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Número 10 - Noviembre 2008
La clínica freudiana:
las preguntas de Juanito
Isidoro Vegh

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De Freud, el deseo.

Noto, que en relación al año pasado, somos menos, lo cual no está mal. No está mal porque la pregunta, por lo menos a mí, me propone la intimidad; la pregunta deshace la dimensión de muchos para ser pregunta a cada uno.

El título tiene dos partes: la clínica freudiana, las preguntas de Juanito. En otro lugar donde no hace mucho propuse un título que hablaba de la clínica freudiana, cité, como ahora lo voy a hacer ante ustedes, dos definiciones que Lacan expuso cuando fue la apertura de la Sección Clínica en Vincennes 1: "La clínica es lo real en tanto que es lo imposible a soportar"; otra donde concluye: "...es entonces aquello por lo cual la clínica psicoanalítica consiste en reinterrogar todo esto que Freud ha dicho". Dos definiciones sobre la clínica, una remite a un texto, de Freud, otra nos habla de lo real. Tal vez podamos anticipar algo si decimos que el campo del psicoanálisis se sostiene, al menos en su movida inaugural, porque en él se puso en acto no sólo la razón en los términos que una tradición científica promueve como tal, sino cuando ella es sacudida desde otro lugar; tal vez la articulación de las dos definiciones pueda empezar a producir en nosotros alguna respuesta si decimos que la clínica freudiana es posible porque en su origen se sostiene desde el deseo de Freud.

De Juanito, las preguntas.

Con lo que implica la segunda parte de este título, "Las preguntas de Juanito", esperamos dar prueba de nuestra propuesta. No les dije el histo-rial de Juanito 2, sino específicamente las preguntas de Juanito, que desliza a una ambigüedad precisa: por un lado, las preguntas que, en el histo-rial llamado de Juanito, éste formula, luego veremos a quién; pero también las preguntas que el historial nos dirige a nosotros, de allí el adecuado clima de intimidad. Y desde esta perspectiva las preguntas de Juanito se dirigen a nosotros, psicoanalistas, son nuestras preguntas, que nos llegan desde el lugar del Otro, un texto que se escribe porque Freud soporto "lo re-al imposible a soportar".

Primeras preguntas.

Propongo la que para mí, se sitúa primera: ¿quién hizo el análisis de Juanito? Que se desglosa en otras dos: ¿quién fue el analizante?, ¿quién fue el analista? Freud nos dice al comienzo del historial, que en rigor no fue una observación directa: "Dirigí, desde luego, el conjunto del tratamiento, pero fue el padre quien llevo adelante ese an álisis", si fue posible, -tratemos de ubicarnos en la época heroica en la cual por primera vez se intentaba el análisis de un niño- lo fue gracias a la afortunada conjunción que hizo unidad de la autoridad paterna y de la autoridad m édica, coincidencia del interés familiar con el interés científico.

¿Es entonces, como se podría suponer, el padre, quien se situó en el lugar del analista? Tendríamos que preguntarnos que sitúa ese lugar en el análisis de un neurótico. Decimos que es una demanda que hace de ese lugar asiento de un saber posible, de aquell o que el sujeto sufre, que habla en él sin que sepa qué habla. Si lo pensamos desde esta perspectiva, Juani-to varias veces propone escribirle cartas al que sabe, al profesor. Cuestionaríamos, entonces, que fue el padre el analista de Juanito; ese lugar fue del "profesor que sabe".

Que el mensaje que de ese lugar retornó, quedó mediado por la voz que el padre le prestó, es algo indudable, como también los efectos que produjo en el desenlace de este historial. De ese desenlace dejo por ahora, en suspenso, estas preguntas: ¿se logró lo que se anhelaba?; ¿coincide con lo que Freud escribe en algún lugar de la epicrisis?

Otra pregunta.

Otra pregunta: ¿cuándo empieza el análisis? En el historial se nos cuenta que los padres de Juanito eran fervientes partidarios de la nueva técnica y disciplina que hacia su irrupción en los comienzos de siglo, que el padre de Juanito como una contribución a esa disciplina con la cual compartía sus postulados, había recogido y anotado una serie de alternativas de la vida de su hijo. Esas anotaciones comienzan con una pregunta: Juanito le dice a su madre: -"Oye mamá, tienes tú tambi én una cosita de hacer pipí? -Naturalmente -dice la mamá- ¿por qué me lo preguntas? -No sé". El envío del material, del padre a Freud, aparece como una contribución desinteresada, recolección de datos que puede aportar un padre que ve crecer a su hijo y lo escucha desde una teoría que le interesa, el psicoanálisis. ¿Es así? Proponemos otra respuesta: ¿no será que la respuesta natural de la madre, cuando dice que naturalmente ella tiene eso que se le pregunta, sitúa la causa de la demanda paterna? Su mujer, la madre de Juanito, había sido paciente de Freud; el padre de Juanito le envía esa observación supuestamente desinteresada, a aquel que había sido analista de su mujer; sitúa una pregunta y una respuesta: ¿qué lugar otorga a un padre el decir de su mujer?

Otra cuestión que nos plantea el inicio del historial, que por los desarrollos que Lacan viene haciendo desde hace más de treinta años ya es ampliamente conocido, pero que conviene retomarlo en la letra de Freud: en contra de una supuesta progresión libidinal por etapas marcadas naturalmente, comienza situando la cuestión del orden fálico. Este comienzo de la observación, también nos indica que el psicoanálisis implica algo del orden del saber. De un saber que no se sabe: Juanito no sabe por qué formula esa pregunta, desconoce las condiciones de la enunciación de su enunciado.

Simbolismo, castración.

La observación del padre continúa con la preocupación de Juanito centrada en la misma cuestión. Relata una afirmación de Juanito, lo que podría presentarse bajo el modo de una observación, cuando Juanito dice: "la cosita de la vaca da leche". Aquí bien podría venir alguien y decirnos: - "Ve usted, la equivalencia pene-pecho es indudable, la observación lo demuestra"; sí, indudablemente en esta secuencia hay una equivalencia pene-pecho, pero se trata justamente de una secuencia y de eso vamos a decir algo a medida que avancemos: es una respuesta -por lo menos así la proponemos a ustedes- que es consecuencia de la respuesta materna. Si Juanito puede hacer una equivalencia pene-pecho es porque desde un lugar que no es cualquiera, aquel que se sostiene del cuerpo primordial, del cuerpo materno, se dijo: "sí, naturalmente, tengo cosita"; si esa observación propone una equivalencia simbólica, sustentada en las semejanzas, una ubre semejante a un pene, es que hay un discurso previo que lo hace posible.

El historial prosigue contándonos, en el anecdotario -estamos todavía en un etapa previa, aunque por lo que dijimos antes, cuestionamos dónde comienza este historial- que Juanito recibió, lo que en la terminología freudiana es la amenaza de castración, desde el lugar que Freud suele decir que ella llega: la madre le dijo a Juanito cuando tenía tres años y medio que si se seguía tocando la cosita el Dr. A. se la cortaría. Sirve para situar la posición subjetiva en la que concluye Juanito, al final de este movimiento que decide la estructura que lo constituye. En Juanito la amenaza de castración fue introducida, y el hecho de que la madre refiera al Dr. A. nos permite inferir algo también de su estructura: se trata de una estructura neurótica.

Pecado de saber.

Juanito habla de su goce, su entusiasmo al ver el pipí de los leones. Freud hace un comentario -no oculta sus simpatías- acerca de las aptitudes de Juanito como investigador y dice algo que, en este tiempo del psicoanálisis por los años que este lleva, ya no nos asombra: la relación entre Juanito investigador y la curiosidad sexual; para asombrarnos debemos recorrer algunos desvíos, por ejemplo, acudir al mito bíblico. A la religión, después de la irrupción del psicoanálisis entre los discursos de este siglo, se hace difícil reducirla al opio de los pueblos; en principio tenemos que aceptar que es un producto eminentemente humano, tanto como el chiste y lo menos que podemos preguntarnos: si ciertos relatos persisten en su transmisión y en la credibilidad que a ellos se les otorga a lo largo de dos mil años es que algo en ellos logra esta eficacia. Lo que estamos diciendo es una perogrullada, otro modo de interrogar por qué los mitos tienen el valor que tienen.

Si acudimos al mito bíblico que se cuenta en el libro del Génesis 3 acerca de la pareja de Adán y Eva, se lee que en un momento dado el Creador lanzo una prohibición; en el Edén donde nada faltaba había dos árboles diferenciables: de la inmortalidad y de la ciencia: la prohibición recayó sobre el árbol de la ciencia; su consecuencia: prohibido su fruto, la transgresión fue inevitable; según dice la Biblia por eso seguimos pagando. Adán y Eva descubrieron el sentimiento del pudor; lo primero que hicieron fue cubrirse. Saber fue prohibido y si se sabe, algo no debe verse y aún más, por eso que se sabe, se va a morir. De ahí en más el relato dice que fueron expulsados del Edén y la mortalidad los alcanzó como nos aguarda a nosotros. Con una doble maldición, para él, "Ganaras el pan con el sudor de tu frente", para ella, "Parirás con dolor"; para ambos algo tendrá que caer, entre sudor y dolor desprenderán su producto.

Con Freud: en el gusto por la investigación algo se articula en relación al sexo, algo del sexo invita a la investigación. Freud dijo que su interés era el de un investigador, también dijimos, se trata de Freud, su texto y lo real imposible a soportar, es pues también cuestión del sexo, de Freud.

Juanito, preocupado con la cuestión de la cosita, insiste y ordena al mundo en objetos animados y objetos inanimados; los animados tienen cosita -no es Lacan, es Juanito el que nos dice que el falo es ordenador del mundo-. Juanito pregunta con la mirada a su madre, que viene de de-cir que ella tiene cosita. La madre le dice: "¿qué mirás?", Juanito insiste: "para ver si tú tienes una cosita de hacer pipí". La madre responde: "Naturalmente, ¿no lo sabías?" La dimensión del saber atraviesa de un extremo al otro el movimiento del historial. "No, dice Juanito, pensaba que como eras tan mayor tendrías una cosita como un caballo".

El enigma y las ignorancias.

El caballo va a irrumpir en el centro de la sintomatología declarada del caso Juanito: será el objeto de su fobia. Es donde el padre sitúa el origen del historial. Juanito tiene miedo a que lo muerda un caballo en la calle y el padre lo supone relacionado al susto experimentado por la vista de un pene de grandes proporciones. Aunque parezca difícil alcanzar las implicaciones de la tesis del padre, sin embargo acordamos con lo que propone, ya veremos como.

Hay algo que el padre dice que no es banal -hoy propusimos que el tema no era el historial, aunque estamos todo el tiempo hablando de él, sino las preguntas de Juanito-: no les gusta, ni a él ni a su mujer, que Jua-nito les plantee enigmas. ¿Es posible un analista que no soporte la dimen-sión del enigma? Es cierto, no es fá cil soportar un enigma si uno recuerda qué le pasó al que se enfrentó alguna vez con un enigma que hizo historia, Edipo y la esfinge.

Freud escribe: no hay que comprender en el acto un caso patológico; parece respuesta al desagrado de un padre que no gusta que su hijo le plantee enigmas, que se opone a la posición del analista sosteniendo la falta en el saber.

Nicolás de Cusa, cardenal, escribió por el 1400 en De la Docta Ignorancia 4 que todo conocer supone el ejercicio de la proporción: se aplica a lo desconocido aquello que se conoce y de esa proporción, en la medida que se logre, surgirá un conocimiento posible. Pero como en el mundo de lo finito, la igualdad no anula la diferencia, siempre habrá una diferencia entre lo que se conoce y lo que es. Aún mas si se intenta conocer lo infinito, lo infinito absoluto, lo infinito máximo, lo infinito en acto -para Nicolás de Cusa todo eso remite a Dios-; nuestra inteligencia, cualidad finita, debe aceptar que el conocimiento riguroso está recortado por la distancia que separa la estructura de uno y otro. Situar esto no es ignorancia a secas sino ignorancia que se reconoce como tal, en los límites de la estructura que la propone, ignorancia docta.

El problema se produce cuando, en la dimensión del sujeto, la que nos concierne en el campo del psicoanálisis, un saber primero se propone como saber que se sabe y no tiene, por efecto de un enunciado, posibilidad de caer como tal. De otro modo: si algo nos permite situarnos como psicoanalistas dispuestos a soportar las preguntas, quedarnos delante de la esfinge, tolerar la dimensión del enigma, es que se trata de nuestra pregunta, de nuestro enigma, que só lo se produce como tal desde el momento en que el primer saber que nos habitó, cayó. ¿Cuál?: que todos tenían cosita, porque, dijimos, lo primero que aparece, como en el orden de este historial, es la preocupación por la cosita; primero el orden fálico. ¿Qué posibilidad hay de situarnos en la dimensión del sujeto, en la Docta Igno-rancia que hace a cada cual investigador del sexo, cuando desde el lugar donde tend ría que producirse la caída del primer saber, este se reafirma? La madre dice: "todos tenemos cosita". El saber materno es causa de la impotencia de Juanito. La "Docta Ignorancia" es la que transforma la impotencia en pasaje a lo imposible. Y lo imposible de inscribirse no es sino -como dice Lacan- "no hay relación sexual".5

"No hay proporción sexual".

En Caracas, en un Congreso que hubo el año pasado, J. A. Miller proponía como traducción de "il n'y a pas de rapport sexuel": "no hay proporción sexual"; no es la que más me gusta porque pierde algunas de las connotaciones que implica "no hay relaci ón sexual" -del encuentro amoroso, el relato, la relación lógica- pero para nuestro desarrollo nos puede servir; si, lo real, lo imposible de inscribirse es que no hay proporci ón sexual entre el Otro -entiéndase en principio el Otro (A) primordial, la ma-dre- y el hijo como objeto parcial -lo digo así, descriptivamente, aunque no coincide con el objeto parcial kleiniano, en la letra lacaniana lo llamamos el objeto "petit a" (a)- no hay relación de proporción, hay un resto, un irracional, un número que continúa al infinito, que lo podemos llamar j (fi).

A
--- =
j
a

Su condición es que en este lugar A, se encuentre un A barrado, un lugar donde el Otro se demuestre en falta.

Cuando hablamos de la proporción en el conocimiento, el saber que no cae, que no deja lugar a la "Docta Ignorancia", es el que sostiene la impotencia imaginaria, barrera a lo real imposible.

Libertad y angustia.

El historial, para el padre, comienza con un síntoma: la fobia al caballo. Síntoma que tiene sus antecedentes: antes de la fobia, cuenta el padre, Juanito tuvo sueños de angustia: Interrogado, contó que en ellos su madre se iba y no tenía quién le acariciase. Juanito tenía cuatro años y nueve meses y su hermanita había nacido cuando el tenía tres a ños y medio. Salió con su niñera y tuvo accesos de angustia, quiso volver con su mamá para que lo mimara, a la noche lloró y no quiso separarse de ella. Pocos d ías después paseo con su madre y al retornar dijo que tuvo miedo que lo mordiera un caballo: la fobia estaba instalada. Interrogado por sus padres confesó que en esos días todas las noches se tocaba la cosita.

El historial nos dice que antecediendo a la fobia irrumpió la angustia, angustia que la cronología no relaciona al nacimiento de la hermana -interpretación que algunas veces se ha formulado- y que el historial inscribe en contigüidad con el relato que Juanito hizo de su masturbación. Se nos propone la cuestión de la angustia, retorna la sexualidad, pero también la dimensión, ya que antes hablé de la Biblia, del pecado.

Kierkegaard escribió sobre la angustia 6. En su tratado dijo algo extraño: "Vino el pecado al mundo y fue establecida la sexualidad sin que pudiese, de ahí en más, separarse una del otro. Sin pecado no hay sexuali-dad, sin sexualidad no hay historia". Qué extraño, sexualidad y pecado.

Kierkegaard piensa el enigma del pecado original, se pregunta por qué aparece en el centro de la teología cristiana: desde el pecado original todos somos pecadores. Su preocupación aparece manifiestamente situada en la dimensión del teólogo. Que se presente según el modo del teólogo no quiere decir que nos exima de leer ahí una pregunta en la dimensión del sujeto. Kierkegaard escribe que hay un tiempo previo al del pecado: el tiempo de la inocencia: ¿quién no escuchó alguna vez que los niños son inocentes, angelitos? ¿Qué es un angelito?: alguien que no se angustia. ¿Ustedes imaginan un angelito angustiado?; eso también hace que -como dice Lacan- tengan un poco cara de pavos; si algún día les faltara algo para vivir, ya no tendrían esa cara de pavo; pero los angelitos no se angustian. ¿Que es la inocencia?: dice Kierkegaard: "La inocencia es ignorancia del pecado". Pero como esa inocencia, por lo menos en la dimensión humana, no tiene la extensión absoluta que puede alcanzar en la del á ngel, algo viene a anticipar que el pecado es posible; ese algo, dice Kierkegaard, es la angustia y la que lo anuncia produciéndola, es la prohibición, porque -se pregunta- ¿qué habrá significado, para Adán, que el Creador -estaban todos contentos, disfrutaban del paraíso- viniera un día y dijese: "De ese árbol no tienes que comer"? Lo habrá mirado extrañado. Se supone que el amor a Dios era infinito, por eso no habrá dicho, como cualquiera de nosotros: "¿A este qué bicho le pico?", pero al menos habrá sig-nificado algo extraño, algo de cuya dimensión no pudo tener idea. "Aún reina la inocencia, pero basta que resuene una palabra para que se concen-tre la ignorancia...La prohibición le angustia pues la prohibición despierta la posibilidad de la libertad en el, por lo que -concluye Kierkega-ard- angustia es la realidad de la libertad como posibilidad antes de la posibilidad". ¿Cómo hablar de libertad, pecar o no pecar, antes de que se instale la posibilidad misma del pecado? Es lo que dice San Pablo en la Epístola a los romanos: sin ley no hay pecado. Angustia, realidad de la libertad, algo de su dimensión está en juego.

El sexo del Otro.

Juanito: la angustia salvo que hicié ramos psicología, de esa que Freud nos invita que no hagamos, no empieza con el nacimiento de su hermani-ta. Empieza con el toqueteo del pene. ¿Por qué? ¿Qué es lo que ese toqueteo viene a incomodar? Precisamente una proporción: entre el Otro primordial que se presenta siendo todo y Juanito como su producto. En la proporción que se establece entre el Otro y el sujeto identificado al objeto a -cuando Lacan escribe Otro, implica, también el Otro subjetivado, el Otro como la batería de los significantes- para ese Otro, a es el complemento fálico que lo hace completo; si la madre dice "yo tengo un pene", al mismo tiempo esta diciendo "tú eres mi pene". ¿Qué pasa si quien se pone siendo el falo de quien dice que lo tiene, de pronto afirma: "yo tengo pene"?: la proporción empieza a resquebrajarse, para Juanito comienza a abrirse la vía del pasaje desde ser el falo de la madre a tener un pene, -sigo los desarrollos que Lacan propone en el Seminario sobre las relaciones de objeto 7- movimiento instituyente en cualquiera de nosotros, en tanto neur óticos, y donde la angustia aparece como la posibilidad del fracaso de ese pasaje de ser a tener que implica, si se tiene, la condición de no serlo. Castración en el ser que anticipa la castración en el tener. He ahí la angustia de castración: que la madre no tenga es también para Juanito dejar de ser el falo. La madre insiste en que ella tiene; a nivel práctico Jua-nito puede ingresar a su cama, no es más que un hecho que vale en la con-catenación de los discursos. Digo esto para ir en contra de un cierto rebajamiento del discurso psicoanalítico donde se confunde el efecto con la causa y donde la funci ón del corte narcisismo-madre fálica se rebaja a una ideología de un ideal de independencia.

Las respuestas que la madre da a las preguntas que Juanito le formula, obturan el movimiento que le hubiera permitido atravesar ese desfiladero-el de la castración- donde él caería como pene de la madre, - recuerden la maldición dirigida a ella: "Parir ás con dolor"- el dolor de algo que se desprende. Este movimiento esta impedido desde un saber materno que se afirma. Juanito, aunque su padre un día le dice que las mujeres no tienen, inmediatamente agrega que le va a crecer a su hermanita. En todo el historial, la mujer lo tiene chiquitito, pero esto no alcanza, porque el problema no es que lo tenga, grande o chiquitito, la cuestión es tener o no tener; valor del lugar de una falta que permitiría una falta en el saber, la caída de la afirmación universal del significante fálico; sin esto Juanito no podrá situarse en la Docta Ignorancia.

Dos fantasias.

La estructura insiste: se producen fantasías que nos servirán para decidir del resultado de la cura. Hay dos, llamadas en la traducción castellana "del fontanero". En la primera estaba en el baño,-hay entre comillas una llamada que dice: a Juanito lo baña siempre su mamá- y venia el plomero y lo destornillaba -otra vez entre comillas dice, en efecto, "para repararlo"- y cogía un destornillador muy grande y se lo clavaba en la barriga.

Las respuestas de la madre encierran a Juanito en una posició n de identificación con ella: él también tendrá sus niñas. En la concatenació n de los discursos esta fantasía reclama en el enigma que propone: ¿qué es la procreación?; si ella lo tiene, ¿cómo se produce el acto sexual?, ¿cómo llega lo que un hombre d a a una mujer?

La segunda fantasía en la que Freud lee el éxito de este tratamiento, dice así: "vino el plomero con unas tenazas y me ha quitado primero el traste y me ha puesto otro y luego la cosita; me ha dicho: "enséñame el traste" y he tenido que volverme y me lo ha quitado y luego ha dicho "enséñame la cosita". El padre agrega: "y luego te lo ha quitado". Pero lo agrega el padre, Juanito no. Freud lee en esta segunda fantasía que aparece relatada en el final del historial, una prueba de que la castración se produjo. Lacan -nosotros coincidimos con él- impugna esta conclusión, porque lo que le ha quitado es el traste; no es lo mismo. Y donde leo algo que desdice la afirmación de Freud acerca de la posición viril a la que Jua-nito habría arribado, es lo que la genialidad de Freud no deja de decir por su propia pluma: dice Freud -retomo lo que dije antes acerca de las marcas de este análisis que sostiene el lugar del Sujeto supuesto Saber en el profesor pero que enuncia la interpretaci6n en la voz del padre-: "si totalmente de mi hubiera dependido, me hubiera arriesgado a dar a Juanito una explicación más que sus padres silenciaron; habría confirmado sus presentimientos instintivos revelándole la existencia de la vagina y del coito, con lo cual hab ría disminuido todavía más el resto no solucionado y hubiera puesto fin a su impulso interrogante."

Posición que concluye, y se lee...

Estoy de acuerdo con Freud: la ignorancia de la falta, consecuencia de la ausencia de referencia materna a la vagina, por la dificultad que entraña en el fantasma de la procreación y del coito lo deja a Juanito en una repetición interrogante que impide una dialéctica interrogante. No habría acabado con sus preguntas sino que le habría posibilitado proseguir su interrogación más allá de donde ella se detiene. La posición en la cual concluye Juanito no es una posición psicótica, la castración fue enunciada, pero tampoco supone la articulación neurótica de la diferencia de los sexos: Juanito quiere tener niños como la madre, hasta ahí llega la dialéctica de Juanito. Porque para Juanito no hay respuesta al interrogante del coito y la procreación: si mamá tiene cosita, para Juanito queda irresuelto que es un papá.

Metáfora paterna, su falla inicia el historial por un síntoma: la fobia al caballo.

Conocida la interpretación de Lacan:

A esta articulación significante consignada en síntoma, la cura la intersecta y produce su nueva conclusión, también su nuevo enigma: Juanito estructura su fantasma: tendrá una niña que se llamara Lodi. Capricho del significante, inscribe en el enigma que se hace letra, los rastros desperdigados en el texto del historial:

Capricho del azar, su orden se hace ley de la palabra y en ella anuda al sujeto:

Su niña, Lodi, llega en secuencia que sucede a las dos fantasías previas; posición en la que Juanito desemboca, identificación homosexual con la mujer, fantasma de parto anal, Lodi, articula la doble serie en que falla la metáfora paterna en la conclusión propiciatoria a los emblemas de su sexo.

Una articulación significante es desplegable en el síntoma: el caballo que se presenta como signo de la fobia, se descubre en la cadena que lo produce, significante de la metáfora paterna. Letra que desde lo real inscribe el corte que el sujeto precisa. También letra -Lodi- que no alcanza sino la eficacia precaria de la transacción en el fantasma final: su desconocimiento, arrincona a Juanito, más que nunca, allí de donde reclama partir: el fantasma de procreación en la identificación al Otro primordial.

Arroz con leche.

Para concluir: ¿por qué razón Freud lo llamo Juanito, ya que su nombre era otro? En otro lugar lo llamo Herbert dice Jones 8. ¿Por qué Juanito? Yo no sé por que lo llamó Juanito, pero lo que puedo leer gracias a una amiga, Ula Seibert que esta presente, es una poes ía que en Austria y en Alemania, según me fue informado, tiene el mismo valor que el "arroz con leche" en Buenos Aires: no hay niño que alguna vez no la haya escuchado. Es una suerte que nosotros habitemos el Arroz con leche y no esta canción, realmente es una suerte, porque esta poesía dice así:

Juanito pequeño
pequeño Juanito se fue solo
al amplio mundo
bastón y sombrero,
le quedan bien
está de buen ánimo
pero la madre llora tanto
ya no tiene un Juanito
entonces reflexiona el niño
vuelve a casa rápidamente.
*

Les dije: era mejor el Arroz con leche se quiere casar, y hasta elige: "con ésta si, con ésta no". ¿Será por esto que lo llamó Juanito? En últi-ma instancia, qué importa. Juanito forma parte de la lengua alemana, don-de Juanito vivió , y Freud escribió.

Notas

*Hänschen klein/ Ging allein/ In die weite Welt hinein/ Stock und Hut/ Steht ihm gut/ Ist gar wohlgemut/ Doch die Mutter weint so sehr/ Hat ja nun kein Hänschen mehr/ Da besinnt/ Sich das Kind/ Kehrt nach Haus geschwindt.

1 Op. Cit.

2 FREUD, S.: "Análisis de la Fobia de un niño de cinco años". O.C., Madrid, Biblioteca Nueva, 1948, Tomo II.

3 Sagrada Biblia: Madrid, Católica, 1969.

4 de Cusa, N.: "De la Docte Ignorance", París, Maisnie, 1979.

5 Lacan, J.: "L´Etourdit", Silicet nº4, París, Seuil, 1973, página 30.

6 KIERKEGAARD, S.: "El concepto de la angustia", Madrid, Espasa Calpe, 1972.

7 Lacan, J.: "La relation de´objet et les structures freudiennes", Bulletin de Psychologie, París, 1956.

8 JONES, E.: "Vida y obra de Sigmund Freud", Buenos Aires, Nova, 1960, Tomo II, página 276.

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