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Número 8 - Septiembre 2005
La ballena de Pinocho
Liliana Paula Cohen

Situaré algunas articulaciones concernientes al juego de los niños.

"Un análisis es la cura que se espera de un analista."

Deseo del analista, deseo advertido que pasó por la experiencia de la castración.

Según el concepto de niño con el que un analista aborda su clínica deviene una determinada dirección de la cura. Dicha orientación concierne también al concepto de transferencia, escena en la que el juego tiene lugar.

Con Lacan proponemos que "niño" se trata de un significante que tiene lugar entre otros significantes. "Frase que ya ha sido iniciada antes del nacimiento. El discurso estaba ahí desde el principio aunque fuese en su presencia impersonal."

La transferencia en el análisis de un niño incluye también de una manera particular y específica a los padres. Habitualmente son estos quienes demandan análisis para "su" niño.

El tiempo de las entrevistas preliminares hace a situar de qué demanda se trata. Escuchar así al niño desde la pérdida de cualquier referente. En un principio el niño supone que el Otro parental sabe todos sus pensamientos, la operación de caída de tal suposición de saber hace a una primera pérdida que abre a la dimensión de Otra escena, el Inconsciente.

La demanda de un niño a alguien en el lugar del analista hace a la posibilidad de avanzar en relación a la constitución de su neurosis. El llamado pide escucha a fin de que el trabajo del aparato psíquico se desarrolle hacia la construcción de la falta y el deseo.

Ahora bien, a un niño en análisis también se lo convoca a decir necedades, pero éstas circulan por vías específicas al tiempo de la estructura estructurándose.

Vale decir, que en los tiempos instituyentes de la subjetividad, el trabajo de análisis transita por las vías de la palabra, del dibujo y el juego.

Hacen falta los pequeños objetos, esas "cositas", puesto que el niño demanda una apoyatura, un auxilio en lo real para hacer su juego posible.

El desarrollo del juego, que es ficción en lo real, constituye y a la vez es constituyente de la tramitación pulsional y la construcción de la falta.

Digamos también que los tiempos instituyentes conciernen a dos vías heterogéneas, la de la constitución del sujeto y la vía del objeto. Una, de lo simbólico y la otra de lo real.

El juego es eficacia de la función paterna operando.

La metáfora produce consecuencias temperando el goce insoportable.

Brevemente, algunas consideraciones: un analizante en los primeros tiempos de su análisis jugaba al "ahorcado". Las palabras a encontrar concernían a animales "carnívoros", a los que también dibujaba, les daba cuerpo en su juego.

Con el hacer de su trabajo apareció otra clase de animales, ya no estaba a merced de esa boca, con la amenaza del ahorcado.

En el curso de una sesión aparece una ballena, "la del cuento de Pinocho", aparece el padre, y de allí en adelante se trató de va – llena, comenzó a hablar de los feriados; de faltarle a ella, y decidió probar en "la liga de fútbol" con sus pares. En esa escena él no jugaba aún.

Fue operando el trabajo con la falta y pudo pasar de lo lleno del goce absoluto que lo liga a la madre, a jugar su juego como un varón entre otros en la liga de fútbol.

Freud nos dirá: Todo niño que juega se comporta como un poeta creándose un mundo propio o más exactamente situando las cosas de su mundo en un orden nuevo grato para él. Se trata de la construcción de una red significante, un saber, creando el niño significantes nuevos en la medida en que se va apropiando de los significantes que lo marcaron.

Recrea su realidad.

Por otra parte la operación de la metáfora paterna hace a la producción del equívoco y despliega la cuestión de la verosimilitud.

En "Subversión del sujeto" podemos leer: Es la metáfora en cuanto que en ella se constituye la atribución primera la que promulga: el perro hace miau, el gato hace guau, con lo cual el niño desconectando a la cosa de su grito eleva el signo a la función del significante y por medio del desprecio de la verosimilitud abre a la diversidad de las objetivaciones por verificarse de la misma cosa.

El deseo del analista hace a estar en disposición de tener el lugar del análisis, ¿cómo se jugará cuando se trata de un niño en análisis?

El analista sostiene en lo real y en la vía de lo imaginario la escena que el niño va jugando.

Se implica en el juego soportando en lo real objetos y personajes. Hace de partenaire del juego, poniendo el cuerpo.

La Versagung, la abstinencia del goce y la angustia hace a una cuestión de formación y de ética del psicoanálisis.

Juega en lo real, pero interviene desde la terceridad puesto que la posición del analista concierne al des – ser, no a la consistencia del ser.

¿Se tratará entonces de "leer con la oreja" sin prestarle palabras ni significados en dirección a que pueda el niño pasar de objeto hablado a sujeto hablante por la vía del desasimiento del goce y los decires del Otro?

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