Nuestra clínica nos enseña que la mayoría de los niños pasan por fobias transitorias en el tiempo del franqueamiento de la crisis edípica. Momento en el que deben ubicarse simbólicamente con relación a su sexo.
La fobia pareciera tener un rol estructurante en la acomodación del niño con relación al falo. En este sentido sería ineludible en algunos tiempos del armado del cuerpo.
Me interesa situar esas ideas en un material clínico en el cual el cuerpo de una niña se arma en transferencia.
La madre de Ana, de siete años, fue quien consultó por la molestia que le producía la enuresis de su hija.
En realidad todo en Ana la irritaba : le iba mal en el colegio, era desprolija, autodestructiva, desordenada. Casi no tenía amigas y lo único que hacía era mirar televisión.
Peleaba con ella todo el día, del mismo modo en que siempre había peleado con su propia madre , la abuela de Ana. Toda su historia era de una relación insoportable de rivalidad entre mujeres.
Por otra parte, su hijo -rubio, hermoso, ordenado y de ojos azules- la tenía hechizada.
El padre permanecía ajeno a cualquier escena, no participaba de la crianza de los hijos y estaban pensando en concretar una separación que de hecho estaba dada.
El primer tiempo del análisis de Ana transcurrió con una llamativa pobreza de producción. No había en ella ninguna demanda. No dibujaba, no se interesaba en ningún juego, no podía contar ninguna historia. Estaba totalmente inhibida.
Realicé un movimiento cambiando de escena y decidí trabajar en una sala de juegos. Allí algo cambió. Ante mi sorpresa y en forma casi inmediata comenzó a armar escenas sin palabras: colocaba colchonetas, pelotas y otros materiales organizando circuitos.
Se ofrecía a mi mirada y anudé con palabras el "dígalo con mímica" que Ana armaba, nombrando lo que hacía, adivinando, como ante un mimo.
"Apilás colchonetas, alineás los aros, ¿es una carrera?".
En algún momento me incluyó en su juego. Me entregó un reloj y pidió: "Controlá".
Organizaba juegos en los que se ponía objetivos a cumplir, en un tiempo cada vez menor, haciéndolos imposibles de lograr.
"Tomame el tiempo".
Me pedía que le arme cuentas cada vez más difíciles y que se las corrija.
Que le dicte palabras y le marque sus errores de ortografía.
Borraba una y otra vez su letra que dec ía: "es horrible".
"¿Quién te pide que te apures?", "¿Quién te dice que hagas todo bien? ¿Quién te dice que no te equivoques?", pregunté.
Intervención que la sorprendió y que producirá luego la siguiente escritura en una pizarra:
A MA MA
"¿A mamá qué?", indagué.
Escribió entonces:
CACA
Leí su escritura "A mamá caca".
En este tiempo del análisis armaba la escena donde activamente pedía "Controlá". Demanda obturante que tomó la forma del erotismo anal
Ponía en juego la voz que comandaba -de la cual no se podía sustraer- y la mirada que la dejaba anonadada, inhibiendo el movimiento. Escenificaba el punto en donde estaba cautiva, ubicándome en la transferencia en el lugar del que demandaba.
Esto es lo que se puso en movimiento en este primer juego: "Controlá"
La escritura de la demanda: " a mamá caca", permitió desplegar el segundo juego que fue el de ensuciar.
A partir de esta intervención en transferencia, ella pudo pasar de ser caca para la mamá a enchastrar afuera. La compulsión a ensuciar se puso en juego. Por otra parte, salir de este lugar en el que estaba capturada le permitió empezar a jugar la rivalidad con su madre y comenzó a desobedecerle, a hacerle "cagadas".
Un día vino muy contenta, y me anunci ó: "Voy a cambiar de juego. Vos me dijiste que acá se podía jugar con agua. Quiero jugar a lo que veo en la tele, quiero jugar a Jugate Conmigo". (Programa televisivo que era muy conocido en aquel momento)
Combinaba témperas, agua que coloreaba, espuma de afeitar . Mezclas informes que llam ó "enchastradas". En el tiempo de las enchastradas no podía parar de ensuciar, poniendo en juego el descontrol.
Embadurnando sus brazos y manos con témpera decía: "Mirá: Ana se está lavando con un jabón de mierda". "Es como jugar con diarrea".
Movimiento circular en el que se ensuciaba y se lavaba para ensuciarse.
Escenas que ofrecía en la escena del análisis en las que se jugaba la circularidad de la pulsión y ella podía ser personaje y espectadora.
En estos juegos "de las enchastradas" pudo poner en juego estas escenas que la fascinaban y no podía parar de mirar en la televisión: personajes que eran obligados a ensuciarse, que ensuciaban a los demás. Fascinación que daba cuenta de que la mirada, objeto pulsional para ella privilegiado, estaba en juego.
Intervine recortando el todo y nos pusimos de acuerdo con relación a dónde se podía y donde no. Haber hecho tope al desborde, permitió reorganizar el espacio.
Acotamiento de goce que la relevó de ser el objeto sucio, lugar en donde me ubicará en la transferencia.
"Voy a hacer sopa de gusanos podridos para vos." "Comida asquerosa para la nena".
"Comé esta mermelada, tiene olor a pis de gato."
"Quiero que me guardes esta sopita de renacuajos".
Las enchastradas se transformaron luego en comidas, y propuse que se conviertan en recetas. A partir de la escritura de las comidas asquerosas tuvieron nombre con pasos y reglas a seguir. Me pedía que las copie en papel mientras me dictaba y es así que fuimos armando un librito de comidas asquerosas. Entramado de escritura en el que la pulsión pasó por la red significante, y se cubr ió de imágenes.
El anudamiento del goce en los libritos produjo sus efectos, permitiéndole construir una pequeña historia:
"Ensuciaba los pañales. Ensuciaba el chupete con la alfombra y mi tía lo chupaba porque quedaba lleno de pelos. Mi mamá dice que si como sola mancho todo. Yo nací sucia"
Lugar en que estaba instalada sosteniendo esta posición fantasmática como el bebito sucio de la mamá.
Intervine diciendo: "Eso decís que dice tu mamá, que naciste sucia, pero, para tu mamá ¿Acaso pensás que los bebitos nacen limpios?".
Su respuesta fue una sonora carcajada.
El placer de su risa dio cuenta de un momento de apertura en donde se desprendió el significante que mortificaba al sujeto, permitiendo nuevos sentidos a advenir. A partir de esta interpretación se efectuó un corte que le permitió situarse en una serie en donde pudo haber sido un bebé, entre otros.
Esto produjo una modificación en lo imaginario. La caída de esta identificación a lo sucio-caca le permitió apropiarse de otras imágenes. Su cuerpo empezó a armarse de otra manera.
Así fue que en este tiempo comenzó a traer regalitos: tarjetas prolijamente decoradas en donde dibujaba: flores, moños, corazones y las firmaba con su nombre.
Buscaba lindas letras para copiar y cambiar la suya. Comenzó a cambiar los joggins (siempre manchados) por ropa colorida. Se acercó a sus compañeras y la aceptaron, se organizó su vida social. Las cosas en el colegio comenzaron a andar mejor.
Entonces introdujo, por primera vez en la escena del análisis, el tema del pis diciendo que se estaba haciendo pero que no iba a ir al baño porque se quería aguantar. Esto fue lo que ocupó el centro de innumerables sesiones.
Jugar a aguantar su pis permitió un recorrido pulsional que hizo del agujero un borde erógeno. Movimiento que produjo una pérdida de goce, un vacío y un cierto acceso a un goce fálico por venir.
El pis pasó a ser su tema, le molestaba ¿Por qué no podía ir a dormir a lo de sus amigas?. La enuresis se le hizo síntoma.
Su enuresis estaba ligada a la fantasmática materna. Al ensuciarse el cuerpo se prestaba como objeto para el Otro. El juego de las enchastradas le permitió desplegar una gramática pulsional en donde este goce que se jugaba, pudo sustraerse al cuerpo permitiendo que la enuresis se diluya.
Aquí comenzó a perfilarse su armado fantasmático con relación a una escena en donde el objeto pulsional privilegiado era la mirada.
"Ya no se hace más pis," relató la mamá, "pero antes de acostarse deja toda su ropa prolijamente arreglada, por las dudas, y la luz del pasillo queda encendida."
Interrogué la luz: "¿Tenés miedo?"
Describió entonces esta escena: "Desde que soy chiquita pasa lo mismo: los gatos se suben a mi ventana. Yo me despierto y los veo, está todo oscuro y me están mirando. La llamo a mi mamá y ella nunca los puede ver."
La aparición de la mirada le produjo angustia.
En este punto se armó una fobia transitoria: miedo a los gatos. Surgiendo como un síntoma que se resolvió poco tiempo después.
¿Cómo entiendo la aparición de esta fobia?
En el final del Edipo, el falo, como elemento imaginario, debe tomar para el niño un valor simbólico, el niño debe asumir el falo en tanto significante, confrontarse a ese orden que hará de pivote en este drama.
La fobia en un niño aparece en la "salida" de esta crisis de la relación con su madre. Sabemos que su función será la de sustituir la angustia de ser devorado por el Otro, por un significante que provoca temor. Cuando el padre real no interviene separando, la fobia viene a suplir esta función de separación. El objeto fóbico tiene carácter significante, suple al significante del Nombre del Padre, ayuda al corte de la función paterna. Es condición de salida de un goce.
Entonces, si bien produce inhibición, este significante reordena su mundo y al metaforizar le permite una salida a la crisis edípica.
Ana arma su fobia como distancia al sujetamiento materno. En la fobia no se ofrece al Otro como objeto y esto produce efectos en el cuerpo.
El objeto fóbico reemplaza la angustia por esa suerte de temor a los gatos. En donde el gato tiene que ver con su imagen especular.
Gato, significante en el cual condensa la mirada y este olor a pis del cual se " queja" la madre y que está presente en sus enchastradas.
La fobia se juega en una escenificación fantasmática en un punto en que ya se pone plenamente en juego su subjetividad.
Me parece que la fobia cumple un papel en el armado del cuerpo, entendiendo que " cuerpo" no se reduce a la imagen especular.
La fobia anuda, lo vivo que introduce el goce, a la imagen. Para esto se vale de la imagen del animal.
Se anima al animal con el miedo. ¿De qué se trata este miedo? Se trata del miedo al miedo que aparece a partir de la sospecha de que nos reducimos a nuestro cuerpo1. La angustia es ese sentimiento que se sitúa en nuestro cuerpo a partir de la irrupción del goce fálico.
A partir de este juego de controlar el pis, su cuerpo comienza a emitir señales, tiene nuevas sensaciones erógenas en su sexo, el goce que es el resultado de estas sensaciones le es extraño y cuando el goce fálico se asocia al cuerpo, emerge la angustia. El síntoma fóbico surge como efecto de la irrupción de lo anómalo del goce fálico.
Entonces, ante este cuerpo que se erogeniza, nace la fobia a fin de construir un cuerpo. La fobia restaura la imagen especular que el goce fálico conmueve. El goce fálico revienta la pantalla y la fobia viene a re-armar la imagen., compone la consistencia que estalla frente a la irrupción del goce fálico que es "fuera del cuerpo".
El significante fóbico al volver a enlazar lo imaginario y lo real permite que se restaure la imagen especular, que lo animado se enlace a la imagen.
Además, la fobia introduce una estructura que sitúa la función de un interior y un exterior. Coloca un límite que separa la zona del peligro de la zona segura.
Instaura un dique, un nuevo orden que permite que emergencia de la vergüenza como dique a la pulsión escópica.
En este tiempo apareció un reclamo medio del llanto: "Mamá quiere que me bañe con mi hermano, pero ya no quiero bañarlo. Me quiero bañar sola. ¡Se lo digo pero no me escucha!".
Se introdujo por primera vez la vergüenza como barrera a la mirada y con relación a la diferencia entre los sexos.
En los tramos finales de este análisis Ana vino muy feliz, desplegó con entusiasmo unos hermosos planos dibujados por ella. Me mostró lo que iba a ser su nuevo dormitorio. Su mamá escuchó sus pedidos y decidieron dividir el que compartían con el hermano para que ella tenga el propio.
Lo que más la alegraba es que la mamá le había regalado un hermoso espejo que era suyo y que Ana siempre había querido tener.
Habiendo transitado el enojo y la rivalidad con las mujeres, pudo recibir este espejo que la madre le dona. Mirada que refleja un cuerpo femenino al por-venir. Cuerpo que pondrá a prueba su consistencia nuevamente en la pubertad y, cuando ante cada irrupción de lo real, se requiera de lo simbólico para armar una nueva forma.
En este momento sugirió despedirnos ya que quería tener más tiempo para jugar con sus amigas.
Estuve de acuerdo, porque es de esta manera que algunos análisis con niños, llegan a su fin.
Mariela Weskamp
Notas
1 Jacques Lacan. La Tercera. Intervenciones y Textos 2. No textual.
Bibliografía
Jacques Lacan Seminario IV
Jacques Lacan. La Tercera. Intervenciones y Textos 2
Jacques Lacan. Conferencia en Ginebra sobre el Síntoma. 4 octubre 1975
Litoral. El niño y el psicoanalista. Escuela lacaniana de psicoanálisis.