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Corría el año mil novecientos treinta y siete. Imaginémonos en el Pasillo del Hospicio de las Mercedes, en la ciudad de Buenos Aires. Allí se encontraba la Sra. Arminda Aberastury esperando a su novio, con quien se casaría ese mismo año: el psicoanalista Enrique Pichón Rivière (1). Este se encontraba atendiendo a una paciente. En aquel pasillo se encontraba correteando una niña de 8 años. Era la hija de la paciente de Pichón Rivière.
La niña tenía un diagnóstico de oligofrenia. Arminda Aberastury desconfía de este diagnóstico al observarla. Con esta desconfianza inicial sobre este diagnóstico que rotulaba a una niña y la fijaba en su imposibilidad, se inicia la búsqueda clínica de una de las pioneras del psicoanálisis de niños en la Argentina.
La niña no había podido aprender a leer ni escribir. Aberastury sospecha, por su expresión inteligente y angustiada, que sería posible que lo lograra. Interpreta la dificultad de la niña como producto de lo penoso que le resulta saber y las mentiras que se le decían para evitarle ese sufrimiento. Esto llevaba a la niña a un descreimiento de lo que se le dijera. Transmitiéndole “la verdad” acerca del padecimiento de su madre la niña comienza a aprender.
A los 17 años, Aberastury había comenzado a leer a Freud, ya que un amigo de su hermano le obsequia las Obras Completas. En 1937, luego de aquella primera experiencia con la niña del Hospicio, Arminda Aberastury lee el tratado de Ana Freud El psicoanálisis del niño. Tiempo después, en 1942, se encuentra con la producción de Melanie Klein.La fuerte convicción de que lo que podía ayudar a eliminar el síntoma de aquella niña era el esclarecimiento, el relato de una realidad -en ese caso ligada a saber acerca de la enfermedad de su madre- es retomada por la autora como una constante a lo largo de toda su obra: se trata de insistir en la importancia del transmitir los aspectos ocultos de la historia del niño (adopción, muerte de un hermano, datos filiatorios y otros) y brindar información específica acerca de la sexualidad humana (diferencia sexual, relaciones sexuales, origen de la vida).
Desde aquellos inicios en los pasillos del Hospicio de las Mercedes el tema del “esclarecimiento” al niño, su derecho a saber de aquello silenciado de su historia familiar y de los saberes velados guarda un valor central a lo largo de la obra y la clínica de Arminda Aberastury.
Mucho tiempo después, en 1962, en su libro Teoría y Técnica del psicoanálisis de niños en el apartado: “Entrevistas posteriores con los padres”, llega a sostener las siguientes afirmaciones:
“Es necesario que los padres sepan que en algún momento del tratamiento surgirá la necesidad de un esclarecimiento sexual: por lo tanto, debemos asegurarles que ellos acepten esa condición y sus consecuencias.” (Aberastury, 1962; 140)
Hasta tal punto es necesario realizar todo tipo de comunicaciones esclarecedoras que el tratamiento conlleva la posibilidad de que el niño abandone su fe y la de su familia.
“En todos los casos, es imprescindible aclarar a los padres que la pérdida de la fe es posible dentro del tratamiento, pero que esto no significa que el terapeuta adopte una actitud activa en este punto.” (Aberastury, 1962; 140)
En tercer término, especifica a los padres que durante el tratamiento al niño deberá decírsele la verdad acerca de su procedencia: adopción, ilegitimidad, etc.
“Es experiencia de los analistas que cuando los niños son adoptados saben inconscientemente la verdad de su condición aun en aquellos casos en los cuales se les ha ocultado celosamente y el análisis los lleva a hacer consciente esa situación” (Aberastury, 1962; 141)
Podemos ver a lo largo de su obra la idea de que comunicar al niño “la verdad” iba de la mano de la idea de hacer consciente un saber no sabido, por tanto, un saber no consciente. Esta comunicación conlleva de algún modo a una liberación del niño respecto del secreto familiar y apunta a la cura del síntoma.
En ese apartado, la autora relata el caso de una niña adoptada que sufría graves trastornos de aprendizaje, reconocido como uno de los síntomas frecuentes en niños adoptados. Gloria, de 9 años, había dibujado una casa de 9 pisos (tenía 9 años), con las puertas de la planta baja cerradas (interpreta la planta baja como su primera año de vida). En sus asociaciones, para Aberastury era evidente que esta niña se preguntaba si había entrado por los genitales de su madre biológica o por la puerta de entrada de la casa en que vivía.
Para la autora, si la puerta permanecía cerrada era porque le habían negado el esclarecimiento acerca de su adopción. En este caso particular, la analista solicita a los padres que le digan la verdad acerca del origen a la hija. Los padres se niegan y con ello se interrumpe el tratamiento.
El esclarecimiento en el trabajo con los padres. Desencuentros entre Melanie Klein y Arminda Aberastury
Los intercambios epistolares entre Aberastury y Klein tuvieron una serie de vicisitudes para la clínica con niños que permitió un desarrollo muy interesante a nivel local en una época en la que el psicoanálisis de niños se encontraba en ciernes también en Europa.
No me explayaré en este artículo en las idas y vueltas que tuvo ese vínculo que parece haber tenido más desencuentros que encuentros; pero me detendré en algunas de las diferencias entre ambas en cuanto a los esclarecimientos en lo que hace a las entrevistas con los padres y a lo que habría que comunicarle a los hijos.Aberastury sitúa algunos problemas técnicos en los que Klein “realiza referencias aisladas y a veces contradictorias”. Nos detendremos en dos de ellos, que son los que tienen relación con el tema que nos ocupa:
a) El manejo de las entrevistas con los padres.
Aberastury retoma el planteo de Klein en “Relato de un análisis de un niño”, donde la segunda sostiene que al niño hay que comunicarle la información vertida por los padres en el momento oportuno. Justifica esta afirmación en el hecho de suponerle al niño un saber: los padres han hablado de él en las primeras entrevistas con el analista.
La autora argentina observa que Klein se contradice, proponiendo prácticamente lo contrario en el mismo texto: comunicar al niño lo expresado por los padres debe ser una excepción en el análisis.
Aberastury pone el acento en esta discordancia, expresando que “ya no se observa una línea de conducta” (en Klein). (Aberastury, 1962; 40)
A estas observaciones agrega que la contradicción del texto es coincidente con lo que Klein le expresara en el encuentro que tuvieran en 1952.
“Pensaba que los niños pequeños no tenían por qué ser informados de la entrevista y no definió la utilización que de ellas hacía durante el tratamiento. Aseguraba que las entrevistas podían realizarse sin informar al niño y sin que éste lo supiera.” (Aberastury, 1962; 40.44)
Más allá de las contradicciones señaladas, queda claro que existe una diferencia de criterio en lo que hace a la mirada del niño como sujeto con derecho a saber sobre sus “verdades”. Para Aberastury es necesario comunicarle al niño lo planteado por sus padres en las entrevistas, lo cual supone un infanz capaz de “hacer algo” con las comunicaciones de sus padres respecto de su persona, al mismo tiempo que puede considerarse la propuesta desde una posición ética respecto al mismo. No habría que esconderle lo que sus padres opinan o tienen para aportar sobre su historia.
En el capítulo “La entrevista inicial con los padres” del mismo libro, Aberastury plantea:
“Cuando los padres deciden consultarnos sobre el problema o enfermedad de un hijo les pido una entrevista, advirtiéndoles que el hijo no debe estar presente, pero sí informado de la consulta.” (Aberastury, 1962; 77)
Este planteo resulta congruente con esta concepción que deja sentada desde el inicio de su práctica: el niño es un ser al que hay que “esclarecer” en todo sentido. Por ende, también hay que transmitirle lo que sus padres dicen sobre él, desde el momento uno de inicio de la terapia.
b) El pago de honorarios.
Nuevamente, en una carta en la que le responde a Aberastury sobre la información que debería manejar el niño respecto del pago de los honorarios; Klein expresa que el niño no tiene posibilidades de comprender adecuadamente el pago de las sesiones ni el valor del dinero.
Aberastury no ha encontrado hasta ese momento mención a este tema en la bibliografía que ha consultado, lo cual le hace suponer que no existen diferencias sustanciales entre el tratamiento de los niños y el de los adultos en cuanto a este punto.
Es obvio que el niño no puede afrontar el pago de su tratamiento, pero esto no difiere de todo lo que acontece en toda su vida diaria y él tiene clara conciencia de la situación. Ningún niño piensa o espera que le regalen algo en un negocio, sino que pide a sus padres que se lo compren. …saben que sus padres o sustitutos pagan sus cosas y el tratamiento está incluido en este concepto de su vida. (Aberastury, 1962; 105)
…Es conveniente que el niño sepa que las sesiones se abonan los primeros días del mes. Es mejor que, si sus conocimientos se lo permiten, haga él mismo el cálculo de las horas. En lo posible debe ser él quien entregue el dinero al terapeuta…Es notable cómo niños aún muy pequeños recuerdan a sus padres o llegan diciendo que han reclamado el dinero o que ya lo pidieron. …Se observa que, en la medida en que se hace responsable en otros planos, reclama aquí también el derecho de una mayor independencia. (Aberastury, 1962; 106)
Otra vez la importancia del “saber” acerca de aquello que involucra de algún modo al niño. En este caso, el pago de los honorarios. Para este momento, la voz de Klein tiene importancia pero no es un rezo a ser repetido ciegamente. Lo que comanda la producción y la clínica es la práctica diaria con cada paciente día a día, y los debates que se producían en las reuniones en la APA.
Aunque no especifica edades o parámetros para ello, podemos deducir de sus relatos clínicos que se trata de “tanteos” que el analista puede ir planteando, tanto en la esfera de lo intelectual como en los aspectos propios de la fantasía inconsciente. Por tanto, estos sondeos incluyen la incorporación del tema del pago del análisis en las intervenciones e interpretaciones del analista. (Aberastury, 1962; 106-7)
Nuevamente, el niño es concebido como un ser “capaz” de comprensión y de intelección, más allá de las diferencias existentes en lo que hace a sus posibilidades en los diferentes momentos.
El niño: un ser a ser “esclarecido”:
En esta misma línea, hemos encontrado relatos de cuentos en los que abordaban ciertas problemáticas, con la finalidad de que los padres las compartan con sus hijos. En estos relatos el consejo que insiste es el de la importancia de que se le relate lo acontecido en la vida del niño en el caso concreto de adopción o muerte de un hermano. Nos referimos a los cuentos: “Un niño adoptado” y “La muerte de un hermano”, ambos publicados por Aberastury.
Se trata de problemáticas que eran ocultadas por aquella época. En ambos, Aberastury nos habla de un niño doliente, que necesita saber la verdad por más que la misma sea desagradable. Representa a un niño poblado por fantasías dolorosas en relación con hechos efectivamente vivenciados. Uno y otro relato contemplan como protagonistas a un niño: un niño adoptado y un niño al que se le ha muerto un hermano. Se trata de casos reales de niños a los que ha atendido, escritos en clave de literatura infantil. Recordemos que Arminda Aberastury era una gran lectora y también escribía textos literarios, poesías especialmente.
En ambos relatos, muestra que la profusión de fantasías dramáticas es más atemorizante que el relato de una verdad. Hace hincapié en el dolor que siente un niño al percibir que los padres le ocultan algo o le mienten. Nos habla de un niño muy receptivo de lo que acontece en el ámbito familiar.
Los relatos hablan de padres que se sienten impotentes para contarles a los hijos aquello que les causa dolor, saliéndose por completo de una perspectiva culpabilizante de los padres. Les dice que los niños necesitan saber para recuperar la confianza en ellos.
…”al ofrecer a los padres estos relatos quiero mostrarles un camino para conversar libremente con sus hijos y vencer así el tabú a hablar de la verdad” (Aberastury, 1976; 3)
Hemos podido observar en este breve recorrido, cómo la inquietud acerca de la comunicación de una verdad a los niños se constituyó en una marca propia en los desarrollos de Arminda Aberastury desde el momento mismo del inicio de su práctica, tomando diferentes aristas a lo largo de sus desarrollos. Pensemos que eran épocas en las que a los niños se les decía que los había traído una cigüeña, o que iba a venir el viejo de la bolsa si no se portaban bien, o que venía el cuco, o se les pedía que salieran a la calle a ver si llovía, cuando querían hablar de un tema para mayores).
Entendamos que se trataba de una idea de verdad muchas veces relatada “sin velos”, sin los recorridos simbolizantes que tal vez hoy le imprimiríamos a ciertos acontecimientos dolorosos para abonarla de una dimensión simbólica que la hiciera más soportable y hasta tramitable. No obstante, no deja de sorprendernos el hecho de que el derecho del niño a saber la verdad fuera planteado tanto tiempo antes de la Declaración de los Derechos del niño de 1989. Podemos hipotetizar que los movimientos y desarrollos de esta y otras pioneras del psicoanálisis con niños formaron parte de la producción de un saber que iba a sintonizar muchos años después con algunos de los derechos que fueron declarados en la Declaración antes citada, y que favorecieron fundamentalmente modos más aliviados de vivir de aquellos niños a los que se les escatimaba saber de aquellos acontecimientos en los que se encontraban implicados.
III. Bibliografía
Aberastury, Arminda; Teoría y técnica del psicoanálisis de niños [1962].Buenos Aires: Paidos. (12ª ed.) 268 p.
------------------------- “Actualizaciones de la técnica kleiniana en psicoanálisis de niños”. Revista de Psicoanálisis. Buenos Aires: Asociación Psicoanalítica Argentina, 1974, Tomo XXXI, nº 1-2, p. 21-43.
-------------------------- La muerte de un hermano. Buenos Aires: talleres EDIGRAF, marzo de 1976.
------------------------- “Un niño adoptado”[1967]. Revista Argentina de Psicología. Publicación de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires. Buenos Aires, julio de 1980, Año XI, nº 27.
-------------------------- “La importancia de la organización genital en la iniciación del complejo de Edipo temprano”. Revista de Psicoanálisis. Buenos Aires: Asociación Psicoanalítica Argentina, enero-marzo de 1970, Tomo XXVII, nº 1, p. 5-25.
-------------------------- (2004), Teoría y técnica del psicoanálisis de niños [1962].Buenos Aires: Paidos. (12ª ed.) 268 p.
Fendrik, Silvia; Desventuras del psicoanálisis. Buenos Aires: Ariel, 1993. 262 p. ISBN: 950-9122-07-6
Gonzáles, Nora; Müller, Tencha. “Entrevista: Gilou García Reinoso”. Postdata. El psicoanálisis de niños en la Argentina. Buenos Aires: Homosapiens ediciones, noviembre 1997, Año 1, nº 1. p. 67-73.
Knobel, Mauricio. “Arminda Aberastury: (Obituario)”. Revista Argentina de psiquiatría y psicología de la infancia y la adolescencia. Buenos Aires: ASAPPIA/ Paidos, septiembre 1971, Año 2, nº 1, p. 192-200.Notas
(1) En ese momento jefe interino del Servicio de admisión del Hospicio de las Mercedes 1938/1947. En el período 1947/52 Jefe del servicio de Psiquiatría de la edad juvenil.