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Número 12 - Diciembre 2017
Vocación y "pulsión" de filmar
Ignacio Guggiari

El AsadoMe considero afortunado. No todo el mundo tiene una vocación.
La mayoría de los chicos hablan de sueños o metas difíciles de alcanzar: astronauta, detective, bombero. Yo por alguna u otra razón siempre tuve claro lo que iba a ser cuando fuera grande.
La prueba está en un casete que mi hermana grabo cuando yo era muy chico.
Ella dice: “Qué querés hacer cuando seas grande?”: Y yo respondo: “Películas” y ella me dice: “y si no podes hacer películas que harías?” y yo respondo: “Películas”.
La primera idea a la hora de escribir este artículo fue  intentar de alguna manera relacionar mi profesión con el psicoanálisis.
Comencé a buscar en mi memoria y mis recuerdos y encontré varios puntos de contacto.
A los seis años tuve mis primeras sesiones con mi psicoanalista. Mis papás recientemente separados consideraron propio enviarme a terapia.
Para mí era algo normal, no me preguntaba el porqué de estar ahí.  Mi terapeuta jugaba conmigo a los palitos chinos y luego yo le pedía que me diera un vaso de agua, el cual venía acompañado indefectiblemente de dos o tres galletitas “boca de dama”. Siempre fui un fanático de las cosas dulces y así me va….
 Pero lo mejor de mi sesión de psicoanálisis no era la sesión en sí, ni las galletitas dulces, era lo que venía después. Mi mamá me pasaba a buscar y en casi en todas las oportunidades concurríamos a un cine que estaba junto al consultorio y que hoy, como pasó con casi todos esos cines, es un templo evangelista.
Sin saber muy bien de donde venía el impulso de concurrir a una sala de cine, se fue acrecentando desde la niñez, hasta incluso la adolescencia.
Entrar a una sala de cine se convirtió en una salida muchas veces solitaria para mí, ya que desde muy chico, no solo concurría a ver películas de industria sino que también me “arriesgaba” con otro tipo de cine y es ahí donde no contaba con la compañía de los chicos mi edad.

Durante mis primeros años de estudiante de medios audiovisuales, mi formación no fue precisamente mérito de la institución que me albergaba, fue pura y total responsabilidad de un señor de más de 70 años que tenía un videoclub a la vuelta de mi casa. Me decía: “Está bien, llévate JURASSIC PARCK 2” pero también llévate “CUANDO HUYE EL DIA” esta no te la cobro”.

A pesar de haber hecho un paso fugaz por la realización de documentales,
rápidamente supe que mi finalidad iba a ser escribir y filmar ficción. Entonces desde muy joven comencé a generar proyectos, filmé varios cortometrajes y luego comencé a pensar en la idea de escribir mi primer proyecto de largometraje.

Sin oficio para la escritura, pero sí con muchos libros ya leídos en los estantes de mi biblioteca, comencé a escribir.
En principio, siempre el proceso creativo consta de un disparador, lo llamativo es que muchas veces, luego de haber escrito ya más de la mitad de un proyecto o incluso un proyecto completo, me doy cuenta de que tanto los personajes, como las situaciones y los lugares donde todo sucede, son fragmentos y retazos de mi historia, mi infancia, tal vez de mi inconsciente.
A veces me sorprendo con que escribí indirectamente sobre una situación que me afecta o me afectó, o que personajes de mis historias tienen rasgos marcados similares a los de la gente que me rodea.
Al tener varios familiares dentro del discurso del psicoanálisis, siempre a la hora de generar personajes y en búsqueda de verosimilitud y lógica, consulto a mis allegados en la materia.
Sea del género que sea la historia que este escribiendo, intento que las acciones de cada personaje tengan relación con su estructura psíquica y la construcción de personajes sólidos.
Soy sumamente prolífico, al día de hoy escribí un cortometraje,  tres largometrajes,  una serie de tv de doce capítulos y varios proyectos que tengo deseos de escribir.

En la ardua batalla que significa llegar a filmar en Argentina, logré a través de un concurso del Instituto de Cine y Artes Audiovisuales, estrenar en el año 2016 mi primer cortometraje: “El asado”.
Mi carrera se había forjado mayormente en la televisión, mi experiencia en cine era nula, pero como nunca fui una persona miedosa ni dubitativa, me largué afilmarlo.
Fue complejo, como todo rodaje que no cuenta con el presupuesto necesario. Uno no filma la película que quiere, filma la película que puede.

El rodaje se llevó a cabo en tres jornadas (tiempo record), Ni un día más, ni un día menos. Estaba todo planeado y pre producido al detalle. Con mayoría de mi equipo residiendo en la ciudad de Salta, me subí a un avión y me fui a filmar mi primer cortometraje con el apoyo del INCAA.

Llegué un viernes, si mal no recuerdo y se filmaba un martes. Todo el rodaje era en exteriores. Desde el día de  mi llegada, al inicio del rodaje, llovió todos los días. De hecho, Salta fue elegida como locación en el mes de Diciembre, por la ausencia histórica de lluvias en esa época. Pero ese 2015, fue el primer año, en décadas que se floreció el desierto de Atacama. Maldita mi suerte !!.
El asunto es: No se puede suspender. Si llueve se cancela el rodaje, se pierde la plata y obviamente la oportunidad de filmar. No hay plan B, no hay más presupuesto.
El remis que nos trasladaba a la locación, era conducido por un chofer baqueano que aseguraba: “Llueve de acá a tres días”, …es decir, mis tres días de rodaje!.
El mundo se venía abajo. La oportunidad se desvanecía entre mis manos y se diluía con la lluvia que repiqueteaba en la ventana del auto.
Al llegar a la locación donde filmaríamos, a setenta kilómetros de la ciudad de Salta, la lluvia paró, el sol salió y a pesar de algunos chaparrones ubicados  siempre antes de iniciar día de rodaje y al finalizar, tuvimos suerte. Mucha.
Los tres días fueron de cielo despejado, pero solo sobre la locación. A dos kilómetros de allí siempre estuvo la lluvia, observándonos, pero sin poder afectarnos, gracias a las cruces de sal y los huevos enterrados de los lugareños que trabajaban en la filmación.  No soy de creer, pero…. “creer o reventar”, como dice el dicho.

Creo que la acción de escribir, filmar o montar una película, son para mí, no solo una vocación sino también una forma de convertir ciertas angustias e inquietudes en algo más tangible y duradero. Si no lo hago, si no creo, siento que no avanzo, que no dejo nada.

Desde mi primer trabajo a los 17 años en un videoclub, hasta hoy que sigo escribiendo y buscando filmar mi primer largometraje, siempre estuve relacionado a lo mismo. Hoy es mi vida, mi carrera,mi presente y mi futuro.
Nunca más volví a analizarme luego de esas excursiones a mis 6 años. No sé si me hace falta o no, quizás algún día lo vuelva a hacer, por lo pronto, mi vida, mi historia, mis sentimientos más profundos están plasmados en papel, esperando convertirse en imágenes cuanto antes. Como una necesidad casi vital.

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