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Número 14 - Noviembre 2020
Las condiciones de nuestra práctica
Rafael Arteaga

 

“No estaba frente a la situación que el análisis demanda,
y la única en la cual él puede demostrar su eficacia.
Esta situación, cómo es sabido, en la plenitud de sus notas ideales,
 presenta el siguiente aspecto: alguien, en lo demás dueño
 de sí mismo, sufre de un conflicto interior al que por sí
solo no puede poner fin; acude entonces al analista,
le formula su queja y le solicita su auxilio.”
Sigmund Freud -Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina
(1920)   

 

Nuestros pacientes aquellos que consultan por asuntos referidos a su consumo, parecen ofrecerse como ocasión  para cuestionar  al psicoanálisis y su pertinencia clínica.

A 100 años de la publicación del “Más allá del principio del placer” ¿continúa resultando  extraño que alguien busque placer en el dolor? ¿que dicho placer se busque en connivencia con la muerte a título de modo de vida?¿Es ajeno al ámbito del psicoanálisis que se aborde a un sujeto que intenta resolver su angustia enajenándose a  una sustancia cualquiera ?. Es llamativo que un sujeto busque intencionalmente sensaciones que pueden abarcar desde la euforia al terror paranoide desde la alucinación a la analgesia, pero que siguiendo la letra de Freud en última instancia procura la cancelación del dolor (en sus diferentes modalidades).
Se apelará a su pobreza simbólica o a su exceso de excitación. Siempre se tratara de algo concerniente al sujeto que consulta.
Tal vez sea el momento de una lectura de las condiciones de posibilidad de un tratamiento que contemple aquello que es propio de la concepción que tengamos de la cura y del síntoma.

Una madre llega con su hijo al consultorio, dice que halló marihuana entre sus pertenencias.
Se esboza un pedido que deje de drogarse, el muchachito en cuestión, responderá presto, “para mí no es un problema, la dejo cuando quiero”. Pero para disgusto de su madre, en ese momento no quiere.
Porqué dejaría esa fuente de satisfacción que en no pocos casos conlleva una dedicatoria a sus progenitores.
Porqué abandonara esa fuente de satisfacción inmediata a  cambio de la trabajosa labor analítica que ofrecerá en su horizonte la inversión dialéctica, la responsabilidad sobre su discurso.
Porqué alguien querrá dejar de consumir  “...la panacea  de todos los males humanos... el secreto de la felicidad sobre el que disputaron los filósofos a través de las edades; la felicidad podía comprarse por un penique y llevarse en el bolsillo del chaleco, los éxtasis portátiles…” según de Thomas de Quencey.
Porqué habría de responder a esta demanda parental cuando el puntero les ofrece una visita al paraíso (artificial) que se desee visitar.

No son pacientes para análisis, dicen en los pasillos del hospital y en las reuniones de equipo. Son “traídos” dirán otros, ¿Acaso no es lo que sucede habitualmente? ¿acaso no hemos sido “llevados” al analista por nuestras inhibiciones, síntomas o angustias?
Así se presenta el joven oponiéndose a este reclamo materno, diciendo que concurre porque se lo pidieron. Dejando lugar para la pregunta ¿vos haces todo lo que te piden? Podrá responder que no.
Pero ya sabe que su madre está al tanto de sus cosas, esa relación con la marihuana dejó de ser un secreto. La luna de miel ya no es ese asunto exclusivo entre él y la sustancia  y comienza a ser un asunto público del cual Otros opinan. Y ahora está allí frente a un analista quien ¿también opinará?
Es en este punto en el cual ese Statu Quo se conmueve, no siendo tal vez suficiente para que una consulta -del lado del joven-  se efectivice (aclaro del lado del joven ya que proliferan aquellas que se hallan motorizadas por el Otro social, escuela, jueces, médicos)  consultas  que no cuentan con lo  fundamental para que el consumo se problematice: el quiebre de la cotidianeidad imaginaria del sujeto.
Freud(1) le escribe  a EdoardoWeiss acerca de un caso sobre el que le había consultado. “Creo que es un caso malo, nada adecuado para el libre análisis. Para ello le faltan dos cosas, primero el cierto conflicto doloroso entre su yo y aquello que sus pulsiones le exigen, pues en el fondo está muy contento de sí mismo y sufre solamente por la resistencia de circunstancias externas...”

Así podemos conjeturar que los momentos iniciales del consumo son aquellos donde el efecto de la droga es en cierto sentido  logrado,  no hay grieta entre lo esperado y lo obtenido en su consumo, donde  el acceso al paraíso artificial parece posible. La droga parece ubicarse  como remedio en la dialéctica del Fármacon Derridiano. Habrá  que aguardar a su  posicionamiento como veneno para alguien pueda  plantearse consultar por su consumo. Queda por definir en qué términos el analista se plantea dicha espera.

En este panorama, ¿para qué dejar de consumir?
¿Porque la droga hace mal? ¿A quién le hace mal el consumo de nuestro joven “paciente”? A sus padres seguramente, pero si aceptáramos el caso por esta razón nuestros consultorios se verían desbordados de  madres y padres en desacuerdo con las elecciones de sus hijos e hijas , discrepando con la carrera que eligieron, o disconformes con las parejas que formaron o con el modo en que crían a sus hijos.
Y no es que estos relatos no tengan lugar en las entrevistas, lo que aquí está puesto sobre el tapete es la posible convocatoria  a la joven que forma pareja con alguien a quien su padre no “aprueba”.

No me detendré a relevar las propiedades negativas de las sustancias consumidas ya que eso es asunto de toxicólogos y bioquímicos, pero lo que puedo es un  recorrido sobre lo concerniente al Bien y al Mal, tan presentes a la hora de definir  la dirección que se le imprime a un tratamiento.
Allí quien escucha suele proponer algunas condiciones y de antemano un objetivo fundamental, que quien llega deje de consumir.(así muchas veces condiciones y objetivo coinciden, ya que  para el tratamiento  suele requerirse -al paciente- la abstinencia y como señalamos la finalidad de la “terapéutica” es la misma).Quedando de este modo la abstinencia del lado del paciente, cuando desde el psicoanálisis  se la reservamos al analista, desde la perspectiva de una ética particular que implicará la renuncia - en el marco de los análisis que dirige- a sus ideales, valores e ideología (2) , la resignación a cualquier intento de ubicar un tratamiento en la línea de lograr la supresión del consumo de drogas. Esto no constituirá un obstáculo para solicitarle a un paciente, “venga mañana sin haber consumido”.
 Así cabe recordar a Freud(3) cuando señala que “Deberá perdonarme que tampoco podamos aceptar su reclamo de poner al Psicoanálisis al servicio de una determinada cosmovisión filosófica e imponérsela al paciente con el fin de ennoblecerlo. Me atrevería a decir que será un acto de violencia  por más que invoque los más nobles propósitos… Nos negamos de manera terminante a hacer del paciente que se pone en nuestras manos en busca de auxilio, un patrimonio personal; a plasmar por él su destino, a imponerle nuestros ideales y con la arrogancia de creador, complacernos con nuestra obra luego de haberlo formado a nuestra imagen y semejanza”.
.
Si el efecto droga es logrado, será posible desmontarlo? Porqué hacerlo?, por el Bien del que la consume podría ser la primera y más generalizada respuesta.
Por qué el Bien insiste de esta manera en los discursos que intentan dar cuenta de estos fenómenos clínicos y sus posibles terapéuticas?

Aquí podemos abrir una pequeña digresión y preguntar ¿a quién le hace mal la droga?. Entendiendo por Droga una sustancia X que produce en general efectos neuro psico fisiológicos. ¿Al organismo? Seguramente, pero en tanto analistas es a eso que nos dedicamos?  La droga y su consumo afectarán al sujeto, objeto de nuestra praxis? O será el efecto de la droga es algo relativo al organismo (tengamos presente las referencias a los efectos de las sustancias en las pruebas de laboratorio con roedores que como sabemos no hablan).

Pero volvamos a lo que nos preguntábamos acerca de la hiperpresencia del Bien en el campo de la clínica de los consumos y las adicciones.  Será porque se considera a la droga como el Mal que invade  el cuerpo del que la consume, en una concepción cuasi viral del asunto, de allí a la declaración “estoy limpio” con que se hace referencia a la suspensión del consumo  hay un paso. Podríamos dejar abierta una posibilidad para pensar algunos sintagmas tales como,  las “malas juntas” como aquello que determina el consumo (es usual escuchar que una de las primera preguntas que se suele dirigir a quien es “descubierto” en su consumo sea ¿quién te la vendió? ¿quién te la dio?), en una perspectiva más cercana al contagio que a la idea de un quehacer ligado a lo iniciático o  a la identificación en el ámbito de los pares. Por citar dos funciones posibles del consumo.
(Nunca dejó de llamar mi atención que comunidades  las Comunidades Terapéuticas y los llamados centros de rehabilitación solían hallarse geográficamente apartados, ¿de manera tal de lograr cierto aislamiento? ¿Cual leprosario ? )
Podremos conjeturar que los diversos modos de sustentar la clínica, se condicen con el modo en que se considera al síntoma, así  es como resulta que al Mal se lo enfrenta con Bien.

Así pretendiendo una intervención que no contemple el momento y la función de la relación del sujeto con el consumo, poco atractivo ofrecerá el largo y esforzado camino de un análisis a quien puede enfrentar sus “asuntos” subjetivos con un par de pitadas de un cigarrillo.
Poca perspectiva tendrán las intervenciones “terapéuticas” que no consideren que en los albores del consumo no hay motivo para interrumpirlo, más bien todo lo contrario. (4)

En lo que acabo de señalar voy a contramano de todas la teorías preventivas que bajo la égida del modelo medico proponen la detección temprana como el modo de mejorar las condiciones de un tratamiento, atemperando las consecuencias de la “enfermedad”.
Del mismo modo que las  consignas, slogans , propagandas tendientes a la “prevención” serán  en el mejor de los casos una bienintencionada acción, recordemos que “los argumentos nada pueden contra sus pasiones.” nos recuerda  Freud (5)
Así lo que se lograra “llevando” a la consulta  al recién descubierto joven es que este diga que está allí para que no lo molesten, que efectivamente consume pero cuando quiere y que por lo tanto la deja cuando quiera, agregando “yo la manejo”.
 Podemos advertir a  un sujeto que pretende una superioridad sobre el consumo de la sustancia, pretendiendo yoicamente dominarlo a base de su voluntad y  determinación.
Si insistimos por esta vía, desatenderemos la premisa freudiana “Donde no hay pena o sufrimiento, el medico no puede conseguir nada” empecinándonos en una batalla contra el consumo pretendiendo asumir  el rol del liberador de quien se encuentra frente a nosotros , a quien pasaremos a considerar una víctima de ese flagelo . De este modo le restaremos responsabilidad  en su quehacer con la droga , de modo tal que legitimaremos la  drogadependencia donde quien consume es determinado por lo consumido. Que no es no más ni menos lo que el discurso corriente sostiene. Pero no termina allí el asunto sino que representa además una especularizacion con el discurso de los propios pacientes que sostienen mostrando las huellas de su debacle física y personal, “esto me pasa por las drogas”.
La droga ocupa en estas posiciones teóricas el lugar de lo determinante, sobre ella debe dirigirse la “terapéutica” que en general recurrirá al uso de los muros de la institución como herramienta “clínica”, encerrando ,excluyendo, separando,  cuya consecuencia, el campo de concentración, no se hace esperar.
Cuando Freud (6) señala a Weiss “ En el peor de los casos, a gente como el Dr. A. se lo embarca para ultramar, digamos para Suramerica y se lo deja buscar y hallar allá su destino” tal vez nos sitúa  como destinatarios de estos pacientes que ponen a prueba las condiciones en que ejercemos nuestra práctica.

Notas

(1) “Problemas de la práctica” Correspondencia Sigmund Freud- Edoardo Weiss. Carta del 3/10/1920  Editorial Gedisa

(2) incluso acerca de sus posición respecto de las drogas y su consumo )

(3) Freud Sigmund: “Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica” 1919 Obras Completas. Tomo XVII. Amorrortu Editores

(4) Y debemos incluir aquellas que no contemplan  “...las condiciones sexuales del caso.” Freud, Sigmund  “La sexualidad en la etiologia de las Neurosis “ 1898 Obras completas Tomo III Amorrortu Editores.

(5) Freud, Sigmund: “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia” 1914.Obras Completas. Tomo XII. Amorrortu Editores

(6) Freud Sigmund “Problemas de la práctica” Correspondencia Sigmund Freud- Edoardo Weiss. Carta del 3/10/1920  Editorial Gedisa

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