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Número 7 - Abril 2004
Por la ciudad van de la mano,
la formación, la ética y la pedagogóa
¿Existencia, intensidad o encuentro?
Graciela Leon

1. Líneas de formación de las ciudades colombianas

La ciudad se refiere a la idea de lo cosmopolita, se considera que representa un espacio de formación gracias a un conjunto de usos y prácticas que afectan directamente a los habitantes de la ciudad que compiten con sus comportamientos en el uso del tiempo, la diversión, las artes y los juegos (en el sentido de recreación). Las prácticas en la ciudad demuestran el hecho de ser un lugar distinto a los llamados pueblos, villas y aldeas del siglo XVIII. El ideal de ciudad es movilizado generacionalmente por medio del sueño consumista del joven, su deseo de todos los tiempos por viajar a la gran ciudad, a una metrópoli, real o imaginaria, por que allí se evoca la posibilidad de realizar otras prácticas con mas velocidad en las cosas y en el tiempo, promoviendo el factor diferencial de lo nuevo con el ideal de que en la gran ciudad hay mayores oportunidades. La ciudad actual parte de la imagen de la ciudad antigua, para Roger Chartier, es en esa tradición de la formación de la ciudad que se define como el lugar donde se supone que se escuchan las palabras, que hay una deliberación común, que existe proximidad física entre todos los que componen el cuerpo político. 2

La concepción de ciudad es, en general, de tipo espacial, donde concurre la opinión pública, se requiere vivir y ser ilustrado, saber leer y tener razón, por lo tanto ser mayor de edad. La ciudad es un factor de formación, de conocimiento, de ilustración. Es la luz que se diferencia de la oscuridad del campo. La ciudad tiene que ver con la trascendencia de la ciudad como un ente, "la ciudad como un principio único que, sucediendo a los dos primeros (principios primeros del ser y de la experiencia humana del pensar, co-originaria a todo pensamiento del ser), se impone ahora por sí mismo como presupuesto de la vida y del logos histórico, y por ello del pensamiento filosófico mismo. Cuando se capta en su raíz, a través de una genealogía de su constitución elemental, la ciudad viene a ser de nuevo ocasión de estupor; asombra en efecto descubrir lo que siempre fue, la estructura anatómica de la arquitectura del ser del hombre y, a un tiempo, el horizonte universal del sentido cósmico e histórico de todo lo que la vida humana ha producido y produce, a sí misma, en el pasado y en el presente. De ahí que sea la condición primordial para que el ser humano pueda manifestarse como lo que es: arquitecto de su habitar en tanto proyectista de su ser meramente posible."3

Los viajeros del mundo occidental al llegar a América traen su concepción, modelo y diseño de ciudad, centrado en la ciudad de Europa. Durante el viaje agregan las posibilidades de "la ciudad imaginada", combinando el sueño de la ciudad con sus ideales de emigrantes, sueños de aristocracia y de riquezas; utopías, antes que ciudadanía. Imaginarios construidos por el entrecruce de la ciudad vivida y la ciudad soñada mientras que dura el viaje, porque, los viajeros se encontraron que en estas tierras existían ciudades y aldeas, los nativos tenían una concepción distinta de lo espacial y de la distribución de las relaciones de poder. La simbología y representación de las ciudades amerindias corresponde místicamente con la distribución de sus relaciones de pensamiento y de comunicación con sus Dioses. La ciudad prehispánica no es sólo un lugar para vivir y representar el poder político y administrativo, las ciudades son organizaciones de acuerdo con el esquema corporal, matemático y filial con los Dioses, que simbolizan su razón de poder.4

El impacto que recibieron los venideros al llegar a Tenochitlan, al Cuzco, a Pu-pa-yan (ciudad alrededor de la gran casa de pajiza), entre otras ciudades, es el reflejo producido por el hecho de ser sitios que contaban con usos e imaginarios diferentes a la concepción del Europeo. Las ciudades se hacen y se crean a partir del trazo de formas con líneas segmentarías. Según sea el imaginario y el propósito se construyen con líneas de segmentariedad dura, líneas de devenir, de micro-devenir y líneas de gravedad o celeridad. Las tres líneas son inmanentes, las tres están imbricadas unas en otras; son líneas de segmentos, separaciones, distinciones y líneas duras.5 Una línea segmentaría son partes, fracciones, pedazos de cosas que se establecen para poder medir y limitar siempre las relaciones, los pedidos, los intereses, las necesidades, el poder. El segmento inicial representa la imagen de la rigidez, el segmento con frialdad es la idea mas cercana con lo que ocurrió en la forma como los españoles trazaron y se apropiaron, de un pensar que representa su deseo para dominar unos pueblos considerados por ellos como salvajes, sin alma, que viven en los montes.

Las caracteristicas que Deleuze y Parnet, le da a este tipo de líneas de segmentos, son tres:

Una relación de exclusión en tanto funcionamiento binario.

Un dispositivo de poder como "un complejo código-territorio" que lleva a una sobre-codificación de todos los segmentos, en forma de una máquina abstracta donde su papel es organizar los enunciados dominantes6 y el orden establecido de una sociedad, las lenguas y los saberes dominantes, las acciones y los sentimientos adecuados a dicho orden, los segmentos que prevalecen sobre los demás,7 además del aparato de Estado, que efectúa dicha máquina .8

Un plano de organización que dispone siempre de una dimensión suplementaria (sobrecodificación).

La idea de segmento es un lugar fijo, con rigidez, Alberto Corradine Angulo, en su escrito sobre la Arquitectura Colonial, en el Manual de Historia de Colombia. Plantea que: "La traza de las ciudades colombianas fundadas en el transcurso del siglo XVI fuera de su inscripción en el tipo de ciudad damero, ajedrezada, en retícula, hipodámica, u otros términos menos comunes con los cuales se ha descrito la aparición de vías paralelas espaciadas con regularidad y cruzadas por otras dispuestas en forma similar, permite una organización clara de los elementos cívicos, sean ellos religiosos o administrativos, colocados usualmente alrededor de la plaza mayor que se constituye en el espacio principal, verdadero corazón de la ciudad. Al ganar en extensión la ciudad, el sistema de retícula permitió, y aún permite, una expansión regular y crear nuevos espacios abiertos dispersos por su área urbana, dejando de construir algunas de las manzanas en forma total o parcial.9 Se afirma, entonces que las concepciones originarias de la ciudad en Hispanoamérica constituyen un modelo de ciudad centrada en la imposición, replicando su organización y su orden se convirtió en pocos años, en el modo de producir y re-producir las relaciones de poder, con la presión para que la autoridad se centre en el registro y control de intereses cerrados al beneficio de unos pocos. La organización de la ciudad en Hispanoamérica legitimó la necesidad de un sector de la población por diferenciarse de quienes no son blancos, europeo, sin linaje, reproduciendo el modelo de organización aristocrática que, creemos, hoy sigue funcionando en las ideas-lógicas de nuestros gobernantes.

La ciudad se forma gracias a un trazo fijo, las relaciones de poder se promueven en la concepción que viene de ese trazo firme, de la eometría euclidiana representada como verdad espacial. Es el momento en que se define materialmente que el enemigo es común, porque esta en contra de los intereses de todos los venideros y sus descendientes puros; surge entonces, la claridad de dominar a los nativos y obligarlos a convertirse en sus instrumentos de dominación por medio de la distribución de la labor. En el siglo XVII la tarea de dominio se centra en el cobro de impuestos, la enseñanza religiosa y el adoctrinamiento político.10 La población que se consolida como el nuevo órgano es el criollo, que son los hijos directos de europeos, debido a que aumenta la población y la presencia directa de los venideros de Europa disminuye; mientras que se diezma la población indígena. Aparece entonces, la segunda línea de conformación de las ciudades, que actúa paralela a la anterior línea de segmentos. Es la misma segmentación dura que permite una segmentación más flexible. Esta segunda línea no esta prevista en el plano de lo consciente de los venideros y su población de hijos, nietos y herencias ya establecidas; son líneas que se trazan produciendo, primero pequeñas modificaciones que desvían, esbozan caídas o impulsos, sin que por ello sean menos precisas; cambios que van creciendo e incluso llegan a dirigir procesos irreversibles, es el surgimiento del mestizo, diferente del criollo. Crece la lucha por los abolengos y las herencias de los venideros directos, lo compacto y la rigidez inicial se abre a la diversidad de lo humano que ha sido afectado por sus emociones, contingencias, cambios de comportamientos, gustos y necesidades. Se concreta materialmente el cambio, surgen nuevas concepciones de segmentación, las líneas se entrecruzan, las genealogías son afectadas y atrapadas por procesos que no se devuelven y que son llevados a la picota pública, perseguidas las líneas mas extrañas del segmento inicial, tratados como excluidos e impuros; pero el segmento de línea inicial, rígida y trazada para no mezclarse, tiene que aprender a convivir con ellos.11 Se inicia la historia de las rupturas, competencia entre grupos e individuos, salen a flote las historias familiares sobre diferentes cosas que suceden, donde aparece aquello imprevisto, que no cambia en forma individual el plan de la sociedad, pero que, al ser agrupados se convierte en otra política, otra concepción, otra mirada personal. Es la mezcla de la población, los genes y las etnias, trayendo nuevos poderes que actúan creando conexiones, extracciones, rupturas, con respecto a los anteriores segmentos, son nuevas líneas que corresponden con expresiones privadas que han pasado por entrecruzamientos de relaciones que afectan, de alguna manera, las relaciones visibles de lo público, de lo organizado, de lo burocrático de las anteriores líneas gruesas de segmentación. El plano de las relaciones rígidas cambian y la sociedad pasa a otro umbral, a otra posición, conservando las relaciones de poder en los mismos actores, y se obliga a ser trasmitidos como herencia y propiedad de las líneas iniciales sin cambiar el poder de lo duro.

El régimen de despojo de tierras y vida de los indígenas da paso al sistema de la encomienda, que es político y económico, con el objeto de liberar de indígenas grandes extensiones de tierras y reducirlos a pequeñas extensiones de tierra en poblados de acuerdo con la normatividad de Felipe II, asignándoles un cura doctrinero para propagar la fe y representar el poder civil que le define el cargo. Se entrega un sector del territorio a los indígenas y un sector al Rey. Para los indígenas corresponde un área global próxima a los 500 km. cuadrados, en el caso de Cundinamarca, Boyacá y parte de Santander; mientras que son reservados para el Rey 24.500 km. Cuadrados, para que él pueda de manera dadivosa repartir a través de la Real Audiencia o algunos cabildos, sus "posesiones" entre los encomenderos, sus hijos y cuanto peninsular llegara a estas tierras.12

Durante el siglo XVIII continua ampliándose esta línea de flexibilidad, al tiempo que se distancia de la línea gruesa de los gobernantes, surgen nuevas fisuras en el modelo inicial, los cambios y las regulaciones son el resultado de la existencia real de distintos ritmos, varias velocidades. 13 Los segmentos que han ido flexibilizando afectan las modificaciones de las cosas y de las relaciones de poder, sin pretender ser una síntesis de los segmentos existentes. Tampoco se trata de añadir en la línea un nuevo segmento a los segmentos precedentes, sino de trazar otra línea en medio de los segmentos que los arrastre a velocidades y lentitudes variables en un movimiento de fuga o de flujo.14 Según Alberto Corradine Angulo, en el siglo XVIII se producen dos fenómenos correlativos: la extinción de gran número de pueblos de indios y la aparición de un número similar de pueblos de blancos que se constituían con vecinos blancos, mulatos, negros, mestizos, etc., menos indígenas. En casi todos los casos la misma localidad perdía una calidad y población y adoptaba y recibía la otra.15

2. La ciudad y su existencia: tercera línea.

La ciudad la consideramos un agenciamiento, porque es una formación de situaciones y juegos de lo humano donde el tiempo, la diversidad, la tradición y la creación, moldean su forma, desde lo singular, fundando tanto la diferencia como la repetición. Es un modelo que se repite a partir de reconocer la característica singular, propia de ese tipo de relaciones, de líneas, configurando hasta mostrar que es algo ya creado, dado con el tiempo, para ganar como categoría de lo construido gracias a un conjunto de fuerzas y líneas en entrecruce. Esta formación no se hace por decreto ni es resultado de la acción de un individuo o de una institución aislada. Es la producción gracias a un conjunto de situaciones, caracteres y motivos. En palabras de Deleuze y Parnet: es un agenciamiento porque llega a la multiplicidad, que incluye no sólo las líneas de segmentariedad dura y binaria, anteriores; sino que también incluye líneas moleculares o líneas de linde, de fuga o de pendiente. No nos parece que sean precisamente los dispositivos de poder los que constituyen estos agenciamientos, sino que estos forman parte de ellos, en una dimensión tal que actúa sobre todo el agenciamiento y puede bascular o replegarse en un momento determinado.16 Esta figura de agenciamiento es la disponibilidad de algo que esta allí, que no se decide por un sujeto o grupo, sino que es el resultado de lo ocurrido. Para disponer de él hay que significarlo en un contexto, jerarquizando sus fines e interpretando sus valoraciones. Por eso la ciudad es una mutación y un agenciamiento según el uso que se le da.

La ciudad es una formación donde se presentan las distintas líneas de la ciudad inicial, de línea segmentada, se suma en su desarrollo otras líneas. La importancia de la ciudad esta en su configuración, no sólo espacial real, sino imaginada, vivida, usada, como línea que pasa de lo grueso a lo flexible, el punto de consideración real, tangible de ciudad, diferente a pueblo o villa, es el surgimiento de las líneas de fuga, que permite un uso particular, pero no es un uso generalizado y se conforma en el desacuerdo, la regulación de territorios y la defensa o multiplicación de esos territorios sin quedarse en un tema de cantidades, va más allá, a los usos y gustos que las personas tienen, por eso la ciudad se relaciona con los planes de vida y deseos de sus habitantes, presentes y anteriores. En la construcción que mostramos de la ciudad, los grandes desacuerdos aparecen cuando se logra llegar a la distinción de territorios, los acuerdos funcionan como información y consumo, son expresiones de lo moral y de las representaciones gráficas, de anuncio, estética y ambientes. Los lugares de la ciudad acuerdan como se expresan, esa expresión es una línea de fuga, que propone usos de la ciudad, recorridos, caminos. en forma de contextos prácticos. Esos usos permite la existencia de canales variados de comunicación en distintos lugares de coexistencia, con miradas y expresiones éticas diversas.

En la actualidad la existencia de un debate sobre estas líneas de fuga que hay en la ciudad, se quieren representar como modelos de disciplina ciudadana que conservan las exclusiones heredadas; se busca mantener esas diferencias de las líneas de construcción histórica de la ciudad, privilegiando lo duro sobre lo flexible. Lo que tenemos no es la negación de lo que ocurre sino la confirmación de las relaciones comunicativas que se reconocen como distintas, que están en choque ante las fuerzas de distribución de la ciudad, donde el debate sobre usos y concepciones de la ciudad, la disciplina, las exclusiones, las concepciones de lo público y lo privado, el papel de lo popular y lo cívico en la ciudad. Los aspectos anteriores, sumados todos, se encargan de legitimar los llamados procesos de dialogo ciudadano. Pero el modelo con que se trabaja asume que la población esta en los llamados procesos de participación ciudadana, obviando que históricamente estos procesos son de naturaleza excluyente porque pertenecen a las líneas segmentarías iniciales de los gobernantes. Las representaciones de las líneas de fuga, distinto a las líneas de domino, conversan entre ellas, se regulan libremente desde adentro de sus relaciones, no buscan formas de conducta reguladora permanente que vienen de afuera, existen por que no son regulables, controladas o disciplinadas. Por eso se llaman de fuga, porque siempre existen y no son atrapables o convertidas en materia de política ciudadana o participativa en el esquema de líneas gruesas heredadas.

La crisis de la ciudad se explica en la forma como se pierde cada día las relaciones de identidad de las labores de los ciudadanos; gracias a su cada día mayor imposibilidad, de crear y relacionar la labor realizada con mejores condiciones de vida, en el sentido de bienestar. Hoy en día existe una mayor movilidad de las personas, aumentan las redes de actividades que ocupan el tiempo de las personas para lograr mejores condiciones de vida; pero igual, ocurre que hay mas formas de cooperación y colectivización de los deseos por mejorar. De lo anterior, aparece lo contradictorio, porque hoy en día hay menos posibilidad de lograr esa calidad de vida desde la labor que se realiza, por que las líneas de construcción de la política ciudadana son más inflexibles porque han sido apropiadas bajo la influencia del dominio de los gobernantes. A estos aspectos se suma la falta de comprensión en la importancia para construir ciudadanía como producto de un conjunto de líneas de fuga que hacen presencia en nuestro contexto de ciudad. Por ejemplo, en las correccionales colombianas, en las instituciones de encierro para los jóvenes infractores, el modelo disciplinario, pedagógico de la re-educación es muy gruesa, produce inflexibilidad de la política al interior de esas instituciones. La resistencia a esa política institucional crea en los jóvenes un modelo de flexibilidad que rápidamente pasa a ser una línea de fuga, en lo simbólico y en lo real, es el fundamento que materializa el escape, el fugarse. Estas instituciones y sus gestores no entienden en la institución correccional la composición de flexibilidad del ciudadano, del joven.

En la ciudad actual se circula mas pero se resuelve menos la situación productiva de la labor, en lo urbano hay mayor diversidad y calidad de circulación, donde se forman intereses, grupos, micro-aglomeraciones, se reformulan prácticas de información y comunicación con el parámetro del consumo. La ciudad es necesariamente un lugar que forma al sujeto, al grupo, por medio de prácticas de información y comunicación múltiples. El consumo y lo modelos reales de ciudadano diferenciales buscan territorializar y des-territorializar permanentemente al ciudadano, por medio de movimientos que realiza. La persona en la ciudad se sirve del hecho de poder pasar de un estado en proceso de formación a un estado mediado por las acciones de consumo y modelos para que el ciudadano diga que se considera ya formado. Esto es una decisión de cada persona que puede cambiar de movimiento, usar una línea de fuga, cambiar su territorio. Estos cambios son decisiones de las personas, pero podemos representarlo en los cambios que ocurren con los lugares, por ejemplo, en la historia de los barrios; el barrio San Fernando en Cali entre 1950 y 1970 era el lugar de la elite, hoy es gracias a sus parques el lugar de fuga nocturna de los llamados "indigentes"; en el día es nostálgico y comercial, en la noche es lugar de fuga, en el sentido de los roles ciudadanos. Los deseos de movilidad y de estatus en la ciudad se presentan gracias al juego que se produce con los cambios del territorio que se ocupa, el cambio espacial parte de apropiar, de tener lo que el espacio anterior brinda, no necesariamente por que lo haya utilizado, sino porque, cambia su uso y llega a una nueva línea dentro del mismo ámbito espacial. Un cruce de líneas con presencia de una línea de fuga le permite a las personas en un contexto espacial, en un lugar, cambiar las relaciones de comunicación, consumo y labor que realizan. Modificar las relaciones de uso del espacio es gracias a que logran hacer el paso de un territorio a otro; esto significa, estar en un proceso de formación y pasar al reconocimiento de estar formado, produciendo tensiones y contra-dicciones con la labor y con el grupo de beneficios comunes, anteriores. El riesgo esta en que estas modificaciones de la labor, según como sean asumidas promueve una línea de fuga particular, que produce rupturas en el plano de la tradición moral, cayendo la labor en nuevos planos de consumo que lleva a los sujetos a nuevas líneas de fuga. El consumo mantiene a las personas en concepciones de materialidad y cooperación hacia medios antes que fines, territorializa la ciudad en forma de consumos y competencias, antes que, en medidas de formación hacia calidad y bienestar en común. La ciudad como territorialización tiende a ser llevada y regulada por los territorios de consumo, que producen rupturas y formas que no permiten beneficios comunes en el plano de la formación, sino beneficios individuales en el proceso de formarse. Esta situación coloca a la ciudad y al ser ciudadano en una selectividad del consumo, antes que, en una concepción de formación.

En nuestro planteamiento la construcción de la ciudad y la formación en la ciudad es la capacidad de ubicarse con proyectos en una línea flexible, no regulable, para pasar a una línea intempestiva, de fuga, promoviendo la situación actual de labor de las personas hacia la calidad del bienestar, de lo social, del bien común, pasando del ideal de ciudad presente, a otro ideal de ciudad. Lo selectivo del consumo lleva a los sujetos a que se realicen en un plano de continuidad y tradición, siendo la ciudad una ciudad bipolar, jerarquizada, no múltiple. En este modelo de disciplina y orden se produce y reproduce concepciones de consumo común, antes que concepciones de libertad, autonomía y ejercicio de los derechos humanos. Una ciudad sin esa intempestiva existencia de la fuga, de lo impredecible, no puede ser gobernada, no por problemas técnicos en el ejercicio de gobernar, sino por el papel de parasitismo de los gobernantes hacia los ciudadanos y de los ciudadanos hacia los gobernantes, donde no establecen un lugar para que la labor del sujeto sea realmente una labor común que produce más allá de los mecanismos de control y autocontrol que la sociedad de consumo exige. Poder ir más allá de la idea actual de Gobernar una ciudad, pensar su capacidad de des-territorializarse, de fugarse, fortaleciendo lo humano, la labor y la calidad de bienestar; diferenciándose de la labor de los gobernantes de la ciudad que creen que la formación del ciudadano se trata simplemente de gastar cada día más los recursos del Estado, inclusive aumentando la deuda pública, al final de cuentas los recursos se utilizan para contratar a quien proponga unos procesos de formación para ejercer procesos de control, sin permitir que el ciudadano se considere formado, pero ampliando la capacidad de consumo de líneas de dominación.

La ciudad actual depende de los niveles de productividad de la labor que realiza en primera instancia, sus gobernantes; y en segunda instancia, el ciudadano común y corriente; que entiende que vivir la ciudad es usar sus capacidades y diversidades comunicativas en procesos de formación, hasta llegar a considerarse formado y así poder mejorar en su nivel personal y privado, el nivel de vida, el nivel económico, la cantidad de bienestar. Esa concepción es una fuerza existente y no elaborada, surge como actos inconscientes, si se hace consciente, es motivo de persecución, vagos, indigentes, bandidos y sub-versivos, se les llama, porque están en una tercera línea que es la línea de fuga, que des-territorializa las ciudades. En el conjunto general de nuestras ciudades, no esta presente hoy en día la forma de funcionar los cuerpos, órganos, organismos, por medio de los procesos de formación que son velocidades lentas y productoras de conciencia por medio de experiencias. Cuando se entra al campo experiencial, diferente al experimental, las variables que se usan tienden a ritmos que no están de acorde con la realidad de los territorios en cuestión, son una forma de des-territorializar, pero con velocidades menores a las que llevan a producir las líneas de fuga; esto significa que, la formación ciudadana como se realiza en este momento, al menos en la ciudad de Cali, es una experiencia promovida para que quede en el plano de los controles, de los segmentos, antes que la flexibilidad y el escape. El ritmo que se usa en estos procesos de formación de la ciudad y el ciudadano, son ritmos mediado por niveles de acuerdos políticos que niegan el ritmo de la necesidad, del paso a ser formado, de la autonomía; son ritmos que funcionan con niveles de dominio y dependencia; son segmentaciones burocráticas.

Promover la formación ciudadana requiere de la capacidad de comunicar por fuera de los niveles de consumo sin negar el consumo, se requiere propuestas que promuevan lo transaccional y transformador de la línea de fuga, la capacidad de comunicar propone un acuerdo según la profundidad y densidad de la comunicación. La velocidad en los procesos de formación es el factor que coloca a la persona en el lugar de la formación, llevando a nuevas concepciones y prácticas del territorio. Lo que esta en juego no es la capacidad de acumular desde el nivel de consumo y apropiación de la comunicación hasta los niveles de consumo, sino que esta en juego es la velocidad con que circula la capacidad de conocer de las personas para establecer una línea de fuga que produce nuevas prácticas y nuevas formas de gobernar esas prácticas, otro territorio, otra ciudad.

3. La ética es pedagogizable: propuesta de intensidad formativa y de encuentro.

La ética es un encuentro consigo mismo de acuerdo con la capacidad, el deseo, lo vivido y el plan de vida que cada ciudadano se va dando como una decisión propia, personal. Lo ético es una propuesta de autonomía formativa de cada persona, que tiene en cuenta la intensidad del proceso de formación para que lleve a crear niveles mayores de conciencia en el sujeto, a medida que va avanzando en los pasos que da el sujeto, como capacidad reflexiva y pedagógica para establecer su lugar personal de formación. La ética corresponde con los niveles de conciencia del sujeto de si mismo, de su autonomía, de su independencia y de su capacidad para tomar decisiones y realizar ciertas prácticas sin entrar a moralizar sus realizaciones, sino que es la misma formación que le va estableciendo acuerdos o desacuerdos con sus actos, sin necesidad de hacer juicios morales. Hay una diferencia sustancial en la idea de la ética como política, porque en nuestro medio la materialización de la política se sustenta en la perversión manipuladora de los gobernantes sobre los ciudadanos. La ética aquí es una política para pensarse a sí mismo. Es en ese ámbito de la ética que entendemos el papel de la formación ciudadana.

La cultura del territorio que se ocupa y se reconoce, propone a la persona que en sus acciones pueda constatar su capacidad para modificar sus propios hábitos, prácticas, creencias y costumbres, que no le han permitido llegar a considerarse formado. No se trata simplemente, que el sujeto predetermine los estados de consumo en que se encuentra inmerso, sino que constate las posibilidades reales para realizar cambios particulares del territorio que ocupa. Se plantea que cada ciudadano realice un recorrido por la ciudad, revisando su proceso formativo y como ciudadano reconozca en su territorio un conjunto de comportamientos, de los posibles usos y abusos que existen de su condición de ciudadano. Es promoviendo ese estado material del ser ciudadano desde donde puede establecer como es que le afectan esas situaciones en su plan de vida, para pasar a preguntarse como responder a sus demandas, necesidades e intereses, pero desde el campo de una propuesta de formación, sustentada en un conjunto de líneas flexibles con la potencia de ubicarse en líneas de fuga. La formación, así pensada, como sujeto de acciones, lleva a considerar unas relaciones, desde el control y más allá, para entender el comportamiento de sus líneas segmentarías, dándose la tarea de conservar o de acelerar su proceso, aumentando la velocidad de su des-territorialización. Este ejercicio de las intensidades lleva a la persona en concreto a una concepción de que la práctica determina el nivel de intensidad, lo cual es cierto; pero realmente, lo que nos planteamos va más allá, se refiere a buscar desde la práctica formativa del ciudadano, desde la experiencia de la formación ciudadana, conocer y re-conocer, como es la velocidad de la práctica, la que determina la concepción de intensidad del sujeto, porque es ella, la velocidad de la práctica la que acelera las relaciones de los sujetos para establecer la intensidad de las cosas. La forma como el sujeto asume una acción, es lo que lo lleva a la concepción de la experiencia como un lugar para medir los niveles de intensidad, una experiencia compleja lo lleva a una intensidad mayor, porque genera más dinámica, acelerando el nivel formativo del sujeto.

La práctica del sujeto, la acción del ciudadano que acelera su nivel de formación hace que en su acción participen otras personas, un grupo, un conglomerado, se convierte así, en un factor de agenciamiento múltiple en su nivel de formación. En su intento progresivo, flexible y de fuga, el sujeto llega al estado de reconocerse como ya formado cuando interviene conscientemente en el cambio del ritmo y de la constante de formación que trae. Es él por si mismo, quien produce una des-territorialización, modificando la concepción de ciudad impuesta en la que estaba enmarcado, así cambia el territorio en que se encontraba. Lo pedagogizable aquí, no es la intensidad, sino las prácticas de formación17 que realiza el sujeto produciendo cada vez más, mayores niveles de formación, no como elementos de estudio teórico, sino como producto de su formación en prácticas que aumentan la capacidad productiva de la labor que realiza la persona, no hacia una medida meramente económica y comercial del consumo, sino hacia niveles de complejidad18 y aumento de variables, de riesgos y experimentaciones de la persona en actos corporativos con concepciones individuales, sin caer en actos y actitudes moralizantes.

El lugar de encuentro que nos planteamos en esta reflexión sobre la formación en la ciudad, es la creación y ocupación consciente, de alguna manera, de un territorio, con la pretensión de llegar a la des-territorialización del estado actual, para que el ciudadano pase por medio de un proceso de formación, a un nuevo estado como sujeto no dependiente, no acabado, autónomo: ser sujeto formado, reconocerse como formado. Ciudadano que se plantea públicamente conocedor de su conocimiento, como un nuevo territorio, que modifica las relaciones de conocimiento, comunidad, corporatividad, plan de vida y de regulación socio económica. Conocer, tener razón, ser autónomo, estar en la mayoría de edad sin importar los años, pasando del modelo racional del siglo XVIII kantiano a un modelo actual, complejo en los actos, cruces y variables, sin abandonar las elaboraciones anteriores de la formación de los ciudadanos, es la propuesta de formación ciudadana que presentamos. Es una manera de crear otros usos de la ciudad para constituirse en propietario de la ciudad por que la conoce, "país de propietarios" en el sentido de Carlos Pizarro Leongomez y no en el sentido de Alvaro Uribe, porque el argumento es ser propietario de la formación en el conocimiento de la ciudad; diferente a la dependencia política con el consumo y con el faltante de formación que siempre nos dice que el ciudadano, claro el que no esta en un lugar de bienestar básico, es un ciudadano en proceso de formación, esa es la disculpa del político para no dejar pensar la ciudad, porque necesita justificar sus actos de clientela y cuota politiquera sobre los ciudadanos. Pensar la ciudad es salirse autónomamente de esa dependencia política del ciudadano con sus gobernantes.

La formación en la ciudad es crear un lugar de encuentro donde se le dice al gobernante: estamos formados, conocemos la ciudad, somos ciudadanos, nos pertenece. La ciudad es nuestra, sin importar la propiedad del consumo y del dominio heredado, sino es nuestra por los usos que hacemos de ella. La ciudad es nuestra por que la conocemos, sabemos que es la ciudad, no necesitamos una pedagogía disciplinaria sobre la ciudad que es lo que se hace en Bogotá y otras ciudades como "pedagogía ciudadana". Que los ciudadanos distintos, de grupos distintos, de opiniones distintas, digan yo sé la ciudad, que cada congregación de ciudadanos, parches, se dice en las laderas de Cali; diga esta ciudad es mi territorio por que yo sé mi territorio. Conocer la ciudad porque nos formamos en ella sin replicar lo que las ONGs llaman "la ciudad educadora" y "la formación ciudadana"; sino que el ciudadano libremente reconozca su proceso de formación que muchas veces realizo formalmente pero con nombres de informalidad.

Ser ciudadano es ser propietario de la ciudad, pero no quiere decir dueño de casas, de terrenos, de edificios, de pedazos de ciudad, sino propietario del conocimiento de la ciudad. Estar formado en el ser ciudadano, en la ciudad. Propongamos un país de ciudadanos formados en el conocimiento de la ciudad, esa es nuestra propiedad. El ciudadano establece su lugar de ciudadanía en su práctica de formación, en una línea de fuga, en la creatividad, en las prácticas que realiza para pasar de líneas segmentarías a líneas flexibles y llegar, al menos a una línea de fuga. Fugarse de alguna forma de la capacidad de control de consumir, así sea consumiendo, pero dando un sentido más estético y cultural propio a lo que se consume. Ser ciudadano formado antes que un ciudadano en proceso de formación, para practicar un mundo estético, cultural, simbólico más creador que el modelo de consumo que nos presentan en la T.V. ir más allá incluyendo lo anterior, ser ciudadano.

Notas

2 Este concepto de ciudad antigua verlo en Roger Chartier. "Espacio público, crítica y desacralización en el siglo XVIII. Los orígenes culturales de la Revolución Francesa".Pg. 39. Gedisa, Barcelona, 1995.

3 Giuseppe Zarone."Metafísica de la ciudad. Encanto útopico y desencanto metropolitano". Colección Hestia-Dike, Pre-textos, Universidad de Murcia, Valencia, 1993.

4 Tom Zuidema, "Reyes y Guerreros. Ensayos de cultura Andina". FOMCIENCIAS, Lima, 1989.

5 Ver en Gilles Deleuze y Claire Parnet, en "Diálogos", El cap. IV, "Políticas". Pre-textos, Valencia, 1980.

6 La idea de enunciado dominantes se refiere a la fuerza que a través de la historia y las prácticas de la cultura tienen ciertas posiciones de poder, unas por ser heredadas de tipo ideológico, de un carácter más privado que público en su organización y concepción; otras por ser creadas a partir de ideas fuerza, de concepciones discursivas de poder, que generan en su entorno relaciones de poder, de sumisión, de acto-potencia.

7 Gilles Deleuze y Claire Parnet. Op. cit. pg. 146.

8 El aparato de Estado hace referencia a la estructura estatal, a la máquina de instituciones que regulan en forma de dispositivo los intereses públicos de las personas y grupos, especialmente, de los propietarios y de los que tienen derechos políticos completos.

9 Alberto Corradine Angulo. "La Arquitectura Colonial". En el Manual de Historia de Colombia, pg. 420. Tomo I. ProculturaTercera edición, Bogotá, 1984.

10 Alberto Corradine Angulo. Op. Cit. pg. 433.

11 Deleuze y Parnet, Op. Cit. pg 141.

12 Alberto Corradine Angulo. Ibid. Pg. 434.

13 Deleuze y Parnet. Op. Cit. pg. 143.

14 Deleuze y Parnet. Op. Cit. pg 148.

15 Alberto Corradine Angulo. Op. cit. pg. 449.

16 Deleuze y Parnet, Op. Cit. pgs. 149 - 150.

17 Las prácticas de formación no son básicamente las llamadas prácticas de educación formal, son las concepciones de decisión, de interés y gusto que las personas realizan por fuera de un compromiso institucional y profesional, son prácticas de espiritualidad, de gusto, de placer, de diversión, que regulan las concepciones de felicidad y por tanto la definición de sujeto, de persona, que cada individuo práctica cotidianamente. Es la decisión de realizar ciertas prácticas que pasan por el sujeto sin mediar ninguna obligatoriedad, ni una concepción de deber, sino es mas virtuosa, mas interior que en las prácticas formales del deber, las cuales son las que proponen la fuerza para moldear, proponer, afectar los momentos de formalidad, bien sea familiar, institucional, colectiva. Es algo así que se requiere promover más la vida secreta de las personas, el ethos, y la ética, que muchas veces se ocultan y no salen a flote.

18 Desde Emile Durkehim en su texto "Sociedad y educación" se plantea la validez de ciertas prácticas sociales, su origen, como un resultado de los procesos de complejidad de las sociedades. Un nivel de complejidad no es necesariamente buscado y pensado, es un aumento de la capacidad comprensiva y explicativa, es un aumento en el conocimiento de las personas, no sólo como resultado de un proceso de estudio, sino de especialidad, profundización en algo que se hace; por ejemplo al cambiar prácticas, al tener nuevas experiencias, por ejemplo viajar constantemente, conocer otros mundos, aumenta los niveles de conocimiento y amplian los niveles de complejidad. El ser humano es un ser que esta buscando pasar siempre a estados de complejidad, aunque no lo haga conscientemente. Por ejemplo un estado continuo de quietud vuelve compleja la idea de quietud de la persona, el cuerpo puede estar quieto, pero la mente no esta quieta, generando la quietud como un estado para producir algo. La complejidad es un elemento de deseo de los seres humanos, se desea un amor complejo, en la complejidad del amor no se dice ayer te ame totalmente, por que al hacerlo consciente ya deja de amar a esa persona. El ser humano y su plan de vida son niveles de complejidad.

BIBLIOGRAFÍA

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Giuseppe Zarone."Metafísica de la ciudad. Encanto utópico y desencanto metropolitano". Colección Hestia-Dike, Pre-textos, Universidad de Murcia, Valencia, 1993.

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Gilles Deleuze y Claire Parnet, en "Diálogos". Pre-textos, Valencia, 1980.

Alberto Corradine Angulo. "La Arquitectura Colonial". En el Manual de Historia de Colombia. Tomo I. Procultura Tercera edición, Bogotá, 1984.

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