Diversos autores que han marcado un hito en la historia del psicoanálisis con niños: Freud, Klein, Dolto, Winnicott, Lacan. Seguramente habría que agregar a Mannoni. Han sido los autores con los que nos formamos y de los que aprendimos gran parte de lo que sabemos quienes nos encontramos habitualmente con niños en un consultorio.
Este listado no es exhaustivo. Alguien podría objetar la ausencia de Anna Freud. Pero el listado no es exhaustivo porque falte tal o cual autor, sino porque no podemos, no debemos, no queremos excluir del listado de los que saben, a los niños. A cada uno de nosotros, los analistas de niños, algunos chicos nos han enseñado muchas cosas.
Y bien, ¿qué es lo que saben los niños? ¿saben? Si los pensamos junto a los autores mayores, a ellos, a los niños, ¿cuál es su autoría? ¿de qué son autores?
Particularmente vale la pregunta, ya que definimos al saber, desde una de sus vertientes, como un saber hacer con el inconciente: creemos que no se trata en el análisis de recordar, de luchar contra el olvido. No somos apasionados por el recuerdo. Más bien somos los interesados por el hacer algo con ese recuerdo. Hacer algo con ese recuerdo es a lo que llamamos: saber hacer.
Pensamos que el inconciente es la pasión del psicoanalista. Esa es nuestra ignorancia, el inc.
El saber hacer es la intersección entre el inconciente y el analista. El saber hacer se desprende de ese encuentro.
Es una fórmula de alcance general: el análisis es un saber hacer con. Con el saber del Otro. Con el saber de Uno. Con el saber del analista. Saber hacer con.
Es indudable que esta fórmula también vale para los niños. Los niños que han pasado por el análisis, saben. Saben hacer con el saber de sus mayores. Saben hacer con su inconciente.
Es indudable que los niños saben hacer...pero conviene probarlo. Probarlo cada vez.
Recuerdo especialmente a un niño.
Quisiera comentar algunos fragmentos de su vida.
Vida que comienza como la de tantos otros niños: él está ubicado como la metonimia de la falta en ser de su madre. Su imagen es ofrecida para el amor de su madre. Intenta engañarla con juegos en los que el falo está en todas partes y en ninguna. Son juegos dialécticos de presencia-ausencia. El intenta engañarla en ese deseo de falo que ella tiene. Está en el tiempo que Lacan llama: paraíso de engaños. Nuestro niño está en el paraíso...rápidamente va a estar en el infierno.
Hace unos meses nació su hermana, a la que llaman Hanna. El está en una etapa, solo tiene seis años, de masturbación activa, que su madre, como corresponde, prohibe bajo amenaza de castración.
Hasta aquí nada que no conozcamos. El asunto es que nuestro pequeño hèroe se angustia.
Retroactivamente sabremos que el nacimiento de la hermana, la masturbación y la consiguiente amenaza tendrán algún valor, pero no causan la angustia.
El desencadenante de la angustia no será la masturbación, sino la sensación orgásmica que a veces la acompaña. Primeras sensaciones orgásmicas equivalentes a lo que Freud llamó: experiencia sexual traumática. Ante esa experiencia corporal este niño carece de elementos simbólicos para poder asimilarla. Se encuentra con un goce pulsional de muy difícil elaboración. La emergencia de un real pulsional desencadena la angustia: su pene se le vuelve real.
La angustia conduce a la represión y a la regresión en el discurso. Nuestro niño desarrolla una fobia: temor a ser mordido por un caballo.
El caballo sustituye a ambos padres del niño: temor a ser devorado por la madre y sustitución del padre en tanto padre simbólico.
El caballo pasa así a ser un término significante. Nos encontramos ante un niño síntoma de la pareja de los padres.
Los caballos de la angustia intentan producir un saber hacer con la angustia. Es su primera solución porque ante los caballos no siente angustia, sino miedo. Miedo no solo de que lo muerdan, sino miedo que los caballos caigan.
Esta primera solución, podríamos decir que la fobia es la primera solución, organiza el espacio: sitúa un interior y un exterior.
La madre le dice en algún momento: "tu pene es una porquería". El es expulsado del interior del cuerpo de la madre y la ubicación de los caballos que lo atemorizan (que no son todos los caballos) sirven de elementos para demarcar el espacio exterior: por aca se puede ir, por alla no.
La porquería designa a su vez la angustia como angustia de la insuficiencia : marca la diferencia entre aquello por lo que él era amado (el paraíso de engaños) y su pene.
La porquería nombra entonces lo imposible de satisfacer para la madre. Su madre no se engaña con su pene.
Si el falo ya no rige las relaciones entre él y su madre, tal función pasa a cumplirla el caballo.
Con lo cual la fobia y su significante tienen una función de suplencia: suplen lo fallido de la función del padre. Padre incapaz de satisfacer a su mujer, la madre de este niño.
Podríamos preguntarnos, con todo derecho: si la fobia suple lo no realizado por el padre, porque habría que curar al niño de la fobia? si la fobia misma es una solución, una cura?.
La clínica nos indica que este saber hacer con el goce no es suficiente para resolver el tema de la angustia: no asimilan las fobias el goce inarticulable .
Muchas veces nos encontramos con fobias transitorias en la clínica con niños que "se curan solas". No ha sido el caso de este niño. No lo ha sido gracias a que tiene un tipo especial de padre y de madre, al decir de Lacan.
Se entiende lo que quiere decir que la fobia es una placa giratoria que vira hacia la neurosis, hacia la perversión (¿o la psicosis?): el viraje es el intento de resolver lo que la fobia no logra resolver: la cuestión del goce pulsional.
Pasan a primer plano, tercer fragmento de esta vida, las fantasías. Ocuparán el lugar de la operación del complejo de castración. Nos interesan especialmente dos fantasías que desarrolla este chico, que ya sospecho se habrá descubierto de quien se trata. En la primera, fechada en el historial de Juanito como la del 11de abril que indica la posibilidad de separación de su madre en la escena de la bañera y la fechada el 02 de mayo en las que su trasero es separado por el instalador y reemplazado por otro. Su pene también es separado de su cuerpo, pero no es reemplazado por otro. No hay sustitución.
La operación es incompleta: no hay un corte que complete la fantasía. Aquí se termina el historial, del que solemos repetir que es un historial sin concluir porque no ha concluido la construcción del fantasma. Pero, ¿qué quiere decir que no se concluyó de construir el fantasma?
Volvamos al tema del goce: la sensación orgásmica desencadena la angustia y lleva a J. a estructurar la fobia. Esto es así porque se quiebra la unidad imaginaria. Se fractura la unidad de la imagen especular narcisista. Aparece algo por fuera del campo imaginario, algo sin representación en el espejo.
Aparece un cuerpo fuera del cuerpo, ese goce extraño ligado al pene, pero no asimilable. No asimilable quiere decir que pertenece al exterior del cuerpo, y por lo tanto ajeno al sentido. Lo exterior lo es tanto al cuerpo como al sentido.
Si su madre lo rechaza a su pene, él se angustia. Es a lo que llama Freud: angustia de la insuficiencia. La fobia es la expresión del rechazo materno. Pero es también la fobia la expresión de lo fuera de sentido y lo fuera de cuerpo, el órgano en tanto real.
Doble rechazo, al que J. encarna de diversos modos: el paradigmático del caballo y sus coces (los coces..¿.los goces?), luego los ruidos. Finalmente el agujero negro en la boca del caballo, eso que J. no puede mirar. El fantasma intentaría dar todo su valor a lo que este niño no puede mirar en los caballos.
Cabe pensar que la angustia en la fobia no tiene resolución por la vía del fantasma.
Podemos pensar estas hipótesis porque disponemos de otros fragmentos de esta vida.
A los 19 años va a ver a Freud, no recuerda nada de su tratamiento, solo reconoce algunos nombres de algunos lugares que Freud deja sin modificar en el historial.
Juanito ha dejado de serlo y conocemos su nombre: Herbert Graff; a su padrino: Gustav Mahler; a los gustos literario-musicales de su padre. Sabemos también que HG ha sido un famoso director de escena de ópera. Es más, HG ha inventado ese lugar que en la ópera no existía: el de director de escena, lo que también se llama: régisseur.
En una revista de ópera: "Opera News" se le realizó un extenso reportaje, que nos interesa porque nos permite inferir como resolvió el Sr. Graff lo imposible del goce en Juanito.
A los 16 años ya le gustaba la ópera. Su padre le entrega una tarjeta personal firmada por él mismo para que vaya a ver una puesta de la que el director era amigo del padre. Juanito se entusiasma y quiere volver a ver esa puesta. No dispone de otras tarjetas firmadas por el padre, sí de tarjetas sin firmar. Falsifica la firma del padre y asiste durante tres meses a las funciones.
Cuando finaliza la temporada de òpera y va a despedirse del director amigo del padre, éste le dice que no era necesario falsificar la firma de Max Graff. Con solo decirle de su anhelo, lo habría autorizado a asistir. J. le dice al periodista: "a pesar de lo avergonzado que me sentía, ese verano en la ópera fue el momento decisivo de mi vida".
Luego dice: "siempre pensé que el director de escena es el "hombre invisible" de la ópera. La naturaleza misma de esta labor es permanecer entre bambalinas y dejar que la luz se proyecte sobre la obra en sí".
Por un lado encontramos que el momento decisivo de su vida sucede en la adolescencia. En ese episodio, casi diríamos menor, en una vida J. toma una decisión que lo ligará por el resto de su existencia a la ópera.
Decisión ligada no solo a lo que vió en esas representaciones, sino al encuentro con alguien que, a diferencia de su madre, se deja engañar por J. y que al mismo tiempo, hace lugar a su deseo. A su deseo de espectador, a su deseo de engañar.
Su invento, su autoría, eso a lo que llama: "el hombre invisible" en la ópera es su modo de ligar esa mirada problemática del agujero negro.
La función escópica es invisible, no aparece en el espejo. La invención del "hombre invisible" opera como pantalla. Hace de pantalla a la función de la mirada: lo real del agujero negro encuentra un sinthome, el que permanece entre bambalinas pone un velo a lo real.
Herbert Graff hace su fantasma con la ópera.
El hombre invisible es el saber hacer con el que Herbert Graff se da un nombre, más alla de la genealogía.
Darse un nombre, dignidad del sujeto, hace de Juanito...un mayor.
Miguel Calvano