Con este breve ejemplo freudiano podríamos introducir el problema de la fobia o de la angustia en la infancia-, aquel donde Freud relata la escena donde un niño, en la oscuridad, le dice a su tía:
-"Tía háblame, tengo miedo"
-"Pero de qué te sirve si no puedes verme"
-"Hay más luz cuando alguien habla".
Otro pequeño recorte del comienzo de una sesión de una paciente de seis años que se dirige al analista con la puerta entreabierta, sin entrar aún al consultorio, susurrando le pregunta: "¿Tenés perro? ¿tenés muchacha?". Al respondérsele negativamente puede atravesar el umbral; pero allí en ese mismo momento, comienza un exhaustivo trabajo sobre su síntoma que se despliega en su producción gráfica, desde el inicio parece atravesado por la transferencia.
La escena que Freud describe es de la clínica temprana y es ejemplar ya que da cuenta de una apoyatura que Lacan pudo considerar para postular las modalidades del objeto a como voz y mirada.
Una voz que se torna mirada en tanto la tía habla. Ese pasaje de voz a mirada garantiza en este niño la posible constitución de la escena fantasmática, la ausencia de la voz encarnada (en la tía) del Otro primordial es crucial.
En el segundo ejemplo la pregunta por la muchacha y el perro hacen enigma en relación a la constitución del síntoma en transferencia y definen más claramente el objeto fobígeno de carácter significante que tiene una distancia con la importancia de la presencia real del objeto primordial del primer ejemplo. Aquí el fantasma está constituido.
Son dos presentaciones a nuestro modo de ver diferentes y podrían ser caminos para aventurar hipotéticamente en cada caso la constitución subjetiva.
"El comienzo de la angustia es el comienzo de la fobia" así dice Freud en las primeras páginas de Hans, pero tenemos razón suficiente para separarlas entre sí.
Hans padece su primera crisis de angustia cuando sueña con estar separado de su madre. Recordemos el texto del sueño: "Cuando dormía (le dice a su madre) he pensado que tú estabas lejos y ya no tengo una mami que me acaricie"-
Momento previo donde el objeto primordial y la angustia padecida por el peligro de la pérdida esta exacerbada, donde aún no se ha estructurado la complejidad de la defensa que aparece en "Inhibición, síntoma y angustia", cuando se trabaja la fobia.
Esta angustia dirá Freud- que corresponde a una añoranza reprimida que carece de objeto como toda angustia infantil, daría angustia y no miedo.
Más allá de la diferencia entre angustia y miedo de la cual la 25º Conferencia nos enseña, este párrafo sustenta la presición de Lacan de que la angustia no es sin objeto, la presencia real del gran Otro, del goce del Otro, desencadena trastornos por su exceso.
Entonces qué diferencia podríamos encontrar entre estas "fobias tempranas" y las "ya constituidas" ¿hay alguna cronología que define su estructuración o depende de condiciones de la misma estructura?
¿Llamamos fobias, a las tempranas o es la angustia el síntoma por excelencia?
Y aún más ¿qué ocurre cuando este tipo de modalidad de angustia permanece, cuando el fantasma no protege, que podemos inferir algo sobre el destino posterior de la estructura? ¿Cuál es la operación del analista?
Intentamos responder al menos parcialmente algunos de estos interrogantes.
Recordamos el caso de la fobia a los globos de la niña de 11 meses que trató Arminda Aberastury y que trabajando en una sesión investida de las dotes de maga que le otorga el pensamiento y la clínica de Klein desarma en pocas intervenciones esta fobia temprana que coincide con el embarazo de la madre.
Es interesante la lectura de este caso y destacamos las observaciones que hace Arminda sobre la importancia sobre la presencia del padre, más allá de la introyeccion del pene paterno, concepto que tal vez limita el pensamiento de Klein ¿Sobre quién intervino Aberastury? ¿Sobre los padres o sobre la niña?
No importa, el hecho es que en la estructura esté instalado como Freud bien señala "el reino de la sustitución".
En el segundo ejemplo que consideramos, la sustitución está instalada en la pregunta por el perro, la muchacha que luego devendrá "la muchacha con cara de perro" escribe el piso inferior del grafo del deseo, y ubica el trabajo en la batalla de la neurosis de transferencia. Fobia y transferencia serían temática de otro trabajo.
Cuando recordamos el caso Hans es casi una expresión de deseos haber trabajado con pacientes con la riqueza simbólica de este niño que conduce a Freud en la epicrisis del historial a preguntarse si hubiera sido necesario intervenir sobre él. Bien sabemos que es casi un recorrido teórico y que la intervención fue sobre los padres. Pero sus fabulosas y ricas escenas, las que hacen fecha y hacen serie en la clase del 5-6-57 del Seminario de "La relación de objeto" dan cuenta del destino singular de su deseo: bañadera, taladro, caída de Ana, látigo de Ana, la gran caja, la cigüeña, el caballo fustigado etc.
Escenas donde el "dar a ver" anticipa sus puestas como regisseur de opera.
Pero si para el grito "tía, tía" no hay respuesta o no hay corte, permaneciendo la presencia excesiva del goce del Otro, el destino de un niño es diferente.
Una modalidad es la no separación que se presenta en el cuerpo a cuerpo, en la niña que no despega del cuerpo de la madre y juega autoeróticamente con el rizo de la cabellera de la madre, con el lunar de su barbilla sin poderse establecer una mínima distancia.
O bien, aunque aparezca una "aparente" sustitución ya no es en términos de la deriva significante del objeto fobígeno, "los camiones de basura me quieren comer", o "el odio a las palomas" a las que no se acerca y "a todos los pájaros", desatan una huida que tiene el carácter de fuga al modo de una caída de la escena como aparece en el Seminario de la Angustia. Fuga como caída de la escena al mundo puro.
Allí la inhibición como defensa primaria para la constitución del yo, no opera, según Lacan el circuito ia i´a no garantiza la imagen del cuerpo y sus fantasmas.
Hay una perturbación en la constitución de lo especular y en la operación del significante del Ideal del yo.
Nos interesa destacar aquí el monto y la cualidad de la angustia aquello que no engaña- que llega a los límites de lo traumático a pesar del encuentro con el objeto aparentemente fobígeno.
En adultos, Freud hablaba de fobias graves, en "Las nuevas perspectivas sobre la terapia analítica" que se hacen refractarias al trabajo en términos de la neurosis de transferencia.
¿En niños hacemos esta misma presición? ¿Es posible producir una suplencia para estos casos desde la intervención analítica?
Hay una cita del seminario de la Transferencia que nos interesa recordar que hace a la transferencia y a lo fundante en la estructura.
Lacan viene hablando de la metáfora del deseante y dice: "Acuérdense uds. de Hans. En el momento en que el deseado se encuentra sin defensas frente al deseo del Otro cuando este es una amenaza para ia, la orilla, el límite entonces el eterno artificio se reproduce- el sujeto se recompone y parece que está al abrigo de la piel del oso sin haberlo matado. Pero se trata en realidad de una piel del oso vuelta al revés y es en su interior donde el fóbico defiende ¿qué?- el otro lado de la imagen especular".
La imagen especular tiene dos caras, sin duda una de investimiento pero también otra de defensa. Es un dique contra el Pacifico del amor materno el investimiento último del falo es defendido de algún modo por el fóbico. Diré incluso que la fobia es la señal luminosa que aparece para advertirte que se esta funcionando con una reserva de líbido. Se puede funcionar con ella todavía por algún tiempo. Es esto lo que significa la fobia, y si su soporte es el falo como significante sin duda, por esta razón".
Aun siendo esta cita de gran complejidad nos interesa destacar algunas cuestiones. La fobia constituida garantiza la defensa cuando, lo especular esta regido por el significante fálico, el falo como reserva esta en el fondo, o sea que es una dialéctica especular donde no fácilmente aparece el doble como siniestro y es así como pone distancia frente al exceso del sentimiento oceánico que no es precisamente "pacifico" del amor maternal. La angustia es siempre señal. Cuando el objeto fobígeno no se desliza, cuando no hay cadena, el objeto presentifica en forma siniestra el goce del Otro, la angustia es traumática, "tal vez terror sin nombre" tal vez "impensable" (Bion, Winnicott)
Recordemos entonces allí las tesis sobre agresividad y el estadio del espejo como condición de la constitución del yo. Lo que Melanie Klein nos enseña, que no ha sido poco y Lacan continua sus pasos cuando propone en la transferencia distintas salidas a la dialéctica especular. Pasar del narcisismo mortífero al automatismo de repetición (pulsión de muerte) será el difícil trabajo del analista. Arduo pero en muchos casos posible