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Número 6 - Junio 2003
Afecciones psicosomáticas
Viviana San Joaquin

Trazo 11/9/01

(Este trabajo complementa el presentado por el del Dr J. Kremenchuzky "Afecciones Psicosomáticas:Un Segundo Tiempo para pensar" , desde un abordaje psicoanalítico)

Para comenzar quisiera retomar los interrogantes planteados por el Dr Kremenchuzky en función a la etiología de estas patologías que parecen ir más allá de todo estudio orgánico o medicación.

En principio y retomando un poco la clasificación hecha en cuanto la diferenciación en la incidencia en el cuerpo de las situaciones emocionales, voy a tomar dos que me parecen fundamentales para poder hacer un abordaje desde el psicoanálisis y su consecuente dirección de la cura.

Ellas son: El síntoma y el Fenómeno Psicosomático.

Para ello es preciso definir que se entiende en psicoanálisis por cuerpo.

El cuerpo no es algo dado, sino a construir y en esa construcción están comprometidos los 3 registros:R,S,I.

Hablamos de cuerpo simbólico de aquel que puede situarse como superficie en la que el significante se inscribe evacuando el goce del cuerpo, remitiéndolo a las zonas erógenas.

Cuerpo Imaginario: El que da forma y consistencia, lo unifica.

Cuerpo Real: Incluye al goce, es la carne viva en su pulsación de goce.

Es así que, según el cuerpo esté afectado en cada uno de los 3 registros que se podrá clasificar en:

Enfermedades Orgánicas: Afectan lo real del cuerpo fuera de lo simbólico

Conversiones: Afectan al cuerpo sin su real, entran dentro de lo simbólico

Fenómeno Psicosomático: Está afectado el cuerpo real lesionado en su consistencia imaginaria, inducido por el significante, pero fuera de la subjetivación.

(Esta clasificación es de Patrick Valas-"El cuerpo en la biología, la medicina y el Psicoanálisis")

Pero ¿Cúal es el mecanismo intrínseco que hace a la formación del fenómeno psicosomático?

Hablamos de una forclusión del Nombre del Padre y esto no significa una realidad caótica o que el sujeto sea psicótico, que haya forclusión no excluye que haya represión, denegación ,etc., por lo tanto no hablamos de estructura sino de fenómeno.

Forclusión como mecanismo local, la realidad de la lesión de órgano son realidades locales.

Hay un significante que está amalgamado, solidificado en la cadena como masificación del par S1-S2.

La filiación del N del P se torna filiación de objeto que sustituye a la filiación del N del P, en el lugar del N del P, aparece la lesión, no es un significante asociado a otros, no hay enunciado ni shifter, sino que se trata de enunciaciones puras, o sea sin sujeto del enunciado, por ej: un grito, pedido de socorro; el sujeto no está ahí y no está destinado a ser oída.

Lacan las llama holofrases y son capaces de paralizar al S, no es solo un llamado macizo, sino que el S esté estupefacto por algo que se ha ligado al deseo del Otro, es un llamado fantasmático.

El llamado podría pensarse como el tiempo del trauma, es anticipador, es decir que está más allá de las condiciones de acogimiento físicas y psíquicas, pero no basta para que el trauma determine una lesión de órgano.

Llega al S sin que esté preparado para recibirlo o sea sin angustia.

El impacto del llamado produce pavor orgánico.

Ese pavor es despertado por un grado de realidad, por un llamado significante.

Por un lado sería el llamado traumático que produce pavor y por el otro una condición ocasional que vendría a despertar el trauma.

Si hay deseo del Otro siempre hay una manifestación de él bajo la forma de una llamada, ahora ¿Cúal es el tipo de llamada que hace que un S se descubra un día con un eczema en su cuerpo?

¿Por qué no síntoma y sí una lesión de órgano?.

Hay una indebida separación en un punto del deseo del Otro. Si el deseo del Otro se remite a un significante en lo real, la captura orgánica queda asegurada como respuesta.

Lo psicosomático más que un síntoma es un fenómeno porque se ejercita fuera de la órbita del significante y de las representaciones, es un significante en lo real.

La lesión de órgano es la barrera más lejana en la cual un deseo puede ser defensa contra el goce, pero no es un goce infinito, es un goce local.

No son un síntoma, se sitúan en la frontera entre lo Real y lo I en el nivel del goce del Otro.

Se trata de una versión nueva del N del P, no hay par de goce con emergencia del objeto a, causa del deseo, de allí la dificultad de la transferencia.

No hay afánisis del S, el significante no está forcluído ni reprimido, la metáfora paterna separa y surge el objeto causa de deseo.

Hay una interrupción en el proceso de separación por ausencia de afánisis.

Hay forclusión para esa realidad determinada y no para las múltiples realidades.

Si el sgte. Representa a un S para otro sgte, la lesión no es un sgte, es más bien un tatuaje que suple al sgte que falta.

Lacan dice que es un jeroglífico, es algo escrito en el cuerpo como enigma.

Mientras que el síntoma es una respuesta dirigida a otro, una respuesta a descifrar, tiene modalidad sgte, se define por ser un sgte que remite al otro.

En cuanto a la dirección del la cura, podríamos decir que apunta a que la lesión se torne palabra y que encuentre un nuevo síntoma en lugar de la lesión.

Aquí retomaría las preguntas que se hace en su trabajo el Dr, Kremenchuzky en cuanto al origen o circunstancias en que se desencadenan dichas lesiones "¿Por qué ahora y no antes?".

Estas mismas preguntas nos las hacemos también nosotros analistas, durante el tratamiento psicoanalítico, pero con una diferencia radical en la forma del tratamiento y es que ellas no son nuestra brújula en la dirección de la cura.

No se trata de hacer psicogénesis para constatar si en un momento de la vida del paciente aconteció algo pavoroso que explique la lesión de órgano.

Se trata de escuchar al cuerpo como un lugar de goce y a la lesión como una manera particular de gozar.

El trauma es una inferencia indemostrable pero esto no nos impide sustentar una tesis.

El trauma como llamado que da lugar al retorno de lesión de órgano, no es un sgte sino fantasmático.

No tenemos más que la lesión, el resto es una reconstrucción nuestra.

Hay una certeza de ser "Yo soy asmático", lo difícil es que no hay demanda, tienen el objeto en el bolsillo, aunque nos hablen, no se dirigen a nosotros.

De todas maneras a la manera del síntoma debemos pensar en las series complementarias y no en el llamado traumático como único factor desencadenante.

Como último elemento y no por eso menos importante, creo necesario poder retomar el tema de la angustia en el fenómeno psicosomático, ya que una de sus características es que no hay lugar para la aparición de la angustia señal que da cuenta de la relación entre el S y el Otro, el camino que lleva a la interrogación por el deseo del Otro está obstaculizada, la angustia que aparece podría caracterizarse como accesos de angustia que determinan efectos en el cuerpo.

Y me parece que este es un camino viable para pensar la dirección de la cura en estos pacientes, es decir, apostar para que aquello que aparece con consistencia en el cuerpo dé lugar a un espacio para el S que no es sin el pasaje por la angustia.

No se trata de curar una úlcera en análisis, sino de situar el deseo y que éste convoque al goce de su objeto.

Retomando los casos del Dr podríamos pensar si Martín era visto por este padre en el que su enfermedad parecía ser el foco de atención y donde las consultas para Martín, terminaban siendo para su padre, la enfermedad del padre desde lo real irrumpe un lugar simbólico en el consultorio que Martín parece no tener hasta después de la muerte de su padre, donde duelo detenido mediante, decide consultar por él, pero no como S implicado en un síntoma, sino por "Esa piel de porquería".

Quería detenerme un poco en este punto donde el tema de la mirada en enfermos de piel es fundamental, ya que ofrece a los otros la imagen del horror (en casos más graves) generando angustia y hasta rechazo.

La falla en estos pacientes es la función de pantalla, es alguien que sintió que al ser mirado no era subjetivizado por la mirada.

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