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Número 12 - Diciembre 2017
El velo pintado
Marta Mónica del Citto

El velo pintadoLos Inicios

El director nos deleita desde la presentación de la película con diferentes imágenes que forman un collage donde: barcos, agua, China, flores y organismos microscópicos se funden en un movimiento continuo.
 
Los personajes principales se presentan de espaldas teniendo como escenario un paisaje que no podemos nombrar más que como bellísimo. Desencontrados, de frente a la cámara, pero no paralelos, con música de piano como telón de fondo. Ella Kitty recordará su primer baile con él y pronto aparecerá la primera escena familiar, donde el padre aprobará y favorecerá el cortejo, hasta la pregunta de “te gusta” y la respuesta de su hija “no, mucho”.

La madre preguntará “está enamorado de ti” Dirá que una mujer debe saber lo que causa en un hombre, debe contemplar el paso del tiempo y debe tener alguien que se ocupe de ella más allá de su propio padre. Comentará luego a un familiar “… hace años que me di por vencida con Kitty”.

Walter se nos presentará como un hombre torpe, de pocas palabras y asocial. Hará el trabajo que se esperaría de un cortejante, individualizará a su presa, hablará con el padre de la dama, pedirá su autorización, se presentará a la velada que ofrece la familia de la misma, la invitará a bailar, la visitará, la invitará a un paseo, le preguntará por sus gustos para finalmente proponerle casamiento, declararle su amor diciéndole lo difícil que es para él demostrarlo “…pero eso está ahí…” noticia del objeto a. Prometiéndole lo que él cree que ella querría escuchar “…mejoro mucho con el trato…haría cualquier cosa con tal de hacerte feliz… Shanghai es emocionante…muchos bailes” y retrocederá, por momentos, alegando que su rápida declaración de amor se debe a su vuelta pronta a Shanghai, que sería pésimo para estas cosas, pero que no tendría tiempo para ser cauto.

Kitty se dirá alegre, divertida, moderna, liviana, banal, superficial? Comentando acerca de las flores “…parece una tontería dedicar tanto esfuerzo a algo que va a morir…”.

Piano Piano

Recién casados la película nos los muestra alegres llegando a su casa en Shanghai

Walter preguntará “…y bien… es más pequeña de lo que imaginabas…” haciendo un esbozo de querer responder a las expectativas de su reciente esposa.
Kitty responderá “…no estoy segura de lo que imaginaba…”, para recomponerse subjetivamente después preguntando “…no tienes piano…”, a lo que él responderá “…no, no toco el piano…”
En la noche de bodas a él se lo verá pidiendo permiso, torpe, desenfrenado, ocupado de las comodidades, necesidades, de la lámpara apagada, la suciedad de los pies y los zapatos, pero también de hacerle saber “…me hace tan feliz que estés aquí…”. Y a ella invitándolo a la cama.

Ya en la vida conyugal Walter se verá aún más imposibilitado de hacer uso del lenguaje, creerá que todas sus palabras son actos, tornándosele imposible hablar, suponiendo una verdad última develada en cada una de ellas, dirá: “…me acostumbré a no hablar si no tenía nada que decir…”. Ella responderá que bajo esa manera la raza humana pronto perdería la capacidad del habla e insistirá en hablar.
Aparecerán en escena Charles y Dorothy, personajes secundarios para el cine, principales en varios momentos para nuestra pareja.
Charles leerá a Kitty (y hasta el final de la historia confiará en su ya apócrifa lectura)

La leerá en una imagen, una instantánea, que las personas al eternizar llaman destino. El destino es imaginario, fantasmático, esa es la neurosis de destino, eso que ella escucha de la boca de él como oráculo hasta el momento en que ríen. La leerá “llorando su mala suerte, esclava, condenada a una vida de desesperación y monotonía, en una tierra extraña lejos de su hogar, sometida, su pobre alma prisionera, sin escape, llorando por la chica alegre y llena de vida que fue, por la mujer solitaria en que se convirtió y sobre todo, llorando por el amor que nunca sentirá, por el amor que nunca dará”.

El deseo dará la posibilidad de otra cosa, de creación, de novedad; lo hiante irrumpe. Y ese es el cálculo con el Charles no cuenta.

El engaño, confundir pasión con deseo, confundir pasión con amor. El deseo y el amor tienen algo de pasión, pero no son lo mismo.

Kitty se absorberá en la pulsión de vida y sus excesos pasionales, no tomando recaudos, dando a ver más de lo oportunamente necesario, tendrá encuentros en su casa, irá a lugares públicos en busca de Charles para tener un lugar, jugará escenas límites al modo del acting out. Se engañará y buscará ser la causa de Charles, pero también de Walter con sus reclamos hacia él, no escuchados a tiempo. Estará perdida en su angustia y necesitará de un lugar en el deseo de un otro/Otro. Le expresará a Charles “…no se te ocurrió que mi esposo me ama…” él responderá “…a menudo, las mujeres piensan que los hombres las aman mucho más de lo que es real…”. Ella exclamará “…no pensaría ni un segundo que tú me amas…” y estará, sin darse cuenta, en el límite de la escena a punto de caer, preguntándole y pendiendo de su respuesta “…Charles…te hago tan feliz como tú a mí…” En ese vértigo que produce la posibilidad de no tener lugar en el otro/Otro.
Walter se enterará y discutirán, aparecerán entonces los términos en que se fundó la pareja él le dirá egoísta, malcriada, incapaz de amar, con un único objetivo el de casarse con él para alejarse de su madre, le contará de su esperanza de que con el tiempo ella pudiese enamorarse de él. Ella le dirá que él no tuvo ni tiene lo suficiente y así darán inicio a otra etapa no tan complaciente y gentil, irán hacia el cólera.

Antes, Kitty saldrá desesperada en busca de Charles y obtendrá como respuesta “…querida, pase lo que pase, Dorothy no debe enterarse…”.Se recuperará del acting pensando “…Walter ni por un minuto tuvo la intención de divorciarse…”. Con algo de lugar, todavía no puede elegir y se castiga, se degrada por no estar a la altura de las circunstancias, de sostenerse como causa de un hombre y le preguntará a Walter, antes de partir junto a él,  si debería llevar velo? …

Walter hará otro tanto se castigará y la castigará, por no soportar que ella sea su causa más importante, lo que piensa lo hace débil y necesitado. Aceptará la separación sólo si otro hombre se compromete con ella como él todavía no puede hacerlo, del todo; donde la protagonista sea ella, donde los ideales, las buenas costumbres y otros requerimientos sociales queden por fuera, donde sólo este contemplado el acto que la reconocerá como único objeto de su deseo.

El odio

Ya camino al pueblo de Mei Tan Fu aparecerá el primer cadáver, el cólera o la cólera y la muerte tendrán el lugar principal, vapuleando a nuestros protagonistas alrededor de lo inexplicable, insensato y sinsentido.
Comenzará una lucha especular, por el prestigio, por el poder, donde sólo habrá lugar para uno, el narcisismo ganará todas las batallas, no habrá lazos, sólo ese amor propio que prontamente se tornará en odio propio. Así ambos personajes se rechazarán, con la ambigüedad del término, entre ellos y a ellos. Ese odio que podrá culminar en la muerte del semejante o la propia, ese odio se desenvuelve en el registro imaginario. Donde el sujeto quedaría para siempre atrapado en la imagen que le devuelve el otro.
El amor en psicoanálisis, entendido como un concepto que hace con la castración, es un concepto que anuda los tres registros, real, simbólico e imaginario. Que genera responsabilidad con el otro, cuidados, ser respetuoso de las faltas, las diferencias, porque son las mismas que por momentos pueden tornarnos necesarios. El refrán popular dirá del amor al odio hay un sólo paso, cabe hacerse la pregunta si es la misma distancia del odio al amor, pregunta que ellos responderán para nosotros.
Waddington empieza a preocuparse por la seguridad y el cuidado de sus vecinos y pide un guardia. Ella todavía se pregunta “…soy una prisionera…”.El todavía no se preocupa y ella todavía no necesita del guardia. A pesar de estar ambos en un país extraño, con peste y casi en guerra con los forasteros británicos. Todavía pueden comer ensalada cruda y no vacunarse.

La Muerte

El Dr. Fane tendrá la posibilidad de encontrarse y conocer el cólera no ya en el laboratorio, sino en el padecimiento de los pacientes. Primero se mostrará impoluto, abatido, fatigado, fastidioso, pero todavía no angustiado.
Kitty se encontrará perdida, desolada, desencajada, sin futuro, sin horizonte, sin camino, sin dirección, sin esa orientación que sólo se obtiene del deseo. “…Frágil, cansada y muy infeliz…” será la manera poética de decirlo de Waddington. Quién en uno de sus encuentros le hablará de Charles y sus aventuritas, de su esposa Dorothy y lo halagador que era para ella “…que las amantes de su marido fueran tan de segunda…” y en otro, le dirá lo extraño que le resulta que su marido nunca la mire “ …mira las paredes, el piso, sus zapatos…”.

Dejar el anillo y la carta, que representan ese goce sin salida, en el cajón para encontrar lo conmovedor de la muerte a la puerta de su casa, una mirada, un lugar para su palabra, para su debilidad, para su belleza, para su femineidad primero en Waddington, quién será interlocutor de sus preguntas, su acompañante, su apoyo y luego en la madre superiora quién quiere conocer “…a la fiel y amante esposa…”. Siendo la primera pregunta para ella “…qué credo profesa…” Y ante la respuesta evasiva, confusa de Kitty le dirá “…una manera inocente de decir que no cree mucho en nada…”, además de que es “…muy linda y muy joven…”, ella nos dará nuevamente en esta conversación noticia de su posición o su falta de posición en relación al deseo dirá “…me siento una anciana…”. La madre le ofrecerá mostrarle el convento, el orfanato y con él los niños y sus voces. La sala de música y el piano.

Una monja le hará saber que “…al Dr. Fane le encantan los bebés, que pasa todo el tiempo que puede en la guardería ayudándolos…”.

Ella empezará a notar los intereses de él y querrá que los comparta con ella. Entrará en su laboratorio casero y tendrá miedo por él. El seguirá escapando en su enojo, desprecio y trabajo.
Tendremos en esta versión cinematográfica la posibilidad de poder encontrar al menos tres tipos de muerte: la real, concreta, de los hechos diremos, de la que nada sabemos ni podemos decir, recordarán lo que el creador del psicoanálisis nos enseñó de la muerte como tal el inconsciente nada sabe.

La muerte del sujeto como deseo muerto y una tercera muerte, la de la castración, donde tendrán de nuevo una posibilidad, donde algo de la pérdida intentará inscribirse de a poco una y otra vez, empezando a surgir el bien decir, la camaradería, el respeto por el otro, el interés por su deseo, el miedo, el tiempo, el lugar, cobrando así la peste una importancia que hasta el momento le había sido negada, la pérdida entonces tendrá lugar, muerte y amor estarán así por primera vez ligados a la castración.

La belleza… de las flores

Los niños y el piano empezarán a tocar su melodía y ella querrá sentirse útil, querrá conectarse con el hacer. A él comenzará a preocuparle la seguridad de ella.
Primera escena de dos, ella le habla de sentirse inútil y él puede decirle sentirse igual ante la epidemia, comienzan a entregar la falta, a dar lo que no tienen. Ella dirá “…por fin algo en común…”.
Hay donde volver, ella toca el piano y él vuelve al lugar donde fue cautivado.

Segunda escena de a dos, ella habla de un bebé del orfanato, interés por los niños que podríamos leer comparten, pero no interés médico, sociológico, altruista, otro tipo de interés se escucha. Le hablará de cómo los seres humanos se equivocan, de no ser la mujer perfecta que él pretende, le dirá que es ordinaria y corriente, de sus gustos por el teatro, bailar y jugar al tenis, los juegos y los hombres que juegan juegos, él responderá casi de manera instantánea “…soy una fiera jugando al bridge…”. Ambos sonreirán, él le dará la razón diciendo “…fue tonto buscar en el otro cualidades que nunca tuvimos…”.

Ella se seguirá preguntando por la relación con el otro sexo, porque podría una mujer amar a un hombre y que de una mujer causa a un hombre, preguntas, pausas, intervalos que harán que la lámpara quede encendida.
Aparecerán los actos, las decisiones, el deseo y la pasión anudada a este último. Un deseo decidido que lleva a un acto puede leerse como pasión. Pero también el goce desenfrenado, la pulsión de vida. Sólo el amor, en su relación con la falta, nos dará la posibilidad de la diferencia haciendo condescender el goce al deseo.

El embarazo, el nombrarse padre y la adopción.

El le pedirá que regrese, ella dirá que se queda por deber, la madre superiora le dirá que por él “…cuando el amor y el deber se funden la gracia está contigo…”. Como deber nosotros leeremos deseo, ese es el deber de los sujetos para el psicoanálisis, estar a la altura de su deseo. El pide perdón y muere. Ella no encontrará que perdonar.

Las flores cobran otro valor para Kitty, en la primera escena en la Florería había dicho “…no las pagamos, no las cultivamos, aun siendo hermosas… parece tonto dedicar tanto esfuerzo a algo que va a morir…”. En la escena final, en la misma florería dirá “…es una tontería, se van a morir en una semana, no vale la pena el precio…”, preguntándole a su hijo “…qué te parece…” (como antes Walter con ella) obteniendo como respuesta “…creo que son muy lindas…” para entonces comprarlas.
La florería define la estética del deseo, flores:  no importa su precio, no importa lo que duren, no importa el trabajo que den, sólo esa belleza, sutil y fugaz que tanto vale por la satisfacción que da.

Ahora Charles es el Sr. Townsend, nadie importante y ella la Sra. Fane.

 

 

 

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