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Número 10 - Noviembre 2008
A propósito de un caso de fobia escolar
Sebastián León Pinto

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RESUMEN

El presente texto reúne y describe algunos fragmentos del tratamiento psicoanalítico de un niño de siete años afectado por una severa fobia escolar. En primer lugar, son expuestas las vicisitudes concernientes a las entrevistas preliminares. Más tarde, son presentadas algunas escenas relativas al tratamiento propiamente tal. Finalmente, es descrita una instancia de seguimiento, que muestra el reestablecimiento duradero del niño respecto de su malestar inicial, así como la elaboración de su historia familiar.

PALABRAS CLAVES:

Psicoanálisis con niños – Entrevistas preliminares – Mito familiar – Lugar del niño -Tratamiento – Seguimiento.

______________________________________________________________________

Es agosto del año 2002. María Paz, una mujer cercana a los cuarenta años, me llama para solicitar ayuda para Iván, su pequeño hijo, que por estos días acaba de cumplir los siete años. En un primer contacto por teléfono, María Paz me comenta, con preocupación y patente desborde emocional, que Iván -quien actualmente cursa su primer año de educación básica en un colegio particular de Santiago- no concurre a clases hace más de tres meses y está arriesgando perder el año escolar. La madre relata que esto comenzó casi sin darse cuenta: Iván demoraba en las mañanas para vestirse, dado que pedía calentar su ropa por largo rato, ante lo cual se hacía tarde y el niño terminaba por desistir de ir al colegio. Esta situación fue provocando un estado de ansiedad y desesperación en todos los miembros de la familia, a saber, Iván, María Paz y su madre, Ester. Más tarde me enteraría que Rodrigo, padre de Iván, no vive con ellos: el niño ni siquiera lo conoce. Su abuelo Gustavo, marido de Ester, falleció hace ya varios años. Iván, hijo único, se ha mostrado resistente a continuar con su rutina escolar una vez de regreso de las vacaciones de invierno. El niño ha sido llevado a una evaluación neurológica, pero la madre refiere que Iván se ha sentido dopado por efecto de la medicación que le fue indicada (cuyo nombre no recuerda), por lo cual fue suspendida.

En una primera reunión con María Paz, acordada para profundizar en los aspectos antes relatados, me comenta:

María Paz: Iván cumplió siete años; en junio dejó de ir al colegio. Yo vivo con mi mamá. Él está súper agresivo, está mal: es brillante, el mejor del curso, pero no le interesa ir. Lo único que le interesa es la televisión. Ve todo el día monos y videojuegos.

Sebastián: ¿Qué pasó que dejó de ir al colegio?

MP: Dejó de ir porque le adelantaron el horario, de las 8:30 a las 7:55, y por quedarse calentando la ropa con la estufa. Le molesta la ropa al toparle con el cuerpo. Hay veces que ni siquiera quiere ir, se queda en pijama; está desinteresado por el colegio, no hace las tareas. No va por la camisa: tiene hipersensibilidad, le molestan los calcetines y la tela cuando está tensionado. Como se porta mal, le grito, y al final es peor. Yo no tengo mucha paciencia; nos pega a mi mamá y a mí con las manos o patadas.

S: ¿Y por qué crees tú que le pasa esto?

MP: No tengo idea qué será: por gritarle, o porque no ve al papá.

S: ¿No ve al papá?

MP: El papá (Rodrigo) no está acá, está fuera de Chile; no lo conoce, nunca lo ha visto; llegamos a un acuerdo, nos separamos. Él tenía una hija de una relación anterior y dijo que no quería más hijos. Iván no sabe que esa hija existe: se llama Beatriz, ahora debe tener unos 10 años y vive con los papás de Rodrigo, en el norte.

Cuando quedé embarazada, no abortamos por plata. Después tuvimos la plata, pero yo ya tenía cinco meses de embarazo y ya no quería abortar. Cuando nació Iván, Rodrigo quería que lo entregáramos en adopción, pero yo no quise.

Ahora resulta que Iván ve mucha televisión, está desobediente, está como ansioso: pide, pide y pide. Pide juguetes y quiere ir todos los días a jugar video al Chuck & Cheese’s.

Yo tengo 38, Rodrigo debe tener ahora 33. Él mide como un metro setenta, pelo castaño, ojos cafés, parecido al Iván. En realidad, el Iván es igual, es una copia a Rodrigo: la misma risa, el mismo comportamiento.

Rodrigo es fotógrafo, éramos compañeros de curso en la universidad. Era culto, pero también alcohólico y drogadicto. Otro que tomaba harto era mi papá, después de jubilar y quedar ciego por desprendimiento de retina. Pero bueno, resulta que Rodrigo se fue a hacer un postgrado afuera, no sé dónde, parece que a España; se fue el año después que nació Iván; pero no lo conoció, porque después que nos separamos no llamó más.

Estuvimos cuatro años juntos y durante el embarazo terminamos. No he tenido relaciones de pareja después de Rodrigo. Ahora Iván es muy intolerante a la frustración; inmaduro emocionalmente. Yo hago clases de violín, particulares. Iván antes tocaba, ahora ni siquiera toca. Iván está en un colegio de Vitacura. Está en 1° básico.

Le gusta la lectura, que le lean cuentos; aprendió solo a leer; antes tocaba piano. En vacaciones se aburre, espera marzo, la inactividad lo aburre.

Un día la profesora lo pasó a buscar, también el orientador del colegio y una vez un taxista que vive al frente, y estuvo bien. Cuando le digo yo, no me hace caso. El otro día mi mamá lo forzó y él gritaba. Yo estoy en desacuerdo con tanta violencia. ¡Es que es tan chiquitito…!

Está con atraso de sueño, se duerme a las doce. La neuróloga le dio gotas, pero ya no las toma.

Mi mamá está igual que yo: no sabemos qué pasa. Mi papá murió hace diez años, vivía con mi mamá; tampoco conoció al Iván.

Él me reprocha que yo le grito, pero en realidad no encuentro una manera en que me haga caso. En realidad, no sirvo para esto...

S: ¿Para qué?

MP: No sirvo para tener hijos. En el sentido de educar. Él está rebelde y yo no puedo manejar la situación.

S: (La invito a que me hable libremente acerca de la historia de vida de Iván).

MP: El embarazo no fue planificado. Mi reacción fue de horror, fue espantoso, no estaba entre mis planes tener guagua: estaba terriblemente asustada; esta cuestión llegó de sorpresa, nunca lo planifiqué ni nada. Además que para mí significó renunciar al sueño que tenía de ser una violinista famosa. Y me asustaba el parto; fue algo súper inesperado; tenía terror a esas cosas...

S: ¿A qué cosas?

MP: A tener guagua y todas esas cosas. Nunca imaginé estar en esa situación; después pasó el tiempo y ya no fue tanto el terror; cuando lo tuve todo cambió; yo pensé que podía morirme al tenerlo; era como si me hubieran dicho que tenía cáncer, fue espantoso.

S: ¿Cáncer?

MP: Algo así. Además, el papá no era muy estable: se metía con más gente, tenía relaciones con otras. A lo mejor lo del cáncer tiene que ver también con el embarazo de mi mamá, de cuando yo nací…

Mientras pienso que Iván está ocupando el lugar fantasmal dejado por la huida del padre, María Paz comienza a relatarme que luego de más de diez años de intentar el embarazo y en medio de fuertes conflictos conyugales asociados a la infertilidad de su marido, Ester, su madre –tratamiento de fertilización mediante- queda en cinta, pero su embarazo sufre la complicación de un tumor uterino simultáneo a la gestación. Luego del parto, ambos padres se alivian de que María Paz haya podido nacer. Curiosamente, Ester tiene a María Paz a sus 33 años, la misma edad en la que María Paz tiene a Iván; otro dato interesante es que Iván nació el mismo día que su abuelo Gustavo, marido de Ester. En su calidad de hija "súper esperada" de unos "padres que eran como abuelos", María Paz pasará a constituirse en una niña muy consentida, demandante y "mal criada" . Por su parte, su madre será operada tras el parto, a sus treinta y tres años, quedando imposibilitada para nuevos embarazos, por extirpación del útero. A partir de este contexto, María Paz nunca dejará de ocupar para Ester el lugar de la "niña que no debe crecer ", situación que se ve acrecentada con la viudez de la madre y la soltera maternidad de la hija.

MP: El parto mío de Iván salió bien: fue cesárea, porque yo estaba muy nerviosa y era muy estrecha. La lactancia bien, tomaba bien; hasta los cuatro meses, porque yo dormía mal, estaba muy agotada. Él es súper alto, es inteligente; no hay ningún problema "aparentemente", porque como no va al colegio... Físicamente, él no tiene problemas por lo menos; psicológicamente, no sé. El destete no le costó; el control de esfínter bien, fue como a los tres años, en el jardín, o más o menos a los dos años y medio; empezó a caminar como al año; el lenguaje súper bien, hablaba un montón, de chico, tiene excelente lenguaje. Su primer día en el jardín fue excelente, súper bien. De amistades, amigos del jardín y del colegio; no tiene muchos, pero tiene. Curiosidades sexuales... la otra vez me preguntó: "¿por qué el hombre tiene eso y po rqué la mujer eso?". De repente le da por tocarme arriba, los pechos, a veces; yo me visto delante de él.

Acaso el uso de la misma palabra, "eso", para referirse a ambos genitales, femenino y masculino, hable de los resabios de una teoría sexual infantil, a saber, la indiferenciación anatómica de los sexos. El toqueteo de los pechos y la exhibición sexual de la madre pueden ser indicios de un eventual estado de hiperexcitación libidinal, donde la seducción materna parece colaborar con la tardanza de la consolidación de la represión primaria por parte del niño.

S: (Le pregunto acerca de sus expectativas con respecto al trabajo clínico).

MP: Necesito que se cure; que retome el interés por el colegio, por los juegos; que no vea más televisión, eso le hace pésimo. No juega, se está aislando: no va al colegio, no va a la plaza.

Al terminar la reunión, me pregunta si yo soy psicólogo de niños. Cuando le contesto que sí, me dice: "es raro, porque hay pocos hombres psicólogos de niños".

A los pocos días, me reúno con Iván. Para esto, dispongo una caja con juguetes y un block o croquera con lápices. En la sala de espera suena, leve, alguna sinfonía, mientras en la sala de consulta resalta, junto con un diván y una mesa de dibujo, una pera rellena de plumavit. Abro la puerta y me encuentro con un niño de estatura y peso normales para su edad, moreno de cabello y de ojos algo hundidos. Apenas entra, y antes de cualquier saludo, me sorprende su primera pregunta:

Iván: ¿Tú escuchas música clásica?

Le sonrío, adivinando su precoz intento por encontrar algún nexo entre nosotros y por apropiarse de este espacio que, durante los próximos tres años, será nuestro lugar de encuentro. Mientras lo hago pasar por primera vez a la sala de consulta, Iván, muy observador, sigue atento a descubrir los objetos que lo rodean, junto con intentar definir nuestro recién iniciado vínculo:

I: Mi mamá antes tenía una pera, pero yo le sacaba el relleno y me metía adentro; y mi mamá no me dejaba sumergirme.

No sabía que tenía una cama acá…

Profesor... señor... parece que yo todavía estoy con una psicóloga que no me acuerdo cómo se llama 2. (Toma un títere de gato). Miau, miau.

Señor, ¿de qué era esta máscara? No se me ocurre.

(Ahora toma un micrófono). ¿Qué es esto?

Mi mamá me dijo que se llamaba Sebastián.

S: Así es. Y yo sé que tú te llamas Iván. ¿Por qué estás acá, Iván?

I: Mi mamá dice que tengo unos problemas de no sé qué; parece que a veces no la obedezco, y otras cosas que no me acuerdo.

S: ¿No te acuerdas?

I: Lo que pasa es que no me puedo levantar porque estoy muerto de sueño. La psicóloga tenía más juguetes que estos. No tenía títeres, tenía aviones de guerra, autitos, vaqueros, caballos. ¿Me puedo tirar encima de la pera?

¿Esos papeles son para dibujar?

¿Por qué cuando hablo siento que hay un eco?

¿Qué edad tienes tú?

Yo vivo con mi mamá y con mi abuelita. Mi papá se fue del país cuando yo nací. Mi mamá me dijo que mi papá se fue porque era un mal padre y porque tenía miedo de ser papá. ¿Ves programas de la naturaleza como el de "La ley de la selva", de Megavisión? A mí me gusta la del escorpión, que mientras más larga tenga la tenaza, más inofensivo es. Por ejemplo, si me pica uno de tenaza grande no me pasa nada, pero aprieta fuerte; en cambio, los de tenaza chica tienen un veneno mortal.

El mensaje me parece claro. Traduciéndolo, sería algo así: "yo siento que en mi casa vivimos en un caos, donde reina la ley de la selva, no hay organización. Los adultos me parecen débiles, inofensivos; en cambio yo en mi casa, aunque soy chico, tengo mucho poder".

S: ¿Qué significa que tu papá "tenía miedo de ser padre"?

I: No sé cómo explicarte; y no sé cómo explicarme a mí, eso es lo malo.

Estoy en primero; ¿sabías que en mi curso hay un amigo que tiene el mismo nombre que tú? De carácter él es un poco malo, un poco bueno y un poco malo. Es que a veces es como muy, un poco agresivo.

S: Un poco bueno y un poco malo... (Pienso: indicios de transferencia). Cuéntame, ¿tienes hermanos?

I: No, soy único. Soy hijo único; pero tengo un hermanito no nacido de huevo, una hermanita perrita de diez meses. Vive conmigo, se llama Atea.

S: ¿Qué estás dibujando?

I: Eso de los escorpiones. Éste es el de las tenazas grandes; ahora voy a dibujar el de las tenazas bien chiquititas... Espero que no me digas que estoy abusando, Sebastián...

S: ¿Abusando? ¿Por qué?

I: Porque mi mamá me compra todo lo que yo le digo; pero no todo, casi todo. Por ejemplo, ayer le dije que me comprara el Medabot, que es un robot; ella me dijo que sí, pero después se acordó que tenía que comprar un desodorante, así que yo le dije que podía yo esperar hasta mañana.

Jugué con el Esteban, Gustavo, Joaquín y el otro Joaquín que es de 2°, jugamos al Medabot. Yo era el hijo único de los tipos extraños, con la espada más poderosa.

Adivina cuál es el más poderoso aquí (en el dibujo).

S: Parece que el más chico, ¿no?

I: (Cantando)"Yo no hacía las tareas jamás, pero eso ha quedado muy atrás; todo comenzó por curiosidad, porque yo quiero entenderlo todo". Es la canción de Digimon 3. (Yo anoto la letra de la canción en una hoja, por su evidente carácter identificatorio). ¿Qué pasa que no pusiste cómo empieza?: "Si es que quieres ser tan bueno, si lo sueñas de verdad inténtalo, confiésalo, seguro vívelo". ¿Me puedo llevar una piedra por si no nos vemos de nuevo?

Al terminar la entrevista con Iván, María Paz me pregunta si puedo verlo otra vez antes del próximo viernes, "ojalá dos veces por semana", porque una es muy poco. Acto seguido, entra a la sala de consulta y se queda observando el dibujo del niño.

Ahora bien, ¿de qué se trata la función diagnóstica que nos interesa? Importará ubicar el lugar que ocupa Iván en la historia transgeneracional, localizar la posición del niño al interior del mito familiar 4. Agujerear, a través del juego, el dibujo y la palabra, las estrechas paredes de dicho lugar, para que pueda emerger la singularidad de Iván en despliegue creativo: a eso apunta la indicación de tratamiento que podemos ofrecerle, en un trabajo donde María Paz y Ester no estarán ausentes 5.

Concordamos con el hecho de que "la rectificación del lugar del niño en el fantasma de los padres, genera a veces por sí mismo una mejoría sintomática, cuando no una franca resolución de la problemática del niño, cuando el peso de lo intersubjetivo era el determinante del síntoma. Lejos entonces estamos de afirmar que el lugar de las entrevistas con los padres sean ‘orientadoras’. Se trata de un trabajo analítico sobre el discurso de éstos" 6.

Así, desde estos supuestos a la vez teóricos y clínicos, cito a la madre y a la abuela a lo que podríamos llamar una primera entrevista de devolución. Junto con ellas, comenzamos por recordar las razones que llevaron a que ambas decidieran consultar por Iván. Junto con esto, evocamos algunos momentos fundantes de la prehistoria de Iván, susceptibles de ser localizados en la historia familiar. En una primera estación, nos detenemos en el encuentro entre María Paz y Rodrigo; en una segunda, en el vínculo entre Ester, Gustavo y su hija.

En esta mitología familiar, ¿qué lugar ocupa Iván? Una primera forma de intentar responder a esta cuestión, es detenernos en el motivo de consulta y sus derivados sintomáticos: el rechazo a ir a la escuela junto con la molestia a la piel. No nos apuramos demasiado si sostenemos que el rechazo a ir a la escuela es consistente con el deseo de la madre de que Iván se quede "chiquitito" y a su lado. En este sentido, y dando un paso más, la aparente fobia escolar estaría sirviendo al cumplimiento de un deseo edípico, en tanto garantiza la continuidad del vínculo fusional entre madre e hijo. Aquí estamos en el terreno del "hijo antidepresivo", que viene a colmar la falta de la madre; hijo en posición fálica que obstruye el vacío materno. Al mismo tiempo, tenemos el síntoma de la piel: Iván desea calor en su cuerpo, y en su búsqueda, evita la salida al exterior. Aquí aparece la vertiente del apego y la necesidad de contención y límite corporal; al mismo tiempo, la corriente del goce, acaso testimonio de la inoperancia de una función paterna que pueda hacer de prohibición del incesto, de límite y de ley. Acto seguido , surge un estado de "hipersensibilidad", el rechazo al contacto de la tela con la piel, quizás como encarnación de un deseo en sentido opuesto, a saber, un deseo de separación.

A partir de estas hipótesis preliminares, el conflicto psíquico quedaría situado: tensión entre una moción incestuosa que tiende hacia la perpetuación de la unión con la madre y un empuje en dirección contraria, que se manifiesta en el rechazo al contacto de la piel y que esfuerza hacia la diferenciación.

Cabe agregar, en este contexto, la respuesta de María Paz a la noticia del embarazo: el hijo no deseado aparece como algo "horroroso" y "espantoso", comparado con "tener cáncer". Aquí cabe una pregunta que nos llevará hacia una generación más atrás: ¿de dónde proviene la equivalencia entre ‘hijo’ y ‘tumor’, entre ‘ embarazo’ y ‘enfermedad mortal’?

Ineludible la referencia a la conjunción, en Ester, entre embarazo y tumor uterino. Acá se nos abre un nuevo esclarecimiento: Iván ocupa el lugar del cáncer: ‘niño - tumor maligno’ que escenificará, desde sus síntomas, las particularidades de su identificación.

Un tratamiento posible: trabajar hacia la desidentificación. Dirección de la cura: facilitar a Iván la salida de su significante mortífero. Allí donde el cáncer era, un niño puede advenir.

Acordamos comenzar un tratamiento psicoanalítico con Iván, proceso que incluya reuniones periódicas con la madre y/o la abuela, sin descartar la posibilidad de sesiones en conjunto. La frecuencia queda fijada en tres reuniones semanales. Esto, por supuesto, de contar con la aprobación por parte del niño.

Termina la reunión y la madre, antes de irse, agrega: "Iván siempre me pregunta por su papá. A lo mejor sea bueno tratar de ubicarlo. El otro día me dijo: "me gustaría morir porque soy un problema ".

Acaso los síntomas de Iván, organizados en torno a un estado de irritabilidad afectiva, son expresiones de una profunda depresión infantil, asociada tanto al abandono paterno como al espejo triste de la madre.

Al día siguiente, me reúno con Iván, para hablar acerca de lo conversado con su madre y su abuela, y proponerle el tratamiento señalado. Una vez que ponemos en escena la historia familiar, no tarda en señalar lo siguiente:

I: Por suerte no soy mujer, porque yo sé todas las cosas malas que tiene ser mujer: les sale sangre, les duele tener el hijo y otras cosas que me explicó mi mamá. Me dijo que era bien doloroso.

Juega al resbalín, arrojándose desde el diván hacia la alfombra, apoyado en la pera que lo desliza. Yo pienso: ¿simbolizará este movimiento la secuencia de un parto, como pronto a un nuevo nacimiento? El juego es acompañado por una pregunta que ya parece tomar el carácter de compulsión, a saber, la curiosidad por el tiempo restante antes del término de la entrevista, acaso revelando que su angustia se mueve en torno a la fantasía de ser abandonado, o incluso expulsado, como en el juego del parto.

I: ¿Y cuántos minutos faltan para que termine esta conversación? Minutos, días, horas, noches... Se le rompió la pera. ¿Hace tiempo o ahora se rompió? ¿Es tuya? ¿Y la trajiste para acá?

Al terminar la hora, entra la mamá, que me había llamado por teléfono "urgente " el día anterior.

M: Iván hoy llegó tarde al colegio porque le cuesta levantarse, ¿no será bueno que también lo evalúe un psiquiatra, que le den algo? El colegio me pidió un informe. El tratamiento es a largo plazo: ¿se supone que él va a cambiar su personalidad, que se va a curar de todo esto?

Adentrado el tratamiento, Iván empieza a dibujar: piel, vampiro, hueso, zombi, ceniza.

S: Yo creo que a veces a ti como que te dan ganas de matar a tu papá y convertirlo en ceniza.

I: Sí, pero ceniza con ojos, nariz y boca...

En la sesión posterior, María Paz me dice que el sábado le entregan la biblia a Iván en una ceremonia con papás y que a ella le incomoda ir sola, que ha pensado en simular enfermarse. Le sugiero que vaya y que el domingo hable con Iván acerca de su papá.

Al entrar Iván, le cuento lo que hablamos con su mamá. Él hace un dibujo de "alienígenas" y yo le interpreto que "a lo mejor todas las consecuencias que te trae el abandono de tu papá te hacen sentir como de otro planeta, por ejemplo ahora para la entrega de la biblia, donde tu mamá va a tener que ir sola", lo cual él confirma.

I: Yo soy el alienígena poderoso y mi papá el chiquitito, no, mejor este otro que también es grande, pero con seis brazos.

S: Quizás te gustaría sentirte poderoso cuando te sientes chiquitito, como un niño abandonado, y sientes que Rodrigo es como un monstruo de cuatro brazos.

I: (Corrigiéndome). De seis brazos.

S: ¿Y si tu papá estuviera aquí, qué le dirías?

I: Yo le diría: "gracias papá por haberme abandonado, feliz día del padre ".

S: ¿Qué te pasa cuando dices eso?

I: Me da rabia mi papá, porque me dejó botado.

Al terminar la hora, le pido a Iván y a su mamá que traigan una foto de Rodrigo, padre de Iván. Un par de sesiones después, Iván trae una foto de su papá.

I: Lo encontré feo, me lo imaginaba distinto, aunque de cara se parece harto a mí… El sábado fui con mi mamá a la entrega de la biblia, pero el domingo, que fue el día del padre, no hablamos de él. (Empieza a dibujar cabezas de esqueletos. Mientras lo hace, recuerda la propaganda de una película y la repite en voz alta). "Cuando no hay lugar en el infierno, los muertos caminan en la tierra".

S: Me parece que tú sientes que tu papá debería estar en el infierno por lo que te hizo, pero al estar vivo, se transforma para ti en una especie de muerto andante.

I: Sí, es así. (Intenta retratar la foto con un dibujo de calavera).

S: Tienes, entonces, una imagen de tu papá como de personaje siniestro y muchas veces eso te provoca terror.

I: ¿Lo hago mitad humano y mitad esqueleto?

S: Tu dibujo parece el de un anuncio de película de terror.

I: (Se entusiasma y dibuja una especie de afiche y escribe: "Rodrigo, el zombi". La foto del padre está sobre la mesa).

S: ¿Qué es para ti un zombi?

I: Un muerto viviente que asusta a las personas, si es malo.

S: ¿Y éste es bueno o malo?

I: ¿Qué crees tú? ¿Qué pensarías tú en mi lugar?

S: ¿Yo? Pensaría que es malo.

I: Lo mismo pienso yo.

S: A veces tengo la impresión de que para ti tu papá es como un zombi que da vueltas por tu cabeza y no te deja tranquilo.

I: (Asiente la cabeza y suspira, mientras sigue dibujando y yo describo la foto en voz alta. Abre la caja de juego). ¡Hay que matar al zombi!

Más de un año ha pasado del término del tratamiento y vuelvo a ver a Iván, su madre y su abuela, para una reunión de seguimiento acordada con anterioridad. Iván está más alto, se ha pegado un estirón: el largo de sus piernas es como de un adulto, aunque el resto de su cuerpo siga siendo el de un niño.

Hago entrar a los tres, simplemente para hablar de lo que ha sido este año para ellos y de cómo sienten y recuerdan retrospectivamente la experiencia terapéutica del niño. Iván me señala: "tuve un promedio 6,5 y recibí tres diplomas en el colegio: por mejor compañero, por inglés y por español". Percibo en esa primera frase el deseo de Iván por exhibir ante mí los signos de un desarrollo exitoso y la búsqueda de felicitaciones de parte mía.

María Paz y Ester me dicen que Iván ha estado muy bien, que "los problemas con el colegio o al vestirse son asunto del pasado" y que para ellas "hay un antes y un después del tratamiento". Les pregunto qué ha pasado con la posibilidad de establecer contacto con Rodrigo, y me responden que no lo han hecho. "No lo necesito, tampoco me importa", agrega Iván. "Cada familia tiene su historia y ésta es la de ustedes, que ahora parece ser más vivible", señalo yo, antes que los tres asientan.

Al rato, Iván me pide hablar a solas conmigo. Después de salir la mamá y la abuela, el niño me dice: "sólo quería agradecerte, Sebastián, por todo lo que me ayudaste", mientras su voz flaquea y su mirada atrapa una lágrima. Yo sonrío, le hago una pequeña caricia en la cabeza y nos despedimos.

Notas

1 Psicólogo Clínico Universidad Católica de Chile, Psicoanalista de la Sociedad Chilena de Psicoanálisis (ICHPA), Doctor en Psicología U. de Chile ©, Especialista Acreditado en Psicoterapia.

2 Se refiere a la psicóloga de su colegio, quien sugirió a la madre y a la abuela consultar por Iván.

3 La palabra ‘digimon’ es la contracción del anglicismo ‘digital monster’, traducible como ‘monstruo digital’. ‘Digimon’, popular serie de dibujos animados, cuenta la historia de un grupo de niños que llega de súbito a un mundo digital habitado por pequeñas criaturas llamadas Digimons, mundo amenazado por la maldad de un ser denominado ‘Engranajes Negros’. Digimons y humanos se vuelven amigos y se ayudan mutuamente, tanto para vencer la maldad de quienes quieren apoderarse del mundo digital como para encontrar el camino de retorno al mundo real. A partir de estos elementos, adelantemos que la figura de Digimon será crucial para comprender las vicisitudes de la transferencia: Iván será el humano y yo el Digimon, tanto en la lucha contra el ‘engranaje negro’ de su padre como en el intento por retornar al "mundo real" de la escuela. Así, una primera recolección transferencial parece portar el siguiente mensaje de Iván hacia mí: "tú serás un amigo que me ayudará a vencer la maldad de mi padre".

4 Ver Rodulfo, 1999.

5 Hacemos justicia si reconocemos que esta propuesta de trabajo admite como antecedente la obra de Maud Mannoni (1997).

6 Mosquera, 2003, p. 1.

 

REFERENCIAS

Mannoni, M. (1997). El niño, su "enfermedad" y los otros. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión.

Mosquera, L. (2003). Hablando de chicos. Transferencia y final de tratamiento en psicoanálisis con niños. Revista Fort-Da, Nº 6, Junio 2003. Disponible en: www.fort-da.org/fort-da6/mosquera.htm

Rodulfo, R. (1999). El niño y el significante. Buenos Aires: Paidós.

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