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Número 10 - Noviembre 2008
La castración o peor
Breves reflexiones sobre el caso Juanito
Alberto Franco

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¿Qué busca el pequeño investigador?, ¿qué en su indagación permanente sobre la "cosita de hacer pi-pi"?. Busca un saber que, al menos en principio, no es distinto del que busca cualquier Sujeto, trátese del que lo conduce a construir sus teorías sexuales infantiles o de cualquier otro que motorice su fantasma. Leemos acerca de él 1:

Un Saber se refugia en ese lugar que podemos llamar de pudor original, por relación al cual todo otro Saber se instituye en un horror insuperable a la mirada de ese sitio donde yace el secreto del sexo.

Si algo nos muestra Freud es como Juanito, insistentemente asomado a ese sitio, escapa al horror construyendo lo que bien podríamos concebir, aunque con matices, como una fobia de castración. Trataremos de ver de que se trata.

Desde hace tiempo insistimos en rescatar una forma de cálculo que, a partir del trabajo que Lacan realiza con la sección áurea, pudimos valorar 2. Dicha forma es citada, aunque no puntualmente, por E. Porge como una nueva forma de escribir la separación y es de despliegue muy sencillo:

1 – a = - j

Recordemos que con aquel modelo, el de la sección áurea, se pone de relieve el hecho fundamental de que no habiendo relación "natural" entre los sexos, sólo es posible el encuentro de ellos por la mediación de un elemento tercero, factor de orden y medida, que es el falo.

A poco andar se nos ofrece la certidumbre de que lo que se escribe, con esa fórmula, es la exigencia, para acceder a la constitución subjetiva, de renunciar a la captura en la unidad de goce que denominamos Otro Real por medio de la cesión del objeto a 3. Se trata, en efecto, de renunciar al goce de la plenitud para acceder a un goce, poco, reglado fálicamente.

Nos encontramos, así, con una operación en dos frentes que toca tanto a la Madre –quien debe ceder su objeto- cuanto al infans -quien debe se-pararse- en un proceso que culminará cuando sea tomado por un Significante que lo represente para otro significante 4 El resultado de tal operatoria es la apertura del espacio subjetivo que denominamos castración que, si en principio era definido –en relación con la intersubjetividad- como falta en la imagen del otro, ahora –nos referimos al viraje producido en relación con la lógica del fantasma- es definido, también, como un verdadero agujero en lo Real. Como la cesión de tal objeto pone en marcha el movimiento del par significante con el fin –imposible de lograr- de "darle caza", se organizan las condiciones necesarias para la construcción de lo que denominamos fantasma y escribimos:

$ <> a

para encuadrar la forma lógica en que el arreglo significante, que denominamos Sujeto, puede ubicarse en relación con el objeto perdido. No es una cuestión menor toda vez que el "drama" constitutivo del hablante se ubica en estos términos: cómo entrar en relación con un objeto que se escabulle teniendo en cuenta, además, que si se lo encontrara sobrevendría la angustia –por la inminencia de la presencia amenazante de das Ding- en tanto si faltara la promesa de goce que él supone podríamos decir, como el paciente de Freud: "Sabes tu, herr, cuando eso ya no anda la vida pierde todo valor " 5. Es claro que el Sujeto queda ubicado entre la amenaza de la caída de la subjetividad y la de la pérdida del deseo en una posición en la cual, como dijimos, sólo el fantasma le permite sostenerse.

Dos ideas tomaremos de Freud , para ubicarlas en relación con el caso que nos ocupa. La primera pertenece a su Interpretación de los sueños, allí nuestro autor señalaba 6, en relación con el deseo, algo ligado a lo que luego sería propuesto por Lacan , veam os de que se trata:

"Para que la investidura interior tuviera el mismo valor que la exterior, debería ser mantenida permanentemente, como en la realidad ocurre en las psicosis alucinatorias y en las fantasías de hambre, cuya operación psíquica se agota en la retención del objeto deseado."

Quedan claros los efectos que, para Freud, conlleva el hecho de no renunciar al objeto, aunque el punto se aclara aun más cuando, en una nota agregada en 1923 –vamos, ahora, a la segunda idea- ubica las raíces del complejo de castración diciendo 7:

La doctrina del complejo de castración ha experimentado después un ulterior desarrollo por las consideraciones de Lou Andreas Salomé, A.Stärcke, F. Alexander y otros. Se ha aducido que el lactante no puede dejar de sentir cada retiro del pecho materno como una castración, vale decir como pérdida de una sustantiva parte del cuerpo que él contaba en su posesión, tampoco apreciará diversamente la regular deposición de las heces y hasta el acto mismo del nacimiento, como separación de la madre con quien se estaba unido hasta entonces, sería la imagen primordial de aquella castración. Aun admitiendo todas esas raíces del complejo yo he demandado que el nombre de complejo de castración se limite a las excitaciones y efectos enlazados con la pérdida del pene".

Y si bien prestamos la debida atención a lo que constituye una petición de principios con respecto al complejo, no podemos dejar de tener en cuenta la ligazón de lo propuesto por quienes son citados –y no del todo descartado por nuestro autor- con nuestra concepción del asunto, en virtud de una forma diversa de concebir el par falo-castración ubicándolo en relación con los tres registros de la experiencia, a saber: Real, Simbólico e Imaginario.

Se trata, a nuestro entender, de que lo sexual se organiza a partir del signo de la castración, esto es: alrededor del falo imaginario como representante de la falta de aquel objeto al que fue necesario renunciar.

El registro de tal signo, verdadera llave de bóveda de la estructura subjetiva, es –como antes lo expresamos- ejemplarmente puesto en escena por Juanito en sus constantes tribulaciones acerca de la "cosita de hacer pi-pi". Y, si bien no se trataría de otra cosa que de la instalación del complejo tal como ocurriría en cualquier hablante, la cosa tiene sus particularidades 8. Haciendo honor a estas particularidades, nos interesa poder fijar, al menos un punto ligado al Complejo que nos ocupa: Juanito hace referencia a un caballo blanco que muerde y cuenta que, en una ocasión, el padre de su amiguita Lizzi le dijo: "no le pases los dedos al caballo blanco, de lo contrario te morderá". El padre respondió a eso: "...me parece que no es un caballo lo que tu tienes en la mente sino un ‘hace pi-pi’, al que no debe pasársele la mano".

Ahora bien, en una nota al pie Freud aclara que9:

"Las sensaciones de picazón en el glande, que mueven a los niños a tocarse, son por lo demás, descritas así: ‘Es beisst mich’ {me pica; literalmente: ‘me muerde’}"

Puntuación, ésta, con la que, en realidad, se abren con más claridad las dos vías sugeridas por el padre: la del caballo blanco –‘me muerde’- ligada al encuentro con das Ding y, por ello, a la angustia ante la perspectiva de la fusión con el Otro, y la de la "cosita de hacer pi-pi" -‘me pica’- que, regulada fálicamente y articulada en el fantasma, puede conducir al síntoma o, por otro camino, a la masturbación pero que, en todos los casos, queda enlazada a la relación de amor con la madre puesta de relieve a todo lo largo del relato 10.

En este punto nos resulta de sumo interés lo planteado por R. Harari 11 quien ubica, en aquel lugar de emergencia de la angustia, lo que Lacan había denominado la a-Cosa 12 que se presenta con un carácter siniestro y persecutorio -que, de por sí, el a no tiene- en una aparición desenfocada, no delimitada e imprecisa, en la que se pondría en juego una exigencia de que el sujeto borre sus límites entregándosele en forma incondicional. Es de notar que se trata de lo que éste anticipa como el quedar entregado al supuesto goce de un Otro absoluto porque, como ya lo señaláramos, es en la Cosa que ese supuesto goce de la plenitud se produciría. En el decir del autor –consistente con el dicho freudiano-el sujeto supondrá que das Ding goza todo el tiempo o bien acecha a la espera del momento en que podrá apropiarse de su carne.

En este punto, la angustia queda delimitada como lo que hace señal entre deseo y goce marcando la necesidad de que la distancia, entre ambos, se mantenga. En efecto, el incremento de la angustia será directamente proporcional al estrechamiento de esa distancia por lo que, cuanto más nuestro pequeño fóbico quede tomado por la anticipación del goce del caballo blanco, mayor será la angustia, al tiempo que su mejor defensa será volcarse, con ahínco, hacia el fantasma que se articula en torno de la "cosita de hacer pi-pi". Será así, aun a costa de la formación de síntoma que supone un goce reglado, poco, posible, ligado al amor que le permite condescender al deseo.

Notas

1 Lacan J., Problemas cruciales para el psicoanálisis, inédito, clase del 19 de mayo de 1965.

2 Podrán encontrarse referencias más extensas a ese desarrollo en: Franco A. Acerca de la lógica del fantasma, de Lacan, Letra Viva, Bs As., 2004, Cap. VI.

3 Para G. Pommier, cercano a esta posición, se trataría de un primer encuentro –al que atribuye valor de trauma- con el Otro del lenguaje del que vendría a poner a salvo el recurso al padre. La separación, puesta además en términos freudianos, sería así fruto de la identificación por amor al padre. Véase: Transferencia y estructuras clínicas, Kliné, Bs. As., 1999, Cap 1.

4 Se trata de la operación de constitución subjetiva –urverdrangung- que, de otra manera se escribe con la forma del Discurso del Amo, a saber:
S1 ----------> S2 donde lo que cae, como producción, es el objeto a
------- -----
$ <------ a

5 Freud S., Psicopatología de la vida cotidiana, Cap I, en Obras Completas, Amorrortu, Bs. As., 1980, Tomo VI, p. 11.

6 Ibid , La interpretación de los sueños, O.C., Tomo V, p. 558.

7 Ibid, Análisis de la fobia de un niño de cinco años, O.C., Tomo X, p. 9

8 Se verá con claridad en el mismo trabajo, p. 95.

9 Ibid., op. Cit., p. 27..

10 Por otra parte, así lo entiende Freud, cuando puntúa que es la ternura por la madre lo que se vuelca en angustia. (ibid. P.22)

11 Harari R., Algo sobre la angustia, en "¿De qué trata la clínica lacaniana?", Catálogos, Bs. As., 1993, p.106.

12 La Cosa, aquí, es por supuesto lo que venimos llamando con el término alemán: das Ding.

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