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Número 12 - Diciembre 2017
Notas sobre dos significantes: Inclusión y Pertenencia
Una contribución a pensar impasses teóricos

Mercedes Minnicelli

I. Analizaremos las paradojas de la inclusión cuando se trata de niños, niñas y adolescentes “heridos por la vida” (MINNICELLI, 2016). Nos referiremos a ese grupo de niños, niñas y adolescentes a quienes la propia consideración en el discurso de la Política Pública configura como un conjunto particular que podemos identificar en sus frágiles subjetividades, atravesadas por sus premisas.

Sostendremos que, a contramano de lo políticamente correcto en la época, las categorías de inclusión, unión y pertenencia no pueden pensarse por fuera del conjunto al cual se puedan referir. Esto implica que no toda inclusión es subjetivamente favorable y que no toda unión será deseable y que no siempre pertenecer tiene privilegios. 

Será necesario poder responder respecto de qué hablamos cuando referimos a inclusión.  Nos serviremos de las operaciones inclusión, pertenencia, unión e intersección desde el aporte de la matemática, a través de la teoría de Conjuntos como operadores conceptuales que nos permitan analizar posibilidades para los analistas y para el discurso psicoanalítico de contribuir a la acción política y ética que toda subjetividad merece, en el universo lingüístico que el lenguaje vehiculiza.
¿Cómo puede contribuir el discurso psicoanalítico para la construcción de procesos de inclusión? Trabajar con este interrogante nos permite desandar ciertos caminos discursivos para poder transitar otros.

II. Por el estudio de expedientes y causas judiciales de niños, niñas y adolescentes que han sido “devueltos”, es decir, reintegrados luego de haber formado parte de procesos de adopción familiar, nos encontramos con ciertas formas contemporáneas de insistencia y resistencia de subjetividades incipientes ante pretensiones judiciales de ser incluidos en familias de las cuales no sienten pertenencia. Encontramos aquí ciertas claves que puedan traer un poco de luz sobre el tema.
Estar incluido en el conjunto de niños inter-venidos por el Estado en nombre de sus derechos, nos llevará a revisar categorías, legislaciones, prácticas profesionales y denominaciones que el discurso psicoanalítico puede aportar a de-construir en pos de otras formas de inclusión y de pertenencia posibles, viables para cualquiera sea el escenario (educativo, social, convivencial) en el cual debamos tratar formas de acompañamiento a procesos de subjetivación.
Este problema, es también planteado por los estudios sobre la inclusión escolar, exponiéndose sus severas dificultades, paradojas y rechazos.

¿Qué significa inclusión? ¿Será que dicha insistencia significante -y a la letra- nos indica que estamos equivocando el rumbo? ¿Se tratará de seguir insistiendo con incluir sin revisar la relación entre quien se pretende será incluido y el lugar al cual hacerlo?

Nos guiaremos por la siguiente hipótesis: la propia denominación y pretensiones de la inclusión – sin revisión del conjunto en el cual se la pretende-  nos confronta con un impasse teórico, que como todo atascamiento, se nos presenta como un callejón sin salida, convocándonos a servirnos de la metáfora del hilo de Ariadna para ubicar otras vías de análisis por las cuales sea posible contribuir como psicoanalistas en el diseño de trayectorias subjetivas viables.
En este sentido, se hace necesario considerar que todo discurso, también el psicoanalítico, forma parte de la posibilidad política de configurarse en ese diseño.

Ciertas nociones básicas de la teoría de Conjuntos en matemáticas modernas nos pueden permitir realizar discriminaciones necesarias a fin de reubicar el planteo del problema en tanto cualquier contribución del discurso psicoanalítico sólo será posible si cada analista revisa su propia posición subjetiva, su propia posición discursiva ante el caso a caso.

III. La teoría de conjuntos, nos puede aportar operadores conceptuales para abordar el problema de la inclusión desde un punto de vista no transitado aún. Nos permiten un ejercicio de pensamiento, un experimento del pensar a través del cual reposicionar el problema que se lee como paradojas de la inclusión.

Para la teoría de Conjuntos, no es posible hablar de inclusión si no es en la relación entre conjuntos. Para ser más específicos, inclusión se define como la relación de un subconjunto en un conjunto.
En términos técnicos matemáticos, es bien diferente decir “Juan está incluido en el conjunto Escuela 7” que decir “Juan pertenece a la Escuela”.
Estas distinciones son necesarias para ubicar distintas posiciones en el discurso que habla al niño, la niña o adolescente respecto del lazo social, de su lugar en una institución, en un grupo, en un conjunto determinado. Nos  permite otras lecturas de la relación del sujeto respecto de aquello que pretende incluirlo o no hacerlo.

La diferencia entre inclusión y pertenencia queda establecida en la propia definición de ambos términos, las cuales se ubican en todos los casos, en una relación. Será inclusión respecto de .. y pertenencia respecto de
La relación de inclusión, se da entre conjuntos y sub conjuntos. Es correcto decir que un subconjunto está incluido en un conjunto mayor, pero no es correcto decir que un subconjunto pertenece a un conjunto mayor.
Cuando un elemento es parte de un conjunto y mantiene una relación con los otros elementos de ese conjunto se dice que pertenece a ese conjunto.
El símbolo para escribir la relación de pertenencia es ∈ y para indicar que no pertenece es ∉

Veamos ejemplos:

F = { 0, 2, 4, 6, 8, ...}
2 ∈ F se lee: 2 pertenece a F.
3 ∉ F – se lee: 3 NO pertenece a F.

Existen convencionalmente dos formas de definir un conjunto en matemáticas: por extensión y por comprensión. En el primer caso se nombran uno a uno los elementos del conjunto y en el segundo, se da una característica que distinga a esos elementos y sólo a esos, para que se consideren pertenecientes al mismo.

Definir un conjunto por extensión es “extenderse” nombrando uno por uno los elementos de ese conjunto. Definir un conjunto por compresión, significa agrupar a todos sus elementos bajo una característica que los distinga y los diferencie sólo a ellos.
Entre conjuntos, es un error hablar de pertenencia cuando se refiere a relación entre conjuntos. En ese caso, se trata de relaciones de inclusión. El símbolo para inclusión es ⊂ y para no incluído ⊄

Veamos um ejemplo:

G = {0, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, ...}
F = {0, 2, 4, 6, 8, ...}
F ⊂ G – se lee: F está contenido en G.
G ⊄ F- se lee: G No está incluído en F
G ⊃ F – se lee: G incluye a F.

Entonces, será necesario poder responder de qué conjunto hablamos cuando referimos a inclusión ya que ella se define como la relación de un subconjunto en un conjunto. Esto es ¿de qué subconjunto respecto de qué conjunto se trata la inclusión?
Una nueva necesidad de distinciones se presenta. La operación de Unión de dos conjuntos, no implica que se establezcan relaciones de inclusión.

Si la relación de inclusión, se da entre conjuntos y sub conjuntos y, lo correcto es decir que un subconjunto está incluido en un conjunto mayor, pero no es correcto decir que un subconjunto pertenece a un conjunto mayor, deberemos gestar procesos de pertenencia porque en sí misma, la inclusión sólo ofrece ser parte del mismo espacio, pero no pertenecer.

Sostendremos que, a contramano de lo políticamente correcto en la época, las categorías de inclusión, unión y pertenencia no pueden pensarse por fuera del conjunto al cual se puedan referir. Esto implica que no toda inclusión es subjetivamente favorable – en tanto subconjunto de otro conjunto, los niños no cambian de posición en el campo de juego - … Desde esta perspectiva, no toda unión será deseable y no siempre pertenecer tiene privilegios.  
En nombre de un trabajo que se orienta en torno a la inclusión, se pierde la oportunidad de trabajar creando condiciones de posibilidad para lazos de pertenencia.

Entonces, algo del impasse teórico se despeja si, en lugar de promover procesos de inclusión, trabajamos en pos de la pertenencia. Para que ello suceda, el sujeto debe dar su consentimiento subjetivo. En esta dirección, si abandonamos el camino de la inclusión y lo sustituimos por formas proclives a la filiación, estaremos ante tres acciones: la de inscripción –afiliación -, la del sostén del ritual que da lugar a esa inscripción y la posibilidad del reconocimiento subjetivo, deseo de ser parte de…  
El análisis de los lazos de pertenencia, nos conducen a su vez a otra distinción importante. La propia nominación nos lleva a considerar que en torno a la pertenencia nos hallamos ante las dos caras de Jano.
Pertenecer presenta dos sentidos muy diferentes según se trate de ubicar la pertenencia en la faceta de la propiedad, ser dueño y poseer derechos sobre lo que a alguien le es propio, o bien, en la otra cara de lo propio a un sujeto, el sentirse y formar parte de, sentirse filiado, identificado, reconociéndose en aquello de lo cual es parte, en aquello que les propio.

Habiendo hecho estas salvedades, nos queda entonces poder ubicar a la noción de intersección como aquella que puede darnos la clave para una operación que permita distinguir en la relación entre conjuntos, aquello que pueda ser considerado común y aquello que no. Será así que ubicaremos ese punto en el cual se ligan elementos de conjuntos que pueden resultar inconciliables, entre los cuales siempre alguno de sus elementos, puede ser lo que hace que, entre sí, puedan ligarse. El símbolo que escribe la intersección es ∩.

IV. Anudando lo histórico social a lo invariante de la indefensión humana, donde el tratamiento social es aquella respuesta que intenta darse y las instituciones promueven maneras de pertenecer y segregar, se tratará de evaluar cómo llevar adelante la operación de Unión de diferentes conjuntos a fin de ir encontrando aquello que pertenece a ambos y lo que no. Lo que sí pertenece a ambos, será lo compartido, lo que permita una intersección, definiéndose un nuevo conjunto formado solamente por aquellos elementos que estén presentes en todos los conjuntos en cuestión. En otras palabras: sólo forman parte del nuevo conjunto, los elementos que tengan en común. Para ello, habrá que ver si es posible que se llegue a cualquier encuentro con elementos ubicables en la intersección, si, antes, no se pasó por la unión de todos los elementos de dos conjuntos, conformándose uno nuevo
Sin embargo, también puede suceder que dos conjuntos sean disjuntos, eso quiere decir, que si pretendemos la intersección entre ambos, obtendremos como resultado, un conjunto vacío.
Primero definimos a los respectivos conjuntos:

G = { a, b, c, d, e, f, g, h }
H = { a, e, i, o, u }
G  ∩ H = { a,e }

En efecto, a y e, son los únicos elementos en común, es decir que están presentes en los dos conjuntos a la vez.

Un caso especial lo configuran los conjuntos disjuntos. Podría ser que al intentar realizar la intersección de conjuntos, éstos no tengan elementos en común. En ese caso, se dice que la intersección es vacía, o sea, es un conjunto vacío. Escrito en símbolos, esto se señala así: A  ∩ B = ∅

Se dice que dos conjuntos son disjuntos, cuando su intersección es vacía. Para citar un ejemplo podríamos decir que si C, es el conjunto de las letras consonantes y V es el conjunto de las letras vocales, C  ∩ V = ∅

V. Estas notas nos permiten avanzar respecto de nuestro planteo inicial. La propia operación de inclusión, tal como nos enseña la matemáticas a través de la teoría de Conjuntos, nos estaría alejando del propósito que se busca. Hacer lugar a los niños y niñas con dificultades en el conjunto de población infantil, no puede hacerse por la vía de la inclusión sin sufrir sus consecuencias. No habrá relación entre elementos sino que se mantendrá la relación de subconjunto respecto del conjunto mayor.
Otro camino nos abre la vía de análisis que pueden promoverse por operaciones proclives a lograr lazos de pertenencia, a través del encuentro de aquello que pueda ser común y permitir intersecciones vitales.
Los psicoanalistas tenemos una responsabilidad importante al respecto en tanto no se trata de considerar a ese sujeto incluido en términos de un Ideal social que siga el mismo camino para todos los casos, que lo englobe en un subconjunto dejando tranquilas ciertas conciencias en nombre de lo políticamente correcto sino, de ubicar en cada caso, aquellos elementos que hagan a que un sujeto, ese sujeto, cualquiera sea su edad y condición, se viva como parte de un colectivo al cual pueda decir, que allí es parte, allí identifica y reconoce que pertenece.

Notas

MINNICELLI, M. Niños y niña heridos por la vida… Cuando la práctica clínica precisa de Juego y de otros juegos. INFEIES – RM, 5 (5). Presentación/Comunicaciones - Mayo 2016: http://www.infeies.com.ar

 

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