En el Seminario Le Sinthome, sesión del 16 de marzo de 1976, alguien le pregunta a Lacan si piensa que hay otra forclusión que la del Nombre del Padre y responde que sí, la orientación de lo real que forcluye el sentido. No nos dice mucho más, pero esta afirmación me interrogó y me lleva una y otra vez a pensarla, ya que creo, nos da luz sobre lo que en el autismo no sucede, forclusión que puede producirse cuando se da un encuentro con un analista.
El sentido consiste en la “copulación” de lo simbólico con lo imaginario, de la que lo real está excluido. Entonces ¿cuál podría ser una orientación que no fuera un sentido? Cuando el significante fálico entra en el cuerpo, parte del J(A) se expulsa de allí, produciéndose el goce sentido que vehiculiza el goce fálico y que es lo que permitirá hablar. Entonces ¿cómo pensar en una orientación que no fuese sentido?Moustapha Safouan nos propone entender la forclusión del sentido pensando en una orientación de lo real que se haga en la dirección inversa, —dextrógira— hacia un acceso del sujeto a una nominación simbólica, hacia una apertura hacia el sentido y que la cura analítica podría dar una idea de esta orientación.
A un progreso de la nominación, se le adjunta una puesta en cuestión del soporte que esta nominación misma puede encontrar en lo simbólico-. (2)
De ser así, la forclusión del sentido sería la que desprende o separa el significante fálico, lo cual es posible por la interdicción, el “no” de la función paterna, que le abre al sujeto la posibilidad de ex—sistencia.
No es lo mismo “Es Uno”, que el “Uno es”, porque “Es Uno”, es hablar de existencia, ex (fuera) sistere (lugar) (3). Es situar como algo en menos a eso que está fuera: un sujeto como falta en ser, que no es lo mismo que el ser del sujeto. Un sujeto que se identifica, antes de serlo. Estamos hablando de la primera identificación.En la primera identificación se trata de un solo toro, que como tiene un agujero irreductible, nos muestra el agujero de la castración. Es el toro del Otro, porque en el principio no hay sujeto y Otro. Solo está el Otro. Por la reversión tórica que produce el trique, el Otro es incorporado. Primer tiempo lógico. Identificación primaria. Incorporación de un vacio instituyente. Primer perdida de goce, vacio que tiene borde y no es un puro agujero.
En el libro De padres, juegos y juguetes (4) cuando nos referimos a la forclusión del sentido, nos preguntábamos si esta forclusión acaso no coincide con la Ausstossung, garantizando que el sujeto no vaya hacia el autismo o hacia una gran psicosis. Sería una forclusión originaria que pondría en movimiento los tiempos de subjetivación de la estructura, ausente en el autismo.Para poder hablar, la función de la negación tiene que estar operando. Ausstossung y Behajung, son las dos vertientes del juicio de atribución de la función de la negación. Al autismo lo podemos ubicar como el fracaso de la fase expulsiva — Ausstossung (5) — que separa el goce del cuerpo, fracaso que precipita la ausencia de Bejahung.
La expulsión del cuerpo de los significantes del Otro, del goce del Otro —J(A) —, es una expulsión necesaria para que el sujeto tome lugar en los significantes del Otro. Es este rechazo que llamamos estructurante, el que permite la inscripción de un sujeto. Cuando no ocurre esta expulsión, se da a un fracaso de la alienación al lenguaje. El sujeto queda tomado en el J(A) absoluto, no habiendo lugar ni para el sujeto, ni para el lenguaje. Así el autista padece la falta de esta forclusión originaria, que es la forclusión del sentido por la orientación de lo real.Pero si hay expulsión, hay incorporación, alienación al lenguaje, ya que la expulsión crea un vacio instituyente que permite la incorporación. Cuando hablamos de vaciamiento de sentido, nos referimos al vaciamiento de goce, que permite que haya inscripción. Ya no habrá chillidos, sino palabras.
Lo que se escupe —Ausstossung— queda como real. Lo que se come —Bejahung— se inscribe (6). Eso que queda como real por la Ausstossung, es un exterior incluido, que separa y anuda simbólico y real. Para poder hablar, construir una frase, el sujeto tiene que estar bajo la égida edípica y por tanto, la castración estar operando, lo que dice que el sujeto está en el discurso y bajo el régimen de la significación del falo. Esto no ocurre en ni en la psicosis ni en el autismo, donde el fracaso de la expulsión, arrastra el fracaso de la alienación fundamental del sujeto al lenguaje, ya que el sujeto no ha podido tomar lugar en los significantes del Otro, quedando no solo fuera de discurso, sino fuera de la palabra. El lenguaje le será ajeno aunque hable. Son los casos en los que se espera que el analista haga el cifrado que el Otro no pudo hacer. La ética que lo sostiene es trabajar para que en el proceso analítico, el niño deje de realizar con su ser el objeto fantasmático materno, interviniendo sobre el impasse del acabamiento de la estructura, intentando que la operación de la negación opere.
En la sesión del 13 de abril de 1976 (7), Lacan distingue el verdadero agujero, del agujero de lo simbólico que es el que remite a la prohibición del incesto y donde habita el semblante de falo. El verdadero agujero —nos dice— se encuentra del lado del Goce del Otro. Por lo que esta forclusión de sentido, producida por la orientación de lo real, inscribe el verdadero agujero que habita la neurosis.
Cuerpo y lenguaje devendrán imaginario y simbólico, solo si la recta al infinito —llamada por Lacan tanto Identificación primordial o represión originaria—los atraviesa agujereándolos. Porque lo Real es un producto del anudamiento y no un dato primitivo anudado a los otros dos registros. Solo así el cuerpo será un cuerpo vasijado, apto para el recorrido pulsional. Habrá un i (a), imagen real pre-especular, que coincide con el tiempo de los primeros gorjeos, en los que el niño es capaz de fonar en todas las lenguas; para acceder unos meses más tarde al i¨(a), imagen virtual por el ingreso en el estadio del espejo, perdiendo la capacidad de fonar todas las lenguas, fonando solo la materna con la que se identifica.Veamos una viñeta, que es la que disparó este trabajo.
Tadeo me conquistó de entrada, el día en que lo conocí. Ese chupete que parecía cubrirle su carita, su belleza y el pañal que asomaba desde el borde de su pantalón, me enternecieron. Pero él no parecía registrarme.
Sus padres lo trajeron preocupados por el diagnóstico de autismo que le dieron en una prestigiosa institución. Querían hacer una interconsulta.
-El no mira, él no juega. El no entiende. No habla –dice su madre-Estábamos en el consultorio en el que atiendo a los niños, rodeados de juguetes. El parecía ausente. Mientras hablo con sus padres, la madre le acerca autitos a la mesa en la que yo estaba sentada, mientras dice “Tadeo pone los autos en fila muy derechitos y acercando la oreja a ellos, los desliza”. Tadeo ordena los autos y los desliza del modo en que ella dijo, sin mirarme ni mirarla. “Tienen que estar derechitos así”, dice la madre colocándolos en fila. Escucho a la madre y hablo con Tadeo sobre lo que hace en respuesta a lo que la madre le dice.
Me cuentan cómo se conocieron y cómo, su rápido embarazo, hizo que decidieran convivir. Pero cuando Tadeo nace, su madre se sentía ahogada por la responsabilidad de tener a su hijo, no pudiendo salir sola a la calle con él, ya que temía desmayarse o que se lo quiten o que un auto la atropelle. La total responsabilidad frente a su hijo la “ahogaba” simbólica y realmente. ¿Será que la falicidad de su hijo la descompensaba?
Solo tuve cuatro encuentros con ellos. Pero lo que sucedió con Tadeo me interrogó. ¿Qué pasó que en ese corto tiempo, pudo emitir su primera palabra, esbozando un juego y reír a carcajadas? ¿Cómo dar cuenta de lo sucedido?
El segundo encuentro Tadeo me mira y se dirige al consultorio de chicos. Va y viene trayendo autos a la mesita, mientras hablo con sus padres y con él. Me sorprende que los cuenta en inglés, no siendo ellos bilingues: one, two, three, five. Me mira. “Yo le pongo en la tablet un juego que cuentan en inglés –dice ella- Por eso lo único que dice son números en inglés”.Acerco a la mesita la lata de autos y la desparramo haciendo un terrible ruido. Revuelvo los autos “haciendo lio” mientras le hablo y rio. “¡¡Mirá Tadeo que lindo, cuántos autitos. Cuánto ruido!!”. Tadeo emite un gritito de sorpresa, que me contagia en un coro de alegres chillidos. Entonces va a buscar una lata de soldaditos, la vuelca y emite otro gritito, llenando el ambiente de alegría. Sigo hablándole, poniendo palabras a lo que hace/hacemos. Me mira varias veces.
Hace falta que un partenaire adulto que sostenga al infans frente al espejo, para que el júbilo surja en el instante en que la observación conjunta descubre que los dos son reflejados en la imagen. El júbilo es transmisión fálica, porque el que encarna al Otro, desconoce su júbilo que solo observa en el infans, ya que si sonríe, es porque el que asiste porta la alegría por anticipado. (8)
Mientras hablo con los padres, hablo con Tadeo, leyendo sus gestos y su mirada. Le digo a la madre que me sorprende que todo lo que de él dice es en negativo “no habla, no mira, no juega. Pero Tadeo está haciendo muchas cosas”. ¿Podría suponer que el Otro materno no había podido estar en posición de espejo plano, lo que le permitiría al niño identificarse con su imagen virtual, y de este modo identificarse a sí mismo gracias a esta, como siendo un cuerpo? Lo que ella le ofrecía eran imágenes virtuales en negativo de sí, lo que no le permitía avanzar constitutivamente.
Intenta abrir el plástico de la masa y como no puede desiste. “Es así siempre- dice ella- abandona si no puede”. Me acerco y lo ayudo con gestos y palabras. Hago bolitas de plastilina y le sugiero darle de comer a Dino, el dinosaurio. Tadeo pone en mi mano masa para que haga bolitas y le dé de comer. Digo que también Dino hace caca, que un día le voy a mostrar cómo. La madre sorprendida me pregunta: “¿Dino hace caca?”, mientras toma al dinosaurio y lo da vuelta buscando el orificio anal. “¡¡Dino hace caca!!”-sanciono sonriendo.
-Veo que vos le hablas todo el tiempo. Nosotros no. Si no responde o no mira, dejamos de hablarle. Pero ¿él entiende?
Cargo la batería del autito loco, y lo ve salir disparando y dando vueltas por todo el consultorio. Ríe a carcajadas y yo rio con él. Ese fin de semana irán a ver a sus parientes al campo y por primera vez estará con sus primitos corriendo y riendo a carcajadas.
El tercer encuentro dirá clarito “auto” e intentará hacer juegos de transvasado, mientras seguimos dándole de comer a Dino. Anticipo que seguramente pronto dejará los pañales. Luego me contarán que en su casa se acuesta en el cambiador “para cambiarse” cuando su pañal está sucio y que le puso el pañal a Mani, su muñeco. Ese muñeco que había traído a la consulta y al que yo le había hablado como un niño más.
No vuelvo a verlos. Tadeo ya había dicho su primera palabra, miraba, reía y corría. Según decían, podían consultar en la pre pega y no pagar por él.Para que ese cuerpo se vuelva parlante, para que pueda cumplirse dicho “misterio”, hay que poder dar cuenta de qué se trata esta intervención del falo simbólico, intervención que debe repetirse dos veces en los tiempos de la vida de un sujeto. (9)
Podríamos pensar que la palabra del Otro dio lugar a la palabra del sujeto, produciendo un advenimiento ahí donde el Otro no ofrecía un lugar de alojamiento, sino de expulsión subjetiva. Así en esas cortas entrevistas, creo que se pudo abrir a un tiempo de escritura de lo real.
Notas
(1) Trabajo presentado en las Jornadas de Escuela 2016: Inconsciente, tiempo y espacio, 20 al 22 de octubre de 2016.(2) Saphouan, Moustafa, Lacanianas II, Los Seminarios de Jacques lacan 1964-1979, Paidós editores, Buenos Aires 2008,página 323-324
(3) Vegh, Isidoro, Identificaciones e identidad. Variantes de la modernidad. Seminario en la EFBA, 2016.
(4) Gulian, Stella, De padres, juegos y juguetes en la clínica con niños, Letra Viva editorial, Buenos Aires 2015.
(5) En esta teorización sigo a Graciela Berraute en su texto Presentaciones psicóticas en la infancia, Teseo editorial, Buenos Aires, 2009, página 143
(6) Berraute, Graciela, Ibibem, página 36.
(7) Lacan, Jacques, El Sinthome, editorial Paidós, Buenos Aires, 2006.
(8) Paola, Daniel, Inconsciente, sentido y forclusión, Letra Viva editores, Buenos Aires 2011, Página 11.
(9) Yankelevich, Héctor, Lógica del goce, Homo Sapiens ediciones, Rosario, página 138