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Número 8 - Septiembre 2005
Tradición e historia
Dos tiempos en la constitución de un sujeto
Alicia Rozental

El tiempo en el que un sujeto cuenta con la posibilidad de relatar su historia indica y marca diferencias respecto de un tiempo en el que esta posibilidad no está dada. Nombrar las diferencias entre estos dos tiempos surge como una necesidad clínica que posibilita reflexionar acerca del lugar de un analista en sus encuentros con un niño. Ubicar este lugar exige un desarrollo de la relación del juego de un chico con su historia.

Habitualmente llamamos pre-historia subjetiva a aquello que ha quedado bajo la amnesia infantil, al decir de J. Fukelman, el tiempo que corresponde al edipo de los padres.

La definición de pre-historia que encontramos en el diccionario es la siguiente: ciencia que trata la historia del mundo y del hombre, con anterioridad a todo documento. Por otro lado la definición de documento nos dice: escrito que ilustra acerca de algún hecho.

La historia, según el diccionario, es la narración y exposición verdaderas de los acontecimientos y cosas memorables.

La pre- historia es relativa a la carencia de escritura. La historia incluye en su definición la idea de verdad, de narración verdadera. Esto último exige documentos: escritos que ilustren los hechos.

Narrar los hechos en el marco de la historia ubica en serie dos significantes: verdad y escritura . Habría que considerar también un tercer significante: memorable, que por ahora sólo me interesa dejar subrayado.

Ya ubicamos en la historia subjetiva, el tiempo pre- histórico. ¿Cuándo comienza la historia de un sujeto en tanto narración verdadera , escritura que ilustre los hechos?

En el análisis de "los adultos" constatamos que se produce un rebobinaje de la historia subjetiva, el relato da cuenta de una inscripción y los sucesivos relatos podrían pensarse como re-inscripciones.

Al decir inscripción me refiero al escrito sucinto grabado en cualquier materia, para guardar memoria de algo.

No quisiera dejar de mencionar algo que ya remarqué: guardar memoria, acontecimientos memorables, que la memoria forme parte de la definición misma de la historia, hace de ella algo cercano a la noción misma de subjetividad. La memoria "hace" al sujeto en tanto elemento en el que se sustenta el armado de una historia.

Podemos pensar, entonces, que el rebobinaje del que antes hablaba, la posibilidad del relato de la historia, sólo es posible a partir del momento en el que un sujeto se confronta con el desencuentro que el encuentro con el partenaire sexual supone, con el desencuentro que el acto implica. Es en el lugar del desencuentro, donde el síntoma se ubica; y es desde el síntoma y la interrogación que este produce, que el rebobinaje se hace posible. La historia de amor da comienzo a la escritura de la historia subjetiva, habiéndose jugado sintomáticamente una verdad.

Por otro lado, la escritura de la historia supone la necesidad (lógica) de que algo esté perdido; la narración es del pasado, de un tiempo transcurrido.

Hay un tiempo, sin embargo, en la constitución de un sujeto, que no es pre-histórico y que no es histórico. No se trata de la ausencia de escritura (de documento) ni tampoco se cuenta con la posibilidad de relatar la historia. Me refiero a la latencia y quisiera señalar, respecto de este tiempo, algunas cuestiones trabajadas por Freud en "Moisés y la religión monoteísta".

En este texto, Freud ubica un período de latencia en relación a la constitución del monoteísmo.

Dice que si bien el pueblo judío lo conoce por Moisés, el monoteísmo no se instala sino después de un "largo período intermedio". Este largo período intermedio que Freud denomina "latencia" es condición necesaria para la instalación del monoteísmo y de los preceptos éticos que éste implica.

Dice Freud que se trataría de una acción retardada o efecto demorado.

Para explicar este tiempo intermedio busca fenómenos similares. Lo compara con un tiempo también necesario en las neurosis traumáticas, entre el accidente (el trauma) y los síntomas. Este tiempo es tiempo de "incubación".Ya no es simplemente latente, sino que algo se incuba, se gesta.

Monoteísmo judío y neurosis traumática cuentan con este rasgo común: el tiempo de latencia. Freud se pregunta por qué sería éste un tiempo necesario, quiere encontrarle una explicación a este rasgo. Dice entonces que las diversas partes del pueblo judío que se fusionaron mostraban diferencias, sin embargo, todas tenían buenos motivos para reprimir: una parte del pueblo debía reprimir el recuerdo del destino que había sufrido su caudillo y legislador (el asesinato), otra parte del pueblo quería ensalzar al nuevo dios y negar su foraneidad. Ambas partes tenían interés en negar e ignorar su religión anterior. Es así como surge una transacción que probablemente fuera codificada en la crónica escrita, ya que trajeron de Egipto la escritura y la afición a la historiografía (escritura de la historia).

Esta crónica no obedece todavía a las leyes de la verdad : "todavía debía pasar mucho tiempo hasta que los historiadores acataran la ley de la estricta veracidad. No tuvieron el menor reparo en deformar la crónica de acuerdo con sus necesidades y tendencias circunstanciales como si aún no comprendieran el significado de la falsificación".* Aún no era posible una verdad. La verdad histórica por estructura aún no era posible. La historia tenía el formato de la crónica escrita. Sin embargo, no circulaba solamente de esta manera. Se desarrolla un antagonismo entre la versión escrita y la transmisión oral de un mismo asunto, es decir entre la crónica y la tradición.

Todo lo omitido o adulterado por la redacción se conservó incólume en la tradición, que venía a ser al mismo tiempo el complemento y la refutación de la historiografía. La tradición estaba menos sometida a las tendencias desfigurantes, era por eso más veraz que la narración fijada por la letra.

Sin embargo, era más vaga y difusa que la crónica al estar expuesta a múltiples fluctuaciones y distorsiones, por estar sometida a la transmisión oral. Lo escrito no era veraz y lo veraz carecía de escritura, o para ser más precisos no había una articulación entre veracidad y escritura que las dimensionasen a ambas a la altura de la historia.

Esta última tenía entonces el formato, no sólo de la crónica, sino también de la tradición. Los hechos deliberadamente negados por la crónica, subsistieron en las tradiciones creadas por el pueblo. Hasta, dice Freud, sobre el fin de Moisés, existía una tradición que contradecía rotundamente la versión oficial, acercándose mucho más a la verdad.

Me pareció interesante pensar la tradición desde esta función de contextuar lo suprimido, l o inadmisible, lo traumático. De este modo Freud explica la necesidad lógica de este tiempo.

Podríamos decir que al trauma no alcanza con reprimirlo, es necesario hacer algo más para que después aparezcan los síntomas. La tradición "hace pasar"la verdad del trauma, realiza un trabajo relativo a la verdad.

Las tradiciones fueron cada vez más poderosas y finalmente tuvieron la fuerza de influir decisivamente en el pensamiento y la actividad del pueblo.

Freud se pregunta por el efecto tan poderoso de las tradiciones y busca otras circunstancias en las que haya ocurrido lo mismo.

Las encuentra en la mitología griega, en la que las leyendas conservan una oscura tradición de lo que fue un período pre-histórico de brillantez y apogeo. No podemos dejar de relacionar este efecto tan poderoso con su función de traer, tramitar una verdad de otro tiempo.

Dice Freud que la épica se extinguió como género poético, probablemente porque el material arcaico ya había sido elaborado. Para los sucesos posteriores la historiografía ocupó el lugar de la tradición.

Freud ubicó, por otra parte, como condición de la épica un fragmento de pre-historia rico en contenido, sustantivo y grandioso, heroico, perteneciente a un pasado remoto. Es este fragmento el que la épica recoge en los mitos y posteriormente los poetas re-elaboran, por ejemplo la epopeya Homérica.

No quiero dejar de subrayar que al hacer la analogía con la neurosis, Freud ubica en este lugar de la pre-historia, de la condición de la épica (de la tradición) al trauma y lo define como una vivencia temprana, olvidada y sexual.

Me importa poner énfasis en la función elaborativa que Freud imprime a la tradición, en relación con cierto material arcaico, función que deja de ser necesaria al darle paso a la historia. La tradición no sólo cuenta, al modo de la historia, también inscribe, liga, incluye una verdad reprimida, traumática.

Es un modo de historiar, un tiempo del historiar que elabora lo traumático, haciéndole lugar a una verdad suprimida.

Mi propuesta es pensar el juego del niño latente desde esta perspectiva como una tradición: mito, novela, leyenda, que hace pasar, tramita una verdad arcaica que en "la crónica" no aparece.

Para que sea posible una historia subjetiva es necesaria una tradición. El tiempo posterior traerá como novedad una escritura enlazada a la verdad: es la historia. La latencia así pensada es un tiempo (subjetivo) elaborativo del trauma, que tiene como función inscribir de algún modo la verdad que allí se juega, tiempo que posibilita la constitución de un relato, pero esto será con posterioridad.

Alicia Rozental

Notas

* S.Freud Moisés y la religión monoteísta, Ed. Amorrortu

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