Muchas veces las preguntas con las que nos topamos en la práctica clínica rodean la cuestión de saber hacer en la dirección de la cura. Cuestión compleja a la hora de definir hacia dónde vamos con los niños en análisis.
La primera cuestión es la tarea de tener que vérselas con un doble juego de demandas: la de los padres, y la del niño. Un trabajo permanente es poder discernir en el padecimiento que se presenta generando la consulta , qué cuestiones son relativas a desestabilizaciones fantasmáticas en los padres, y cuáles son efecto de la propia deriva pulsional que no logra acotarse, estabilizarse en el propio niño. en particular en los tiempos de la latencia, cuando esta "polimorfa sexualidad infantil"- según el decir freudiano- debe ingresar en un impasse, a la espera de la segunda vuelta de la pubertad. En el caso de que la demanda del niño conmueva fantasmas paternos al enfrentarlos con los ideales que creían tener que sostener, la intervención del analista buscará desconsistir la carga de sentido atribuida al "problema" del niño, intentando generar alguna pregunta acerca de qué representa ese padecimiento del niño para el narcisismo de los padres. A veces, pudiendo saber hacer en el terreno de aceptar lo inexorable de la falta permite producir un corte. Si los padres aceptan que tanto ellos como padres cuanto el niño estarán en falta respecto de los ideales, podrá comenzar a pensar qué pueden hacer con lo que tienen. .
Pero no sólo se trata de discernir, sino también de escuchar de qué modo están articulados estos padecimientos que se expresan por lo general en el cuerpo del niño- en esos bordes que la pulsión rodea trabajando a pura pérdida- con el decir de los padres. Sin pesquisar en el discurso de los padres, tanto en lo dicho como en lo no dicho, lo olvidado, lo fallido, lo censurado, es imposible localizar aquellos significantes donde ese sujeto en constitución, ha quedado alienado. Nuestra función advendría casi adivinatoria, oracular . Como esas lecturas de las producciones gráficas que generan estadísticamente "indicadores" que propiciarían una traducción simbólica. En general estaremos siempre más cerca de la verdad cuando ponemos en serie lo producido con el discurso paterno. Recuerdo un caso que trabajamos en el equipo de admisión del Hospital Evita donde aparecía un enigmático dibujo de un pequeño. Había una casa iluminada por un sol muy potente, pero a la vez llovía torrencialmente.. Esto se.anudaba con un discurso materno organizado alrededor del desmentido. Llover con sol era la puesta en acto de esta posición de duplicidad en relación a la castración..
Nuestra apuesta analítica será anudar lo real del goce puesto en acto en el cuerpo, con la dimensión simbólica e imaginaria construyendo un síntoma en transferencia. Construcción donde pondremos en relación lo que el niño produce en el juego, o en dibujo, actualizado en el aquí y ahora de la transferencia, con aquello que hemos escuchado en el discurso paterno y que nos orienta para encontrar eso que el niño viene a representar como objeto de deseo.
Lo que el niño pone en acto en su cuerpo: el mojar la cama, el ensuciarse con caca, el lastimarse , el hecho de romper sus juguetes, de pegar sin motivo, de negarse a comer, de negarse a hablar, de ponerse en peligro, no es todavía un síntoma. Puede ser "síntoma" pero para sus padres. Es la cara real de aquello que se articula en lo simbólico-imaginario del otro. Justamente la apuesta de construir un síntoma en transferencia procura un corte con esta posición alienada, y la posibilidad de articulación de este real del padecimiento con lo simbólico imaginario del sujeto en constitución. Es en transferencia- demanda del niño mediante, porque si no la hay no hay análisis aunque lo "traigan". Y es apostar a que aquello que el juego denota de las condiciones de enunciación, la dimensión inconciente puesta en acto, pueda pasar al enunciado. Es decir que pueda decirse, que haya un sujeto que se ubique en el intervalo. Partimos del movimiento afanísico de la pulsión, donde no puede haber sujeto. El niño que moja la cama está tomado como objeto que la pulsión rodea, aquel que ensucia con plastilina los juguetes enuncia con el juego la verdad de ser tomado como objeto por la deriva de la pulsión anal. La pulsión lo toma como objeto , y lo condena a ser a pura pérdida. Ganancia de goce , pero para otro, cuyo fantasma hace consistir . Interviniendo en el juego, pero en otra dimensión de alteridad, respondiendo de otro modo a esta demanda, absteniéndonos de esto supuesto lugar de goce que el juego vendría a hacer consistir, apostaremos a que haya un sujeto que pueda enunciar, nombrar, decir de esto que antes sólo ponía en acto con su impulsión. No es lo mismo ensuciar el juguete que decir " me hice caca" .Podemos leer, por ejemplo en la transcripción de las sesiones que Winicott tuvo con una pequeña- el caso La Pigle, como el interés estaba puesto en escuchar cada vez aquello que la niña tenía para decir. Si hay nudo goce- significante, hay sujeto del enunciado, hay alojamieno subjetivo en el intervalo, hay síntoma. Normalmente la salida de la impulsión es por la vía del síntoma . El análisis de un niño tiende a eso. A producir un acotamiento de la deriva pulsional por la vía de cierta estabilización fantamatica , vía construcción de un síntoma en transferencia.
Pero este trabajo, cuya dirección hemos esbozado del lado del niño, debe contar con un saber hacer con los padres. Por un lado escuchar de ellos aquello que nos oriente en el abrochamiento simbólico imaginario de eso de lo que nada sabríamos sino por la mediación significante. Lograr que puedan ceder al niño, y también darles un lugar donde alojar su demanda para que ésta no devenga "transferencia salvaje". Los cambios en el pequeño pueda angustiarlos. Es necesario alojar sus demandas. Esto lo saben perfectamente bien quienes sufren esos acosos de pasillo en las instituciones, que se resuelven muchas veces con propiciar ámbitos formales. "Nos encontraremos para hablar del niño"- la sola propuesta suele bajar los decibeles del acting. Si bien no debemos responder a la demanda no es posible trabajar sin alojarla.
También la estructura dominante en los padres puede hacernos de límite. Esto de trabajar con sujetos que dependen de otro., siempre fue destacado por Freud como un obstáculo fuerte para conducir una cura. Porque aún propiciando un alojamiento de la demanda de los padres, una posición de escucha y de trabajo con ellos, las estructuras en juego definen siempre un límite. Cuanto más nos alejamos de las neurosis, más complejo es el trabajo y menores son las chances. Siempre nos encontramos con la pregunta de qué hacer frente a decisiones que afectan ostensiblemente la vida del niño, como mudanzas, cambios de habitación, de escuela, de grado, y que son tomadas sin haber sido habladas en el ámbito del tratamiento. En algunos casos ya no se tratará meramente del saber hacer del analista. Entrarán en juego otros modos de intervención. Como en el caso de las perversiones. Como siempre, nos encontramos oscilando entre la impotencia y la imposibilidad, pero poniendo en función un deseo, ese que sostiene nuestra posición. Y tratando de operar, en cada estructura, con los modos de intervención necesarios para cada modo de anudamiento. Una intervención en lo simbólico no está llamada a producir el mismo efecto cuando hubo nudo que cuando no lo hubo. En las llamadas patologías del acto, en esas presentaciones a puro acting o pasajes al acto, se trata de intervenir en lo real para producir corte. A veces elegimos transitar la cuerda de lo imaginario. Siempre es en la singularidad del uno por uno.
Dirigir una cura supondrá siempre sostener diferentes posiciones, hacer diferentes apuestas, en el caso por caso. En los análisis de niños estaremos siempre escuchando en el despliegue del juego aquellas cuestiones que nos permitan definir en qué tiempos de su constitución subjetiva se encuentra el sujeto
El kleinismo resolvía la cuestión de las diferencias por la vía expedita del Edipo temprano y la dualidad entre la posición esquizo-paranoide y la depr esiva. Se trataba de una lectura del juego que todo el tiempo transitaba por la cuerda de lo imaginario en su intersección con lo real. La lectura que Lacan hace de Freud, intentando una articulación en tres registros permite determinar la diferencia entre los tiempos de la identificación primordial, el estadio del espejo, con los tiempos preedípicos , el Edipo y su caída en la etapa de latencia. Procura mediante la Topología y la Lógica dar cuenta de la constitución de un sujeto en esa intersección entre la dimensión de lo inconciente- la retórica y lo pulsional- la gramática.
Como en el caso de los adultos, el acto analítico propiciará el cambio de posición subjetiva, el corte que permita el pasaje de una cara a otra de la Banda de Moebius Transitaremos la cara de la alienación para pasar por el borde a la cara separación, corte mediante .Esto cuando el sujeto está inmerso en el Lenguaje, es decir cuando ha accedido a la palabra, es decir a la función simbólica como presentificación de la ausencia. En los casos en la función de la palabra no se ha instalado, la difícil apuesta será aquella de propiciar esta ausentificación del Otro, el corte con su punto de goce, proponiendo por ejemplo el juego de ausentar y recuperar el objeto. Trabajo de producción de una pérdida, a la espera de la inscripción de la marca, repetición mediante. Allí la intervención del analista está muy lejos de la abstinencia. Es necesario encarnar a un Otro diferente de aquel cuyo goce se hace consistir al quedar capturado en una deriva sin palabras. Intervenir desde lo real del juego, pero proponiendo significantes. , y oficiando de soporte para que desde el espejo pueda quedar reflejada una imagen, si no jubilosa, al menos pacificadora. Tiempo difícil de soportar, enigmático, teñido del aburrimiento propio de esa repetición en su cara real, siempre idéntica a sí misma. Intervenir en el circuito siempre idéntico para propiciar, transferencia mediante, la inscripción de alguna diferencia, para iniciar alguna serie .Apuesta que tiene sus límites en el peso de la estructura prevalente y las condiciones de posibilidad que cada caso comporta. Nunca como en estos casos queda evidenciada nuestra falta al saber. Falta que nos pone a trabajar.
Otro momento puede ser, pese a estar incluido en el Lenguaje y haber accedido al símbolo, esa dificultad en ingresar a los tiempos del Edipo, con la universalización del falo como resignificador de los anteriores objetos. Allí el niño está capturado en el deseo de la madre, en la instancia del ser sin acceder a la problemática del tener.
También puede haber una serie de trastornos derivados de la problemática edípica en el tiempo de la amenaza de castración. Un síntoma característico: la fobia. Fobia que no "curaremos" en la medida en que representa un intento de escritura de algún Nombre del padre que permita sostener al sujeto en la lógica del tener dentro de la serie fálica.
Otros casos denotan la dificultad en entrar en Latencia, en eso que Freud designó como sepultamiento del Edipo. Esa persistencia de trastornos que indican cierto desborde pulsional que tiene "fijado" al pequeño a la escena edípica en su lugar de objeto a . Y que le hace difícil responder a la demanda social de socialización, al aprendizaje.
En la singularidad del caso por caso tomamos la dimensión lógica más que la cronológica, porque no hay una linealidad en la constitución subjetiva. El diagnóstico- necesario para orientarnos en al dirección de la cura no podrá ser sino en transferencia
Para finalizar, un fragmento clínico
Un niño de seis años, S, es traído a la consulta por importantes dificultades en el desarrollo del lenguaje. Habló tardíamente , parece poco interesado en comunicarse y su vocabulario es pobre con predominio de clichés verbales, vacíos de sentido.. En diferentes encuentros comenzó a repetirse una actitud estereotipada hacia los objetos- sacaba uno a uno los juguetes de la caja y los tiraba con agresividad contra el piso. En principio pensé que no se trataba de un juego, porque no había todavía un trabajo simbólico en la medida que sólo había tirar sin recuperar. Pero algo quedaba enunciado en este expulsar.. El trabajo con los padres permitió poner en serie este circuito con cierta posición materna : no saber si continuar o no con el embarazo del niño, acompañado de fuertes fantasías de rechazo. Este, tomado en la posición de ser más que el falo materno un objeto aún no falicizado, más emparentado con Das Ding que con alguna cualidad de objeto resignificado dentro de la serie fálica - pareciera resolver en acto en este "juego "esta duda acerca de si tirarlo - abortarlo- o no.
En el angustiante clima de tirar todo lo que se le ofrecía, acto que lo llevaba a aburrirse , tirarse en el diván y pretender dormir, fui ensayando con poco éxito diferentes modos de intervención, proponiendo diferentes actividades. En determinado momento decidí comenzar a hacer construcciones con cubos. La primera reacción que se despertó en él fue tirarlos. Yo me dedicaba a reconstruir lo que se rompía, mostrándole cómo hacer para encastrar un cubo con otro. Se fue interesando y comenzó a participar,.. Pero al terminar algo lo derrumbaba. Volvíamos a hacerlo, se iban sumando otros elementos: animalitos, a los que a su vez se tiraba. Pero esta vez él mismo los tiraba desde arriba de las construcciones y los levantaba. Finalmente terminó tirando todo por el piso. Entonces me mira muy fijamente a los ojos, asustado y me pregunta- es la primera vez que me dirige la palabra- porque normalmente se dedicaba a repetir frases de personajes sin ninguna relación con el juego- ¿qué te pasa?. Le contesto: no sé, ¿ a vos que te parece?, ¿Tendría que estar enojada? - No, dice y se tranquiliza
Apres coup pensé que la respuesta había intentado ubicar una incertidumbre en lugar de una certeza de goce. Posiblemente esto lo había tranquilizado también que esto estaba en relación con una escena típica.. Cuando S se ponía agresivo y rompía juguetes, el que se enojaba mucho era el papá- que llegaba incluso a pegarle.. La escena se repetía en transferencia, pero con otro desenlace .Algo se decía Más allá de lo dicho era importante que se dijera.