El psicoanalista, durante su psicoanálisis personal, se ve forzado a volverse a conectar con el niño que en él existe (es decir, con las etapas de la infancia que pudieron asemejarse a una "crisis" de locura; de esta forma, a través de un lenguaje olvidado, descubre de nuevo las palabras perdidas de un dialecto materno (o de una lengua materna). Estas palabras encontradas de nuevo, asociadas a los juegos, las risas y los dramas de su infancia serán lo que, en su práctica como psicoanalista, le servirán para hablar con el paciente.
Maud Mannoni, "La teoría como ficción"
El encuentro con los niños que son traídos a la consulta me enfrenta con cierto malestar, con decires parentales que coagulan al niño en un personaje que se les hace piel. Si hay algo que caracteriza a la clínica es estar hecha de obstáculos. Obstáculos que tomarán diferentes formas. Hijos que no pueden ser incluidos en un linaje, niños en los cuales el padecimiento persiste, niños que son tomados como adultos, niños que no pueden jugar con sus pares. Niños que por los deseos inconscientes de sus padres, por una enfermedad orgánica o por el momento socio-histórico actual son expropiados de las escenas de la infancia. Si de algo valioso se puede expropiar a un niño, si hay alguna propiedad a expropiar, es el juego. Huizinga plantea al juego como una acción que absorbe completamente al jugador. Las dificultades aparecen cuando el niño queda expulsado del juego, cuando el niño y el analista no son absorbidos en el juego, no tienen entrada. Si una intervención posible en la clínica con los niños sería un pasaje de una zona en donde el niño no puede jugar a una en donde sí pueda hacerlo, ésta deberá recaer en primer lugar sobre el analista. Será el analista quien también deberá pasar de una zona de no juego, de juego detenido a una en que pueda jugar. Cuando un juego se interrumpe habrá que preguntarse qué dificultad se tiene en ese lugar. A veces ponerse a jugar no es una tarea fácil ni juguetona.
Silvina no quería irse cuando concluía los encuentros con ella. Se colgaba de mi ropa, aplastaba los juguetes, me abrazaba excitándose o tiraba al aire las historias clínicas que encontraba a su paso. Me imaginaba por horas intentando que Silvina aceptara el final del encuentro. Intercambiamos dibujos y ella aceptó irse. En una oportunidad me tiró un vaso de agua mojándome. Entre furia y angustia salgo a la sala de espera y ante su mamá le digo que así no me gusta jugar. Un "me dijiste que te ibas a portar bien" de Estela hizo que Silvina respondiera a mi intervención (fuera del juego) con un mordisco en mi mano. Comencé a ver en ella un pequeño monstruo. Pero el monstruo debía quedar afuera para poder jugar. No podía hacerlo si era mi angustia la que iba en aumento cuando Silvina comenzaba a descontrolarse. Los caballos aparecían como personajes protagonistas o secundarios cuando algo de lo lúdico parecía comenzar a instalarse. Luego de casi un año de tratamiento en una entrevista con los padres de Silvina su papá comienza a hablar. Silvio refiere que su hija no puede perder en ningún juego, situación que complica la relación de Silvina con sus pares. Relata que cuando él era joven se descontrolaba pero que ahora "se está bajando del caballo". Recuerda que su padre hacía pasar penurias económicas toda la familia ya que era un jugador compulsivo. El fin de semana siguiente a esta entrevista volviendo de viaje en micro veo caballos a través de la ventanilla. Me hice una pregunta que no le había hecho a Silvio. ¿A qué jugaba compulsivamente su padre?. A los caballos. En un próximo encuentro espero a Silvina con el caballo en mente. Comienza a hipnotizarme y transformarme en animales. Me propongo como caballo. Me ordena en mi papel de caballo que lleve mensaje escritos en mi boca. Soy un caballo que salta, trota, relincha. Como caballo pude entrar en escena como personaje. Luego siguieron juegos de competencia donde yo fui el perdedor mundial y ella la ganadora mundial. Jugamos a la oca y a falta de ocas bien vinieron unos caballos. En otra oportunidad, Silvina me comentó que tenía que hacer para un taller de plástica al que concurre un caballo con papel y cartón. Luego jugamos a adivinar personajes o al tutti-frutti. El descontrol comenzó a controlarse, ordenarse, a entrar en regla. Un juego infantil quizá posibilite dar cierta imagen para pensar la interrupción del juego. Los niños preguntan ¿ lobo estás?, y mientras el lobo no aparece en escena se puede seguir jugando. Cuando el lobo terminó de vestirse y aparece, el juego termina y todos salen corriendo para nos ser atrapados.
Una de las caras que puede tener el lobo es la angustia del analista. La constitución de un personaje me posibilitó la entrada en el juego, me ayudó a poner una pantalla frente a la angustia, la propia, una pantalla a aquello que para mi se transformaba de verdad. Es necesario que algo quede fuera del juego para seguir jugando. Mi angustia, la de Silvina, y la historia de un abuelo que queriendo ganar siempre perdía plata, familia. Algo del orden de la "verdad histórica", de lo que no tiene disfraz al modo de una pesadilla había que dejar afuera. Difícil sería para Silvio ponerse a jugar con su hija, cuando el jugar es descontrolado, trae consecuencias penosas. Que Silvina dejara de ser para mi un pequeño monstruo y comenzara a transformarse en una reina déspota y cruel de quien yo era su caballo, hizo que el juego absorbiera la conflictiva que la atrapaba y el juego nos "atrapó a ambos".
Y si el lobo no está se puede seguir jugando. Lautaro tiene tres años. Los papás consultan porque no quiere hacer caca. "Se traba, se enrosca para que su caca no salga", dice el papá. En abril del ´96 tuvo un bolo fecal y en agosto del mismo año nace su hermana. La mamá relata que es terrible hacerle hacer caca a Lautaro, es una "ceremonia macabra". Lautaro usa pañales, en el jardín se aísla, es introvertido, duerme mal. Dice Viviana "en lo motriz es un cagón de aquellos, no quiere subirse al tobogán", agrega el papá "el teatro es más para ella que para mi". Freud plantea que el juego teatral no puede hacer peligrar la seguridad personal. Para Lautaro y sus papás el teatro es "de verdad". Lautaro responde con su cuerpo. Algo juega con él y él no puede jugar, queda aislado. Lautaro es el objeto de una ceremonia macabra. En su cumpleaños no quiso una torta y vomitó. Parece que no se puede festejar, no se puede recordar la fecha de nacimiento, es doloroso. El lobo devorador aparece en escena. Una cara de espanto, de horror. La mamá de Lautaro pierde una hermana de cuatros años cuando ella tenía doce. Muere de un tumor cerebral. "Se tiraba en el sillón con cara triste igual que Lautaro cuando no quiere hacer caca". Cuando nace el abuelo materno, la bisabuela de Lautaro muere en el parto. Niños que mueren. Madres que mueren. Nacimiento y muerte. Sexualidad y muerte. Una de las teorías sexuales infantiles es que los niños nacen como caca. Niños, hijos, caca, regalos. "Si no hacés caca te mato" dice la mamá y si hacés caca, tenés hijitos, también te podés morir. No hay salida. Lautaro dice tener miedo que la caca salga , "no quiero que salga, ni en pedo la dejo salir", dice Facundo. La mamá sueña que un abuelo asesina a su nieto. Al despertar recuerda la cara del niño soñado y dice: "estuve dos días como loca, llorando, no podía dormir. El nene del sueño no era Lautaro, pero el gesto de la cara me hacía acordar a él. No podía sacarme de la cabeza la idea de que Lautaro tenía algo malo, que tenía cáncer y se iba a morir. Este año Lautaro cumple cuatro. Es el año letal". Fantasías maternas que devoran a Lautaro. No se puede jugar con el hacer caca, no se pueden contar historias. Los autos entran y salen del consultorio, se quedan trabados, hay que empujarlos. Los autos viajan por diferentes lugares. Lautaro introduce una nota propia en la escena. Los autos se caen y hay que arreglarlos. Tiramos autos desde el escritorio y los vemos caer. Por primera vez pide quedarse un rato más a jugar. El juego comienza a instalarse con cierta diversión, con cierto placer. Los autos caen. Quizás Lautaro tenga que descontarse de las fantasías maternas, caer de ese lugar, caer bien parado para poder jugar.
Hay autos que caen bien parados, otros que se ahogan y no sirven más, otros que pueden arreglarse. Lautaro trae su mochila llena de autos, Jugamos a perder. Hay autos que se pierden definitivamente, otros que se pueden recuperar. Perder algo no implica ser arrastrado por la pérdida, perderse, morirse. Aquello que no funciona lo tiramos. Lautaro comienza a tirar bebés a la basura, le digo, "no, por favor, los bebés no, los bebés, no". Se ríe, se escapa y los tira. Después los bebés son rescatados por nosotros.
Una pelota (llavero del auto de su papá) viene a jugar con nosotros. Esta pelota sale de diferentes manera. Rápido, despacio, se esconde, se asusta. Me pide que me tape los ojos y la pelota se escapa. El salir se constituye en personaje. Largas filas de autos por el pasillo. Me pide que le avise si alguno quiere escaparse. Algunos se salen de la fila y caen por la escalera. Tengo que atajar la caída y a veces los dejos caer. Intervengo diciendo: "Me quieren hacer mierda, ni en pedo los agarro".
Refiere el papá "yo le digo, no te retuerzas, dejalo salir. Ahora no es la retención de antes, le salían unas pelotas. Ahora está mejor". Dice Lautaro "los autos no tienen miedo, van a salir después".
En un encuentro los autos decidieron no venir a jugar. Llega un globo con ojos que Lautaro había hecho en el jardín. Hablo con el globo, lo saludo. El globo sale, nos lleva fuera del consultorio, baja las escaleras. Lautaro comenta que el globo quiere "salir afuera". Salimos y llegamos a los juegos. El globo lo lleva a subir y bajar del tobogán, se esconde. En un momento Lautaro comienza a enroscarse. Parece salirse del juego. Aparece un gesto en su cara de cierto placer, se queda como ensimismado.
En el ensayo sobre la sexualidad infantil dice Freud "Los niños que sacan partido de la estimulabilidad erógena de la zona anal se delatan por el hecho de que retienen las heces hasta que la acumulación que éstas provoca fuertes contracciones musculares y, al pasar por el ano, pueden ejercer un poderoso estímulo sobre la mucosa. De esta manera tienen que producirse sensaciones voluptuosas junto a las dolorosas". Algo de lo pulsional parece atrapar a Lautaro. El globo me ayuda a dejar al lobo afuera. "Lautaro el globo te quiere decir algo", intento que Lautaro vuelva a jugar. Se lo acerca al oído y dice "quiere hacer caca". El globo dice hijo de puta, boludo, mierda, "es un boca sucia". Al volver al consultorio le pregunto a Lautaro por donde hace caca el globo, me contesta y agrega "ahora se está tirando pedos, te tira pedos a vos". Parece que se puede empezar a jugar con la caca aunque el lobo está al acecho. Es necesario que vaya quedando incluido en el juego aquello que expulsa al niño de la escena infantil. La caca, los bebés, el salir que no es perderse o morirse, el cagón motriz queda en los juguetes, en los objetos y Facundo comienza dejar de ser un objeto, que como una pelota va y viene desde los decires del padre a la madre. Que los lobos que devoran queden afuera. Las caras del lobo serán diferentes para cada quien. El lobo podrá devorarnos, capturarnos en imágenes ideales, en significaciones cristalizadas, en la satisfacción del síntoma. Habrá que decidirse y dejar el lobo afuera para que el juego continúe. Luego de un recorrido es necesario que como analistas también quedemos afuera. "Todos abrigamos la esperanza de que nuestros pacientes terminen con nosotros y nos olviden, que descubran que el vivir mismo es la terapia que tiene sentido" decía Winnicott. Agregaría que cuando de niños se trata, que el olvido recaiga sobre los personajes que hemos representado y que más allá del consultorio el niño siga jugando.
BIBLIOGRAFIA:
BEISIM, Martha "Juegos de transferencia". La personificación y el equívoco en el análisis de niños. Redes de la letra N° 7. Ediciones Legere .
CAILLOIS, Roger "Los juegos y los hombres. La máscara y el vértigo". Introducción. Cap. 1. Definición del juego. Colección Popular. Fondo de Cultura Económica. México.
FREUD, Sigmund "Tres ensayos de teoría sexual". II. La sexualidad infantil. Amorrortu Editores.
MANNONI, Maud "La teoría como ficción". Prólogo. Editorial Crítica. Grupo editorial Grijalbo. Barcelona.
WINNICOTT, Donald "Exploraciones psicoanalíticas I". Editorial Paidós.