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Número 13 - Mayo 2019
¿Cuanta gente entra en un camión? ¡Hasta un circo!
La experiencia del Camión Circo de Ayuda Aborigen Argentina
en el Impenetrable Chaqueño

Natalia Andrea Leanza

 

Mediante este artículo quiero contar la experiencia que transitamos en cada viaje al Impenetrable Chaqueño de Argentina junto a la organización Ayuda Aborigen Argentina (1); fundamentalmente lo vivido con el “Camión circo”.
En los viajes que realizamos junto a esta organización, no sólo se asiste mediante la entrega de alimentos, ropa, medicamentos de venta libre, agua potable, muebles, juegos de plaza, colchones, útiles escolares, calzado, entre otras cosas necesarias para aquella población; sino que además se comparte con los presentes charlas, cultura y un espectáculo de diversión: el “Camión Circo”.     

Denominamos “Camión circo” a la intervención recreativa que realizamos en las escuelas, luego de la descarga de las donaciones y la entrega de la merienda. Montamos un pequeño y precario escenario que consta de un telón de fondo color violeta con la cara de un payaso y cds que lo rodean haciendo las veces de luces de colores. Uno de los voluntarios arma en un costado del escenario un parlante y con su notebook pone la música que da inicio al circo: “Con ustedes el único circo que llega al Impenetrable chaqueño, los payasos más tontos del mundo…” 

Ayuda Aborigen no sólo busca ayudar a suplir las necesidades materiales que tiene esta población, sino que además busca recordar que los niños y las niñas aborígenes también tienen el derecho a la recreación, juego y esparcimiento que se promulga en la  Convención sobre los Derechos del Niño, donde en su artículo 31 especifica que los Estados partes de esta convención deben respetar y promover el derecho del niño a participar plenamente en la vida cultural y artística, propiciando oportunidades apropiadas en condiciones de igualdad.

Y ¿por qué llevar un circo al norte chaqueño? Creo que no es menor la elección del nombre “Camión circo”. Elegir un circo en lugar de otro espectáculo cultural es significativo: cuando evocamos a un circo, inmediatamente pensamos en el movimiento, en viajes, en armar y desarmar escenarios. Sabemos que estos se emplazan siempre en algún baldío, en algún barrio, donde no hay teatros o cines cerca. Son itinerantes, no esperan que la gente se acerque, sino que se van trasladando de un lugar a otro en busca del público más diverso. Son sostenidos a través de tiempo por el legado que se van dejando de generación en generación.  
Lo más probable (y estoy segura) es que esos niños y niñas nunca hayan conocido otro espectáculo de circo que no sea este, y que los únicos payasos que conocen y que recordarán seremos nosotros. No por esto nos creemos mejores, o superiores, sino que es por esto que le ponemos dedicación y compromiso.

Si bien no es requisito tener experiencia circense algunos de nosotros, además de ser parte de Ayuda Aborigen, formamos parte de “Payas en Acción” de la ciudad de Rosario (Santa Fe), grupo de clowns comunitario que se dedica a hacer pequeños shows en instituciones y/u organizaciones con fines sociales.

Pero ¿por qué intervenir de esta forma? ¿Por qué elegir al payaso como protagonista para esta acción? ¿Qué transmitimos como clowns? Para responder a estos interrogantes traigo las maravillosas palabras de Jesús Jara quien nos dice:
“[…] cuando vemos un buen clown, reímos. Reímos de lo que hace, por lo que hace o deja de hacer, reímos por lo que imaginamos y, sobre todo, reímos porque nos identificamos con él o identificamos algo o a alguien conocido en él o en su comportamiento.

Y es que detrás del trabajo del clown hay un arte y el origen de cualquier arte es encontrar una identificación […] De modo que cuando nos identificamos con el clown, reconocemos determinados comportamientos de nuestra vida diaria, y la risa se produce por la sorprendente visión paradójica de lo que conocemos bien […] Así que, en realidad, nos reímos de nosotros mismos y, al hacerlo, nos sanamos. Por lo tanto, el clown, de alguna manera, contribuye a cicatrizar nuestras heridas, a aportar algo de luz a nuestras sombras” (Jara, 2000: 29-30)

El payaso tiene una tremenda imaginación que comparte con otros que están a su alrededor. No predetermina su escenario, sino que invita a que esos otros colaboren a crearlo implicando lo simbólico, lo vivido, y lo deseado.
Así es que mediante estos personajes logramos “robarles” sonrisas a aquellos niños y niñas que viven marginados, con frío, con hambre, que luchan día a día por cubrir necesidades básicas y que por lo tanto se van olvidando de sonreír, de jugar, de ser niños.
Y como el clown busca hacer cómplice a cada persona que mira, también logramos que no sólo la interacción y el intercambio sean con los más pequeños, sino que también logramos hacer partícipes a los adultos que en ese momento hallan un encuentro con su niño interior.

 “El clown mira de frente, ojos bien abiertos, cejas arqueadas. Inocencia. Mirada clara, receptiva, abierta a recibir, sentir y conocer. Mirada que anuncia, que informa. Transparencia total hasta cuando intenta ocultar. El clown busca compartir, implicar al que observa. Le arrebata su deseo de complicidad con los otros” (Jara, 2000:45). Y es esta complicidad la que hace que los adultos también se sientan implicados en el juego que propone el “Camión Circo”. 
Damos importancia a este espacio, puesto que éste es el momento dónde jugamos, dónde el juego aparece. Ese juego que implica la imaginación, el descubrir mundos nuevos por medio de la interacción con otros, y sobre todo, que invita a pasarla bien. Posibilita corrernos por un momento de la realidad devastadora para introducirnos en el pleno disfrute de experiencias lúdicas que nos hagan sonreír.

El Camión Circo habilita así, por medio de sus payasos, un mundo donde el juego es el protagonista que invita a crear, a disfrutar, a imaginar, a desear y a sonreír junto con otros. Y en esta intervención recreativa se genera un ida y vuelta de emociones que no sólo compromete a quienes son el público, sino a los mismos voluntarios convertidos en payasos que toman de aquel público las emociones que se sienten a flor de piel.

“Mi nombre es Jonatan, voluntario del camión Circo de Ayuda Aborigen Argentina […] me tocó ser el encargado de la musicalización del mismo (por elección propia) y al mismo tiempo salir a bailar y saltar junto a los nenes, la mamá, el papá y mis compañeros payasos. [Este espacio] se convierte en un momento mágico en el cual los corazones se transforman en miradas brillantes y sonrisas sinceras, un momento donde nos conectamos todos con nuestro niño interior y no importan edades, culturas, color de piel, lo único que importa es olvidarnos de la realidad de la mejor manera,  jugando y ver felices a esos pequeñitos (y también a los adultos), nuestros queridos hermanos aborígenes.”
Jonatan, voluntario de Ayuda Aborigen e integrante de Payas en Acción.

“Me uní a Ayuda Aborigen sin saber lo que era, sin haberlos sentido nombrar antes, pero también porque la curiosidad y la ayuda la suelo tener a flor de piel.
¡Qué viaje aquel, el primero, el que compartí con gente que ni conocía pero tenía la misma meta!
[…]Fue raro el cambiarse todos de payasos, de Mickey mouse, conocer al que era malabarista, ver tan serio en el viaje a quien luego los chicos verían como alguien tan fantástico con sus sancos, lo charlatán de los magos, y su valija con mil cosas de colores y llamativas.  Me sentí  feliz de poder correr al compás de una canción, y bailar con mis nuevos amigos, pero me sentía también una nena. Era llorar [de emoción ] al llegar a casa y ver la cara de esos nenes, era algo tan inexplicable pero que hacía que  te lata fuerte el corazón y, al menos yo, sentirme extraña, porque no creía que fuese parte de esos locos tan humanos, tan hermanos, tan familia; que haya podido formar parte de quienes habían robado tantas sonrisas.
Era emocionarme de tal manera cuando repartían los juguetes y golosinas, era ir cantando en el camión de una escuela a la otra, era cambiarse y descambiarse en cada lugar que visitaba, era ponerse esa nariz roja que te convierte en otra persona, era jugar al juego de la oca, a canciones chocándonos las manos, era dejar más de vos que de lo material.
Era y es amar; amarte tanto a vos mismo que podés amar con mucha más intensidad al otro. Uno nunca puede dar de lo que no tiene, y carajo! ellos me dieron más de lo que yo pude haber llevado alguna vez.”
Camila, voluntaria de Ayuda Aborigen e integrante de Payas en Acción.

“Me llamo Ariana, tengo 25 años y vivo en Alvear, un pueblito cerca de Rosario. Soy payasa, estoy en el  grupo Payas en Acción […], y soy una soldada solidaria de Ayuda Aborigen Argentina, en la cual hay grupos de diferentes lugares de país […] que llevamos donaciones al impenetrable chaqueño. También se lleva un camión circo donde salimos todos los payasos a robar sonrisas que hacemos con tantas ganas. La adrenalina de salir a dar lo mejor para verlos sonreír, los sentimientos que uno siente salen del corazón, te llena y te entristece, das lo mejor en ese ratito que podés verlos y estar con ellos.  Estoy agradecida a la vida de poder encontrarme con gente de diferentes partes del país para hacer feliz a las familias y nenes por sólo un rato….ojalá fueramos más y no abandonarlos”
Ariana, voluntaria de Ayuda Aborigen integrante de Payas en Acción.

Si bien es inevitable emocionarse al realizar esta tarea, no es el objetivo principal pensar en nosotros sino poder dejar algo de lo nuestro en aquellas comunidades. Es poder realizar, al decir de Lecoq,  un acto creador antes que un acto de expresión:
“[Hablando de sus clases de teatro] Si algunos se sienten mejor después de las clases, es un logro suplementario, pero mi objetivo no es el de ‘curar’ a la gente a través del teatro. En un proceso de creación, el objeto creado ya no pertenece al creador. El objetivo es realizar este acto creador; dar un fruto que se desprenda del árbol.” (Lecoq, 2004: 35)

Notas

1. Ayuda Aborigen Argentina es una organización con más de 20 años que se dedica a llevar donaciones de todo tipo al Impenetrable Chaqueño de Argentina. La idea de comenzar con estos viajes fue de un señor, Alberto Vadillo, de la ciudad de 9 de Julio, Buenos Aires, quien mientras transitaba por aquellos caminos con su camión de trabajo observó las necesidades de aquellas comunidades y no pudo desentenderse de esto.
La organización no tiene bandera política partidaria ni religiosa y está conformada por voluntarios y voluntarias de distintas localidades del país quienes durante todo el año recolectan donaciones que luego son llevadas en los viajes. Se viaja generalmente tres veces al año: el voluntariado va en colectivo y las donaciones en el camión de Ayuda Aborigen. Al  llegar a las escuelas donde previamente el coordinador hizo el contacto, los voluntarios descargan las donaciones y son entregadas en mano a las familias presentes y a directivos de las escuelas, quienes se encargarán luego de distribuirlas entre las personas que no pudieron acercarse.

Bibliografía:

Convención Internacional sobre los Derechos del niño (1989).
Jara, Jesús (2000). Los juegos teatrales del clown. Navegante de las emociones. Ediciones Novedades Educativas. Buenos Aires-México.
Lecoq, Jacques (2004). El cuerpo poético. Una pedagogía de la creación teatral. Alba Editorial. Barcelona. 2da. Edición.

 

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