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Número 10 - Noviembre 2008
El traumatismo sexual
Graciela Giraldi

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La perspectiva psicoanalítica acerca de la sexualidad humana parte de la inexistencia de un programa simbólico que ordene nuestra vida sexual en el plano del amor, del deseo y del goce.

Ello es porque no hay en el Inconsciente una fórmula escrita sobre la relación sexual.

Y al no existir un saber pre-establecido sobre cómo relacionarnos con el otro sexo, tampoco nada ni nadie responde al cómo se es un hombre o una mujer.

En el mejor de los casos, sólo disponemos de la inscripción de un significante en el Inconsciente que es el falo, el que permite significantizar al goce del cuerpo como sexual, falicizando partes del cuerpo.

Pero como el significante del falo está solito y solo, no hace relación con el otro sexo, ni nos sirve para orientarnos en nuestra vida erótica.

A partir de que el significante fálico no alcanza a escribir la relación sexual en el Inconsciente, el psicoanálisis se orienta por ese traumatismo del sexo, por ese agujero real que introduce la sexualidad en los seres hablantes.

De modo que estamos del lado opuesto de pensar a la cuestión sexual como un kamasutra, o como un sistema de técnicas eróticas que imparten los sexólogos, como tampoco un conjunto de informaciones médicas sobre el funcionamiento de los órganos que intervienen en la reproducción biológica, ni un programa de consejos higienicistas sobre la práctica sexual.

De allí que ante la pregunta de cómo adviene el sexo en los niños, decimos que bajo el modo traumático, siempre.

Se puede extraer el concepto del traumatismo del sexo de la presentación que hizo Sigmund Freud del Caso Juanito, un niño en el cual su plácida vida infantil se vio perturbada cuando empezó a percibir y a sentir en su cuerpo sus primeras erecciones en su "cosita de hacer pipí" (como Juanito nombraba al órgano peneano).

Dice Freud que las primeras observaciones de Juanito -realizadas por su padre- databan de la época en que aún no había cumplido los tres años.

Manifestaba por entonces, con diversas ocurrencias y preguntas, vivo interés por cierta parte de su cuerpo, a la que llamaba "la cosita de hacer pipí". Así, una vez dirigió a su madre la pregunta siguiente:

-Oye, mamá, ¿tienes tú también una cosita de hacer pipí?. (1)

Por ese mismo tiempo entró Juanito una vez en un establo en ocasión en que estaban ordeñando a una vaca, y observó: "Mira, mamá. De la cosita de la vaca sale leche."

Estas primeras observaciones -aclara Freud- justifican la esperanza de que gran parte de lo que Juanito nos descubría, demostraba ser típico del desarrollo sexual infantil. Ya indicamos en otra ocasión que no habría por qué espantarse al encontrar en un sujeto la representación de la satisfacción sexual per os. (2)

"Esta representación repulsiva tiene un origen inocente, pues se deriva del acto de mamar del seno materno, derivación en la cual actúa como elemento intermedio de transición la imagen de la ubre de la vaca, la cual, por su naturaleza, es una mama y, por su forma y situación, un pene.

El descubrimiento de Juanito confirma la última parte de mi hipótesis.

El interés de Juanito por la cosita de hacer pipí no es exclusivamente teórico. Como era de esperar, le incitaba también al tocamiento del miembro. Teniendo tres años y medio, le sorprendió su madre con la mano en el pene y le amenazó que si hacía eso llamaría al Dr. para que le cortara la cosita, y entonces ¿cómo haría pipí?, a lo que Juanito respondió: Con el popó." (3)

Freud, señala en relación a dichas preocupaciones de Juanito cómo su órgano anatómico empezaba a escapar a su dominio y él no entendía eso que lo tomaba de sorpresa en su propio cuerpo en la medida que no lograba significantizar su órgano, es decir, dar significación sexual al goce de la picazón en esa parte de su cuerpo.

Y entonces, más tarde, surgió en auxilio de Juanito el síntoma de la fobia a los caballos que arrastran carros.

Especialmente, el niño mismo fue orientando al Dr. Freud en relación a que su terror se desataba ante el caballo que se cae y se encabrita, que rueda, que se revuelca en el piso, y que puede morder.

O sea que Juanito pudo apoyarse en esta representación del descontrol gozozo de su objeto fobígeno: el caballo, para poder comprender lo que le pasaba en su propio cuerpo.

Porque, para Juanito, el caballo que gozaba de la mordedura, del caerse, del revolcarse, etc., daba sentido a lo que le sucedía en esos momentos en su cuerpo.

Es decir que, mediante su ficción sobre el descontrol gozoso del caballo Juanito daba sentido sexual al goce que lo perturbaba en su cuerpo, y que él no podía dominar.

En esa dirección, el caballo del síntoma de Juanito le sirvió al niño para otorgarle una cifra fálica al goce del cuerpo.

Freud adjunta, al final del historial del caso Juanito, algunas de las observaciones realizadas por su padre: " Aún le queda un último resto de su enfermedad, que no se manifiesta ya en miedo, sino en una exacerbación de preguntas, que versan casi siempre sobre la materia de las que están hechas las cosas (tranvías, máquinas, etc.), y quién las ha hecho. La mayor parte de estas preguntas las plantea, a pesar de haberse él mismo respondido a ellas de antemano. Quiere solamente asegurarse. Una vez que me había fatigado mucho con su constante preguntar, acabé por decirle: -Pero, ¿tú crees que yo puedo contestar a todo lo que me preguntes?. Me respondió en el acto: -Como supiste lo del caballo, creí que también esto lo sabrías." (4)

Vemos cómo el niño, una vez resuelta su fobia a los caballos podía encausar su curiosidad infantil buscando dar sentido a sus propios enigmas en relación a sus orígenes y su cuerpo sexuado, sin desesperar cuando se confrontaba con la falta de respuestas del lado del Otro (su padre, en este caso).

Freud lo explicita al final del mismo texto de una manera astuta y simpática, ubicando que aquellos restos no significables en la experiencia de la investigación infantil posibilitan seguir provocando las elaboraciones subjetivas del niño sobre la sexualidad en el plano del amor, del deseo y del goce.

"Dejemos que nuestro infantil investigador, conquiste tempranamente la experiencia de que todo saber es fragmentario y que en cada uno de sus grados queda siempre un resto sin solucionar." (5)

Notas

(1) Freud Sigmund, Análisis de la fobia de un niño de cinco años, Obras Completas, traducción López Ballesteros, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, tomo IV, página 1366.

(2) Idem, página 1366.

3- Freud S: Análisis de la fobia de un niño de cinco años, OC, Tomo IV, página 1366.

4- Idem, página 1416. 5- Idem, página 1417.

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