texto de Helen Deutsch sobre el relato de un analizante que tenía fobia a las gallinas. Al comienzo iba con su madre a alimentarlas y observar cómo ella palpaba el orificio por donde salían los huevos; después sigue la escena fantaseada de darle a la madre mientras lo baña los huevos que le faltan. Más tarde, cuando el hermano lo toma por detrás, es que el chico le grita que no quiere ser la gallina; el miedo irrumpe, y se toma de un significante, leemos un pasaje. Allí también como en Hans no destaca la identificación en el complemento materno: el falo. Sino que ubica la eficacia de la fobia en el pasaje del falo como significante al sistema simbólico.

Este sesgo nos permite retomar un punto del texto del epígrafe: la manera de completar al Otro en la perversión tiene su contraparte en el neurótico que descompleta: vía la operación verdad-castración. Si lo pensamos en relación a la fobia, privilegia un significante de la falta en el Otro que permite un giro, o un síntoma, o lo que opera como placa giratoria. Entonces se trata de un recorrido que va de la perversión al pasaje por la fobia que sintomatiza. El pequeño Hans tomado por la angustia en el encuentro con el goce fálico, responde con la fobia como salida sintomática. El texto de Freud: ¨Inhibición, síntoma y angustia¨,10 transita ese pasaje en relación al síntoma, y nos permite ubicar desde lo real de la angustia, el pasaje a lo simbólico que implica el síntoma. Más tarde aparece la referencia al síntoma como nudo de significantes y goce. Un modo de simbolizar, un modo de dar respuesta a eso inminente por deseante o por gozoso

No es poco frecuente escuchar que los padres a veces refieren que la consulta se sostiene en un pedido del niño desolado por el circuito que el miedo teje a su alrededor. Muchas veces los chicos confiesan que el temor es casi preventivo: ¨ ¿y si me da miedo...? ¿y si me agarra el miedo? , tengo miedo que me de miedo... ¨

Unos juegos poco reconocidos como tales, cuándo viene el miedo… Ya llega, casi, ahí está, como acechanza. Cuando Lacan se pregunta sobre el lugar de significación de la verdad en cuanto al fantasma, lectura que estará presente en la estructura de la fobia, nos habla ya de un deseo prevenido. Por un lado la acechanza de lo que puede llegar requiere un modo de responder a eso que irrumpe. Y ¿cómo será eso que va a llegar?. ¿qué va a llegar?, ¿qué sabe? ¿ qué lo agarra o lo sujeta?. Recordemos el relato que hace de la pequeña de tres años, que desde el fondo de la habitación toma carrera, diciendo, -en realidad escondiendo se corresponde más con el juego-, que ¨eso va a llegar… --¨ mientras corre a besar a su padre. 11

En este juego, como en cualquier otro, nadie sabe antes que se juegue qué va a salir de él, -aún en los juegos más previsibles-, lo que se apuesta es el a, y toma su incumbencia del hecho de ser el deseo lo que aguarda en la espera, ubicando un intervalo. Freud se toma el juego en serio, por serie, por el recorte y por la lectura que propone. La entrada tiene una condición de inicio: un ¨dale que…¨ ¨vamos a…¨ ¨quiero jugar a…¨, o cualquier otro resorte que implique que allí donde se juega, algo se mantenga en suspenso, lo distingue de la actividad de fantasear, ¨ pero no lo autonomiza de lo que Lacan habría de llamar ¨fantasma¨;12 ¨ el juego es un fantasma tornado inofensivo y conservado en su estructura¨.13

Por eso la llegada del juego permite hacer un giro a la amenaza del miedo, del que decíamos ya viene a sostener algo del deseo, del goce, cuando la angustia irrumpe y media entre ambos. La angustia se dirige a la verdad semidicha de la falta. El punto de angustia que refiere a la falta de la madre, irrumpe en esa no correspondencia entre falta y deseo, permite dialectizar el deseo y la pregunta por el deseo del Otro.

Si Hans parece reírse de todos, o derrocha sagacidad frente a sus padres, no es menos cierto, que el recorrido por la diferencia sexual, por la distancia entre la falta y la función del deseo, por acceder algún saber posible ya sea del deseo o el goce, hace que en la realización de ese trabajo, de esos pasajes de significantes, un cierto giro lo alivie. La angustia apunta a la falta en ese acto, es un pasaje por la castración a lo simbólico. Es por temor a la castración que Hans deja de lado la agresión al padre y: ¨su miedo de que un caballo iba a morderle puede completarse, sin violencia, afirmando que era miedo a que un caballo le mordiese en los genitales, arrancándoselos, esto es, castrándole,¨.14

El pasaje a lo simbólico, conlleva la pregunta por el deseo del Otro. Ya Lacan indicaba: ¨ … que la función angustiante del deseo del Otro estaba ligada al hecho de que no sé qué objeto a soy yo para ese deseo¨. 15

I. Bergman en: Linterna mágica, un libro sobre sus memorias, en un apartado relata los modos de castigos de su padre sobre él y su hermano cuando eran pequeños. Por momentos parece una evocación a ¨pegan a un niño¨, mientras se describe viendo a su hermano mayor, su rival, con la espalda azotada por el padre a quién debía de besar la mano luego de la golpiza. Parece distinguir ese objeto de goce del padre, de otro momento dónde él mismo está involucrado. Lo refiere de la siguiente manera: ¨ recibía un castigo espontáneo q podía ser de lo más desagradable para un niño que tenía miedo a la oscuridad: el encierro durante más o menos tiempo en un determinado ropero. Alma, la cocinera, contaba que justo en ese ropero vivía un pequeño ser que les comía los dedos de los pies a los niños malos. Yo oía con toda claridad que algo se movía allí dentro en la oscuridad, estaba totalmente atemorizado, no me acuerdo de lo que hacía, probablemente me subía a los estantes y me colgaba de los ganchos para evitar que me comieran los dedos. Sin embargo, este tipo de castigo dejó de atemorizarme desde que encontré una solución: escondí una linterna roja y verde en un rincón del ropero. Cuando me encerraban la sacaba, dirigía el cono de luz hacia las paredes y me imaginaba que estaba en el cine ¨ 16 Suena tentador para cualquier chico con mucho miedo, encontrar algún artificio que sea lo suficientemente eficaz, (¿tanto, como para extenderse hasta una película como Fanny y Alexander,?). Bergman cuenta que sin embargo, fue el hermano el que recibió de regalo un proyector de películas, cosa que lo enfureció muchísimo, ni los llantos ni los gritos consiguieron algo. Pero en mitad de la noche tiene una ocurrencia que no puede esperar. Despierta a su hermano y le ofrece cien soldaditos de plomo a cambio de la máquina, sabiendo que el hermano era un jugador ferviente de luchas, y combates, embarcado en asuntos bélicos (lo imaginamos) en los juegos con amigos. No se equivocó al ceder su tropa a cambio de ese objeto preciado. El placer que lo embargaba no tenía disimulo.

Su infancia parece atravesada en sus recuerdos, por la pregunta por ese objeto de deseo o de goce. Para su madre el objeto, lo había pensado así, era un hijo enfermo o lastimado, ella era quien curaba las heridas del hermano azotado cuando yacía boca abajo. El pequeño Ingmar se ofrecía a eso mismo con resultado desigual, de hecho cuando lo sacaban del ropero fingía estar desmayado. No asegura que le creyeran pero sí estaba convencido que en la infancia lo salvó ser un gran mentiroso, le suponemos algún saber freudiano sobre el valor de la mentiras. Que se nombre como un gran mentiroso, habla de la eficacia de sus juegos, de sus dichos, que dieron cuenta de la angustia que es efectivamente lo que no engaña.

También están aquellos juegos que asustan y excitan a l a vez, las películas de terror, las historias de monstruos que no dejarán dormir, jugar a asustar. Los cuentos transitan por las calles, la intemperie, el bosque, el afuera, el interior, los escondrijos. Las aventuras hacen banda entre repetición y desconocimiento y el desenlace provoca la tensión que se debate en la acechanza, el encuentro con eso conocido, repetido de un juego y desconocido a la vez, el desenlace fatal, la muerte que juega de suplente, el que mata a punta de palabra (asustando a los adultos que resultan presa fácil de ese sentido), la salida heroica o mágica, la sorpresa que despierta la ocurrencia, el guión prestado de alguna lectura que se hace presente, o de alguna película vista u oída, o algún mito callejero.

Lo enigmático de las historias que habitan los juegos, o el nudo de un cuento es para cada quien, muchas veces tan sorpresivo como podría ser el relato de cualquier dibujo, o de cualquier equívoco. Lo que se va constituyendo del lado de los relatos fantásticos, nos recuerda el comentario de Freud en cuanto a que la formación de fantasías combina, desfigura, juega con la temporalidad de los recuerdos de modo que ¨ un nexo originario se vuelve inhallable ¨ Es a modo de síntoma que la represión da cuenta del acceso a la conciencia de la intensidad de una fantasía, Freud habla de ¨ poetizaciones inconscientes. Y refiere que: ¨ todos los síntomas de angustia (fobias) están derivados así de unas fantasías¨17

El placer del miedo, entre el miedo y el goce se entretejen lecturas posibles; nos dice Freud: ¨Ahora bien, los niños nunca leen tranquilos sobre materias prohibidas en una enciclopedia. Lo hacen temblando de miedo, y avizoran con angustia para ver si viene alguien. Los padres se interponen mucho en tales lecturas ¨ .18 La curiosidad con que se busca en un diccionario, en una página de internet, la prohibición que registra el que ya se sabe en falta, se funda en esos hallazgos que la excitación sexual despierta en los pequeños curiosos. Encuentra en la diversidad y polisemia de significados, imágenes, informaciones, aquello que tiene más de código de pares que de algún saber posible sobre la sexualidad del que lee; sin embargo dice algo de la subjetividad del que elige una cierta palabra.

Para Freud la excitación sexual en los niños, se explaya sobre los juegos, sobre los miedos, sobre los fracasos escolares, sobre las lecturas, los estudios, con efectos muchas veces displacenteros. Le otorga a la insatisfacción libidinal un comportamiento en los adultos, similar al de los niños en tanto la angustia conduce al miedo, y a intentar apaciguarla con una salida sintomática o al tomarse de un significante.

Muchas veces entre la vigilia y el sueño: el cuento, las películas, o simplemente la tele o la luz encendida. Cuantas advertencias: -¨¡pero si te da miedo !¨- cuántas promesas:-¨ esta vez no¨-, cuántas negociaciones: -¨me tapo la cara, avisame cuando aparece¨, ¨sólo esta vez¨- El gusto por el temor. Ese combate, ¿lo librará el sueño, a cargo de los deseos? Freud se pregunta :¨¿de dónde procede el carácter siniestro del silencio, de la soledad, de la oscuridad? ¿Acaso estos factores no indican la intervención del peligro en la génesis de lo siniestro (unheimlight), aunque son las mismas condiciones en las cuales vemos que los niños sienten miedo con mayor frecuencia?¨19, la salida a cuenta de lo familiar, heimlight, lo que fue reprimido

Los chicos, son muchas veces comprensivos con sus padres cuando éstos lamentan las cosas que ¨ellos se pierden, que tanto les gustan¨. Los niños parecen invitarnos a revisar ese deseo que se supone es objeto de la demanda que reciben. De lo que se trata es de una apertura, una promesa de significación diferente.

¿Cómo se puede?, ¿cómo se combate el miedo? ¿No va a ser jugando, no? ¿Porqué me agarra miedo?, ¿sabes?.. Lacan nos dice que ante la carencia de una herramienta (arma absoluta si la hubiera) el reparo lo ofrecen las identificaciones, los vericuetos y escondrijos, que dilatan el encuentro con esa dificultad. Se parte del encuentro con esa situación de alienación, con pérdida en juego, y es en ese sentido que va a nombrarlo como ¨(el deseo) ligado a la dialéctica de una falla¨

Recordemos el ejemplo de ¨según su deseo¨ en el sueño del padre que no sabía que estaba muerto, es un modo de metonimizar al deseo inconsciente. Desde otro punto, en relación a la función del fantasma, tenemos también allí el desafío de leer cómo se presenta el deseo. El ejemplo que nos da Lacan, es el de impotencia, que permite pensar en la alienación. Hay una cierta promesa en ese deseo ya marcado, alienado en un signo, de anticipación de una pérdida posible (falo/castración). Lacan va a decir entonces que ¨el deseo tiene que enfrentarse a ese miedo, a que el no se mantenga, bajo su forma actual¨, más que como artifex20, que no dure, que el falo no se mantenga. Entonces el artificio tiene lugar, es decir que ¨el deseo que el hombre siente¨, (no como deseo inconsciente) no puede perecer más que comparándose con el artificio de su propio decir¨. 21

¨Es en la dimensión del decir que este temor se elabora y estabiliza¨; no sólo es el deseo, sino el miedo a que no dure que se presenta así en el análisis; en un sentido podríamos decir que dura porque habla de eso. No es el estatuto que luego tiene el decir en Lacan. Si bien esto introduce a la aphanisis de Jones, también es un modo crítico de referirse a las conceptualizaciones sobre: el miedo a la pérdida del deseo.

Son otras las referencias sobre ciertas situaciones que muchas veces se nombran como temor a que aparezca, o desaparezca, se haga presencia o ausencia. El eco sin duda es el de la castración, como lo trabaja Freud en cuanto al síntoma. Recordemos el caso de una nena pequeña de casi 3años, observada por una alumna de Anna Freud; la pequeña confronta con la diferencia sexual, rivaliza tratando de ¨hacer como los niños¨. La guerra y la pérdida del marido hacen que la madre sólo pueda visitarla, casi regularmente, los fines de semana, ese encuentro funciona como un juego de presencia ausencia , un fort-da , función simbólica que se aprecia.22 El miedo se desencadena a partir del sueño en que un perro ¨le muerde la pierna a un niño malo¨, y desata la fobia. Entre el descubrimiento de la falta (la diferencia de los sexos) y la fobia pasan 4 meses, en el medio la madre es operada y ha dejado de visitar a la niña, a pesar de eso, todavía no se pone difícil la cuestión. Sin embargo cuando vuelve a visitarla, requiere de un bastón, algo ha cambiado en esos encuentros. Se necesitaron de otros pasos siguientes al dato del afalicismo, se interrumpió el ir y venir de las visitas, con la pena consecuente para la niña, pero puede faltar. Hasta el día en que la madre la visita débil, con bastón. Luego viene el sueño del perro y la irrupción de la fobia, diríamos que algo sostiene. Desde ya que ese lugar de la falta supone un orden instituído de la castración. No es menos evidente que esa falla, que presentifica la madre con el bastón, la que desencadena la angustia, el sueño, la crisis fóbica. Posteriormente la madre se casa con un hombre que tiene ya un hijo que realiza con la pequeña una serie de juegos sexuales, y llamativamente para la terapeuta la esperada reacción fóbica no se hace presente. Ello se debe a la separación que ejerce el padre en esta saturación de madre, es esa operación simbólica que opera la castración y hace posible el pasaje, por lo pronto en ese momento, lo que no dice sobre los avatares que sobrevendrán o no después en la niña.

Demos una vuelta por los juegos de otros chicos y sus dichos en los encuentros con un analista. Muchas veces se preguntan si uno sabe porqué y, si va a poder. Ofrecer ese espacio sin responder a sus demandas lejos de preocupar a los chicos los pone, aún con cierta desconfianza, en un plano más verosímil, sea porque ya han fracasado todas las explicaciones que se dieron o recibieron, como naufragaron las estrategias para exorcizar el miedo, es deseable que encuentren en esas invenciones de saber algo que franquee la puerta a otra cosa, un vacío que abra paso al deseo. La disyunción entre saber y poder barre cualquier mito neurótico que hace conjunción allí y que por el lado del síntoma recibe también un revés, como el juego mismo que en los distintos cortes que despliega para sostenerse, ofrece una apertura, otra lectura posible, más aún si se trata del mismo juego. Recuerdo un momento de la consulta de un chico de 10a, asolado por el temor a los monstruos; investigó un rato mi conocimiento sobre el tema y viendo la futilidad de su intento en alguien tan carente en cuanto a casting de monstruos, se decidió, a instruirme en el tema. Venía munido de una carpeta con un catálogo de monstruos, recortados y dibujados por él mismo, de tanto en tanto se colaban algunos otros dibujos que él llamó: ¨los que le hago a mi papá¨, se los daba casi siempre que su padre se iba o volvía, en casi todos estos apar ecían virtudes y poderes atribuidos a su padre, para corroborar esta convicción que tenía declara: ¨¡Es un monstruo mi papá!¨ Escucharse no fue una cuestión sencilla, miró un poco preocupado -¿qué cosa no?, esas cosas que a uno le salen-, pero sólo atinó a decir, ¨bueeeno ... monstruo, monstruo no es...¨ Al rato me preguntó si para mí estaban buenos los dibujos que hacía, y dijo que pensaba ser dibujante quien sabe. Más recompuesto afirmó que le parecía que lo que le daba más miedo era hablar de los monstruos...¿Se iría en elogios para mantenerlos tranquilos o a distancia? ¿Les entregaría unos dibujitos para que no se lo llevaran?. Ese deslizamiento operó como un pasaje a otro espacio. El equívoco que la palabra monstruo suscitó, quedó a cargo del inconsciente. Un un significante que provoca temor, un artificio dicho y un encuentro que abre a otro modo de escucharse.

Es aquella función de artificio que seguramente ha tenido cierto recorrido en la historia del sujeto como son los caballos y los carros en Juanito. La disyunción entre saber y poder, lo que en parte la fobia interroga, en la jirafa grande, la del inmenso falo, que no coexiste con esa otra que dibuja: la jirafa pequeña, no hay comparación, por eso la arruga y se sienta sobre ella, no es la identificación sino el pasaje a lo simbólico, allí radica la eficacia de la fobia, en que opera la dependencia subjetiva respecto del significante

Un modo de hacer lugar a metáforas y metonimias, en el desplazamiento de identificación e impotencia.

Recuerdo otra consulta donde unos padres comentaron que su hijo tenía miedo a los espacios abiertos, miedo de salir a la calle, tanto miedo que en ese momento se hallaba restringido al espacio de su habitación, ya no concurría a la escuela. La manera de su juego de huidas, los deslizamientos de pies corriendo parecían tomados de una poesía de C. Vallejo: ¨Va corriendo, andante, huyendo/....de sus pies / Va con dos nubes en su nube, / sentado apócrifo, en la mano insertos / sus tristes paras, sus entonces fúnebres/ / Corre de todo, andando/ entre protestas incoloras; huye / subiendo, huye / bajando, huye/ a paso de sotana, huye / alzando al mal en brazos, / huye/directamente a sollozar a solas.¨23 Agotado de explicaciones, argumentos y estrategias, reducido en el espacio, y desolado por la angustia, finalmente aceptó venir, a regañadientes. Entró raudo y a grandes trancos (tratando de tocar el piso lo menos posible) se dirigió a la sala donde está el diván, saltó sobre él, sentándose con las piernas recogidas. Me ubiqué en un sillón a su lado y viendo que miraba asustado el piso, recogí mis piernas como él (por las dudas) y le pregunté qué había ahí, un poco sorprendido pero sin vacilar anuncia: -"cocodrilos"-. Más animado me advirtió sobre los peligros que corría ante esas bestias hambrientas y acto seguido los cocodrilos comenzaron a atacarme, -especialmente interesados en mis pies y mis "patas"-. Durante un rato relató la embestida de los "cocodrilos", y ya más entusiasmado los condujo. Era un erudito en el tema, también habían algunos tiburones. Por un rato pareció olvidado de su miedo, abandonó ese territorio y en otro lugar comenzó a dibujar un guerrero armado con una multiplicidad de armas punzantes y otros tantos cocodrilos y tiburones asomando de un piso nebuloso, (se notaba que eran viejos conocidos). "Coco" aparecerá más tarde como un significante que se originaba en un modo del nombre de su padre. En otras sesiones desplegó fantásticas historias en las que mataba cocodrilos, estas secuencias parecían no tener fin, hasta que se encontró con la posibilidad de un golpe final al "coco" en el momento de asomar la cabeza fuera de su territorio. Los mantuvo a raya.

El pequeño Hans, en su pulular imaginario, va armando unas secuencias, con sus sueños, sus juegos, sus artificios que da lugar a ese pasaje del falo a lo simbólico. Otro cocodrilo, el que evoca el deseo materno, para ubicar allí el obstáculo, ese significante fálico, un hueso que impide cerrar la boca, ahí Lacan hablaba de metáfora paterna.

Habíamos ubicado el principio del placer como defensa contra el goce que establece una barrera que nos permite en su límite algún acceso, implica también plantearnos el problema de la relación del saber inconsciente con el goce. ¿Y no es acaso el modo de presencia en el cual objeto, saber y goce han sido ofrecidos al sujeto, lo que la dirección de la cura nos acerca como vía posible?.

Notas

1 J. Lacan Seminario 8 14 de junio de 1961

2 S. Freud. Análisis de la fobia de un niño de cinco años. Obras Completas. Biblioteca Nueva Madrid 1973

3 J. Lacan. J Lacan 19 de mayo de 1965, ¨ El deseo no siendo otra cosa que la operación de esta apuesta, de ese a, que es el ser del jugador ¨

4 J. Lacan 20 de diciembre de 1961. ¨ Pero la función como tal de ese momento crítico –determinado por su suspensión radical al deseo de su madre, de una manera que, si se puede decir, no tiene compensación, sin retorno, sin salida- es la función de artificio que les he mostrado ser la de la fobia, en tanto introduce un resorte significante clave que permite al sujeto preservar aquello de lo que se trata para él, a saber ese mínimo de anclaje, descentramiento de su ser, que permite no sentirse un ser completamente a la deriva del capricho materno.¨

5 J. L. Borges. Dreamtigers. El Hacedor. Obras Completas. Emecé Editores. Bs As 1974

6 . J. L. Borges. El otro tigre. Op. cit

7 J. Lacan Sem 16 7 de mayo de 1969. Paidós. Bs As abril 2008

8 . P Neruda. Orégano. Cuadernos de Crisis 2 .Neruda. Editorial del Noroeste. Bs As sept de 1973

9 Al tiempo que en otro territorio, no sólo el del papel, también en otro lugar en el sentido que incorpora una estructura, situando un interior y un exterior. Si la función imaginaria organiza el mundo simbólico y se muestra allí cierta eficacia, no lo es menos la intervención de la fobia en la organización de un orden exterior e interior.

10 S. Freud Inhibición, Síntoma y Angustia. 1925 -26 Obras Completas. Biblioteca Nueva Madrid 1973

11 J Lacan 19 de mayo de 1965

12 . J. Jinkis. Discursionarios. Conjetural 47. Ed Sitio. Bs As septiembre 2007

13 J Lacan 19 de mayo de 1965

14 S. Freud Inhibición, Síntoma y Angustia. 1925 -26 Obras Completas. Biblioteca Nueva Madrid 1973

15 J Lacan 3 de julio de 1963

16 Ingmar Bergman. Linterna mágica.. Tusquets Ed. Bs As 1988

17 S.Freud Manuscrito M mayo 1897 Obras Completas. Biblioteca Nueva Madrid 1973

18 S. Freud Fragmento de análisis de un caso de histeria 1905Obras Completas. Biblioteca Nueva Madrid 1973

19 S Freud Lo siniestro 1919 Obras Completas. Biblioteca Nueva Madrid 1973

20 Es por el artificio humano, artifex, que puede convertir lo exterior en interior, por lo que Santo Tomas añade la phantasía como una clave para entender la acción del arte. S Magnavacca. L.T.Filosofía Medieval. UBA, Bs As 2006

21 J lacan 17 de diciembre 1958

22 J Lacan 12 de diciembre de 1956

23 C. Vallejo. Poemas Humanos. Ed Losada. Bs. As. 1961

Volver al sumario de Fort-Da 10

Volver a la página principal PsicoMundo - La red psi en internet