Recibir la consulta de los padres de un niño en el consultorio supone tomar una posición, en tanto analista, con respecto al lugar que se le dará a ese niño en el análisis que se conduce. Es sumamente importante en la práctica clínica en la infancia que el analista que lleva adelante la cura no tome por objeto al niño sino que pueda suponer un sujeto, y apueste en esa dirección. Sostengo, entonces, que se trata de apostar a que el sujeto avance por sobre el niño.
El sujeto adviene en tanto la madre lo anticipa con su deseo y el padre saca del anonimato ese deseo materno instalando la prohibición del incesto. El niño adviene al lugar de objeto de deseo, amor y goce en la estructura de los padres y, para efectuarse como sujeto, deberá descontarse de ese campo encontrando un significante que lo represente, para otro significante. Esto supone la instalación de la represión y la posibilidad de que el sujeto se efectúe en discurso.
Que el sujeto avance por sobre el niño implica pérdidas y ganancias: de goce, en tanto se pierde el goce absoluto para acceder a otros goces; de objeto natural, en tanto que a diferencia de los animales el objeto no está predeterminado por el instinto lo cual posibilita la elección de objeto; de acceso directo a lo Real, obteniendo como ganancia la apertura del inconsciente y, por ende, del saber.
Siguiendo a Freud, reconocemos que en el análisis de un niño, a diferencia de un neurótico adulto, los padres de la infancia están aún presentes y, por ello, no sólo trabajamos con el niño sino también con sus padres. Efectuamos un influjo analítico sobre los padres cuando se presentan resistencias que obstaculizan la tarea e influyen en el niño. Los padres, ante cada nuevo movimiento subjetivo de su hijo pueden o no favorecer el avance en la estructuración. Así como la infancia pasará a estar reprimida, los padres reales pasarán a estar fantasmatizados.
Algunas veces, los padres efectúan una consulta cuando no logran ocupar el lugar de Supuesto Saber sobre lo que al niño le pasa y, entonces, recurren a otro, el analista, para que les aporte un saber sobre el sufrimiento. Esto supone una transferencia simbólica, pero no siempre contamos con esta manera de presentación. Otras veces lo que los padres demandan es la restitución del niño que tenían, que el niño que aman no presente su Real, aquello que lo hace sujeto. Transferencia por la vía imaginaria. Y cuando recurren porque otro se los señala, suele haber un goce parasitario del que no están dispuestos a desprenderse, generalmente: transferencia real.
El niño buscará saber ante la irrupción de goce, ante el avance de lo Real. Tal como lo que le acontece al pequeño Hans: el nacimiento de una hermanita, sumado al goce que comienza a registrar en el genital masculino, despierta en él la curiosidad sexual. Es porque algo Real irrumpe que el niño buscará saber y le dirigirá sus preguntas a sus padres. Es esperable que éstos padres respondan hasta el límite de su saber, hasta el punto en que aparezca un agujero en el saber. Al campo del Otro le falta al menos un significante que es lo que permite el juego. Es decir que allí donde el sujeto encuentra la falta podrá hacer una jugada propia.
Uno de los recursos para que el infans pueda ir descontándose como objeto del Otro es el juego. Construye con él una ficción que ordena, incluso, su manera de gozar. Logra construir, porque juega, una respuesta singular a la demanda del Otro.
En los tiempos de la infancia, el sujeto cuenta con una herramienta privilegiada para bordear lo Real, para circunscribirlo y acotarlo: el juego. Simbólico e Imaginario se juegan para acotar el goce, lo Real que irrumpe inesperadamente.
En la conferencia 34 de "Nuevas lecciones de introducción al Psicoanálisis", Freud nos advierte que una de las especificidades en el trabajo analítico con niños es que el método de la asociación libre resulta insuficiente. El niño no dispone, inicialmente, de las palabras.
La asociación libre supone que hay operaciones que se han efectuado, el sujeto cuenta con otros recursos. Supone el pasaje por las tres identificaciones; instalación de la represión y el retorno de lo reprimido.
Brevemente digo que la primera identificación, a lo Real del Otro real, posibilita que el sujeto esté inmerso en el mundo del lenguaje, el operador en juego es el falo simbólico. La segunda identificación, a lo Simbólico del Otro real, que es la del Edipo, da cuenta de que el operador es el rasgo unario, trazo singular, propio del sujeto. La tercera identificación, a lo Imaginario del Otro real, supone la posibilidad de que el sujeto se identifique al deseo del Otro; es la del síntoma, lo cual supone el retorno de lo reprimido. Hablamos de una estructura tripartita donde los tres registros (RSI) están anudados.
El niño está inmerso en el lenguaje, pero está en vías de constitución de la palabra, asistimos al tiempo de extracción del rasgo que lo representa como sujeto para otro significante. El niño está en vías de servirse de esos significantes, de ese lenguaje, que le dona el Otro, para formular un escrito propio.
El juego, en parte, anticipa la función que desempeña la asociación libre en el dispositivo analítico.
El juego permite que el sujeto inscriba una letra propia, con el universo simbólico que le propone el Otro, es decir que, a través del juego, el sujeto circunscribe la falta. El sujeto se descuenta permitiendo que el niño no se cristalice en una identidad, instala la diferencia. El cambio de personajes, la creación de una escena, establece coordenadas para la construcción del fantasma.
Lacan define el fantasma como una ficción, ventana a través de la cual el sujeto mira la realidad. Si avanzamos con él, decimos que implica la posibilidad de velar lo Real, ponerle un velo imaginario. También supone un guión 2 en tanto está hecho de palabras, frases gramaticales que ya Freud planteaba en "Pegan a un niño ".
Inicialmente el niño precisa, para jugar, del soporte real de los objetos, los juguetes, pero progresivamente, esos objetos pasarán a ser "mentales", va a contar con mayores recursos simbólicos en tanto se amplía la capacidad de fantasear. El niño juega a producirse como lugar simbólico, despegándose de la significación que le recae desde el campo del Otro.
El juego, al ponerse en juego se va reprimiendo.
Freud nos brinda dos lecturas sobre el juego. En 1908, sostiene que el juego está en relación al placer y a la realización de deseos, concediéndole el mismo valor que a los sueños. En esta época compara el juego de los niños con el espectador que mira una escena teatral en el punto en que, por identificación con el héroe de la obra, se produce una sensación placentera de descarga de la tensión con ahorro del gasto de energía en el punto en que el espectador no pasa por las peripecias del héroe.
También compara el juego de los niños con el fantaseo de los adultos. Este recurso le permite al niño producir un mundo propio, cargado de afecto pero que, a diferencia de las fantasías, requiere del soporte en objetos del mundo real. El adulto se avergüenza ante el relato de sus fantasías mientras que el niño, si bien no ofrece su juego a la mirada del otro, tampoco lo oculta.
El juego de los niños, en este tiempo de la teoría freudiana, es regido por el deseo de ser adulto, lo cual permite leer la operación del ideal del yo.
El juego aparece aquí en relación al principio del placer: lograr el placer con un mínimo esfuerzo, reducir al mínimo la tensión en el aparato psíquico.
En 1920, con la torsión que produce el descubrimiento de que hay algo más allá del principio del placer, la compulsión a la repetición, perpetua repetición de lo mismo, Freud aporta una nueva versión sobre el juego que, si bien no le resta importancia al efecto placentero que se registra en los niños al desplegar tal actividad, nos permite pensar algunas otras cuestiones que van más allá de cumplir una función de realización de deseos.
A partir de los sueños traumáticos, de las neurosis de guerra, el creador del psicoanálisis se pregunta cómo puede explicarse que se repita la escena traumática en los sueños. Esto imprime un nuevo sello a lo que venía pensando en torno a los sueños como realización de deseo.
Siguiendo esta línea, se sirve de la observación de un juego desplegado por su nieto de un año y medio de edad.
El pequeño, que apenas hablaba, no lloraba nunca cuando su madre lo dejaba por varias horas, sin embargo repetía una acción que consistía en arrojar, lejos de sí, todos los objetos de los que podía apoderarse. Mientras efectuaba ésto emitía un sonido ooooo, leído por Freud y la madre del niño como la palabra "fuera- fort".
Nos dice Freud: "todo aquello era un juego inventado por el niño, y que éste no utilizaba sus juguetes más que para estar fuera". 3
El siguiente tramo de la observación consistió en que uno de los objetos de los que se sirvió el niño para proseguir su juego fue un carretel atado con un hilo, de esta manera lo arrojaba por fuera de la cuna diciendo ooooo y luego lo recuperaba diciendo "da", "aquí".
El juego completo implicaba la desaparición y reaparición del objeto.
Freud registra que muchas veces el juego se detenía en el momento de desaparición del juguete, aunque constata que el mayor placer por parte del niño se producía en el momento de la reaparición. Es decir que insiste la pregunta en torno a los sueños de angustia, ¿cuál sería la función del juego en tanto se repite algo displacentero como es la partida de la madre?
Se amplía la observación cuando un día en que la madre regresa, luego de haberlo dejado durante varias horas, el niño la recibe con la expresión "nene o-o-o-o" que al comienzo resultó incomprensible hasta que la madre supo que en su ausencia el niño había jugado la desaparición de su imagen frente a un espejo.
La interpretación que nos da Freud de este juego es que le permite al niño renunciar a la satisfacción de la pulsión al permitir, sin resistencia alguna, que la madre se vaya.
Retoma su pregunta del momento. Dirá que la ganancia del juego está dada porque permite que aquello que es vivenciado por el niño pasivamente se torne, por el juego mismo, en activo. Los niños repiten lo que les ha causado una intensa impresión y de este modo es posible obtener el control de la situación, permitiendo una redistribución de goce.
Es decir que el juego posibilita un cambio de posición, el niño pasa de sufrir pasivamente, en tanto objeto del Otro, a tomar una posición activa, que le permite efectuarse como sujeto. Si nos centramos en la vivencia del niño, la madre es omnipotente, va y viene cuando quiere. El niño podrá recrear esto activamente, en otra escena. En estos pases se va produciendo otra escena, y se va dando el armado del fantasma.
Con la partida de la madre el niño tiene que soportar una caída que lo lleva a un trabajo psíquico: escenificar la partida de la madre.
La posibilidad, a través del juego, de tramitar la vivencia traumática, donde hay renuncia pulsional, implica una ganancia de placer en tanto logra dominarla activamente.
El niño entra al dominio del lenguaje en tanto hay pérdida y, al mismo tiempo, logra simbolizar la ausencia presencia de la madre. Lo que se pierde es ese objeto que se ha sido para el Otro. Decirle que "no" a la demanda del Otro mat erno supone un movimiento de separación. En el juego el niño juega su división.
Decir que el niño entra al dominio del lenguaje en tanto hay pérdida supone que entra al dominio, al campo del lenguaje, para extraer un significante que lo represente, al mismo tiempo en que, porque va produciendo su palabra, lo domina.
El juego instala el movimiento del objeto, dos vertientes del objeto: en tanto presencia (plus de goce) y en tanto ausencia (causa de deseo). Al igual que le va permitiendo al niño entrar en el orden significante ("fort da" primer par de significantes que se oponen).
La función del analista, en las curas que conduce, será la de posibilitar la lectura de aquello que impresiona al niño, promoviendo la producción de saber sobre el goce. El analista semblantea que juega, para que se instale una escena creada por el sujeto. Apuesta a que el niño pueda darse una versión sobre lo traumático, en las vías de construir su fantasma, de efectuar su novela, para que el saber se entrame al goce.
Me serviré de un recorte clínico para dar cuenta del movimiento subjetivo que implica el jugar.
Recibo la consulta de la madre de Franco, de 5 años de edad, quien estaba preocupada por la agresividad que registraba en el niño y por algo que, según ella, era producto de que su hijo era "muy imaginativo". Esto se manifestaba en el lenguaje en forma metonímica, sin corte y sin abrochamiento de sentido. De la historia relata que a los 3 años de edad, Franco queda junto a su hermanita de 1 año y medio en una pileta inflable con poca agua, sin la presencia de adultos. El niño se sube a caballito de su hermana para jugar y ésta muere ahogada. Toda la responsabilidad de este suceso recayó sobre Franco. El trabajo analítico invitaba a la elaboración de un duelo: que el niño pueda perderse como objeto que completa la falta del Otro, que se inscriba la falta.
En la primera entrevista con él, demanda "remedios para un hermano menor enfermo" y agrega que "las nenas son peligrosas porque pelean". Mientras habla dibuja "dos piletas", con lo cual avanzo en las preguntas y logra decir algo en torno a la muerte de su hermana. Inmediatamente a este encuentro, Franco trae al espacio de análisis sus preguntas y teorías en relación a la muerte y le da rienda suelta no solo a sus creencias, sino también a sus afectos. Comienza a ordenarse en lo que dice.
Sus juegos incluyen animales. El tigre es siempre el que quiere comerse a los demás o algún animal sube arriba de otro y lo hace caer. Representa así la escena traumática en la que ha sido signado por su madre como culpable de la muerte de la niña. Dirá: "Se caen y yo los tiro... yo me subo arriba y los aplasto, después se dan vuelta y me aplastan a mí... es peligroso". Agregará cada vez más peso al animal que quiere que caiga, lo que aumenta "lo peligroso". Sobre el final de la sesión le digo: "hoy descubrimos que lo peligroso es pesado". Guarda los juguetes dejando afuera de la caja un animal; dice "dejé lo peligroso afuera, un animal peligroso afuera... me gusta venir acá".
En el transcurso del análisis el juego se irá enmarcando en otras coordenadas. Un nuevo personaje se agregará a la escena: la jirafa como madre de otros animales que ahoga a sus hijos en un tanque de agua. Los hijos logran defenderse mordiéndola.
Franco irá encontrando, a través del juego como recurso, una manera propia de responderle al Otro materno, que le ofrece un lugar fálico aunque sea el de "culpable". Quedará inaugurado un tiempo nuevo del sujeto. Logrará descontarse como objeto para preguntarse por la falta del Otro. Avance del sujeto por sobre el niño que, en tanto se efectúa como tal, logra ubicarse en una nueva posición que alivia.
Abril de 2008.
Notas
2 Jacques Lacan, Seminario 5 "Las formaciones del inconsciente". Ed. Paidós.
3 Sigmund Freud, "Más allá del principio del placer". Tomo XIII Obras Completas. Traducción López Ballesteros.
Bibliografía:
Sigmund Freud, "Más allá del principio del placer". 1920, Amorrortu Editores, Tomo XVIII.
Sigmund Freud. Conferencia 34 de "Nuevas lecciones de introducción al Psicoanálisis", "Esclarecimientos, aplicaciones, orientaciones". 1932, Amorrortu Editores, Tomo XXII
Sigmund Freud, "Análisis de la fobia de un niño de cinco años". 1909, Amorrortu Editores, Tomo X.
Sigmund Freud, " Los personajes psicopáticos en el teatro", 1905, Traducción López Ballesteros, Tomo VI.
Sigmund Freud, "El creador literario y el fantaseo". 1908, Amorrortu Editores, Tomo VIII.
Jacques Lacan, Seminario 5 "Las formaciones del inconsciente" . Ed. Paidós.
Jacques Lacan, "Intervenciones y textos 2", "Dos notas sobre el niño". Ed. Manantial.