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Número 2 - Octubre 2000
Derivas de la pulsión anal
Vicisitudes de la transferencia en el análisis de un niño con encopresis
Maria Teresa Ferrari

Un niño de once años es traído a análisis aquejado por un padecimiento que queda designado como encopresis secundaria: no logra retener sus heces y ensucia la ropa interior .Se trata de la pérdida de una función, la del control esfinteriano, que había sido lograda La consulta no es correlativa al inicio del síntoma, se genera casi un año después de iniciado el mismo Es traído por su madre, quien en su propio analisis se conecta con la necesidad de hacer algo con este padecimiento, al darse cuenta de que se trata algo serio, según sus palabras. El padre es cambio parece apostar al paso del tiempo, a que sea el tiempo quien haga tope a este desborde. El tiempo, no él como padre .Cuando se les pregunta por alguna circunstancia que estuviera relacionada con la aparición del problema, la madre ubica un momento de caída económica del padre, motivada por una aparente estafa de la que habría sido objeto por parte de un socio, gran amigo hasta entonces Es muy evidente que esta diferencia de criterios respecto de cómo proceder ante el padecimiento recubre otras diferencias ,y va entonces perfilándose esta inhibición o pérdida de función adquirida por parte del niño ,como situada en la encrucijada de estas diferentes modalidades fantasmáticas de este padre y esta madre, y me pregunto entonces por el lugar de objeto- que en este punto de la impulsividad y el desborde-el niño viene a representar para el goce supuesto de un Otro.

En los primeros encuentros el niño no juega, sólo habla, en realidad se queja, no de su padecimiento, al que en realidad no registra como tal, dice no darse cuenta de que tiene ganas de ir al baño, no darse cuenta de que hay olor a caca cuando se hace encima. Se queja de los otros, de la madre que nunca está en casa, de su padre que no cumple con lo que le promete, de su hermano diez años mayor, que lo maltrata, de que su padre no lo deja salir a jugar con los amigos a la vereda. Al cabo de un tiempo aparece en una sesión con los padres el comentario , como al pasar, de que el síntoma no se reduce a que el niño ensucia la ropa interior, también ensucia el baño, las toallas, los sanitarios, y algo que descubren después de mucho tiempo, al sentir mal olor en el dormitorio de él, el hecho de que también ensucia la alfombra, los muebles y algunos juegos y adornos , los que esconde luego debajo de la cama. Descubrimiento que sirve entonces para despedir a la mucama, quien al parecer sólo a partir de esto puede demostrar que no limpiaba. La madre resulta ser la última en registrarlo , ya que el padre , enterado de la situación, se ocupaba de limpiar las huellas de la impulsividad para que la madre no lo retara. A esta altura, en su relato, este hijo va a quedar posicionado como un bebe a quien prácticamente hay que cambiarle los pañales, lavarle la ropa Cómo permitir que baje a vereda a jugar a la pelota?

Esto permite indagar por el goce que representa para la madre esta ignorancia respecto del manejo del padre que se ocupa de borrar las huellas de esto que es designado así como transgresión ,si no ¿para qué ocultar las pruebas? Y también para pensar el goce que representa para el padre ocultar ante los ojos y el olfato de una madre los testimonios de esta impulsividad, y el desborde mismo de su hijo, que con este padecimiento está convocado a no crecer, a no poder socializarse ( imposible pensar en quedarse a dormir en casa de amigos o irse de campamento). Esta cuestión de los juegos con caca me permite preguntarle al niño por esta diferencia entre el no darse cuenta de tener ganas de ir al baño , que daría como resultado el ensuciarse la ropa, y el darse cuenta de que está ensuciando sus objetos. Reconoce que sí se da cuenta de que juega con su caca, pero no sabe por qué lo hace. Primera aproximación que lo posiciona escindido ante su padecimiento: si éste le genera algun interrogante, entonces es posible abrir la dimensión sintomática en transferencia, pudiéndose articular la dimensión del goce con algún significante. Hasta ahora el padecimiento no era síntoma para él, sólo expresaba una impulsión, la captura en el goce supuiesto de algún Otro,cuyo objeto representaba en este quedar apresado en una deriva pulsional que lo desbordaba, y lo llevaba a inundar con estos restos fecales justamente a aquellos objetos que deberían quedar libidinizados, protegidos fálicamente, bajo la égida pacificadora del principio del placer, contra este empuje pulsional. ¿Qué otra cosa podría pensarse en esta impulsión que lo lleva a ensuciar objetos que parecía haber deseado intensamente- para él había sido muy importante dejar de compartir el dormitorio con su hermano y tener cuarto propio, alfombrado, decorado a su gusto.? Algo fallaba en el control , no sólo había un agujero que no podía abrir y cerrarse para lograr producir este desecho, cuya pérdida ante la demanda del Otro comporta sin embargo la ganancia de su amor y el reconocimiento, tal la relación del erotismo anal con la oblatividad y la moral. .La caca no podía articularse con el falo, como pérdida que se soporta como regalo que demanda el Otro. Es entonces puro real que inunda de olores, que ensucia, que no puede recortar la necesaria esquizia entre cuerpo y goce. Esos restos que no logran libidinizarse para ser depositados en los lugares que el Otro designa como sus reservorios, lo invaden todo , en una deriva que angustia a la madre, y que la lleva a recorrer las preguntas de qué tendría ella que ver con todo esto. Hay un epsidodio interesante, en ocasión de un viaje que hace el paciente con su madre, aparece por primera vez un episodio de angustia del niño ante una incontinencia. Hasta ahora la angustia había quedado del lado de la madre expresada como ataque de furia

A posteriori de estos hechos el paciente comienza a venir a la sesión sucio , con olor a caca. Se le señala el hecho de que hay olor, que él dice no registrar. Esto me llevó a pensar que a partir de haberse encontrado con su no saber porqué ensucia el dormitorio, habría una puesta en acto en la dimesión transferencial de esta imposibilidad de abrir y cerrar este agujero, para lograr anclarse en la serie fálica.

En una sesión a las que venía sucio trae un comentariode que había habido un incendio en un edificio muy cercano a la escuela. Señala con orgullo haber sido el primero en darse cuenta. "Me dí cuenta por el olor a quemado". Le comento lo curioso de qué él justamente él, que no logra oler el olor de su propia caca,hubiera sido el que hubiera registrado el olor a quemado. Este reconocimiento del olor de su caca, el asco por el olor supondría como paso previo esta operación de división entre cuerpo y goce, siendo la materia fecal lo exterior, objeto cuyo goce en cuanto tal quedará marcado por la prohibición.

Intenta hacer un gráfico para ubicar el edificio que se estaba quemando, ante una pregunta mía acerca de dónde estaba. Cuando quiere representarlo se le superponen los lugares, están encimados uno superpuesto con el otro. ¿Dónde localizar el edificio quemado, diferente de los no quemados, dónde localizar la caca? Primero hay que reconocerlo como diferente, en el caso de la caca como objeto separado del cuerpo propio. El desempeño escolar también está afectado por esta dificultad, no sabe cómo localizar los trabajos y deja espacios en blanco, como modo de hacer agujero, para intentar circunscribir algún borde.

A la sesión siguiente el niño falta, argumentando un fuerte dolor de oídos. Enfermedad orgánica, otitis, frecuente en él, ¿ modo de cerrar ese agujero siempre abierto ante la voz del Otro- demanda superyoica que le impone un modo de goce- o también a la vez, resistencia ante la demanda del Otro, que en el caso de la pulsión anal, supone la renuncia a un goce, la pérdida de ese objeto cuya manipulación quedará prohibida, sólo podrá recuperarse en la metáfora que instaura el falo, previo paso por la operación castración. La ecuación heces, pene, niño, falo sólo es posible en el marco del complejo de castración y de la primacía fálica. Por eso entonces podrá plantearse la sustitución, una cosa por otra, en el campo simbólico.

La recurrencia del venir sucio , dejando impregnado en mis muebles, en concreto la silla, su olor, me plantea una pregunta alrededor de si era suficiente con la interpretación, o el señalamiento de que había olor. Me veo implicada transferencialmente en el callejón sin salida de no darme cuenta como la madre o hacer desaparecer los vestigios de la suciedad como el padre. Tomo entonces la decisión de hacer lo que se da en llamar intervención en lo real, que prefiero definir más como intervención en acto. Una acciön presidida por un significante, que produzca corte. Decido cubrir la silla con una abundante cantidad de papel de diario, para aislar la silla de su cuerpo .Cuando llega ese día a la sesión queda sorprendido por el papel y hace un ademán como para sacarlo. Entonces le digo que puse el papel para que su olor a caca no impregnara la silla donde después deberían sentarse otros pacientes.

A partir de esa intervención deja de venir sucio a la sesión, abandona los juegos en su dormitorio y logra quedarse a dormir en casa de un amigo sin tener incontinencia. El problema se instala de pleno en la casa, donde ha hecho crisis la situación de la pareja parental.Cuando la decisión de la separación comienza a concretarse, el síntoma decae.

Lo interesante además es el cambio en la posición del niño en el análisis. Ahora juega, primero al truco, luego a la escoba de quince, para finalmente instalarse en el Monopoly, que es un juego de compras, inversiones, toma de decisiones eonómicas y circulación de dinero. Comienza entonces a desplegar toda la gama de conflictos que supone la estabilización de la pulsión anal en el marco de lo simbólico Se puede pensar pensar cómo el dinero podría estar en el lugar de la encrucijada del combate matrimonial, encrucijada donde antes, y aún ahora, todavía, sigue estando su caca.

En una sesión con los padres intenté plantear esta cuestión, procurando que la pelea quede articulada al patrimonio, cómo repartirse la plata, pudiendo en ella mediar terceros, abogados, jueces, algo que represente la Ley. De ese modo quizá podría permitírsele al cuerpo del niño quedar sustraído de esta posición de objeto de goce .Para que la pulsión pudiera estabilizarse fantasmáticamente, en estos tiempos cercanos a la eclosión puberal.

Con el paciente he intentado mostrarle su compromiso en la disputa, señalándole cómo podría manifestarle su bronca hacia la madre por el tiempo que no le dedica, o por su mal carácter, sin tener que ensuciarle el baño. Pero evidentemente el tiempo de demandarle a la madre con palabras es el tiempo de la estabilización fantasmática, tiempo que marcaría entonces la posibilidad de concluir en este análisis , o en esta etapa de un análisis que tiene lugar en la niñez.

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