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Número 14 - Noviembre 2020
Una experiencia impresionante
Juan Carlos Cosentino


El juego de los niños

Más allá del principio de placer - Sigmund Freud - Traducción CosentinoEn el capítulo II de Jenseits, Freud estudia la forma de trabajo del aparato anímico en una de sus actividades normales más tempranas: el juego de los niños. Para ello, cuenta con la observación sobre su propio nieto, de un año y medio (2).
“Este niño… manifestaba ocasionalmente la molesta costumbre -señala- de arrojar lejos de sí (schleudern) todos los objetos pequeños de los que conseguía apoderarse, hacia un rincón de la habitación, debajo de la cama, etc., de manera que, a menudo, reunir sus juguetes no era un trabajo sencillo. Mientras hacía esto con una expresión de interés y satisfacción, emitía un o-o-o-o intenso y prolongado que (no era una interjección) significaba ‘Fort’ ” (3). ¿Cuál era el sentido de esa acción enigmática y repetida de continuo?

Se trataba de un juego: el niño se valía de todos sus juguetes para jugar con ellos únicamente a que “se habían ido” (“fortsein”).
¿La observación que confirma la apreciación de Freud?: “El niño tenía un carretel de madera que estaba envuelto con un cordón… Sosteniendo el carretel por el hilo, lo arrojaba con mucha destreza por encima del borde de su camita enfundada en tela de modo que desapareciera allí dentro (so dass sie darin verschwand) mientras, pronunciaba su significativo o-o-o-o y luego, tirando del hilo, volvía a sacar el carretel (4) fuera de la cama pero, ahora, saludaba su aparición (Erscheinen) con un alborozado “Da” (“aquí está”)… En la mayoría de los casos uno llegaba a ver únicamente el primer acto que se repetía sin tregua, por si solo, como juego, aun cuando el mayor placer -en relación con el principio de placer- estaba indudablemente vinculado al segundo acto”.
¿La interpretación del juego?: “su renuncia pulsional (renuncia a la satisfacción pulsional) al consentir sin objeciones que su madre se fuera (das Fortgehen).El niño se resarcía poniendo él mismo en escena la misma desaparición (Verschwinden) y retorno (Wiederkommen) con los objetos a su alcance”.

Renuncia pulsional con ganancia de placer (Lustgewinn). Pero no es lo mismo la desaparición que el retorno. No pertenecen al mismo nivel: hay asimetría, y éste es el problema que se le plantea a Freud.
Conflicto con el principio de placer. Tras afirmar la similitud desaparición-retorno, el interés de Freud va a virar hacia otro punto. Es imposible -nos dice- que la partida de la madre le resultara agradable, o aun indiferente.
¿Cómo concuerda, entonces, con el principio de placer que el niño repita como juego esta experiencia (Erlebnis) penosa para él?

Se responderá -señala- que jugaba a la partida, porque era la condición previa de la reaparición (Wiedererscheinen) alborozada, la cual contendría el genuino propósito del juego. Pero -concluye- lo contradice la observación de que el primer acto, la partida, era escenificada por sí sola y, en efecto, con mucha más frecuencia que todo el juego llevado -en el territorio del principio de placer- hasta su final placentero.
Tal como lo anticipamos, renuncia pulsional paradójica, porque el apremio pulsional se desplaza e insiste como fort en la repetición del primer acto. De los dos fonemas, que se ubican en distinto nivel, uno se repite con frecuencia incomparablemente mayor, el “Fort” (5).

Primera conclusión: si el “fort” se repite sin tregua como juego y el placer -del principio de placer- se corresponde con la reaparición del “objeto”, saludado con un alborozado “Da” (“aquí está”), entonces, juego y placer no se conjugan.
El juego (su primer acto: el desaparecer) se ubica allende el placer del principio de placer: no “concuerda, entonces, con el principio de placer que el niño repita como juego esta experiencia penosa para él”.
Con el segundo acto -el retornar- cesa el juego y resta el placer del principio de placer. Como leímos en el capítulo I: “una evitación de displacer o una producción de placer”, pues lo que busca dicho principio, en verdad, es la cesación del placer.
Pero, ocurre que el apremio (Drang) de la pulsión no cesa y emerge como fuerza constante, lo cual causa el juego: un modo de trabajo del aparato psíquico.
Con lo cual Freud, en este capítulo II, encuentra que si el apremio repite en el juego una impresión desagradable, ello se debe únicamente a que la repetición está fijada (verbunden) (6) a una ganancia de placer de otro tipo, de otra fuente, pero directa.
Desde la fuente independiente de libramiento de displacer del Manuscrito K, placer y displacer no pertenecen a igual registro, no son simétricos.

¿Por qué, entonces, el juego infantil parece finalmente no testimoniar la acción de tendencias que estén en “el otro margen” de dicho principio?
Ocurre que Freud no termina de atravesar la ganancia de placer con el disimétrico displacer. Sólo con los sueños de la neurosis traumática, Unlust no pertenece al territorio del Lust. Incoercible, anuncia un campo diverso que obliga a considerar un “más allá” y anticipa uno de los nombres freudiano del goce: la ganancia de placer con displacer.

Sin embargo, Freud, para el estudio del juego infantil, fluctúa entre dos concepciones: el fort-Da y el juego del doctor. El niño pasa de la pasividad de experimentar a la actividad de jugar: “inflige a un compañero de juegos lo desagradable que él mismo padeció y se venga, así, en la persona de este suplente (Stellvertreter)”.

Así también, el acto de arrojar lejos el objeto al año y medio era la satisfacción de un impulso de venganza contra la madre por su partida: “Sí, vete (6) nomás, no te necesito, soy yo quien te dice que te vayas” (7). Un año más tarde, en relación con el padre ausente en la guerra (al que no extrañaba pues no quería que lo molestaran en la posesión exclusiva de la madre), arrojaba (werfen) al suelo un juguete con el que se había enojado, diciéndole: “¡Vete (8) a la gue(rr)a!”.
¿Por qué esta fluctuación y esta segunda interpretación? ¿Por qué este deslizamiento? Con este rodeo se desplaza a un determinado tipo de identificación. El niño se identifica con el doctor -“examina la garganta de otro niño”- o con la partida de la madre o con la del padre. Se trata de una identificación válida, aunque imaginaria.
No obstante, pese a que el juego del fort-Da queda homologado al juego del doctor, una duda que se le presenta en la mitad de ese mismo recorrido permite ubicar el mismo texto de otra forma.

Etwas Eindrucksvolles

En la primera versión de Jenseits leemos:
¿El apremio de procesar psíquicamente algo impresionante (etwas Eindrucksvolles), de adueñarse por completo de eso, puede exteriorizarse de manera primaria e independiente de la pulsión de placer (der Lusttrieb)?
A partir de la segunda:
¿El apremio (Drang) de procesar psíquicamente algo impresionante, de adueñarse por completo de eso, puede exteriorizarse de manera primaria e independiente del principio de placer? (9)
Si se exterioriza de ese modo, se trata de una repetición que no se define por el placer del principio de placer (una de sus vertientes, la más habitual, cuando opera como principio regulador). Entonces, el juego del fort-Da y el juego del doctor se diferencian.
Efectivamente, en el fort-Da el apremio repite en el juego una impresión (Eindruck) (10) desagradable pues la repetición “está unida a una ganancia de placer de otra índole, pero directa”. Es decir, una renuncia contradictoria.
Se trata, pues, de una satisfacción que proviene de otra fuente: una ganancia de placer -no sin displacer- “más primordial -capítulo III-, más elemental y más pulsional (triebhaft) que el principio de placer”. No obstante, en el caso de este juego, dicho principio, limita esa ganancia de placer -en el displacer-.

Aún no hemos ubicado qué es ese algo impresionante (etwas (11) svolles)
Freud encuentra, en 1901, en el material del sueño, recuerdos de experiencias impresionantes (eindrucksvolle Erlebnisse) de la primera infancia, impresiones (Eindrücke) visuales, que ejercen un influjo determinante sobre la conformación del texto del sueño, operando como un punto de cristalización, con efectos de atracción y distribución sobre el material onírico. Así, la situación del sueño no es más que una repetición modificada de una de esas experiencias contundentes; y sólo muy rara vez, una reproducción de escenas reales (12).

Años después, a partir del material de los análisis, reconstruye ciertos otros procesos que escapan a la cadena asociativa: acontecimientos impresionantes(eindrucksvolle Ereignisse)de la infancia. Y esa reconstrucción de las experiencias infantiles olvidadas siempre tiene un gran efecto, la impresión es avasalladora (überwältigend), admitan o no una corroboración objetiva. Dichas impresiones deben su valor a la particularidad de haber ocurrido tan temprano, en un tiempo (Zeit) en el que no era posible asignarle plena capacidad receptiva (13) al aparato psíquico del niño y en el que “todavía podían tener un efecto traumático sobre el yo débil” del mismo.
“En primer lugar, impresiones (Eindrücke) capaces de influir -indica Freud- en forma permanente sobre la vida sexual inicial del niño, tales como observaciones de actos sexuales entre adultos, o experiencias sexuales propias con un adulto u otro niño -sucesos estos no raros-; además, la escucha de conversaciones que el niño entendió en el momento o sólo con posterioridad (nachträglich), de las que creyó extraer información sobre cosas secretas o unheimliche; también, exteriorizaciones y acciones del niño mismo, probatorias de una actitud sustancialmente tierna u hostil hacia otras personas. En el análisis tiene particular importancia hacer recordar al sujeto su propia actividad sexual infantil olvidada, así como la intervención de los adultos que pusieron término a tal actividad” (14).

¿Cuál es esa experiencia impresionante? Observemos, que el niño no se centra, tal como lo indican Wallon primero y Lacan después, en la partida de la madre ni en vigilar su vuelta para verla de nuevo allí.
En el texto, se insinúa un cambio de pregunta. Así, explorar esa experiencia impresionante promueve una ruptura (Durchbruch) que franquea el paso a (15) algo que no se reduce al campo en que se produce .
Freud refiere que el niño que está fuera de su cama, arrojaba el carretel de madera envuelto con un cordón por encima del borde, de modo que desapareciera allí dentro (so dass sie darin verschwand), mientras pronunciaba su significativo o-o-o-o.
En otra observación, a pie de página, relata que un día en que la madre había estado ausente durante varias horas, el niño la saludó cuando volvió, diciéndole “Bebe o-o-o-o”. Durante esa larga soledad, el niño había encontrado un recurso para hacerse desaparecer a sí mismo (sich selbst verschwinden zu lassen): había descubierto, desde fuera de un gran espejo que llegaba casi hasta el suelo, su imagen, y luego se había arrodillado de modo que la imagen interior del espejo “se había ido” (fort).
Una tercera, agregada como nota a la Traumdeutung en 1919, -el primer sueño del que tuvo noticia en su nieto, de 20 meses- muestra que el trabajo del sueño logra transformar su material, a pesar del acento que pone Freud, en un fallido cumplimiento de deseo, de modo “que el afecto correspondiente se impone, inmutable, también en el dormir”. La noche anterior al día en que su padre debía partir para el frente, el niño exclamó, entre fuertes sollozos: «¡Papá, papá ... Nene!» (16).
El sitio junto al niño que la madre ha dejado, la abertura que introduce la partida de la madre -más allá de la partida misma- es el punto en el que el borde de la cama produce una ruptura del espacio y lo vuelve heterogéneo. El sujeto se enfrenta con esa abertura impresionante que da lugar a algo que no se circunscribe al espacio en que se produce: un punto fuera del territorio del principio de placer.
En la segunda observación retorna dicha experiencia eindrucksvoll. El borde de la cama como el marco del espejo, cumpliendo la función de una ventana (17), protege al niño en el acto impresionante en que se separa de una parte esencial de sí mismo: “bebe-se fue” (fort).

Vale como ese carretel que arroja y al que, al mismo tiempo, sostiene por la cuerda. Es como una parte del niño que se suelta, pero sin dejar de pertenecerle -“el núcleo de su ser”-, ya que continúa reteniéndolo.
Por una parte, opera una separación anterior a la alienación (18): lo que cae -como indica Lacan en el Seminario 11- es ese carretel unido a él por el hilo que agarra, donde se expresa qué se desprende de él en esta prueba, la automutilación. Por otra, a partir de dicha prueba impresionante, el orden de la significancia va a cobrar su perspectiva. Así, el juego del carretel es la respuesta del sujeto -cuando se inscribe como falta en el campo del Otro- “a lo que la ausencia de la madre vino a crear en el lindero de su dominio, en el borde de su cuna, a saber, un foso, a cuyo alrededor sólo tiene que ponerse a jugar al juego del salto” (19).
En realidad, y ésta es la dificultad de Freud, no se trata de un movimiento que vaya del exterior al interior, sino de una topología más compleja. Una vez agujereado el espacio, la distinción exterior–interior está perdida: el carretel arrojado por encima del borde desaparece (20) del lado de allá des Lustprinzips.
El mismo Freud lo advierte al señalar en el capítulo IV que “la proposición de Kant,según la cual tiempo y espacio son formas necesarias de nuestro pensamiento, puede, como consecuencia de determinados conocimientos psicoanalíticos, someterse hoy a discusión: los procesos anímicos inconscientes están fuera-de-tiempo (zeit-los)”.

El intervalo

Esta operación, que Freud no termina de construir, marca al sujeto como dividido pero no lo representa. Se trata de la inscripción de una marca no visible como afirmación de una satisfacción excluida de raíz que, a su vez, deja un resto no medible. Bebe o-o-o-o es el testimonio de esa división y de esa privación.
Como operación fundante, el primer efecto de cesión es el grito que coincide con la emergencia al mundo de aquel que será el sujeto. Ese entre–dos, Otro ... Sujeto, cede algo. Momento inaugural: a continuación ya “nada puede hacer con ese grito que escapa de él”, ya “nada lo une a ese grito”. Función de la angustia: el sujeto ignora profundamente ese instante -momento constitutivo del objeto a- en que se produce la causa de su división (21). Producida dicha cesión, el sujeto se inscribe como falta: adviene escindido implicado en el fantasma, soporte del deseo.(22)

Reafirma que el niño algo perdió, emerge como testimonio del arrojarse, del desaparecer, no designa al objeto (23) y vale como fort. En ese punto, se trata de un único fonema que se encuentra a la espera del otro fonema: Da.
¿Cómo se inscribe el sujeto dividido? Producida la pérdida, el sujeto se representa como falta en el campo del Otro. Luego de ese momento, el lenguaje, que antecede al niño, le devuelva el Da, vale decir la primera oposición pronunciada.

De golpe, todo ha cambiado

En el verano del 2011 observaba como una niña de 23 meses -que designaremos An- jugaba en ese borde que forman la arena de la playa y el agua que trae el mar con cada ola que viene y... se va. La acompañaba su madre. Se observaba interminable el placer del juego: la ola que viene, la niña que corre hacia la playa, la ola que se va, la niña que corre hacia el mar.
De pronto una ráfaga fuerte de viento le vuela la gorra que cubría su cabeza del intenso sol de la mañana y la ola que se retira se la lleva y un poco después la ola que retorna la trae. Así, varias veces. De repente, todo ha cambiado: en brazos de la madre, la cara de la niña que padece con angustia ese ir y volver y -más allá- ese surco que deja el agua, durante ese breve, eterno, instante… hasta que finalmente rescatan la gorra.
No obstante, su recuperación no impide que la niña repita incontables veces a sus familiares reunidos en la playa con sus pocas palabras y con un asombro que no cesa: la gorra se fue... se fue. El sitio junto a la niña que la gorra ha dejado, la abertura que introduce su partida -más allá de la partida misma-: ese surco, ese vacío que deja el mar con el ir y venir de esa gorra.
Al día siguiente An lloriquea cuando la acercan a la orilla y quiere alejarse de la misma. Pues bien, el surco que deja el agua del mar cuando avanza y se retira divide el espacio euclidiano dejando asomar su carácter heterogéneo. Entonces, allí donde hubo sobresalto hay ruptura de la protección antiestímulo.

Así, llegamos con este ejemplo de la psicopatología de la vida cotidiana a aquel cambio de pregunta que Freud anuncia en la última frase del capítulo I.
El placer del juego de repente -plötzlich- es atravesado por el displacer. En ese breve instante emerge un territorio heterogéneo: “allende el principio de placer”. Aquella niñita, un mes después repite con renovado asombro y con expresivos gestos su relato: “poque, poque… vino la ola y la gorra ¡se fue! ¡se fue!” De esta manera, la experiencia como tal pasa al centro, no la experiencia con respecto a algo determinado -la gorra- sino la experiencia de la pérdida que es irreductible en su intensidad y se convierte en acontecimiento en aquella mirada dirigida al objeto...
“Los primeros -muy intensos- estallidos de angustia”, es decir, la intensidad hipertrófica de la excitación y la brecha abierta en la barrera contra-estímulo, “constituyen las ocasiones inmediatas de las represiones primarias”. Éstas se constituyen como divisiones ante algo del orden de lo intolerable, que sobrepasa, por su intensidad, las defensas simbólicas de la protección del sujeto. Acontecimiento impresionante: fallan las defensas simbólicas. Lugar de abertura, consecuencia de una imperfección del aparato psíquico, que se sitúa en el núcleo de la estructura (24).

Tres meses después, cuando su madre anuncia su partida para ir a su trabajo y le dice: “mamá se va”, la niña, responde… ¡pero vuelve!
Y al cumplir 2 ½ años, cuando su madre le comenta sobre las vacaciones y le dice: “sabias que nos vamos a ir a Brasil en avión volando por el cielo”; responde, tras pensar un momento: “Sí pero en el avión dame la mano si no me caigo”. Luego, la madre pregunta: “¿Vas a llevar el caballito?” y la niña insiste: “sí pero lo voy a agarrar fuerte para que no se caiga”.
Momento de división: la pequeña niña se separa de una parte de sí misma. La constitución del espacio se modifica, la distinción exterior-interior está perdida: la gorra desaparece –fortsein– en ese surco, en ese vacío que deja el mar con su ir y venir, es decir, en esa abertura impresionante que derrumba las coordenadas del plano, del espacio, euclidiano.

Sueño e intervalo

En la tercera observación, el sueño de Ernest no puede significar sino que papá y nene -como cumplimiento de deseo- permanecerían juntos, mientras que el llanto -momento de fracaso de la función del sueño- admite la inminente despedida.
“El concepto de la separación, «fort» sustituido por un largo «o o o h», (25) logrado tempranamente” (26) como inscripción de una impresión o marca no visible y de una pérdida inicial de goce, retorna en el sueño. Su texto reintroduce el intervalo, “Otro ... sujeto”, “Papá ... nene”, indicado por los puntos suspensivos que Freud coloca cuando transcribe la frase de ese sueño.
A su vez, la niña, diez meses después del episodio de la gorra, cierto día le relata a su madre un sueño de angustia que la despierta gritando: “una araña con muchas patas se me acercaba caminando… y vino mi papá”. Momento de horror y grito sobre el fondo de algo impresionante... el llamado y el posterior encuentro en dicho sueño con su padre reintroducen intervalo y corte. (27)

Con el grito vuelve a pasar por la indefensión del Otro (en el punto de partida esa “relación terminal con su corazón mismo”) y por la cesión del objeto: “con su emergencia al mundo el sujeto nada puede hacer con ese grito que escapa de él” (28).
Así, ese entre-dos delimita al sujeto como falta en el campo de enigma que es el Otro. El significante se articula representando a un sujeto ante otro significante. Mientras que el llanto, ese afecto que para Freud se impone inmutable, en un caso recorta la discontinuidad; en el otro, el grito, la reintroduce nuevamente. Ese fuera-de-tiempo (zeit-los); un tiempo-perdido o aún un tiempo-desligado, en el instante en que se produce esa perturbación menor de la operación onírica (29).

Notas

(1) Fragmento del texto “Acerca del capítulo II de Jensits… ”, en Sigmund Freud, Más allá del principio de placer, Manuscritos inéditos y versiones publicadas. Texto bilingüe: Edición y comentarios: J. C. Cosentino, Bs. As., Mármol-Izquierdo, 2015, pp. 593-603.

(2) He realizado un primer comentario sobre este juego infantil, la repetición y la constitución del sujeto en Construcción de los conceptos freudianos, tomo II, Bs. As., Manantial, 1999, pp. 110-14.

(3) Fort {“vete”, también, “no está”}.

(4) Tirando del hilo, volvía a sacar: “zog dann die Spule am Faden wieder heraus”.

(5) Fort {“vete”, también, “no está”}.

(6) Binden: unir, ligar, atar, fijar.

(7) geh fort {“vete”, imperativo del verbo “ir”}.

(8) weg schicken

(9) Geh: “vete”, también “ve”.

(10) En esta oportunidad, la pulsión de placer se corresponde con ese principio de placer del capítulo I que excede el marco de la homeostasis. Ver: “Nota introductoria a la primera versión del capítulo II” (El encuentro entre ese acontecimiento impresionante y la pulsión de placer prepara el camino. En la segunda versión, con la afirmación de ese punto de exterioridad que obliga a considerar un “más allá”, ese extraño Lusttrieb -una pulsión de placer no agujereada por el displacer- será tachado y sustituido por el principio de placer), y “Nota introductoria a la versión manuscrita del antiguo capítulo VI”, en S. Freud, Más allá del principio de placer, Manuscritos inéditos y versiones publicadas. Texto bilingüe: Edición y comentarios: J. C. Cosentino, Bs. As., Mármol-Izquierdo, 2015, pp. 47-51 y pp. 153-56.

(11) Eindruck: también marca no visible.

(12) S. Freud, Sobre el sueño (parte VI), GW, II-III, 672 (AE., V, 641).

(13) S. Freud, Moisés, el hombre, y la religión monoteísta (cap. III, parte II, punto F), GW, XVI, 234-6 (AE., XXIII, 121-3).

(14) S. Freud, ¿Pueden los legos ejercer el análisis? (cap. IV), GW, XIV, 242 (AE., XX, 202).

(15) Ver: S. Freud, Jenseits (Primera versión, capítulo II, “Nota agregada en 1919 a La interpretación de los sueños”, p. 10’), en S. Freud, Más allá del principio de placer, Manuscritos inéditos y versiones publicadas. Texto bilingüe: Edición y comentarios: J. C. Cosentino, op. cit., p. 73.

(16) “La función del marco -de la ventana- no es una metáfora. Si el marco existe, es porque el espacio es real” (J. Lacan, El Seminario, libro X, “La angustia”, lección del 12 de junio de 1963, Bs. As., Paidós, 2006, p. 305 y Nouvelle transcription Staferla: http://www.valas.fr/Jacques-Lacan-L-angoisse-X-1962-1963,324, p. 530).

(17) J. C. Cosentino, “Fobia”, en Angustia, fobia, despertar, op. cit., pp. 123-25 y 132

(18) J. Lacan, El Seminario libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Bs. As., Paidós, 1987, pp. 70-71.

(19) Desaparece: verschwindet y “fortsein” (también “se había ido”).

(20) Ver J. C. Cosentino, “Variaciones del horror: el destino de la neurosis”, en Lo siniestro en la clínica psicoanalítica, Bs. As., Imago Mundi, 2001, pp. 13-22 y en URL: http://juancarloscosentino.com.ar/.

(21) En este otro momento, “es por el objeto a que el sujeto podrá iniciar su separación, no solamente de la madre, sino de su propia alienación al significante” (E. Vidal, “La torsión de 1920”, en El giro de 1920, Bs. As., Imago Mundi, 2003 y URL: http//www.juancarloscosentino.com.ar).

(22) El interés de este objeto, que Freud no logró construir conceptualmente, reside en mostrarnos el lugar de la voz -nos dice Lacan- en la topografía de la relación con el gran Otro; voz que se nos presenta bajo la forma ejemplar de hallarse en cierto modo en potencia, bajo una forma separada. Se trata de saber, como objeto separado del sujeto, dónde se inserta, en qué dominio, no en la oposición interior-exterior cuya insuficiencia el mismo Freud advierte, sino en la referencia al Otro, sobre la referencia a ese campo de enigma que es el Otro; en qué momento puede intervenir semejante clase de objeto en su cara por fin revelada bajo su forma separable, el nivel en que aparece la forma de a que se llama la voz. Algo que conocemos bien como fenómeno: sus desechos, sus hojas muertas bajo la forma de las voces extraviadas de la psicosis o su carácter parasitario bajo la forma de los imperativos interrumpidos del súper-yo (El Seminario, libro X, “La angustia”, 22-V-1963, op. cit., p. 271-72 y Nouvelle transcription Staferla: http://www.valas.fr/Jacques-Lacan-L-angoisse-X-1962-1963,324, pp. 474-76).

(23) Ver J. C. Cosentino: “El inconsciente: la temporalidad del trauma”, en El problema económico, Bs. As., Imago Mundi, 2005, p. 117-18 y en URL: http://juancarloscosentino.com.ar/.

(24) En el capítulo II de Más allá Freud reproduce en alemán el sonido del fort con “o o o o”. En esta nota indica su extensión vocálica agregando una h: “o o o h”.

(25) S. Freud, La interpretación de los sueños (cap. VI, punto H), GW, II-III, 463-4, nota 1 (AE, V, p. 458-9, nota 3).

(26) Reaparece el etwas Eindrucksvolles (algo impresionante). En ese tiempo la niña venia lidiando con la deposición de las heces. Había comenzado a tomar conciencia y avisaba pero aun estaba en una etapa de “ensayos”, preparándose para su pérdida.

(27) Lacan, El Seminario, libro X, “La angustia”, 3-VII-63, op. cit., p. 353 y y Nouvelle transcription Staferla: http://www.valas.fr/Jacques-Lacan-L-angoisse-X-1962-1963,324, p. 602.

(28) Según Freud (“29ª conferencia”, GW, XV, 31[AE, XXII, 28]), la neurosis traumática nos muestra un caso extremo del fracaso de la función del sueño, “pero es preciso conceder carácter traumático también a las experiencias infantiles, y no hará falta asombrarse si se producen perturbaciones menores de la operación onírica también bajo otras condiciones”. Por ejemplo, en “los sueños que se presentan en los psicoanálisis y que nos traen nuevamente (wiederbringen) el recuerdo de los traumas psíquicos de la infancia”, como leemos en el capítulo IV de Más allá. Y así, “lo que los niños han experimentado (erlebt) a la edad de dos años, sin entenderlo entonces, pueden no recordarlo luego nunca, salvo en sueños, y sólo mediante un tratamiento psicoanalítico” (Moisés, el hombre, y la religión monoteísta, op. cit., 234 [121-2]).

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