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Número 12 - Diciembre 2017
Soportar la voz del Otro
Guillermo Kozameh Bianco


Si el tratamiento psicoanalítico con niños ofrece particularidades, por el hecho de que la palabra está mediatizada por el juego, el dibujo y las escenificaciones, la dirección de la cura con niños con perturbaciones graves emocionales como el autismo, psicosis, implica aún más cambios técnicos.
Estos me llevan a cuestionarme si lo que estoy haciendo, ¿puedo llamarlo psicoanálisis con estos niños?

En estos casos, el juego si se presenta, es totalmente caótico, repetitivo, tocar y dejar como un bebé pequeño,  no está presente la curiosidad o la exploración. La pulsión de saber brilla por su ausencia.
Los movimientos reiterativos, no pueden ser significados, y la puesta de límites frente a conductas auto y hétero agresivas es muy frecuente. Es necesario entonces, acotar el goce para que la invasión de lo Real, no obstaculice la inscripción de mínimos significantes desde el Otro

 Los trabajos e investigaciones teóricas  que se realizan continuamente, nos permiten teorizar una causalidad y un lugar en la cura que nos autoriza a mantener el psicoanálisis como un “saber hacer” con nuestra escucha, nuestra voz, nuestra mirada, y mantener el proyecto de un sujeto por venir.
Rosine y Robert Lefort (1980), describen el Otro del autista como Otro Real. Sin tachadura, sin pérdida. No habría ni S1, ni objeto pequeño a. No hay goce del balbuceo. No habrá ceder el goce del objeto voz. Ni tampoco  renuncia del objeto mirada.
A falta de alienación significante y de objeto pulsional separable, predomina un doble Real, que impide el pasaje de lo Real al significante
 
Considero tres aspectos fundamentales a tener en cuenta en la patología de Psicosis y Autismo:

1)La forclusión del significante del Nombre del Padre,

2) El niño petrificado como objeto del fantasma materno, y

3) La dificultad o imposibilidad de la separación, manteniéndose sin mutación  en la alienación con el Otro.

Robert Levy (Lo infantil en Psicoanálisis), se pregunta en los casos muy graves en los que el niño ni siquiera puede llegar a ser objeto del fantasma materno   
Todos hemos pasado por un momento fundante de la alienación, humanizante, pero en los casos graves, no se puede conectar el goce con la palabra,  les es muy costoso buscar otro objeto de deseo, si no hubo pasaje de la castración.
A propósito digo costoso o difícil, pero no imposible: esta posibilidad me permite pensar en facilitar en sesiones  movimientos del niño y de la madre para des-obturar la falta materna, y que se dialectice el objeto de goce y el objeto de deseo. Ya que justamente por no ser perdido el Petit a,  no puede entrar en el circuito de perdida y re encuentros
 Lacan plantea que el autista está en el lenguaje en cuanto alienado, pero fuera del discurso, no toma la palabra del Otro.
Rosine y Robert Lefort plantearon que en el autista no hay siquiera alienación

La separación, segundo paso lógico, permite la constitución del deseo. Es en el enigma del deseo del  Otro, donde a través de la separación, y el agujero del Otro, que  se puede extraer el objeto. Paso que no se produce en el autismo.
No podemos hablar de  fantasma ni  de castración. ¿Pero se podría presentar este objeto Petit a con la forma de alucinación?
Lacan comenta en “Breve discurso a los psiquiatras “: (10 de Noviembre de 1967)

Los hombres libres, los verdaderos, son precisamente los locos. No hay demanda del a minúscula, él ya lo tiene, es lo que llama sus voces. No se sostiene en el lugar del Otro por el objeto a, ya que  lo tiene a su disposición...
Podemos agregar con las consecuencias que esto trae:
Fuera de discurso, (verbosos) deslocalización del goce, e impedimento en la construcción de su propio fantasma y deseo.
Dificultad muy grande para la creación de un sujeto y su mundo simbólico e imaginario.
Con el grave riesgo, después de un tiempo, y por efectos de no recibir un tratamiento adecuado, que se corten las posibilidades de lazo social y se cristaliza una debilidad mental. Como se observa en hospitales donde el niño ha llegado adolescente y totalmente deteriorado.  

En cambio  es notorio que si estos niños logran una mediación, algunas veces a través de un objeto que los acompaña crónicamente, es allí es donde tenemos mucho por hacer, y se logran ciertas marcas para el camino del sujeto.

Martín tenía cuatro años cuando fue traído a mi consulta.
El motivo de consulta, era irritabilidad a toda hora, grita enfadado cuando no se le da lo que demanda,  solo se tranquiliza si la madre lo abraza y lo mece como si fuera un bebé.
No se relaciona con niños de su edad, en la escuela maternal. Parece evitar la mirada de los otros excepto algunas veces de sus padres, y emite sonidos o canturrea algo que los padres no pueden comprender.
La madre está dedicada a las letras y el padre  a medios audio-visuales. Ambos destacados y reconocidos en esos ámbitos.
La madre comenta que desde pequeño pareciera que no escucha, se descartó sordera o hipoacusia.
El padre le hace ver al niño muchas películas de cómicos de la etapa del cine mudo.  Pareciera que puede  mirarlas, pero sin quedarse demasiado quieto.

La hipótesis de los padres, en cuanto al trastorno el niño, es un episodio traumático en el cual, casi se ahoga en la piscina, con dos años, por un descuido de la cuidadora
El padre sin embargo apunta que el niño, ya anteriormente en el primer año no sonreía como otros bebés, ni respondía con la mirada cuando los padres lo alzaban en brazos.

La primera vez que el niño entró en mi consulta (aparentemente tranquilo)  apagó todas las luces, juntó unos cojines y se escondió debajo de ellos. Mantengo silencio y no lo busco en su “cueva”, recordando que la voz y la mirada del Otro podrían ser   persecutorias.  Me mantengo (veinte minutos) en silencio.

Digo en voz alta donde estará Martín, este no responde, solo percibo un leve movimiento de los cojines. No sé si es ¿un signo? ¿Dirigido a mí?,  o que su cuerpo no puede permanecer inmovilizado. Me inclino a pensar esto último.

Esa fue la tónica de las primeras entrevistas. (Dos veces por semana)
Hago constar algo que me sorprendió mucho: cuando terminó la primera sesión, el niño salió corriendo por el pasillo de mi consulta; la madre en la sala de espera se levanta asustada y dice en voz alta: ¿“Hijo mío que te han hecho”?

Ante esta expresión, tranquilizo a la madre, le comento el juego de Martín: que no hubo nada de riesgo para el niño y cito a ambos padres a la brevedad.

Entre otras informaciones me explican que: Como Martín muestra estas conductas tan diferentes a otros niños,  la madre duerme con  Martín y el padre en un sillón en el salón de la casa. Aspecto que ambos parecen estar de acuerdo.
Esto me permite intentar con los padres, una distribución de lugares y de goces amparados en el miedo “que algo extraño post traumático le sucede a nuestro hijo”. El tema de lo post-Traumático se ha convertido en muy habitual en las consultas psiquiátricas en España

Después de varias sesiones, (tres meses) donde Martín repite la misma situación: a oscuras y debajo de los cojines, sale sigilosamente y se esconde debajo de mi escritorio.

Yo comento que ahora me es posible verlo un poco y escucharlo.
Creo que fue un gran error. Martín no estaba en condiciones de ser mirado, ni hablado por otro.
Se avalancha hacia mí y comienza a pegarme, patearme y  escupirme. Intento frenar esta violencia, sujetándolo fuertemente con mis brazos, y me distancio de él.
Estos ataques violentos los hacia frecuentemente en casa con los padres y otros niños, pero temían ponerle límites.
Esos des-bordes pulsionales, muestran como su palabra indica que no hay borde erógeno en el circuito de la pulsión. Y que de alguna manera hay que intentar  crearlo. 

En un niño con rasgos neuróticos, se supone que el circuito pulsional está en marcha y si el Otro es penetrable o se muestra agujereable, puede extraer u objeto a: mirada o voz con cierta facilidad

En cambio para estos niños autistas:
Mirar, oler, tocar, hablar, se presentan impregnados de un Real donde el Otro no cuenta por ser impermeable.
En algunas situaciones críticas, Martín como otros niños semejantes, no pueden seguir protegiéndose en su coraza, y por momentos pueden apelar al Otro, y comprometer la voz en la palabra (Maleval. 2001)
 
Retomo otras sesiones:
Se acerca tocándome la cara, orejas y sacándome las gafas, me mira.   
Yo NO le devuelvo la mirada, miro tangencialmente por la consulta.
Después de unos minutos vuelve a meterse debajo del escritorio

Los padres me habían comentado que parecía comprender “algo” de lo que  Martín “balbuceaba”.  ¿Algún significante del Otro lograba inscribirse?

Estas secuencias perduraron cuatro o seis meses,  esconderse,  atacarme (menos veces) o lo más frecuente curiosear y tocar mi cara  aunque yo me mantuviera con supuesta indiferencia en mi silla.
Este aspecto de “investigador” del cuerpo del otro, lo he podido observar con mucha frecuencia en niños autistas o con patologías graves. Como plantean   Rosine y Robert Lefort, (1980) se trata de horadar a Otro sólido e inamovible y poder quizás iniciar asi un circuito pulsional donde la extracción del Petit a sea posible

Cito a Lacan: Seminario 10 La Angustia (2004)
“Corresponde a la estructura del Otro constituir cierto vacío, el vacío de su falta de garantía. Es en este vacío donde resuena la voz como distinta  de las sonoridades, no modulada, sino articulada”

En una sesión, llevamos casi un año,  yo utilicé ante su vista unas marionetas, escenificando lo que él había hecho antes: oscuridad, salir de la mirada del otro, esconderse, atacar y curiosear tocando la cara y el cuerpo del otro.
Mi sorpresa fue que él prestaba atención al juego y quería cogía las marionetas, y una que una corría tras otra. 
Canturreaba algo que yo no entendía.

El padre me aclara que le agrada, aunque se excita, cuando en las películas mudas, hay secuencias disparatadas y caricaturales de policías y perseguidos
 Yo trataba en  general inventar algún pequeño juego, o un cuento breve y simple, para intentar que Martin se interesara en ello, y articulara alguna palabra. A veces lo lograba y podía decir tía, si, cía, ida, no, yogour, etc y otras veces se mantenía como al comienzo   en su burbuja esférica difícil de penetrar.
La aparición de las palabras articuladas: “el vine a verte”, “el viene a jugar”, “él va a la playa” etc, fue cuando Martín tenía 5 años y creo que ayudó mucho en esto el tratamiento fonoaudiológico  que realizaba en un centro para niños autistas.

 Yo di por finalizado el tratamiento cuando cumplió seis años y medio y asistiría todos los días a un  centro especial.

Con el tiempo los padres me fueron informando de sus progresos y retrocesos.

En el último tiempo sé que hablaba con cierta normalidad, con una tonalidad robótica, las ecolalias eran frecuentes,  trabaja en el despacho del padre, en tareas de ordenamiento y mantención de películas antiguas, con mucha rigurosidad.
El dice que es “montador”. Es curioso  este nombre propio como invención.
“Si el Psicoanálisis apuesta al sujeto, al sujeto del deseo, que no es sin el otro del lazo social, el Nombre Propio tiene esa función de sutura por el desgarro que se efectúa cuando la liberación de los significantes del Otro, tiene todo su lugar.” (Silvia Wainsztein, El Sigma, 2017)

Yo creo que en estos casos el analista debe presentarse al menos en los inicios, como Otro, que acote el goce, separe algo de lo alienado, ayudar a nominar,  acepte que el autista no está dispuesto a ceder el goce de su voz y su mirada, consentir también ser un escenario donde los orificios no sean de hundimiento, sino de un viaje pulsional hacia un destino que no conocemos.
 

Guillermo Kozameh Bianco
Psicoanalista. Madrid

Bibliografía:

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