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Número 13 - Mayo 2019
Cuando de eso si se habla
Mariana Amicone

 

  
Lo que propongo en este escrito es relatar la situación de una paciente, intentando  relacionarla y pensarla desde la clínica psicoanalítica lacaniana con niños.
En la primera entrevista con los padres de María me relatan que la niña tiene una  dificultad en su alimentación ya que “no come nada”.

La niña tiene al momento de la consulta seis años, está en primer grado y es hija única.

Sus padres, una pareja de más o menos alrededor de los cuarenta años, precisan que su hija siempre ha sido un poco lenta en algunas cuestiones y que hoy se presentan a la consulta por indicación del pediatra de la niña ya que la misma no se alimenta más que con leche y galletitas, y que si bien al momento no ha presentado ningún inconveniente en su salud ya que los controles médicos le dan normales, el médico le indica una consulta psicológica.

En la misma entrevista ambos me cuentan que la pequeña no tiene otro inconveniente que no sea este y que no entienden a qué corresponde esto.

Ese día me muestran un video de la niña en un momento de la cena familiar donde se observa a la misma muy enojada y llorando porque en la mesa los padres intentan que ella coma y le dicen “cosas” (puesto que no quiere probar bocado).
 “Se podría leer como típica las situaciones en las que encontramos la suposición de saber por debajo de aquello que se presenta como cierta dimensión real de la presentación del síntoma, representada por la letra a. En estos casos los padres de los niños podrían afirmar algo así como ‘nosotros estamos sorprendidos porque nuestro hijo presenta tal síntoma, sabemos que eso quiere decir algo pero no podemos darnos cuenta que, ni sabemos qué hacer con eso…’

Escuchen esa vacilación entre sabemos /no sabemos…

De cualquier modo si el saber está supuesto en la posición sintomática del niño, esto indica que el saber no está en posición de los padres y, entonces, la neurosis de transferencia espontáneamente  entre padres y niños, estalló, cayó, no se sostiene más.
Estos casos son los más abiertos en nuestra intervención porque cuando los padres reconocen que no saben qué pasa, ni que deben hacer y entonces el motivo de consulta no alcanza para subsumir al sujeto- asumen que habría que realizar un trabajo para poder acceder al significado del problema, trabajo que le transfieren al analista.
Es como la situación ideal, podríamos decir puesto que nos están habilitando para intervenir.

En un segundo tiempo sería necesario que este saber supuesto a la posición del niño sea transferido a la posición del analista.

Para eso hace falta la transferencia.” (Peusner, 2011: 83)

La conozco a María y comienzo a trabajar, es una niña que puede expresarse muy bien con un discurso muy pertinente. En principio comenzamos con juegos reglados, los cuales ella los sabe y en tanto puede ganar o perder comparte las normas con mucho respeto.

En todos los encuentros no surgía nada en relación a este tema, ella sólo charlaba de sus amigos, de los juegos que le gustan y de la escuela (aclaro que  en el aprendizaje no tiene ningún inconveniente, todo lo contrario).
 En una sesión mira los títeres y me dice que le gustaría algún día poder hacer una función de títeres en el consultorio, dice que en algún momento intentará ya que le da mucha vergüenza.
Algo parecería no poder decir, no poder representar, había algo que ella no podía, aunque intentara mostrarme siempre que ella podía con todo.

Pasadas varias sesiones es ella la que me dice que quiere un títere y que se lo va a pedir a Papá Noel, es así que hace en una sesión la carta para poner en su arbolito de navidad.
Con esto hago mías las preguntas que Peusner se hace en el libro “El psicoanálisis con niños en un chino”:
“Me pregunto: ¿qué sentido tiene confrontar a un niño con su síntoma? Yo sabía que este niño no comía y ese era el principio del problema. ¿Qué sentido tenía preguntarle en la primera sesión ¿Por qué no comes?” (2016: 39)

Siguiendo con el análisis dicho autor propone, nos dice que:
“El sujeto da fe efectivamente de cierto viraje en las relaciones con el lenguaje... su modo de padecer el fenómeno del discurso en su conjunto.

Metodológicamente tenemos derecho de aceptar entonces el testimonio del alienado sobre su posición respecto del lenguaje, y tenemos que tomarlo en cuenta en el análisis del conjunto de las relaciones del sujeto con el lenguaje- lacan seminario 5- la psicosis pag 298.

Aquí está la clase de lectura que según entiendo propone lacan: no se trata tanto de lo perturbadas que puedan estar las relaciones del sujeto con el mundo que lo rodea, sino de su posición respecto del lenguaje.
Y entonces doy aquí un salto lógico, para proponer que lo primero a evaluar al respecto es si la relación con el lenguaje lo divide o no como sujeto: es decir si responde a la estructura de sujeto dividido por el significante, o se trata de un sujeto  monolítico organizado por la holofrase.” (Peusner, 2016: 52)

Continuamos trabajando hasta que en una sesión me cuenta que ese día tiene un cumpleaños, charlamos y me dice que ella no come nada en los cumpleaños porque su mama no la deja.

En un encuentro con sus padres relatan que ella no iba a las casas de sus compañeros o a algunos cumpleaños porque las madres se angustiaban porque no comía, con lo cual su mamá dice que en función a esto había decidido que no vaya a estos encuentros  ya que  las otras madres se angustiaban porque María no comía y no sabían qué hacer.
 Con lo cual lo primero que comienzo a pensar es cómo lo que estaba pasando también la empezaba a dejar por fuera su círculo de compañeros del colegio y de sus amigos, no pudiendo disfrutar un cumpleaños ni un encuentro. ¿Qué pasaba con esto que también obstaculizaba el estar con los otros, el disfrutar, como si ella no fuera una niña?

 ¿Qué quería decir o qué pasaba con esto de que su madre no la dejaba comer?
 Algo ahí estaba ocurriendo entre ellas, algo que empiezo a notar que no había sucedido entre madre e hija, donde no había encuentro desde la ternura, donde su hija tenía que ser brillante y todo estaba planeado en función, pareciera, de lo que estaba en los objetivos familiares.

 Luego de varias entrevistas con los padres ellos comienzan a hacer algunos movimientos en la vida de la pequeña, quizás en principio dejando de reprochar constantemente por qué no comía y siendo esto lo que en todas las cenas familiares se tornaba un continuo desencuentro familiar. Además ellos piensan que siempre habían respondido a la marcada estructura que determinaba la pequeña sobre lo que comía, ya que ella sólo comía una marca de galletas y una marca de leche y un yogurt, esto empieza de a poco a moverse, ya que comienzan a ampliar las posibilidades de que no siempre fuera así.

 Pasaron varios meses hasta que un día luego de charlar sobre un cumpleaños ella me mira y me dice: “yo le tengo miedo a la comida y no sé por qué”.

Algo había pasado. Ella pudo decirme esto que no había dicho nunca en sus sesiones y de ahí en más comienza un tiempo diferente, algo que se instaura y de lo que comenzamos a trabajar.
 En la próxima sesión le propongo que juguemos con los bebotes, ella me mira y me dice: “no quiero… yo no juego a eso, no me gusta”. Le pregunto si tiene bebotes y si en algún momento jugó o juega con ellos, a lo que me refiere que ella los tiene pero que su mamá tiene todos sus bebotes guardados y que no la deja que los saque para jugar, por eso ella juega en la casa de una amiga con ellos.
En tanto, yo juego sola mientras ella me cuenta y me mira triste hasta que termina de hablar y jugamos juntas a otro juego.

En un momento sus padres en una sesión relatan que habían decidido comprarle un perrito a María y que pensaban que esto podía ayudar a lo que le pasaba.
Es ahí donde comienzo a preguntarme qué había pasado con los cuidados maternos, qué pasaba con ella que no podía hacer dormir a un bebé de juguete ni quería intentar jugar a darle la mamadera.

Un día en sesión le pregunto si le gustaría tener un hermanito a lo que me dice: “mi mamá no puede conmigo… imagínate que menos podría con dos hijos”.  Le pregunto por qué piensa eso, me dice: “yo no lo pienso, es lo que ella me dice siempre...”

La madre, pasado varios meses de consulta (x) (comenzando el verano) me dice que piensa que no la llevará más a la consulta ya que no ve que la pequeña haya avanzado y que en el verano ellos van a la tarde al club, con lo cual se le haría muy difícil llevarla.

Mi respuesta fue en ese momento que consideraba que ella tenía que continuar el tratamiento y que si le parecía que no había progreso como ella lo consideraba estaba dispuesta a derivarla a otro profesional.

“Cuando se trata de la búsqueda de un criterio para que la entrevista del dispositivo de presencia de padres y parientes no se conviertan en el análisis personal de ninguno de los participantes [...] Se trata de aquellos enunciados que pudieran dar cuenta de la continuidad entre generaciones.

La idea de continuidad entre las generaciones es solidaria de la noción de sujeto como asunto, y se torna muy complicada cuando prevalece la noción de sujeto como persona. Como individuo.
La polifonía de esta clínica es realmente notable y no debe hacernos retroceder.

El modo en que con frecuencia es presentado el motivo de la consulta cuando se trata de un niño: un significante desencadenado y autorreferencial.” (Peusner, 2010: 89)

En esta situación, en el motivo de la consulta de los padres fue notable que esto estaba presente, esto que según ellos apareció en la vida de su hija y no podían  saber en función a qué o de qué se trataba, donde ningún significante parecía poder referenciarse con lo que sucedía.

 ¿Cómo comenzar a hacer cadena en esta situación? Salir de este significante autoreferencial quizás era la vía.

 Este significante  es el significante de lo que esté pasando y se lo enuncia desde una posición de certidumbre.

 Peusner afirma al respecto:
“Ahora bien es un hecho que el Otro preexiste la llegada al mundo del niño y que allí se escribe un texto desde muy temprano, texto que prefigura un lugar para ese niño mediante ciertas coordenadas significantes. Allí más tarde el niño se inscribirá, pero ese texto preexiste su entrada al mundo.
[...] es por eso que les propongo la hipótesis de que entre aquel narcicismo resinificado que una satisfacción renovada por la vía del niño y la posición del niño se produce cierta tensión originada por la diferencia entre lo que se esperaba y lo que se ha encontrado: el nombre que le puse a esa diferencia.
Muchas veces esa diferencia aparece bajo la forma de lo descompleto que llamo ‘la falta de la familia’

Propongo que en todos los casos la clínica psicoanalítica lacaniana con niños debe ser considerada esta diferencia. Debe ser estudiada en relación al texto preexistente en lo que el niño aporta de lo real, para lograr establecer bien como se lee el modo de sufrimiento. A su vez esta determinará el tipo de abordaje que el analista propondrá.” (Peusner, 2008:111)

 La semana siguiente vuelve a la consulta y de ahí seguimos trabajando.

 De pronto comienza a aparecer el tema de los helados en la sesión, me pregunta de qué me gusta el helado a mí, le digo que de dulce de leche y de frutilla y ella me cuenta que por primera vez se había animado a tomar un helado y que le había gustado mucho. Que sólo había probado un gusto pero que estaba pensando en probar otros.

 En otra sesión los padres me cuentan que le iban a regalar un perrito, ella tenía un cuis de mascota y hace mucho tiempo que les pedía un perro, pero ellos le habían dicho tiempo atrás que lo tendría “cuando coma”.
 Deciden regalárselo y ella comienza a crear una relación con su mascota de mucha ternura, algo que no la dejaban hacer con sus muñecas: jugar. Ella podía hacerlo dormir, darle de comer. Me trae fotos y comienza a comentarme sus travesuras y cómo intentaba que su macota coma la comida. Se detenía en esto, lo miraba, lo podía cuidar.

Es así que decimos que la clínica exige gran flexibilidad técnica tanto como un enorme trabajo de reflexión teórica, puesto que el niño es analizable si los psicoanalistas se muestran disponibles a estudiar los problemas que dicha clínica genera. Es necesario tener en cuenta que no se trata de una “especialidad” ni de desarmar al niño en una generalizada clínica del sujeto, lo que no resulta efectivo y contradice el espíritu del psicoanálisis lacaniano. (Peusner, 2008)
Pasadas unas semanas charlamos qué comidas me gustaban, yo le cuento y le pregunto qué comidas le gustaban a ella y me dice que no sabe, que nunca probó nada y que de las que a mí me gustaban no las conocía porque no las había visto jamás. Empezamos a hablar de recetas y me dice que le va a preguntar a su madre y a su padre qué comidas le gustan ya que no las conoce.

En una sesión decido que entre con su mamá. En la misma ella comienza a dibujar mientras su mamá hablaba. En un momento la mamá dice que a María le estaba cocinando lo que  le pedía para comer. La niña hacía como que no la escuchaba; de repente la madre se dirige a la nena y le dice: “yo necesito que vos confíes en mí...”. María mira a su madre, se quedan las dos mudas, pero al cabo de unos segundos le responde: “voy a confiar en vos...”, y se dan la mano haciendo un pacto.
Desde ese momento algo surge desde otro lugar,  parecía dar una apertura, un movimiento.     

 Así fue como en las sesiones comienza a hacer comidas con plastimasa. María se encargaba siempre del plato principal y yo era la encargada del postre.

 En la siguiente entrevista con los padres, la mamá cuenta que habían comenzado a jugar las dos a que tenían un restaurant: comenzaron por hacer la carta y luego una era la cocinera y otra atendía a las personas. Cuando escucho esto pienso en que algo del juego había ocupado otro lugar a esto que parecía ser, en otro momento, tan terrible y a lo que ella le tenía tanto miedo: que hable, juegue y pueda pronunciar (para confeccionar la carta) los platos que le gustaban o los que conocía. Algo que parecía impensado en otro momento.                                

“[...] la función de secretario es introducir un S2. La aparición aunque sea transitoria, de la dimensión significante aporta los ya conocidos efectos de la misma sobre el sujeto: lo hace dudar, ataca su constancia, le ordena el tiempo y el espacio, lo sujeta -al menos un poco- a los ordenamientos simbólicos propios de los discursos, lo enlaza de alguna manera a los lazos sociales, civiliza sus fenómenos corporales, lo limita y puede reacomodar sus fenómenos del lenguaje. En síntesis, es pacificadora.” (Peusner, 2016: 66)

 Me quedo pensando en varios momentos de esta paciente y en esto de que el deseo del analista que no retrocede ante los niños, y también en la función del secretario que es introducir un S2. Algo comenzó crearse desde otro lugar en María.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.

Peusner, P. (2016). El psicoanálisis con niños es un chino. Buenos Aires, Letra viva.
Peusner, P. (2008). El otro y el niño. Buenos Aires, Letra viva.
Peusner, P. (2015). Huir para adelante. El deseo del analista que no retrocede ante los niños. Buenos Aires, Letra viva.
Peusner, P. (2010). El dipositivo de presencia de padres y parientes. En la clínica psicoanalítica lacaniana con niños. Buenos Aires, Letra viva.

(x) Aclaro que esta paciente la atendí en un consultorio de una obra social ya que me parece importante aclarar que no hay pago por el tratamiento de su hija.

 

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