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Número 10 Noviembre 2008
El pequeño Hans

Juan Carlos Cosentino

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En 1909 Freud propone, como nueva entidad clínica, la histeria de angustia a partir del análisis del pequeño Hans. Con esta propuesta recupera las fobias típicas. Pero ahora se produce una novedad: el mecanismo psíquico de éstas —antes se ubicaban por fuera del mismo— concuerda, salvo en un punto, con el de la histeria.

Se trata de un punto decisivo. Es apto para establecer la separación: en las fobias la libido desprendida del material patógeno en virtud de la represión no es convertida en una inervación corporal como en la histeria, sino que se libera como angustia.

En la primera versión de su teoría no se halla ninguna representación reprimida de la que se haya divorciado el afecto de angustia. Hay lugar, dejando de lado el "origen", para la falta, mientras que la angustia con mucha anticipación, es anterior a la represión. Pero habrá que esperar a 1926.

En la segunda versión, la libido liberada como angustia se ha divorciado de una representación reprimida, mientras que la formación sustitutiva —un animal más o menos apto para ser objeto de angustia— se establece por la vía del desplazamiento.

Pero la parte cuantitativa no ha desaparecido, sino que se ha transpuesto en angustia. Con lo cual, a raíz de cada acrecentamiento de la moción pulsional, "la muralla protectora que rodea a la representación sustitutiva debe ser trasladada un tramo más allá" 2.

Otra vez falta el representante para la angustia y la angustia no puede ser amarrada. Esta muralla protectora posterga el problema. Sólo se ha introducido, junto con el mecanismo psíquico y la represión, el objeto que vale como representante psíquico y el miedo que mediatiza la angustia.

La pregunta algo modificada, pues ha introducido la histeria de angustia como novedad, retorna, pero ya no se trata del "origen": ¿en esta fobia a los caballos, cuándo surge la angustia?

En relación con la aparición de la fobia, que acontece a los 4 ¾ años, no hay en el historial del pequeño Hans un acontecimiento crítico que la explique.

No se trata del nacimiento de la hermana que ocurre cuando tiene 3 ½ años. Tampoco de la amenaza de la madre que coincide con el comienzo de la masturbación activa, también a esa edad.

A posteriori tienen un rol, pero, al menos directamente, no son desencadenantes. Frente a la amenaza materna Hans "responde todavía sin conciencia de culpa, pero es la ocasión en que adquiere —con efecto retroactivo— el complejo de castración" 3.

La pregunta sobre la aparición de la angustia permanece abierta. Un sueño que fracasa le va a permitir diferenciar la emergencia de la angustia de la constitución de la fobia. Dos sueños previos —que retomaremos— anticipan la llegada de la crisis.

Dentro de las comunicaciones iniciales, de los primeros días de 1908, como nota del padre a Freud, leemos:

"Hans (4 ¾ años) aparece a la mañana llorando; la mamá le pregunta por qué llora, y él dice: —su tercer sueño— cuando dormía he pensado tú estabas lejos y yo no tengo ninguna mami para que me acaricie (liebkosen).

Por lo tanto, un sueño de angustia.

Algo parecido le he notado ya en el verano (julio-agosto) en Gmunden. Al anochecer, las más de las veces se iba a la cama con un ánimo muy sentimental, y una vez hizo la observación (aproximada): Si yo no tuviera ninguna mami, si tú te fueras, o cosa parecida; no lo recuerdo con exactitud. Por desgracia, cuando él estaba con ese ánimo triste, la mamá lo acogía siempre en su lecho.

Más o menos el 5 de enero se llegó temprano a la mamá, que estaba en la cama, y le dijo con esa ocasión: ¿Sabes tú? Tía M. ha dicho: Pero qué lindo pichilín tiene. (La tía M. se había alojado en nuestra casa unas cuatro semanas antes; cierta vez vio cómo mi mujer bañaba al muchacho, y de hecho le dijo quedamente eso a mi mujer, Hans la oyó y procuraba aprovecharlo.)

El 7 de enero va, como de costumbre, al Stadtpark (parque municipal situado cerca del centro de Viena) con la niñera; por la calle empieza a llorar y pide que lo lleven a la casa, quiere hacer cumplidos (schmeicheln) con la mami. Cuando en casa le preguntan por qué no quiso seguir y se puso a llorar, no quiere decir nada. A la tarde está alegre como de costumbre; al anochecer tiene visible angustia, llora y no se lo puede separar de la mamá; una y otra vez quiere hacerse cumplidos (acariciarse) con ella. Después recobra la alegría y duerme bien.

El 8 de enero, mi propia mujer lo saca de paseo para ver qué pasa con él, y lo lleva a Schönbrunn, adonde le gusta mucho ir. De nuevo empieza a llorar, no quiere seguir camino, tiene miedo. Al fin va, pero por la calle, es visible, siente angustia. En el viaje de regreso de Schönbrunn dice a la madre, tras mucha renuencia: Tuve miedo de que un caballo me mordiera. (De hecho, en Shönbrunn se intranquilizó cuando vio un caballo.) Al anochecer me dicen que tuvo un ataque parecido al del día anterior, con pedido de hacer cumplidos. Se lo tranquiliza. Dice llorando: Sé que mañana me llevarán de nuevo a pasear, y luego El caballo entrará en la pieza.

Ese mismo día, la mamá le pregunta: ¿Te pasas la mano por el hace-pipí?. Y sobre eso, él dice: Sí, cada anochecer, cuando estoy en la cama. Al día siguiente, 9 de enero, le previenen, antes de la siesta, que no se pase la mano por el hace-pipí. Preguntado al despertar, dice que se la pasó durante un ratito" 4).

A partir de este fragmento clínico, "suficiente para orientarnos", Freud ubica "el comienzo de la angustia, así como de la fobia". Pero, nos indica que tenemos buen fundamento para separarlas entre sí: ningún otro punto temporal es tan favorable para ello como este estadio inicial, que las más de las veces se descuida o se silencia.

La perturbación se introduce, en el verano de 1907, con unos pensamientos tiernos-angustiosos, y luego, en los primeros días de 1908, con un sueño de angustia que despierta.

El contenido del sueño es perder a la madre, de suerte que él ya no pueda "acariciarse" con ella. Deduce, con su segunda teoría de la angustia, que la ternura hacia la madre se ha acrecentado enormemente: "es el fenómeno básico de su estado". Y nos recuerda, para confirmarlo así, sus dos intentos de seducir a la madre. El primero de los cuales se produce, cuando el pene de Hans es sancionado como "una porquería" por su madre, aún en el verano. Y el segundo, cuando encomia su genital aprovechando el comentario de la tía M., poco antes de que estalle su angustia a andar por la calle.

"Es esta acrecentada ternura por la madre lo que súbitamente se vuelca en angustia", vale decir, sucumbe a la represión. En 1909 se trata de la transformación de la libido reprimida en angustia, pero la misma angustia interroga a la represión.

¿De dónde proviene el empuje para la represión?, se pregunta. ¿De la intensidad de la moción, no dominable por el niño? ¿Acaso cooperan otros poderes aún no discernidos?

Con el empuje para la represión se constituye la fobia. Pero, como la angustia indica cierto fracaso de la represión, hay lugar también para que irrumpa esa intensidad de la moción pulsional no dominable, pues no puede ser ligada.

Y aun sosteniendo que la libido reprimida se transforma en angustia, la aparición como perturbación de dicha angustia interroga —anticipando el más allá del principio de placer— el estatuto de la satisfacción y del objeto.

El sueño de angustia constituye ese estadio inicial que marca el comienzo de la angustia que se anticipa a la constitución de la fobia.

En ese "punto temporal" (Zeitpunkt), muchas veces descuidado o silenciado, se introduce la perturbación que al comienzo carece de objeto. Es todavía, angustia y no miedo. Hans (al comienzo) no puede saber de qué tiene miedo. Y cuando, en ese primer paseo con la muchacha, no quiere decir de qué tiene miedo, es que tampoco él lo sabe. Dice lo que sabe: que por la calle le falta la mamá con quien pueda acariciarse, y que no quiere apartarse de la mamá. Para Freud deja traslucir así el sentido primero de su aversión a andar por la calle.

"Por otra parte, sus estados angustiados —dos veces repetidos antes de acostarse— y, no obstante, de nítida coloración tierna, prueban que al comienzo de la enfermedad no existe una fobia a andar por la calle o a pasear, ni tampoco a los caballos".

¿Cómo explicar pues el estado del anochecer?

"La angustia corresponde entonces a una añoranza reprimida, pero no es lo mismo que la añoranza; la represión cuenta también en algo".

Dicha represión inscribe un antes y un después y vuelve disimétricas añoranza y angustia y, en consecuencia, placer y satisfacción.

"La añoranza se podría mudar en satisfacción plena (voll in Befriedigung) aportándole el objeto ansiado; para la angustia esa terapia no sirve, ella permanece aunque la añoranza pudiera ser satisfecha, ya no se la puede volver a mudar plenamente en libido: la libido es retenida en la represión por alguna cosa" 5.

La angustia —como indicamos— desanuda añoranza y satisfacción, modifica el estatuto del objeto e interroga el imperio del principio de placer.

En esa imposibilidad de volver a mudar la angustia en libido no sólo cae la "satisfacción plena" y el objeto ansiado, ésta cambia de signo y aquél se vuelve inquietante.

No obstante, en el historial comenta que los "estados de angustia no son provocados por una satisfacción" 6. Vale decir, se refiere a esa satisfacción, acorde con el principio, cuando Hans está alojado como objeto de placer para la madre. Pero el niño descubre la dimensión de la falta, es decir, "el deseo de algo más allá de él mismo por parte de la madre". Entonces, "más allá del objeto de placer que siente que es para la madre ... y que aspira a ser" 7, se introduce la angustia. Con la emergencia de la angustia hay desacuerdo entre placer y satisfacción. Hará falta, entonces, referirse al displacer de la satisfacción, al placer en el displacer, para producir un giro y anticipar el nombre freudiano del goce.

En el sueño de angustia se trata, según Lacan, "de una separación" 8. Los llamados pensamientos tiernos-angustiados, previos al sueño, la preparan. Sin embargo, como señala Freud en la Epicrisis, las relaciones cronológicas nos impiden atribuir demasiado influjo a la ocasión para el estallido de la enfermedad —el vuelco de la añoranza libidinosa en angustia— pues "en Hans se observan indicios de estados de angustia desde mucho tiempo atrás, antes que viera tumbarse en la calle al caballo de diligencia" 9.

A posteriori —comenta— la neurosis se anudó directamente a esa vivencia accidental y conservó su huella en la entronización del caballo como objeto de angustia. Pero en ese punto temporal se trata, ya no de la angustia sino de la fobia.

Retornando, pues, a la angustia, establecida dicha separación —como falta y como fracaso del sueño—, no hay retorno posible: Hans ya no es más el objeto de placer. Con la adquisición retroactiva del complejo de castración, esa nueva separación de la madre, cae el juego de las escondidas: hijo-madre-falo. La comparación, en 1957, introduce, para Lacan, sin el recurso de la metáfora paterna ante la falta del Otro, la angustia como angustia de la insuficiencia: la diferencia entre aquello por lo que es amado (cuerpo=falo) y su pene "como algo miserable" 10.

Luego del sueño, "está con la madre, a pesar de lo cual tiene angustia" 11. Es —nos indica Freud— lo que se muestra en Hans a raíz del segundo paseo. "También tiene miedo cuando la madre va con él. Se revela, entonces, que esta angustia ya no puede retraducirse en añoranza" 12.

En la Epicrisis escribe que se trata de un genuino sueño de castigo y represión, "en el cual, además, fracasa la función del sueño, puesto que el niño despierta con angustia de su dormir".

Nuevamente considera que Hans ha soñado sobre ternuras con su madre, sobre dormir con ella; con lo cual "todo placer se ha mudado en angustia y todo contenido de representación se ha mudado en su contrario (pues) la represión —otra vez, un antes y un después— ha obtenido la victoria sobre el mecanismo del sueño" 13.

Supone la existencia en Hans de una excitación sexual acrecentada. Y aunque el objeto de dicha excitación continua siendo la madre, lo decisivo, "consecuencia del rechazo de la misma" 14, nuevamente, es el vuelco de la excitación sexual en angustia. Pero ese objeto, con el vuelco, se modifica; anticipadamente, vale como "investidura libidinosa del Edipo" 15.

Entonces, en dicho vuelco hay lugar, a raíz del ocasionamiento 16 de la enfermedad, para ubicar el despertar contingente de impresiones anteriores, vale decir, esos indicios de estados de angustia desde mucho tiempo atrás: ¿el encuentro traumático con la sexualidad?

Previamente sus dos sueños anteriores.

Hans a la edad de 3 ¾ años brinda el primer relato de un sueño, tres meses después del nacimiento de Hanna: "Hoy, cuando estaba dormido, he creído yo estoy en Gmunden con Mariedl".

Se trata de la hija del propietario de la casa de veraneo; tiene 13 años y ha jugado a menudo con Hans —igual que Berta, Olga y Fritzl— en el verano de 1906, unos tres meses antes del "gran acontecimiento".

Cuando el padre le cuenta a la madre su sueño en presencia de él, Hans le observa, rectificándolo: "No con Mariedl; yo totalmente solo (ganz allein) con Mariedl".

Ahora que tiene una hermana y lo interroga el problema del origen de los niños, su sueño, seis meses después del verano, "debe comprenderse —opina Freud— como una expresión de su añoranza — otra vez— de Gmunden" 17.

Antes de la emergencia de la angustia y del sueño de angustia privilegia que la añoranza se mude como realización de deseo "en satisfacción plena" 18 : no solamente se puede estar "con" sino "sólo con", vale decir, "se puede estar con ella completamente solo, sin tener, como ocurre con la madre, a esa intrusa" 19.

Pero, la estructuración subyacente de la relación del niño con la madre está marcada por la falta fundamental: Hans, a pesar de este sueño, no está nunca completamente solo con su madre. ¿Qué ocurre en este caso? El niño es para ella, como totalidad, la metonimia del falo. La diferencia, vía comparación, sin la mediación de la metáfora ante la falta del Otro, surge en cuanto interviene el Wiwimacher real convertido para Hans en un objeto de satisfacción. En ese momento comenzará a producirse angustia. Para ello hace falta que aparezca el tercer sueño.

No obstante, lo que se ha incluido "sin derecho", entre este sueño y la rectificación que hace Hans, "lo que permite concebir—con anticipación— la llegada de la crisis", esa intrusa, es "la intervención del pene real" 20, vale decir, la participación velada de la realidad sexual.

Ese primer sueño pues es un anticipo de la crisis. Bajo el aguijón de las pulsiones que lo gobiernan se despierta entonces su "empuje de saber"; se trata de la investigación sexual infantil 21. Pero aún la pulsión de saber, a partir de ese "detalle que nunca ha sido comentado", vale decir, la asociación que produce Hans luego del sueño, canaliza la fuerza pulsionante del hace-pipí 22. Sólo así, se puede permanecer completamente solo con él, vale decir, totalmente solo con el apetito de saber. Dicha pulsión de investigación entraña que el goce pueda ser incluido en los circuitos facilitados del deseo. Como realización de deseo —una de sus caras— que conlleva una recuperación de goce, Freud recorta al hace-pipí como "el principal objeto sexual autoerótico", que produce "un cierto monto de placer" 23.

Pero, a poco de andar —la otra cara— se observará que estar completamente solo, en ese momento de "encuentro, con su propia erección, no es autoerótico en lo más mínimo. Es de lo más hétero que hay" 24.

El segundo sueño aparece a los 4 ¼ años, en la misma época en que la madre, ante el pedido de Hans, reacciona con horror. "Uno dice: ‘¿Quien quiere venir conmigo?’. Entonces alguien dice: ‘Yo’. Entonces tiene que hacerlo hacer pipí". Para Freud en ese sueño "falta todo elemento visual y pertenece al type auditif puro".

Ese sueño, nueve meses después del nacimiento de Hanna, imita a ese juego de prendas, sólo que Hans desea que quien extrajo la prenda no sea condenado a los habituales besos o bofetadas, sino a hacer pipí; "más precisamente: alguien tiene que hacerlo hacer pipí".

En un segundo relato reemplaza "entonces alguien dice" por "entonces ella dice": Olga o Berta, sus amiguitas, con quienes ha jugado.

"Es claro que el hacerlo hacer pipí ... está para Hans teñido de placer". ¿Por qué pues este sueño?. Desde hace poco tiempo "no quiere ser visto cuando hace pipí": el placer de exhibición ha sido reprimido de su vida. Entonces, en el sueño "se ha procurado un lindo disfraz mediante el juego de prendas" 25.

Freud lo elige para introducir el "entrelazamiento pulsional". El placer en el miembro sexual propio se enlaza con el placer de ver o de ser visto. Es decir que ubica dicho entrelazamiento a nivel de la curiosidad sexual: procura ver el hace-pipí de otros y gusta de mostrar el propio (aún no hay lugar para lo ajeno). En este sueño que corresponde al "primer período de la represión" aparece pues "el deseo de que una de sus amiguitas lo asista para hacer pipí, vale decir, participe de esa visión" 26 . De allí que en 1957 este juego de mostrar o de ver "está en la base de su relación escoptofílica con las niñas".

Esta primera parte de la observación del pequeño Hans, después de la cual comienza la fobia, "termina en un fantasma" 27. Retorna, como en el primer sueño, el goce del Wiwimacher pero en el marco de una escena de seducción: alguien tiene que hacerlo hacer pipí. Como realización de deseo se satisface su placer de ser visto. Vale decir, la satisfacción de la pulsión de ver se vehiculiza por el deseo.

Pero detrás de ese goce fálico, como sueño auditivo puro, esa voz enmarca en un fantasma esa escena de seducción. Y como se trata de un sueño, dicho fantasma "sólo lo es en el límite" 28. Entonces, "uno dice", "alguien dice", son formas gramaticales en las que la pulsión ordena fantasmáticamente su destino.

En este sueño se pasa del juego de mostrar o ver a lo puramente auditivo, sin elemento visual, que reordena el juego visual. Con lo cual se insinúa otro nivel —que retomaremos— del entrelazamiento pulsional: la comodidad del ser visto se enlaza, en su diferente modo de funcionamiento, con esa voz fantasmática. Cuando "el juego ha pasado al símbolo" entonces alguien pregunta: ¿está? ¿no está? 29. Pero, no hay angustia. Aún como voz fantasmática que le da marco a esa escena de seducción, no es ni el "pánico auditivo" 30 del Krawallmachen ni ese momento en que la falta del Otro "lo mira".

Nos interrogábamos por el descubrimiento traumático: el despertar de "esas impresiones puramente contingentes"; vale decir, ese momento que la naturaleza ofrece a esa estructura eventual de cesión subjetiva 31.

Cuando "la angustia ha resistido la prueba", que sólo ocurre a partir de su tercer sueño, no se trata, pues, de la añoranza "no saciada" (ungestillt) por el objeto, ni de la nostalgia por la madre, ni aun de la comparación, sino, con su transformación, de la inminencia del objeto: interviene la pulsión. Con el cambio de estatuto del objeto, la novedad del pene real —en 1957 ese pequeño órgano que se mueve— se vuelve "un elemento muy difícil de integrar" cuando Hans tiene sus primeras erecciones, vale decir, con la primera excitación sexual 32.

Se puede ubicar pues la relación de la angustia con el descubrimiento del pequeño pipí. Allí donde al comienzo la angustia carece de objeto, que la dosifique, con el giro que se produce, no es sin objeto: hay lugar para esa libido retenida. Pero su valor se ha modificado: no corresponde al objeto de una añoranza erótica reprimida sino al descubrimiento traumático de la realidad sexual en su propio cuerpo.

Participa la pulsión. Se trata del pene como traumático, como perteneciente al exterior del cuerpo, como una cosa separada, como un caballo —cuando a pesar de la fobia retorna la angustia— que comienza, introduciendo una variante, a levantarse y dar coces.

"Quizás aún —escribe Freud— se habría podido aprovechar la angustia al "hacer barullo con las patas" para llenar lagunas en nuestro procedimiento de prueba. (...) El padre no pudo confirmar mi conjetura de que en el niño se moviera una reminiscencia sobre un comercio sexual entre los progenitores, observado por él en el dormitorio" 33. En 1957 también para Lacan resta un enigma. La cuestión de saber si el Krawallmachen, vale decir, el hacer jaleo o ruido con las patas, uno de los temores que el niño experimenta delante del caballo, no está en relación con el orgasmo, incluso con un orgasmo que no sería el suyo (extraño): una escena percibida entre los padres.

Se comprende entonces el giro que se produce en 1976. Ya no se trata ni de la comparación, ni de la angustia de la insuficiencia, pues "el goce que resulta de ese Wiwimacher le es ajeno hasta el punto de estar en el principio de su fobia" 34. Como ocurre en el sueño del Hombre de los Lobos con la fascinación de la mirada, el goce del hace-pipí opera también como "un nuevo trauma" y adquiere la dimensión de "una intervención ajena" 35. La insuficiencia es del Otro: el goce no puede ser ligado y, en tanto tal, no puede ser comparado.

El caballo —leemos en el historial— "fue siempre para el niño el modelo del placer de movimiento (Soy un potrillo, dice Hans en tanto da brincos), pero como este placer de movimiento incluye el impulso al coito —e introduce el goce—, la neurosis lo limita, y el caballo es entronizado —para nuestra sorpresa— como imagen sensorial del terror. Parece que la neurosis no deja a las pulsiones reprimidas otra dignidad que la de brindar los pretextos para la angustia dentro de la conciencia" 36. Del placer al momento de terror, se modifica el valor del objeto: se pasa de la nostalgia al apremio del objeto. Interviene el objeto de borde de la pulsión.

La angustia resiste la prueba del paseo con la madre —no se trata de la añoranza — y se ve precisada a hallar un objeto; en dicho paseo "se exterioriza por primera vez el miedo de ser mordido por un caballo", instalándose la histeria de angustia. La mudanza de libido en angustia —para Freud—, se ha proyectado sobre el objeto principal de la fobia: el caballo; vale decir, se trata "de los caballos de la angustia" 37.

El caballo muerde, pero también cae. Se anticipa lo que precedió al estallido de la enfermedad, ese accidente observado por casualidad: el tumbarse en la calle el caballo de diligencia. También "de paseo con la mamá, vio a un caballo de diligencia tumbarse y patalear. Esto le causó una gran impresión . Se aterrorizó mucho, creyó que el caballo estaba muerto; a partir de entonces, todos los caballos se tumbarían".

Tras "la angustia primero exteriorizada, la de que el caballo lo morderá, se ha descubierto en un plano más hondo la angustia de que los caballos se tumbarán" 38. Ambos, el caballo que muerde y el que se cae, sustituyen al padre, a la madre, a la hermana y también al propio Hans. Pero aún, en tanto se tumba y patalea —el Krawallmachen—, al propio pene como traumático.

No hay lugar para la reversión de la angustia, una vez liberada, nuevamente en libido. Esta no reversión comienza a desanudar los complejos de los que proviene la libido. Hay lugar para una libido de objeto y, también, allí donde interviene la pulsión, para una libido-resto.

Es esta irreversibilidad de la angustia en libido la que modifica, junto con la introducción del goce, el valor del objeto. Ahora, la perturbación la introduce ese hacer ruido y ya no aquellos pensamientos tiernos-angustiosos. Reaparece la fantasía de espiar con las orejas y el displacer de la satisfacción. Se trata de lo desagradable. Se infiltra, vía Krawallmachen, la dimensión de la voz, en el marco de la activación de la escena primaria, en el instante en que el caballo piafa, da coces, corcovea, cae al suelo. El pánico auditivo: un disfraz de la voz del Otro.

"¿Cuál es la estructura particular de la fobia del pequeño Hans?" 39. ¿De dónde viene, cuál es su motivo último, particular?" 40.

En la observación resta un enigma. Una fobia no es tan simple: incluye elementos casi irreductibles. Aquí, "es muy difícil saber de qué tiene miedo el niño", a pesar del mismo significante caballo y de la sensible diferencia entre la angustia y la fobia.

El pequeño Hans "lo articula de mil maneras, pero siempre queda un residuo muy singular". Ese mismo caballo que muerde, se tumba o hace barullo —marrón, blanco, negro o verde— plantea un nuevo interrogante que permanece no resuelto hasta el final de la observación: esa mancha negra que tiene delante de la boca.

"Lo borroso, la mancha negra, tal vez tenga cierta relación con la marca de la angustia, como si los caballos recubrieran algo que aparece por debajo y cuya luz se ve por detrás, esa negrura que empieza a flotar" 41, vale decir, "lo negro alrededor de la boca" 42.

Cuando algo pues del orden de un agujero negro se presenta a nivel escópico el pequeño Hans se angustia: la falta del Otro "lo mira". La libido-resto no termina de quedar oculta y el niño se mantiene más acá del nivel escópico, vale decir, más acá del cuadro del fantasma.

Pues bien, en ese residuo que deja el significante caballo, el enigma se desliza del hacer ruido con las patas, a la mancha negra que tiene alrededor de la boca. "El mismo objeto —caballo— sirve simultáneamente a la satisfacción de varias pulsiones". Se trata del entrelazamiento pulsional que Freud introdujo con el segundo sueño. Con su redefinición se opera un "cambio de vía" 43: el goce invocante se enlaza con el campo escópico. En esta oportunidad se observa la comunidad topológica de ambos objetos, frecuentemente velada, como sucede en su segundo sueño, por sus distintos modos de intervenir.

Pero no habrá que olvidar que en la fobia, como ocurre aquí, ambos objetos quedan enmarcados por el orden de lo oral, vale decir, sobre el fondo de un Otro devorador. "El tema de la devoración siempre puede encontrarse por algún lado en la estructura de la fobia" 44.

Sobre ese fondo, en ese llamado mudo o en esa presencia invisible hay que ubicar el nudo que conecta al deseo con la angustia, en el instante de la inminencia del objeto. "Sin duda el privilegio de esos objetos se esclarece por estar cada uno en una cierta homología de posición, en ese nivel de juntura, entre el sujeto y el Otro" 45.

Pero habrá que esperar a 1963: con la función de la angustia y con la cesión del objeto como libido-resto. Se habrá recuperado, entonces, la importancia de la no reversión de la angustia: con la indefensión del Otro, con la perdida de la "libido" y con la división del sujeto. Operación fundante que tan sólo determinará al sujeto. Con la construcción del deseo se producirá su inscripción.

No obstante, ¿qué ocurre en la fobia entre la operación de fundación y la inscripción del sujeto? ¿Cuales son los medios de que dispone el fóbico para situarse como sujeto dividido? 46

Con el pequeño Hans hemos ubicado el fenómeno. Esa irreversibilidad de la angustia en libido, anuncia que allí donde el sujeto —momento de desvalimiento— "se aterra de su satisfacción" 47 interviene la libido-resto, vale decir, la pulsión.

Notas

1 Este texto forma parte del capítulo 3 del libro Angustia, fobia, despertar, Bs. As., Eudeba, 1998.

2 S. Freud, Lo inconsciente, A.E., XIV, 18.

3 S. Freud, Análisis de la fobia de un niño de cinco años (el pequeño Hans), A.E., X, 9.

4 Idem, 21-3.

5 Idem, 23-4.

6 Idem, 25.

7 J.Lacan, El Seminario, libro 4, La relación de objeto (cáp. XIV, 20-III-57), Paidós, Bs.As., 1994, pág. 243.

8 Idem, 245.

9 S. Freud, Análisis, ob.cit., 109.

10 J. Lacan, La relación (cáp. XIII, 13-III-57), ob.cit., pág. 228.

11 S. Freud, Análisis, ob.cit., 24.

12 Idem, 94.

13 Idem, 96.

14 Idem, 97

15 S. Freud, Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos, A.E., XIX, 270 y 275 ( "las investiduras de objeto del complejo de Edipo", vale decir, "sus investiduras libidinosas").

16 S. Freud, Análisis, ob.cit., 97.

17 Idem, 12-3.

18 Idem, 24.

19 J. Lacan, La relación (cáp. XIV, 20-III-57), ob.cit., pág. 242.

20 Idem.

21 S. Freud, Sobre las teorías sexuales infantiles, A.E., IX, 189.

22 J. Lacan, La relación (cáp. XIV, 20-III-57), ob.cit., pág. 242.

23. S. Freud, Sobre las teorías, ob.cit., 192; El esclarecimiento sexual del niño, A.E., IX, 117.

24 J. Lacan, Conferencia en Ginebra sobre el síntoma, en "Intervenciones y textos 2", Manantial, Bs.As., 1988, pág. 128.

25 S. Freud, Análisis, ob.cit., 19-20.

26 Idem, 88.

27 J. Lacan, La relación (cáp. XX, 25-V-57), ob.cit., págs. 341-2.

28 Idem.

29 Idem.

30 Idem (cáp. XV, 27-III-57), pág. 267.

31 S. Freud, 23ª conferencia. Los caminos de la formación de síntoma, AE., XVI, 329; J. Lacan, "La angustia", ob.cit., 25-VI-63.

32 S. Freud, Análisis, ob.cit., 24; J.Lacan, La relación (cáp. XV, 27-III-57), ob.cit., pág. 259-60.

33 S. Freud, Análisis, ob.cit., 109.

34 J. Lacan, Conferencia en Ginebra, ob.cit., pág. 128.

35 S. Freud, De la historia (el Hombre de los Lobos), ob.cit., 99.

36 S. Freud, Análisis, ob.cit., 111-2.

37 Idem, 24; 99.

38 Idem, 101-2.

39 J. Lacan, La relación (cáp. XIV, 20-III-57), ob.cit., pág. 246.

40 S. Freud, Inhibición, síntoma y angustia, XX, 140.

41 J. Lacan, La relación (cáp. XIV, 20-III-57), ob.cit., págs. 246-7.

42 S. Freud, Análisis, ob.cit., 36.

43 S. Freud, Pulsiones, ob.cit., 118. En el segundo sueño esa comunidad esta velada pues se entrelazan el agrado de ser visto y la voz fantasmática que pregunta por la falta.

44 J. Lacan, La relación (cap. XIII, 13-III-57), ob.cit., pág. 230.

45 J. Lacan, El Seminario, libro XII, "Problemas cruciales para el psicoanálisis", lección del 17-III-65, inédito.

46 Ver el capítulo 9 "Fobias: castración-perturbación económica" , en J. C. Cosentino, Angustia, fobia, despertar, Bs. As., Eudeba, 1998, págs. 121-38.

47 S. Freud, Análisis, ob.cit., 97.

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