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Número 8 - Septiembre 2005
Acerca del movimiento corporal en los niños
Viscisitudes de la exitación motríz:
su estructuración subjetiva, fallas y síntomas asociados
Ariel Pernicone

"Es sabido que una intensa actividad muscular constituye para el niño una necesidad de cuya satisfacción extrae un placer extraordinario".
Sigmund Freud
"Tres ensayos de una teoría sexual", 1905.

"Todo mandato es minuciosio y cruel
me gustan las frugales transgresiones
por ejemplo inventar el buen amor
aprender en los cuerpos y en tu cuerpo
obedecer a ciegas deja ciego
crecemos solamente en la osadía
sólo cuando transgredo alguna orden
el futuro se vuelve respirable
todo mandato es minucioso y cruel
me gustan las frugales transgresiones
"
Mario Benedetti,
de "Preguntas al azar".

 

Mientras iba brincando frente a su casa, él le dice a su padre:
"yo, soy un potrillo"
.
El pequeño Hans.

Presentación : " El movimiento "

Traigo un escrito tal vez con final abierto, tal vez no del todo logrado como a mí me hubiera gustado y como mi propia exigencia me lo demanda, pero escrito al fin, presentado para el intercambio con ustedes.

Me embarqué en esta aventura de escribir acerca de la actividad motriz en la infancia y sus vicisitudes, a partir de la observación casual de una escena que captó mi atención mientras esperaba en la cola de un banco para pagar un crédito , lugar tan recurrente para todos nosotros en estos tiempos. La escena tuvo como protagonistas a una joven madre y a su hija, una niña de apenas dos o tres años, quienes forcejeaban acaloradamente entre ellas mientras esperaban su turno para el pago de un impuesto.

Esa escena quedó trabajando en mí con el horizonte de esta presentación, hasta que pensé y decidí que en torno a esa escena casual iba a poder escribir algo, teniendo como guía cuatro ejes superpuestos que estaban interesándome abordar en este tiempo.

  1. Por un lado, el enigma que representa para mí el hecho de las recurrentes consultas por la hiperactividad y la inquietud en los niños.

  2. Junto a esto, la importancia de intentar entender el tema de la imagen corporal y su apropiación, pensándola en su relación con la cuestión de la organización motriz y sus fallas.

  3. En tercer lugar, la cuestión del movimiento "hiperactivo", como se lo denomina actualmente, y las fobias , en sus posibles vínculos con los intentos de salida sintomáticos del encierro con lo materno en el camino de la estructuración subjetiva.

  4. Por último, también intentar enlazar de alguna forma, aunque más no sea como pregunta, algo acerca de los vínculos posibles entre la inquietud en los niños hoy , en relación a los tiempos inquietantes actuales que nos ha tocado vivir. ( Sin dejar de considerar las cuestiones estructurales mas alla’ de lo epocal ).

Propuesta amplia, que no sé si he podido plasmar en su totalidad en lo que voy a presentar aquí , y cuya amplitud seguramente exceda la posibilidad de ser abarcada en este breve escrito.

Ahora bien, debo confesarles que no me fue fácil escribir este trabajo, que me condujo a muchas horas de lectura y de escritura errática. A decir verdad, fue escrito de forma muy trabada y poco ordenada, de a ratos, lo cual no es del todo ajeno a lo que también intento transmitir: diría que lo escribí en movimiento.

Lo escribí en medio del agobio cotidiano que es nuestra vida de hoy, yendo de mi tarea en un Tribunal de familia a mi labor en el consultorio, lo escribí entre paciente y paciente, o a las 6 de la mañana, o a la tarde, o por la noche en los días en que las horas no alcanzan, ya que como muchos de nosotros, trabajo de sol a sol y a las corridas.

Fue escrito, también, en medio de las noticias económicas alarmantes de la Argentina, entre los comentarios sobres crímenes, secuestros, marchas de protesta a la Plaza . Escrito en el agobio asfixiante y encerrante que es, por momentos, nuestra vida diaria actual.

Como les decía, este escrito, que trata sobre el movimiento, fue escrito en movimiento.

Al concluirlo , si bien me había sido tan trabajoso y me había costado tanto esfuerzo plasmarlo, comprobé que me había hecho bien concretarlo.

Comprobé que "mover mi deseo" en dirección a la escritura, había resultado una decisión acertada para mí. Apostar al deseo de escribir sobre el psicoanálisis con niños, sin duda un movimiento de salida acertado, en medio de este encierro agobiante que es nuestra vida cotidiana.

Hecha esta necesaria presentación personal, voy directo al escrito que logre’ plasmar.

Partiendo de nuestro interés clínico acerca del tema del movimiento se me ocurrió que sería oportuno recordar aquí en el inicio que en los últimos tiempos todos los analistas que trabajamos con niños, estamos recibiendo con curiosa insistencia, consultas por niños denominados hiperactivos.

Los padres suelen presentarse pidiendo ayuda incluso a veces por niños muy pequeños y enunciando de un modo semejante, el motivo de su consulta:

Junto a esta forma insistente de consultas por niños "inquietos", asistimos en los últimos años también a otro fenómeno tan llamativo como preocupante a la vez.

Muchos neurólogos que reciben en sus consultorios niños que muestran cierto grado de inquietud o distracción escolar, han optado por realizar un rápido diagnóstico de tal cuestión como trastorno de hiperkinesia o disatencional, ofreciendo como abordaje terapeútico inmediato la prescripción de anfetaminas con las riesgosas consecuencias que implica para muchos de estos niños medicados así.

El dato más alarmante radica en el sobrediagnóstico que desde el saber médico neurológico se viene produciendo con el solo recurso de la evaluación fenomenológica que aportan los 14 ítems del Manual Psicodiagnóstico DSM IV y sin ir más allá de la mera observación sintomática. Podríamos decir allí que : "todo niño que se mueve va a parar al asador".

Considero que los analistas no deberíamos estar ajenos a este tipo de fenómenos que con insistencia golpean a nuestra puerta clínica.

Cada vez más, estoy convencido que debemos trabajar y realizar nuestro aporte, allí en la dirección que la clínica de todos los días nos va señalando, e intentar dar respuesta con nuestro decir y a partir del constante replanteo de la intervención más atinada surgida de la experiencia del caso por caso.

En un sentido más amplio, debemos señalar que el campo que abarca

Se abre pues, a partir de allí, un amplio abanico de cuestiones a ser interrogadas:

1- Por un lado, todo este campo nos conduce a la búsqueda de conceptualizaciones de índole estructurales del sujeto: en particular nos conduce al tema de la adquisición subjetiva del cuerpo pensado como propio.

La cuestión del dominio de la motilidad está íntimamente vinculada y entramada con el campo de lo especular, la imagen del cuerpo y las funciones del yo que se estructuran en los tiempos primarios del narcisismo.

En el decir de Lacan (Seminario V / pág. 232- Ed. Paidos):

"El estadio del espejo es el encuentro del sujeto con lo que es propiamente una realidad, y al mismo tiempo no lo es, a saber "una imagen virtual" que desempeña un papel decisivo en cierta cristalización del sujeto.
La imagen del cuerpo se conquista como algo que a la vez existe y no existe, con respecto a lo cual el niño sitúa tanto sus propios movimientos como la imagen de quienes lo acompañan frente al espejo.
Toda la posibilidad para la realidad humana de construirse pasa literalmente por ahí".

2- A partir de esto, podemos pensar que gran parte de la organización psicomotriz y sus posibles fallos descansa, se apoya o se asocia de alguna forma en relación a como se ha jugado en cada sujeto los avatares de la constitución de la imagen del cuerpo y su apropiación.

De aquí deriva la posibilidad de comprender las consultas que se presentan ligadas al trastorno en el manejo de la motricidad en sus vínculos con la constitución de lo espacial.

Un campo de la clínica que va desde las simples torpezas motrices hasta los severos problemas en la coordinación perceptivo visomotora, así como la posibilidad de una adecuada organización de las funciones yoicas y el armado de categorías espaciales tales como arriba, abajo, izquierda derecha, aquí, allá, ligadas al proceso secundario. ( Nota : Esto esta’ vinculado con las fallas de entrada en lo simbolico en la subjetividad ).

El análisis de niños con perturbaciones severas nos revela la compleja trama que supone lograr constituir un cuerpo como propio y tener un dominio motriz subjetivado.

¿Cómo comprender lo que le sucede a un niño que nos habla de su propia necesidad física en tercera persona?

Recuerdo el caso de un pequeño que en cada encuentro en algún momento de la sesión me decía "tenés sed", dándome a entender que él quería tomar agua. ¿O cómo explicar, la confusión espacial de una niña que realizaba todas sus producciones gráficas en forma invertidas, dibujadas invariablemente desde el punto de vista de mis ojos más que desde los de ella?

Fallas groseras que nos revelan en toda su dimensión las dificultades que se presentan en el proceso de subjetivación y que muestran que el cuerpo y su apropiación es un proceso de compleja construcción y que tal apropiación no está garantizada desde el inicio.

 

El movimiento corporal se conquista bajo la forma virtual, en el espejo está la imagen pero también está el Otro que sostiene al niño con su palabra. Esa imagen del cuerpo no se constituye sin el sostén simbólico que representa la madre, su mirada y su voz, diciéndole al niño "ese sos vos" y deseando algo allí.

Los movimientos del cuerpo de un niño desde que nace se relacionan estrechamente con la dialéctica del deseo.

Es el Otro quien al inscribir y significar con sus palabras da la letra que configura la imagen del cuerpo y el movimiento de un sujeto.

En este punto el cuerpo-órgano biológico la cosa quedará perdida para siempre, para dar lugar al ser atravesado por el lenguaje.

Recuerdo aquí el comentario de un analizante cuya esposa estaba embarazada y a quien le tocó asistir de manera sorpresiva al furtivo movimiento reflejo que hacía su bebito desde el interior de la panza de su mujer.

Allí mismo, según su relato, decidió exultante de emoción que el nombre de su hijo sería " Diego", en obvia alusión a Maradona, ya que esa patada magistral que había presenciado, no era un simple movimiento reflejo, sino el preanuncio segura de una nueva estrella futbolística pronta a nacer. Movimiento reflejo y palabra deseante quedaron allí indisolublemente estrechados.

El movimiento del cuerpo tiene pues también sus primeros anclajes en estos anudamientos simbólicos que los padres con su decir y su deseo aportan con la palabra, incluso mucho antes de nacer.

Pero partiendo de la extrema dependencia y alienación en el Otro, que nos constituye, el sujeto buscará también los movimientos de separación.

El espejo ofrece la experiencia fascinante y alienante a la vez, de la captación de la imagen corporal como una unidad: experiencia que va de la inermidad motriz y la vivencia de fragmentación del cuerpo, a la aprehensión imaginaria de una gestalt. Imagen ideal de un cuerpo unificado, en cuya identificación el yo encontrará su marca y su formación.

A partir de dicha experiencia, el dominio del movimiento corporal constituirá una conquista progresiva.

Una dirección que conduce desde lo especular y lo alienante hacia la separación, la exploración y lo diferenciado.

El niño paulatinamente comienza a tomar conciencia de que los movimientos que él realiza frente al espejo son propios. Experimenta que al moverse logra producir cambios en la imagen refleja.

Así, jugando, logra manejar la imagen de acuerdo con su voluntad, rompiendo el mimetismo cautivante y ganando en el dominio motriz y en el manejo de su cuerpo adquirido ahora como propio y diferenciado. (Nota : Textos de referencia: Jacques Lacan " Estadio del espejo ". Libros de Esteban Levin / ver bibliografía).

Un camino que va de la alienación a la separación, salida del narcisismo que no se producirá exenta de cierta tensión agresiva que rompe con la estructura simbiótica dual y que no se producirá tampoco sin el auxilio de la función paterna y el corte de su intervención.

Narcisismo materno y su relación a la castración, jugarán aquí el papel principal.

En los tiempos primarios del narcisismo la madre ha investido libidinalmente a su bebé. En sus brazos, amamantándolo, meciéndolo, y con su mirada y sus palabras deseantes ha producido la erogenización de su cuerpo.

Las caricias lo recorren y ha trazado el mapa de sus zonas, de sus límites y orificios. Los cuidados maternos habrán pulsado excitaciones y delimitado regiones, placeres y displaceres que habrán que domeñar.

Lo real del cuerpo y lo pulsional se impone, se presentifica y un trabajo psíquico de elaboración se ha de activar en el camino hacia la subjetivación.

El cuerpo ha sido constituído allí, en la estrecha vinculación narcisista con la madre, en su objetalización.

En este sentido podemos suponer que la posibilidad del dominio de la acción motriz, marcará uno de los puntos de apoyo que determinan la salida del encierro narcisista con lo materno y que solo será factible , si se ha constituido un mas alla’ de la madre, testimonio de la eficacia de la intervencion paterna.

Entre otros movimientos el deambular infantil constituye el representante privilegiado que pondrá a jugar el niño en dicha salida.

El pequeño deambulador inicia la exploración del mundo, se distancia del campo visual de su madre, aparece su deseo de investigar, se aventura a curiosear los lugares más inhóspitos y riesgosos de su casa. Se decide así emprender un rumbo novedoso y desconocido que por momentos puede cargar de angustia y de retos el ambiente. ( Cuestión que no hallaremos en los niños "hipertranquilos", que en algunos casos devendran en autistas ).

A partir de allí, en los primeros tiempos y en gran parte de su infancia el niño dedicará grandes momentos de energía al dominio placentero de su cuerpo: correr, trepar, saltar, probar destrezas serán los juegos más excitantes y un desafío constante para él.

Pero ir hacia allá, supondrá no permanecer acá y en este sentido supondrá necesariamente, faltar, descontarse de algún otro lugar, y será en esta vasculación que se pondrá a prueba la angustia materna.

En este punto podríamos evocar una clásica experiencia de todos los días: ¿qué es lo primero que hace un niño pequeño cuando tropieza al correr y se cae al suelo: llora?

Pues no, no llora: lo primero que hace es mirar interrogando el rostro materno, mirarlo rápidamente en tono de pregunta.

Si la madre desespera, entonces ahí el niño asustado, llorará.

Si la madre, en cambio responde: "aquí no pasó nada", el niño automáticamente se levantará como un resorte y seguirá corriendo.

Henos aquí ante una pequeña evidencia: el movimiento deambulante en este sentido, constituye una forma de desprendimiento de lo materno y al alejarse y separarse el niño cae del dominio fálico de la madre: al caer la pregunta que se pondrá en juego es (tal como lo enuncia Lacan en el Seminario 11) "¿puedes perderme?".

Pienso que en la formulación de esta pregunta en este "¿puedes perderme?", en lo que allí viene a ser interrogado respecto del deseo de la madre, es donde quizás se jugará en gran medida la posibilidad de la apropiación del cuerpo, la posibilidad del despliegue pleno de toda la actividad motriz y la posibilidad de alcanzar y conquistar un sentimiento de libertad y autonomía en sus movimientos para todo sujeto.

Para terminar y antes de pasar a la pequeña viñeta que les mencioné en la presentación quiero señalar algunas cuestiones que este recorrido nos puede aportar en el abordaje clínico donde podamos leer la cuestión del movimiento en sus fallas:

  1. Por ejemplo a partir de lo antes mencionado, referido a los momentos de salida del narcisismo nos será posible leer un vínculo entre la inquietud extrema en un niño, pensada como respuesta posible al atrapamiento en el campo del goce materno, un intento d e desasirse de allí. Es decir, algo que podría enunciarse más o menos de esta manera: "moverse rápidamente para safarse de una demanda voraz o del capricho materno". Forma del movimiento, que en su andar ansioso, representa un intento activo de escaparle al encierro objetalizante que permanecer allí supone. ( Movimiento que se organiza en relacion a desasirse de la demanda del Otro).

  2. Como contrapartida inhibida, angustiosa y forma sintomatica de salida, nos encontramos con el campo de las fobias, de cuyo ejemplo paradigmático tenemos a nuestro conocido Juanito. En el decir de Freud: "propósito y contenido de la fobia es una vasta limitación de la libertad de movimientos, y una potente reacción contra oscuros impulsos motores que en particular querían volverse contra la madre. El caballo fue siempre para el niño el modelo del placer de movimiento...pero la neurosis lo limita y lo entroniza como la imagen sensorial del terror". En este punto Lacan aportará lo suyo en relación a la dinámica de Juanito y sus padres en la formación de su fobia: "Lo que teme Juanito no es tanto que lo separen de su madre, sino que lo lleven con ella Dios sabe a donde...
    ...En eso reside la angustia de que lo lleven a la barraca materna. El problema del desarrollo de Juan está vinculado a la ausencia del pene mayor de todos: es decir el del padre".

  3. Llegados a este punto: no podemos obviar aquí toda la incidencia del campo de lo pulsional en el movimiento hiperactivo en los niños. Lo pulsional, desde su empuje interno busca descarga y satisfacción. Niños que en su actividad motriz intensa, encuentra en todo su esplendor el goce de la descarga que lo muscular aporta, un placer sexual extraordinario que no encuentra límite ni coto en el exterior. ( No se sintomatiza).

  4. Junto a esto y asociado allí, algunos de los fenómenos del acting out en la infancia: niños que se trepan peligrosamente por los techos o que se golpean y lastiman su cuerpo en forma reiterada, buscando o encontrando sólo en eso un límite o un tope a su accionar, límite del cual todo el tiempo en apariencia parecen renegar o rechazar formas fallidas de la intervención paterna. Ley que por estar vacante será llamada en tal movimiento desafiante que intenta desesperado a una función paterna convocar.

 

Por último me interesa, ahora si concluir trayendo a este debate, la pregunta sobre la incidencia de los tiempos actuales y "este andar acelerados" que es nuestra vida de hoy.

Me pregunto : ¿en que medida incidirá en los niños ansiosos e inquietos por los que nos consultan, el estado de incertidumbre inquietante y la labor hiperactiva a la que todos estamos sometidos hoy en este tiempo "neoliberal" tan fallido que nos ha tocado en suerte ?

¿Cuanto de esa hiperactividad de muchos de los niños que llegan hoy a nuestros consultorios se constituirá como una respuesta refleja y especular al mundo en constante movimiento agotador de sus padres?

Quizás quede perfectamente graficado lo que quiero decir en las palabras del papá de un niño de 5 años por el que me consultan por su inquietud e hiperactividad: me dice el papá del niño, de profesión mecánico, en la primera entrevista: "Yo llego acelerado y agotado del trabajo, a las 9 y 30 de la noche, con mil quilombos en la cabeza. Ni bien llego, Marcelo me salta encima y yo a esa hora ya no tengo ganas de hacer nada. Sólo pienso en irme a dormir. Para colmo, es en esa hora cuando él empieza a saltar de un lado a otro sin parar, como un tornillo al que le saltó la rosca. Entonces más que jugar con él tengo ganas de acogotarlo".

Cuando el padre de Marcelo se fue, con su rostro visiblemente agobiado y agotado por su situación, me quedé pensando "¡cuanto de un llamado a la quietud habrá en la inquietud de muchos de estos niños por los que nos consultan en estos últimos tiempos ?!".

 

Ahora para concluir este escritos, finalizo con la anécdota prometida en el inicio para abonar un poco más este planteo final que nos remite a lo actual y a la inquietud de la época.

El Cuerpo atrapado en el corralito.
Viñeta de un día agitado en la Argentina: de la inquietud a la plaza.

Lo que sigue es el relato de un hecho real que me tocó vivir recientemente, escrito en tono de comedia .

  1. Estoy esperando en la cola del Banco Francés, para pagar un crédito. Los ánimos allí están caldeados, a causa de la larga espera. Estamos en la ventanilla 1, y el cajero es bastante lento.

  2. En la ventanilla 2, el cajero es aún más lento, y los ánimos están aún más caldeados que en la ventanilla 1.

  3. A la distancia, en la ventanilla 2, observo en tercer lugar, a una joven madre, con su hijita de apenas dos o tres años de edad, esperando a ser atendida, con una boleta de pago en la mano. La niña, inquieta, se agita en sus brazos, mientras a los pies, hay un carrito de paseo que usan los bebés.

  4. La madre, impaciente, le dice a su hija "Quedate quieta".

  5. La niña, berrinchea, y quiere bajarse, mientras su mamá, forcejea tratando de evitarlo y le dice "¡¡¡Mirá que sos inquieta vos ehh!!!".

  6. El cajero, inmutable, continúa con su lenta cobranza. El resto observamos pasivos el drama que ya se ha iniciado.

  7. La niña, logra bajarse, tras el cansancio materno, que suda de manera copiosa. Obviamente, la pequeña, ¿enfila hacia donde?...¡¡¡hacia la puerta!!! Lugar hacia el cual todos deseábamos enfilar.

  8. La madre, corre tras ella, mientras mira que nadie le quite su lugar en la fila. La alcanza, la toma fuertemente del vestido, y la vuelve a levantar en brazo. Retornando a su lugar en la fila. "¡¡¡Quedate quieta o te pego!!!" Le grita.

  9. La hábil y tenaz niña, se zafa, a pesar de la amenaza, o tal vez por ello, y por supuesto, enfila al galope directamente hacia la puerta, una vez más.

  10. La madre, agotada, y transpirada por la lucha (¡¡¡¿la lucha diaria, quizás?!!!)...corre hacia la niña, ya enfurecida, y la mete de prepo en el carrito. La niña se tira al piso, chilla. Ambas a punto de llanto, ante la mirada imperterrita del cajero. La madre la sube sin piedad en sus brazos, y le vuelve a decir "¡¡¡Mirá que te pego!!!".

  11. En ese momento, como un rayo, parte un cross de derecha de la niña, quien logra acestar con increíble precisión, la piña en el rostro materno.

  12. La madre, habiendo soltado a la niña, para no matarla, y habiendo llegado, en ese mismo instante, su turno para pagar la boleta, ante la espera inmóvil del cajero que ahora se dignaría a cobrarle, esa madre, ya sacada de quisio, corre hacia su hija que nuevamente enfilaba, esta vez a la carrera, hacia la puerta, la alcanza, la toma violenta de un brazo y le pregunta desesperada,..." ¿Pero qué querés?".

  13. La niña, allí se detiene, la mira, mientras todos, esperábamos el final de la historia, contesta "¡Quero ir a jugar a la plaza!".

Sin duda un drama de la época.

Pienso que esa madre, luego de ese día tan agitado para ella, podría llegar a un consultorio, y decir: "Mi hija no se queda quieta nunca. No sé más que hacer con ella, se mueve siempre, y yo ya no sé que hacer".

Si la recibiera el pediatra, y fuera poco perspicaz, posiblemente la derivaría a un neurólogo. El neurólogo, posiblemente, nutrido de bibliografía sobre hiperkinecia, en cuanto la niña "tirara de los cables del electroencefalograma", corroboraría el diagnóstico, y la medicaría con ritalina.

¿Qué haríamos nosotros, analistas, al recibir una consulta así?

Quizás el ejemplo sea burdo, pero me parece que ejemplifica un síntoma de la época.

Es un ejemplo de cómo, una niña, que desea hacer lo que normalmente desearía hacer una pequeña de esa edad, podría terminar sintomatizada por su madre, a causa de su propio malestar, y al malestar de una época que nos ha sometido a todos.

Que nos enseña este pequeño ejemplo extraido del azar de la vida cotidiana ?

Tal vez que existe un cruce entre lo epocal, lo estructural y el posible movimiento deseante de todo sujeto , y que en particular cuando nos convocan en una consulta a pensar lo que le sucede a "un niño inquieto", de no interrogarnos y escuchar debidamente lo que allí sucede, podríamos estar condenado a ese sujeto al peor de los encierros.

Octubre / 2005.

Bibliografía

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