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Número 8 - Septiembre 2005
El proceso de tratamiento psicoterapéutico de un niño
Desarrollo y análisis de un caso clínico
Analía Sosa

Al llegar a trabajar al dispensario"Dr. Ramón Carrillo" al área de Salud Mental dedicada a psicopatología infanto- juvenil, son varios los casos de niños que el director del sector me menciono para tener en cuenta con prioridad.

Por ser esta una institución perteneciente a Salud Publica se trabaja con una población de escasos recursos y múltiples carencias, la gran mayoría no posee ninguna cobertura médica ( por hallarse desocupada o con trabajos en negro) la problemática socio- económica es una variable recurrente en las historias de vida de nuestros pacientes con las serias consecuencias que esto acarrea. Otra característica es que por lo general no conforman el modelo de familia nuclear clásico de la modernidad, sino que encontramos padres separados, familias ensambladas (hombre y mujer que forman pareja y conviven teniendo hijos en común e hijos de matrimonios anteriores) mujeres que crían hijos solas o conviviendo aún junto a sus padres etc.

Y quienes se acercan al Servicio solicitando atención y luego ocupándose de traer a los niños y presentándose a las entrevistas son únicamente salvo raras excepciones las madres. Pero a consulta, no siempre asisten por que lo creen necesitar, sino que un gran número lo hace porque la escuela se los indica por advertir alguna situación particular. El tiempo de duración de los tratamientos establecido por el sistema es de 6 meses, periodo que se puede extender en casos en los cuales por su gravedad o complejidad se evalúa que ello es necesario. Con esto se procura dar respuesta en menor tiempo a aquellos que aguardan para ser atendidos.

Entre los casos señalados para ser citados a la brevedad se hallaba M, de quién se me comenta que hacia un año había fallecido de un tumor cerebral su hermanito mayor ( de 11 años) y que a partir de ahí M empezó a tener serios trastornos de conducta en el colegio, por lo cual le redujeron la jornada y que en los primeros momentos requirió de medicación psiquiátrica pero que actualmente ya no se le estaba suministrando. Cuando escuchaba esto y más tarde al tomar la historia clínica de M e informarme de que se trataba de un niño de 8 años cuya madre presentaba un cuadro psiquiátrico que se agravo ante la pérdida sufrida, me pregunte algo conmovida ¿qué puedo hacer yo?

Y así fue que los cité y al escuchar el discurso materno con contenidos bizarros y ver ante mí unos ojos que cada tanto se extraviaban y se llenaban de lagrimas, volví a preguntarme sin dejar de sentirme afectada ¿ que puedo hacer yo? Evidentemente había en mí resistencias que para poder trabajar tuve que llevar a mí espacio de análisis personal y así reconocer que cuestiones mías hacían obstáculo para avanzar. También el poder supervisar fue otro paso fundamental para esclarecer cual era mí lugar y que podía brindar, además de permitirme priorizar la necesidad de derivar a M a una consulta con pediatría ya que había un notorio abandono de su salud física, que yo consideraba imprescindible tratar. Así fue como al cabo de unas sesiones comprendí que debía de cambiar mí pregunta por¿ qué podemos hacer M, su mamá (que al encontrarse con medicación y contención psiquiátrica comenzaba a mejorar y a colaborar en el tratamiento de su hijo) y yo en este espacio?

Había cambiado mi posicionamiento clínico y humano porque tuve que hacer a un lado cierta omnipotencia o impotencia que en un principio me había acompañado. Creo que el haber contado con mí propio análisis y con la supervisión fueron decisivos para poder poner allí mi deseo y apostar a que algún movimiento se pudiera lograr. Además de comenzar a mantener comunicación con la maestra de M para saber acerca de su comportamiento vincular e integración en el ámbito escolar.

A su vez fue de importancia fundamental la compensación de la mamá de M, ya que la demanda de tratamiento provenía de la escuela, (a raíz de los trastornos de conducta y el descenso en el rendimiento) Y el padre del niño solo exponía que "él lo traía porque el colegio se lo exigía" pero no reconocía ninguna necesidad, ni podía registrar el malestar emocional de su hijo, a pesar de las sesiones en las que se intento generar que él también pueda implicarse. En tanto su esposa advertía que M necesitaba ayuda "porque decía que desde la muerte de su hermanito ella lo veía como perdido"y fue ella quién sostuvo el proceso de tratamiento del niño.

Este fue el primer paso para comenzar a compartir en transferencia con M distintas actividades, una de ellas fue el juego del policía y el ladrón que se enfrentaban a tiros y en el cual siempre uno de los dos ( M o yo) terminábamos abatidos, se trataba de jugar con la muerte de desplegar en el espacio lúdico la violencia arrasador e inexplicable de la muerte, y creo que fue mucho más complejo que lo que habitualmente en los libros se llama proceso de duelo.

Pasaron varias sesiones con gráficos que daban cuenta de la labilidad que presentaba el yo de M ante todo lo que le había tocado vivenciar con su corta edad, hasta que en uno de estos encuentros M me pide una hoja y dibuja casas rotas, lo interrogo por esto y me dice "son casas rotas", entonces intervengo preguntándole sino se pueden reparar, y para mí grata sorpresa M comienza a confeccionar al lado de cada una de las casas anteriores casas reparadas, sin fisuras, ni techos aplastados, ni paredes a punto de caer. ¿ Se habría iniciado un proceso de reparación?, ¿ Empezaba a tener consistencia la posibilidad de reconstruir un yo y una historia desbastada por la irrupción de lo traumático?

No podía realmente responder a todos los interrogantes que se me presentaron pero si corroboraba que algún cambio se había producido, que M estaba haciendo uso del espacio brindado y que esto me llenaba de orgullo y me daba una gran satisfacción. Otra de las sesiones M me pide mi sello y me pregunta que es lo que escribo junto a este, entonces le muestro y le explico que es mí firma, ante lo cual quiere una hoja, la llena de sellos y les adjunta un garabato y me dice: ¡mira ahora sé firmar!

Efectivamente sabía firmar, su identidad comenzaba a afirmarse y él estaba trabajando comprometidamente en esta tarea. Como los sellos lo habían entusiasmado, en otra oportunidad propone el juego de sellar unas boletas que yo le tenía que entregar para realizar un tramite, ese sellado con su firma a mí me habilitaba a concluir ( dentro del juego) con dicho tramite, una vez más me sorprendió cuando con énfasis empezó a decir ¡usted no! y cada tanto se negaba al sellado correspondiente y me anotaba en la boleta NO( acompañado esto con un movimiento de su cabecita que tornaba más convincente su expresión) Después de concluido nuestro tiempo ese día pensé en el NO como primera modalidad utilizada por los niños paradójicamente para afirmar algo de su subjetividad, el NO que instaura una diferencia y también en relación con la diferencia, el conceder la firma y su negación podrían dar cuenta de cierto proceso que se genera en el fort-da.

Uno de los siguientes encuentros M dibuja aviones y me pide una fibra con la cual remarca cuidadosamente el contorno de sus gráficos, indago para que realiza esto y me dice: "Para que no se rompan", estos aviones tenían marco, continente, había M descubierto un artilugio para que ciertas cosas no se rompan, me había enseñado a mí que nunca se sabe cuanto se puede lograr o a que se puede arribar en el tratamiento de un niño también me demostró tiempo después, ( en una sesión en la cual habíamos inventado billetes con papel y jugábamos a que yo le compraba y él vendía)que el sabia que yo lo había acompañado en esto, cuando al darle yo término a nuestro encuentro M agarra uno de los billetes y me dice "toma te pago".

Creo que recibí a un niño con un imaginario completamente desorganizado y que me sirvió de mucho para trabajar escuchar esta observación que hace su mamá al exponer que "desde la muerte de su hermanito ella lo veía como perdido". Pienso que había algo de esto, que M tomaba a su único hermano, mayor que él también varón como referente, de algún modo M se proyectaba en este hermano a futuro y su muerte sumada a la descompensación de su mamá ( que se hallaba imposibilitada para sostener a M, ya que su mirada estaba extraviada) fueron los hechos que precipitaron sus síntomas. El dispositivo analítico que se le ofreció le sirvió para mediante el juego, los dibujos y el poder hablar( en reiteradas sesiones a cerca de su hermano, de lo que este le había enseñado o evocando actividades que compartían juntos) el encontrar un lugar en el cual desplegar su malestar e ir reconstituyendo su subjetividad. Luego de un año y unos meses M recibió el alta y se despidió con un beso y una sonrisa ( expresiones impensables tiempo atrás) y que como analista de niños no creo que vaya a olvidar.

El recorrido terapéutico expuesto ha sido elegido entre los tantos casos que al ingresar a trabajar al Dispensario tome a mí cargo para tratar dentro de la misma modalidad.

Lic.Analia Sosa
22-07-2005

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