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Número 9 - Diciembre 2006
La clínica en niños, perspectivas psicoanalíticas
Ivan Samaniego

¿ Es posible una clínica en niños, que no solo se limite a la psicoeducación de los padres?. Cuando hablamos de psicoeducación, nos referimos a la guía orientativa del padre hacia la consecución de programas conductuales, al dictamen de pautas de conductas, a criterios que enseñen al padre a cómo disciplinar a su hijo, a interactuar con él, a comunicarse, etc.

Sin embargo, a pesar de que tal función es necesaria en algunos casos, sobre todo por el aforismo freudiano que dice: "para el niño los padres son al comienzo, la única autoridad y fuente de toda creencia", también es posible afirmar que este mecanismo de intervención puede ser ineficaz.

Lo cierto es que en el caso de un niño /a, no es él quien demanda una ayuda profesional, sino los padres y partiendo de este punto, toda demanda de atención en el caso de niños/as se entiende como demanda de un circuito familiar (padre, madre, hijo o quienes desempeñen estos roles).

Es en esta misma dirección que se corre el riesgo de caer en los juegos demandantes de los padres, haciendo del niño/a un objeto más de la clínica, reforzando el síntoma.

Al situarse en el lugar ideal de supuesto saber, el psicoterapeuta propondrá una serie de alternativas metodológicas en las cuales los padres serán un instrumento de intervención.

También es posible que uno de los padres o ambos propongan un saber al psicoterapeuta, sobre el síntoma que presenta su hijo y en otros casos se culpabilicen el uno al otro, haciéndose causa del síntoma.

En esta relación con los padres la neutralidad del clínico y el buen manejo de la contra transferencia serán fundamentales para obtener buenos resultados.

Los casos más frecuentes que llegan a consulta, giran en torno a problemas de hiperactividad con o sin déficit atencionales, fobias escolares, trastornos de ansiedad, trastornos del aprendizaje, etc.

Los problemas de bajo rendimiento escolar, junto a la incapacidad de los padres para establecer límites y controles a sus hijos son también frecuentes.

Ante todos estos casos el primer paso de un profesional es identificar características y criterios que permitan hacer un psicodiagnóstico, el cual orientará hacia una forma específica de tratamiento destinado a la cura.

En muchos casos es posible que no se trate de psicopatologías graves ni menos graves, sino de situaciones conflictivas entre los padres como las separaciones, o de estilos disfuncionales de comunicación.

El niño como síntoma de la pareja

En este sentido nos referimos a: ¿qué función ocupa el niño en relación a la pareja que lo engendró?

El niño puede ser síntoma de la pareja en la medida en que es consecuencia de un deseo. Por ejemplo, la adolescente que por salir de la tutela de sus padres u oponerse a sus demandas, se deja embarazar precipitadamente por su novio. En todo caso, el niño es objeto de un deseo materno o de un deseo ambivalente de la madre. Este deseo es el que le va a dar un lugar simbólico (en la cultura), al cual él tendrá que articularse. Él / ella ocupa un lugar en una constelación familiar, que proviene de sus progenitores (abuelos, tíos, primos, etc.) y es en esa constelación que su ser tendrá un sentido.

En el caso de un hijo no deseado, tal condición repercutirá en su vida. En este caso nos referimos al abandono o al rechazo materno, la negligencia por parte de la madre de los cuidados del infante y a la privación de afecto.

Del otro lado, está el deseo materno extremo: será el caso del niño sobreprotegido, sobreatendido; un deseo materno voraz, que mantendrá al niño en el lugar de objeto, dificultando el proceso de subjetivación, es decir, el proceso que le permite al niño crear su propio mundo separado de la madre.

Como vemos, ambos extremos son negativos, pero en última instancia son consecuencias de un deseo inconsciente de la madre y de la forma en que opera la relación triangular padre – madre – hijo.

Por ejemplo, el padre tiene que asimilar ciertas pérdidas frente al hijo, en relación al deseo de la madre; el cariño, la atención y el afecto serán compartidos. A su vez, la madre debe dejar caer a sus hijos de sus brazos para ocuparse de ella como mujer, es decir, saber equilibrar su rol de madre y mujer que funcionan en sentidos opuestos. ¿Cuál es su posición ante el padre y ante el niño?; en muchos casos la madre pone al niño en el lugar del marido, lo cual ya trae consecuencias negativas.

El síntoma de la estructura familiar

Cuando tratamos con niños tenemos que entender al síntoma del niño como síntoma de un complejo de relaciones parentales.

Si es cierto que no descartamos en el caso de la hiperactividad, problema muy frecuente en la consulta, bases neurobiológicas, también es cierto que en nuestra experiencia clínica enfocar la hiperactividad como un síntoma de la estructura familiar ha dado buenos resultados.

La neuropsiquiatría identifica el problema de la hiperactividad como consecuencia de un desequilibrio neurobioquímico, recurriéndose en tal caso a la medicación para reducir los índices de hiperactividad.

Pese a esto hemos encontrado en el caso de niños varones hiperactivos díadas parentales como la siguiente: padre autoritario – castigador; madre sobre protectora.

Cada combinación de estilos de personalidad, comunicación y crianza, en esta relación triangular (padre – madre – hijo), hace posible una interpretación de cómo funciona el síntoma. Así nuestra intervención debe situarse en medio de este triangulo, en el cual incluidos haremos las operaciones necesarias para lograr resultados destinados a una cura.

El dibujo y el juego

Con respecto a la pregunta con la que iniciamos el artículo, el psicoanálisis presenta alternativas de intervención fundamentadas teóricamente, a través de dos herramientas técnicas básicas, las cuales son el dibujo y el juego.

Tanto el dibujo como el juego son trabajos importantes en la vida infantil, y a la vez son herramientas que permiten al psicoterapeuta, que ese mundo subjetivo del niño tan cerrado al entendimiento del adulto, sea interpretable.

A través de ambas herramientas de trabajo es posible una intervención que dirija, sobre todo en el caso de una sicopatología, a la cura.

Se entiende que el dibujo es el equivalente al sueño en el adulto, de él se desprende material inconsciente, información importante sobre el mundo interno del pequeño.

Un dibujo muestra fácilmente lo que el niño se empeña en negar en su discurso , e incluso lo que ignora saber. Es por ello que no importa que un niño apruebe o no una interpretación, sino lo que el niño hace, dibuja o dice a continuación de una intervención.

Interpretar los simbolismos que el niño despliega en el papel, descifrar estos enigmas, hace posible una comunicación con el infante.

En el caso del juego, este es el primer instrumento con que el niño cuenta para enfrentar y metabolizar sus problemas. No es lo mismo que sea agresivo a que pueda poner en juego la agresión velando o enmascarando la misma a través de la ficción. Separar los buenos de los malos, organizar la lucha (que ya no será un cuerpo a cuerpo con el semejante), anticipar un final.

El juego permite realizar sustituciones, por ejemplo de un niño al que golpea, por un muñeco, desarrollar la creatividad y la diferenciación entre lo real y lo imaginario.

A través de su palabra construye su ficción, su juguete, por ejemplo, convertir el palo en espada, la taza en corona, etc.

Para nosotros, es una herramienta técnica y en el acontecer diario entre padres e hijos es una actividad importante.

El complementar ambas técnicas (el juego y dibujo) con el discurso del niño/a durante la sesión, nos permitirá encontrar un sentido al síntoma y por ende orientarnos hacia un proceso de cura.

Bibliografía

Baraldi Clemencia, Jugar es cosa seria, Ediciones Homo Sapiens, Rosario, 2001.

Baraldi Clemencia y otros, Con y sin el padre. Serie psicoanalítica, Ediciones Homo sapiens, Rosario, 1999.

Giraldi M. Graciela, El niño en la encrucijada. Acerca del juego y la sexualidad infantil. Ediciones Homo sapiens, 2004.

Mannoni Maud, El niño, su enfermedad y los otros, Ediciones nueva visión, Buenos Aires- Argentina, 1999.

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