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Número 5 - Junio 2002
Tiempos del jugar
Mariela Weskamp

Hoy quería hablar del juego con objetos, porque creo que el juego es la vía regia para acceder al tiempo de constitución de un niño y a las fallas o los puntos de detención en su constitución.

En principio, si un niño juega, y más aún lo hace como sus pares, a su tiempo, podemos pensar que se está estructurando correctamente, que se está apropiando, en tiempos lógicos de la estructura que está desde el inicio, la del Otro, y en una cronología que es la esperable.

En aquellos casos en que la palabra no alcanza al niño, casos en que no hay juego porque el objeto no falta, el poner en escena estos objetos me ha sido indispensable para que un tratamiento sea posible.

¿Qué es lo que permite que el juego comience?

El niño tiene que descubrir lo que más allá de él es amado por la madre, es decir, el deseo de falo de la madre. Este descubrimiento nos es mostrado por el niño pequeño, en los tiempos iniciales del jugar en donde se juega la presencia-ausencia. El objeto materno es llamado cuando está ausente, escansión esencial del llamado que muestra el comienzo del orden simbólico.

Esta relación primordial se abrirá a otras en la medida en que la imagen del falo para la madre no se superponga a la imagen del niño correspondiéndose plenamente, en la medida en que "el niño, en tanto real para la madre puede tomar para ella la función simbólica de su necesidad imaginaria". En la medida en que juegue a que es su falo, pero que no se lo crea.

El juego se inicia porque no hay posibilidad desde la estructura de satisfacer plenamente la demanda, se inicia desde el desencuentro introducido por el lenguaje y cuando comienza es porque el deseo de alguna manera se ha puesto en marcha.

Que un niño inice el juego podría indicarnos que la identificación primaria ha operado, que hay vacío

En los primeros intercambios del bebé con el mundo, cuando toca, chupa, mira, huele, el objeto se va recortando, la repetición inscribe la diferencia, el uno distinto del otro, en esa masa gozosa de golpes, chupeteos, balbuceos, se iniciará la cuenta.

El que estas cosas que el bebé manipula pasen a ser objetos imaginarios, implica ya una operación de corte con lo real, siendo los objetos transicionales un primer intento de cubrir lo irremediablemente perdido. Vacío al cual irán a parar los juguetes, sustitutos metonímicos del objeto que falta.

Los distintos tiempos de la pérdida del objeto marcan entonces, distintos tiempos del juego, dado que el objeto real deberá ser simbolizado para recién ser imaginado y recuperado en la escena del mundo.

No es el mismo tiempo el del niño que golpea el sonajero, de aquel que escondiéndose trás las cortinas inscribe la presencia-ausencia, del que juega a ser Batman, o del que acepta del reglas del "Juego de la Vida".

El tiempo de los juegos de oposición, abre el campo del juego. Jugar personajes supone que el sujeto tiene un cuerpo y lo puede poner en movimiento viéndose en otro lugar en donde él no es, pérdida de identidad que permite la identificación.

Los juegos reglados, son posibles a condición de tal suspensión de goce, que recién podrán jugarse en toda su dimensión en la latencia.

Desde los juegos iniciales de presencia ausencia hasta jugar a las escondidas contando y poniéndose de acuerdo en las reglas a seguir, habrá sido necesario que lógicamente haya habido inscripción de reiteradas pérdidas.

Si un niño juega es porque la demanda del Otro se ha inscripto en el cuerpo, porque hubo un Otro deseante que marcó ese cuerpo biológico haciéndolo pulsional, ya que si el niño está en posición de objeto, no juega.

En la clínica nos encontramos con niños en los que aún no hay apropiación de la palabra, pero leemos en sus juegos que el significante del Nombre del Padre está operando. Otros, además de no articular palabra, no juegan porque fallan operaciones fundamentales. Algunas veces en estos casos, luego de un encuentro propiciatorio algo se inscribe y permite la estructuración.

Por eso pienso que el analista debe ofrecerse de distintos modos en función del tiempo del juego.

Si el juego está detenido, si hay una inhibición, se trata de que pueda reiniciarse en transferencia.

Cuando el niño hace juego, el analista se presta para que éste se despliegue acotando el goce.

Pero si el niño está en posición de objeto y no juega, la apuesta es a iniciarlo. No puede esperar que el juego se produzca porque no hay posibilidad desde la estructura que ésto suceda. El analista presta las primeras letras. Su intervención será analítica si este hacer jugando escribe alguna marca. Cuando en la escena del análisis reina el aburrimento del goce la intervención es activa, creativa.

En relación con estos tratamientos posibles les quiero contar fragmentos de un material clínico limitándome a situar algunas intervenciones que produjeron efecto.

Conozco a Mariano a los 5 años. Sus padres habían venido a pedirme, sin consultar nada, que le haga un psicodiagnóstico para el colegio. Digo sin consultar, ya que ellos saben, la causa de sus problemas de lenguaje : "es hereditaria". Dado que en su familia todos hablaron tarde se trata de esperar.

A lo largo del tratamiento escucho entre el decir de los padres y el padecimiento de Mariano, un abismo tal que me permitirá decir que no hay ningún reconocimento subjetivo de este niño.

El padre está señalado desde la madre como que "con él no pasa nada". El dice triste, resignado que ella decidió tenerlo a Mariano, que el niño "es más de ella"y que él no interviene en los temas de crianza. Aparece así devaluado en su función, señalado desde la madre como impotente. Siendo ella la que tiene, la palabra, el saber.

¿Cuál es la posición de la madre ? Ella responde renegando, al tiempo que escucho puntos forclusivos en su discurso.

Hablo de renegación porque cada vez que se le impone un límite desde cualquier lugar, ella lo transgrede y cada vez que el niño da una respuesta que le resulta decepcionante, lo cual ocurre todo el tiempo, en ese lugar, ella alucina un niño, otro, no pudiendo reconocer a Mariano, no pudiendo mirarlo.

 

En los tiempos iniciales de su tratamiento , Mariano despliega una intensa actividad no pudiendo hacer juego con nada.

Esto quiere decir que saca, pone, guarda, tira, arrastra todo. No hay nada que le llame especialmente la atención, que lo haga detenerse, que pueda ser mirado.

En este movimiento permanente me demanda que lo mire. Esta demanda de reconocimiento va a permitir que, con el tiempo, situándome en ese lugar y mirándolo, apostando a producir efectos subjetivos, el registro imaginario (que no estaba constituido), se organice.

Habla con frases cortas, en las que es dificil entender su sentido porque su articulación vocal es mala, pero no puede relacionarse a través de la palabra.

Si intervengo, de cualquier manera, afirmando, negando o preguntando, esto no produce en él respuesta, y sus frases se continúan unas a otras sin hilván, en una metonímia permanente, siendo enunciados sin enunciación. Habla sin decir, no se apropia de la palabra.

Me llama poderosamente la atención que cada vez que uso el recurso de contar una pequeña historia para que él intervenga en ella, lo rechaza de plano, y superpone inmediatamente su voz a la mía como defendiéndose de lo intrusiva que le resulta mi voz.

En este tiempo situaría dos goces distintos, el la voz y el de la mirada. No soporta que lo deje de mirar, no soporta mi voz.

No hay recorte de la voz, pérdida que se inicia en estos primeros juegos verbales del bebé, que nos remite a la apropiación del lenguaje en tanto que puro significante, y en donde el goce en juego en estas oposiciones fonemáticas es el goce fálico.

En Mariano la voz no es soporte de la palabra sino que delata la presencia intrusiva y gozosa del Otro. En el punto en que es objeto del fantasma materno, no hay separación entre cuerpo y goce. Pareciera que en el Otro está incastrada la voz, el Otro no habla con significantes, no abre a otros sentidos sino que el sentido aparece cristalizado, coagulado.

La Mirada no encuadra lo real, no hay recorte dado por la mirada, al verse todo nada se mira.

Lo que Mariano me enseñó es que para percibir no alcanza con que los órganos funcionen normalmente. La percepción no se organiza, en un niño sano, si no es a través de la palabra de un Otro deseante y cuando ésto no ocurre no hay un orden simbólico que establezca diferencias, el goce impide que la percepción se organice.

Lo que puedo escuchar en sus padres, es que no ha sido sostenido por una verdadera Mirada de reconocimiento, el padre no lo reconoce como propio. La madre lo ve donde ella puede verlo, nunca lo mira. Esta mujer sólo puede de este niño tomar bellas fotos que me muestra al tiempo que dice "¿Te parece que este nene tenga algo que le impida entrar a primer grado?".

A él evidentemente no le falta nada. Ella lo ve idéntico, siempre en el mismo lugar, cristalizado en la foto. No hay metáfora en la madre.

En este tiempo, Mariano, que tiene 5 años no reconoce colores, ni formas, todo vale igual. Es porque hay una falla en la privación que el casillero vacío (necesario para que el juego se inice) falta.

Toma grandes ladrillos de colores y los apila sin sentido, sin darles forma de nada Tiempo in-forme, de la presencia de un real pulsional, en donde no se anuda lo simbólico con lo imaginario dando forma, dando sentido.

Solidario de este tiempo del juego, en el dibujo no hay inhibición alguna en las rayas que llegan a romper la hoja, que no se discontinúan, que no hacen marca. Es la pulsión en bruto que descarga en el papel sin corte alguno.

Tomo los ladrillos por él desparramados y empiezo a inventar túneles que recortan el espacio, para un tren en el que pongo todo mi interés.

Armo encastres, edificios con los ladrillos, nombrando y separando colores y formas. Para introducir, con mis intervenciones, algún orden simbólico que propicie el acotamiento del goce pulsional.

Digo a través del juego, que con todo no se puede jugar, a partir de que elijo algunos objetos digo "no todo". Enunciado que si verbalizaba no producía ningún efecto. Introduzco entonces la privación en acto y retroactivamente podré leer que estas intervenciones organizaron, que la privación operó recortando el goce, permitiendo que la percepción se organice.

Es por ésto que luego de unos meses en el todo recortará un tren. Ese tren libidinizado por mí adquiere para él valor libidinal. De lo mismo algo le llama la atención.

El primer juego será poner varillas de plástico adentro de los vagones, separándolas y ordenándolas por color. Tiempos iniciales del jugar en donde se pone en juego la oposición.

Es a partir del recorte del espacio que le propongo a través del juego, con estos túneles que armo, que se introduce la diferencia entre adentro y afuera. Este límite produce una organización de lo imaginario que posibilitará que reconozca colores y formas porque ya hay algo del objeto real que él pudo perder.

Es porque lo imaginario se constituye que en este tiempo del dibujo, Mariano va a empezar a hacer círculos. (Recorte del espacio, que marca otro tiempo de la falta del objeto). Les pongo nombre a sus círculos, y entonces él va a comenzar a darles un sentido a estos primeros trazos. Las marcas que él puede empezar a hacer son efecto del tratamiento, el que yo lo reconozca, lo mire y de nombre a su producción va a permitir que él oriente su trazo, que les dé una dirección.

Las intervenciones que producirán efecto serán aquellas en donde apunto en la dirección de rescatarlo de este lugar de objeto, apostando a producir efectos subjetivos. Por ejemplo : para Mariano la finalización de la sesión estaba fijada porque su mamá viniera a buscarlo. Ella, por otra parte, nunca pudo respetar el horario, siendo necesario que yo le reitere, cada vez, a qué hora debe venir. Horario que de todas maneras, no cumple, llegando a irrumpir en cualquier momento en el consultorio.

¿Qué puedo hacer con Mariano frente a este Otro arrasador, gozador, que encarna la madre ?

Intervengo aquí para horadar al Otro en lo real ubicándome en la transferencia como semejante.

En este punto hago aparecer al reloj, ubico al Otro en el reloj y enuncio que todos estamos sujetos a su ley, inclusive su mamá que tiene que esperar si llega antes. Aparezco aquí sometida como todos a una ley simbólica, no inventando sino transmitiendo. A veces digo "¡Qué pena!,con lo divertido que es este juego, no podemos seguir jugando, mirá, ya es la hora."

Intervenciones que en él producen acotamiento de goce, ya que luego podrá preguntarme si es la hora y pedirme que nos fijemos en el reloj para saber si puede seguir jugando. En él se incribe un límite. Límite que su madre no puede soportar y que transgrede una y otra vez.

Me parece interesante este tiempo porque ya no va a demandar que lo mire todo el tiempo sino que me muestra sus círculos. Luego me pedirá que le dibuje el tren y entonces va a detener su mirada en mis dibujos, los copia y se los apropia comenzando a dibujar formas por primera vez. Formas de trenes.

Es otro tiempo de la falta de objeto, en donde hay pasaje del objeto real a mi dibujo, y de mi dibujo a sus propios trazos. Pérdidas que implican ganancia subjetiva.

Luego de un tiempo el tren se pone en marcha, ya es un tren, pero el recorrido será siempre el mismo.

"¿Adónde va?", pregunto.

"Acá", señala la mesa.

"¡Dale que es la estación!", propongo ante su falta de propuesta.

Intervengo proponiendo y no espero porque su falta de respuesta se debe a que no hay recursos subjetivos, no se trata de una inhibición en el jugar.

Yo apuesto a que se apropie de lo que propongo, a que no responda como un reflejo desde la imitación, sino que inscriba diferencia. Porsupuesto que es una apuesta.

Ofrezco muñequitos que él pondrá y sacará igual que las varillas ya que los juguetes no le significan nada. El tren se mueve porque tiene ruedas, pero no va a ningún lado. Los muñecos no tienen vida.

En este punto de detenimiento pongo en escena dos títeres, y él los toma. Los llama "flor" y "perrito", me da la flor, y elige el perrito.

-"Hola perrito", le doy voz a la flor.

Silencio.

-"¿Qué pasa perrito?, no me contestás"

-"No tiene boca", me aclara Mariano.

-"No importa, digo, se la dibujamos".

Le dibujo la boca con un marcador y le invento una voz.

La flor habla, y como el perrito no contesta dice: "te estoy hablando perrito,¿no me escuchás?, no te hagás el tonto perrito, sé que me estás escuchando".

-"¡No soy ningún tonto!", contesta enojado Mariano.

Habla la flor.-"Ya sé que no sos tonto perrito, por éso te digo que no te hagas"

Intervenir apostando al desdoblamiento permitió que se enoje lo que es muy importante porque está repondiendo al Otro acotándolo, y entonces pueda comenzar a jugar al perrito, dándole voz al títere, jugando un papel.

Una y otra vez pide la repetición de este juego. El perrito llama a la florcita y a su decir "se hacen amigos", hacen viajes en el tren y se hablan.

Los personajes ya se mueven en la escena.

El perrito tiene voz porque la boca se escribe y es el recorte de esta zona lo que permite la caída del objeto

Este juego recorta la voz y posibilita que a partir de este punto, por fin podamos hablar, respondiendo él si comento o pregunto, luego pide que le cuente, comienza a tener ganas de charlar.

Es interesante porque en este tiempo, antes de dibujar anticipa lo que va a hacer, dice "quiero dibujar un payaso" que aparece como forma propia. Anticipa lo que va a hacer, ahora sostenido en la fantasía.

Si se inicia el juego de personajes es porque puede dejar de ser idéntico. La imagen ya no está cristalizada, puede moverse en la escena. La distancia con el Otro es mayor.

Pareciera que mi apuesta a que no quede fijado a un único sentido permitió que en algún punto se produzca un desajuste entre lo que el yo es y lo que debería ser. Separación entre el sujeto y el yo que permite el inicio del juego de personajes.

Entonces, es por no estar ya congelado en la foto que en este último tiempo puede hacer un dibujo y decir: "este soy yo". Se mira, me muestra que está en otro lugar. Se hace mirar, y creo que es en este punto en que la pulsión escópica se constituye. Se puede contar en el dibujo porque se pudo descontar de la escena.

Se puede contar, quiere que le cuente porque por mí fue contado

En los primeros tiempos, Mariano podía decir lo mismo mil veces de la misma manera, sin memoria acerca de lo que relató, empezando siempre desde el mismo lugar, siempre igual, en una reiteración sin pérdida en donde no se inscribía la diferencia.

Intervengo diciéndole que yo recuerdo lo que me está diciendo, le cuento que en otro tiempo ya lo dijo.

Dejo juegos interrumpidos y juguetes sin guardar, diciendo: "dejá, que quede así, seguimos la próxima semana". En un intento de no empezar siempre desde el mismo lugar.

Tomo nota en las sesiones. Digo que anoto para que nos acordemos . Le muestro los dibujos que hacía antes. Le cuento de sus juegos hace 8 meses, cuando comenzó a venir, le doy un lugar, lo historizo.

Podrá decir "¿Te acordás Mariela que otro día jugamos con plastilina?"

Le empiezo a funcionar de memoria y me pregunta"¿Te acordás Mariela que yo era un bebé y dormía en una cuna?".

Es decir que está en los tiempos iniciales de la pregunta, dirigida al otro al cual supone un saber y entones se puede colocar en la falta de saber del Otro preguntando.

A partir de este punto el tiempo comienza a contar. Recuerda, escucha cuentos, cuenta cortos relatos, puede comenzar a contarse en una historia, y recién aquí, lentamente, dado que la palabra lo alcanza podremos comenzar juntos a armar su propia historia.

Hasta aquí llego con este fragmento de material.

Cuando relatamos la clínica con niños en los cuales hay formaciones del inconsciente hablamos de aquella práctica que corrobora nuestra teoría.

Mi intención aquí era hablar de esta otra clínica, en donde no hay juego significante cuando debería, y en donde operamos sobre puntos de detención en la constitución subjetiva.

Clínica en donde la intervención desde el significante no es suficiente porque la estructura no es áun la de la neurosis.

Por eso, apostando a inscribir marcas, intervenimos para introducir el juego y lo hacemos con estos objetos que son necesarios en la escena del análisis en estos tiempos de constitución.

Mariela Weskamp, Bs. As, 1997.

Notas

· Presentado en la Reuniao Lacanoamericana de Psicanálise da Bahía. 27 al 30 de agosto de 1997. Bahía, Brasil.

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