Volver a la página principal
Número 14 - Noviembre 2020
La soledad y el más allá
Amelia Haydée Imbriano


Un algo más

El concepto de repetición es un concepto esencial, problemático y complejo en psicoanálisis. Esencial en tanto se refiere a lo económico, o sea, al lugar de la pulsión de muerte en la metapsicología. Problemático en tanto nos muestra la crudeza de una relación sexualidad-muerte. Complejo, pues el abordaje que se requiere para orientarse en la articulación del concepto, requiere circular por algunos carriles en los cuales hay que tener en cuenta los pilares que permiten armar el andamiaje necesario, pues se trata de una estructura que posee lógica. Ella se teje en el entramado conceptual que Freud va organizando en distintas épocas, produciendo textos que logran su coronación en 1920 en “Más allá del Principio del Placer”. Entre ellos se destacan: “El Proyecto de psicología científica”, el Cap. VII de “La Interpretación de los Sueños”, “Introducción del narcisismo”, “Recuerdo, Repetición y Elaboración”, “Pulsiones y destinos de pulsión”.
Desde “El Proyecto” con algunos cambios que aparecen en el Cap. VII de “la ciencia de los sueños”, el planteo de Freud se sostiene en una premisa: el 'aparato' funciona a partir de una diferencia que queda inscripta como huella. Esta consideración implica dos cuestiones correlativas: la huella y la diferencia. Huella y diferencia que concibe inicialmente como marca de una tensión, como pura inscripción de un estado desconocido relativo a diferencias de tensiones en el aparato, inscripción de diferencia entre una cierta homogeneidad de la no tensión y el discretismo que impone la necesidad. Huella y diferencia que puede plantearse como “huella de la diferencia y diferencia que impone la huella”. Por lo tanto, no hay marca sin diferencia y no hay diferencia que no sea marca.
El hombre, en tanto que sujeto, es 'marcado', es sujeto de la diferencia y sujetado a la marca de diferencia. Concluyentemente destaco: Sujeto a una marca, a una huella, a una diferencia. Si nos detenemos un poco más sobre la cuestión, podemos pensar el funcionamiento del aparato psíquico inicial como subordinado a un juego de diferencias que buscan ser anuladas. En ello consiste el Principio del Placer teorizado por Freud como el principio que rige el psiquismo a partir de un estado de displacer que busca su resolución por medio de la descarga. El Principio del placer como ya subordinado a un otro principio no formulado, pero funcionando más allá de él. Si busca esa anulación de la tensión, si busca la descarga, hay en el funcionamiento del aparato “un algo más” que mantiene las diferencias en vilo, que hace del Principio del Placer, hasta cierto punto un principio fracasado.
Respecto de ese “algo más” Freud introduce, bajo la observación de la compulsión de repetición, la pulsión de muerte. Pondré en trabajo tres citas, a propósito de Soledad, una adolescente cuyo testimonio posibilita con claridad hacer homenaje las concepciones de Freud.

1.- “el hecho nuevo y asombroso que ahora debemos describir es que la compulsión de repetición devuelve  también vivencias pasadas que no contienen posibilidad alguna de  placer, que tampoco en aquel momento pudieron ser satisfacciones, ni siquiera de las mociones pulsionales reprimidas de aquel entonces”.(1)

2.- “En el analizado, en cambio, resulta claro que su compulsión a repetir en la transferencia, los episodios del período infantil de su vida se sitúa, en todos los sentidos, más allá del principio del placer […] nos enseña que las huellas mnémicas reprimidas de sus vivencias del tiempo primordial no subsisten en su interior en el estado ligado y aun […] son insusceptibles del proceso secundario” (2).

3.- “La pulsión […] nunca cesa de aspirar a su satisfacción plena, que consistiría en la repetición de una vivencia primaria de satisfacción; todas las formaciones sustitutivas y reactivas, y todas las sublimaciones, son insuficientes para cancelar su tensión acuciante, y la diferencia entre el placer de satisfacción hallado y el pretendido engendra el factor pulsionante” (3).

Es por ello que Freud afirmará que la compulsión de repetición es más originaria, más pulsional que el principio de placer que ella destrona. Anteriormente, en 1914 (4), en “Recordar, repetir y re-elaborar”, Freud introduce la noción del recuerdo en acto como algo que aparece cuando el inconsciente se pone a trabajar poniendo en evidencia la dimensión de la memoria que el inconsciente descubre. “No lo reproduce como recuerdo, sino como acto, lo repite, sin saber, que lo hace. (…) la compulsión de repetir (…) le sustituye el impulso de recordar” (5). La experiencia analítica nos muestra la intrusión de lo olvidado y reprimido como reproducción en el presente de un estado anterior.

Lo que cuenta Soledad: la soledad

 “Yo tenía 12 años cuando un día viernes la esposa de mi padre tuvo un hijo varón, mi mamá se enteró por el diario […] lloró y lloró y el lunes se suicidó ingiriendo un raticida […] ella vivía sola conmigo hacía mucho pero igual decía que era su esposa, yo no recuerdo a mi padre en mi casa  […] ella sabía que él andaba con otra, por las desaparecidas de mi padre, que a veces según ella tenía que viajar por varios meses […] además todo el pueblo lo sabía porque lo veían, y eso le daba mucha vergüenza pues la miraban como a una desgraciada […] comenzó a encerrarse y beber […] él la interna en una institución para cura de alcohólicos […] durante ese período no la va a visitar nunca, solicita el divorcio sin decirle nada a ella, y se va a vivir con otra mujer que estaba embaraza” (6). Estas son los comentarios y las “cuentas” de Soledad.

Sus padres habían sido novios siendo muy jóvenes, tienen relaciones sexuales y se produce el embarazo. Deciden tener el hijo y casarse luego del nacimiento. Nace Soledad, quien relata al respecto: “Todo esto me lo dijo mi mamá cuando yo la iba a visitar, estaba muy sola, la mandó a un lugar muy lejos, a otro pueblo, nadie la visitaba porque mi papá decía que estaba en un neuropsiquiátrico por loca […] yo también me quedé sola […] tenía 9 años […] mi papá nunca estaba ni siquiera a la noche […] desde ese momento me tomó la soledad”.

Luego del suicidio de la madre, ella debió ir a vivir a la casa del padre, y al respecto señala: “no pude tolerar la presencia de la mujer”. Por un lado, está tomada absolutamente por el odio edipiano al padre no logrando vengar su injuria –tanto a su madre como a ella- (7). Por otro, se siente desganada y rebelde desarrollando conductas cuya modalidad es de desgraciada y locura. Decide maltratar al padre y a “esa mujer” cometiendo reiterados ilícitos delictivos para avergonzarlos. Inicia su derrotero robando cartucheras en el colegio, golosinas en los kioscos hasta trabajar con un dealer para vender drogas a sus compañeros –de 6to grado del colegio primario-, las cuales también consume. Este trabajo es realizado, según ella, para “que me lleve la cana, los chicos decían que la policía se encarga de darte un hogar”. Frente a reiteradas citaciones judiciales, el padre manifiesta a las asistentes sociales no poder encargarse de ella, situación que Soledad refiere: “Papá avisó a la policía, y me dijo: sos loca como tu madre”. Esas son las palabras de Soledad, cuando tenía 13 años. Según ella “buscaba el hogar que había perdido”. Fue a vivir a un hogar convivencial de amparo de NNyA (8) judicializados. Ha logrado la reclusión como su madre.

La marca, algo propio e inaccesible

“Sos loca como tu madre” parece ser la marca o logotipo en la vida de la joven. Relata que “en el colegio me hacía la chiflada, hacía gritar a las maestras como locas, era divertido y cuando me llevaban a la dirección lloraba y me hacía la desgraciada”. Se organiza un circuito que repite: grito-locura-llanto-desgraciada. Un circuito pulsional cierra la interrogación relativa a qué quiere una mujer, dando como respuesta la cifra compuesta por cuatro significantes: gritona, llorona, desgraciada y loca. No se trata de la insistencia de lo reprimido, sino de lo no ligado en el inconsciente, que se produce en el mismo punto de pérdida que deja el objeto de la experiencia de satisfacción. Allí se produce la fijación traumática de la pulsión, que irrumpe sin permitir el atemperamiento del principio del placer, o sea, no obedece al tipo del proceso ligado, sino al proceso libremente móvil que empuja en pos de la descarga, y nos lleva siempre al mismo lugar: el eterno retorno de lo igual. No hay representante psíquico, la pulsión emerge de la fijación traumática. Se trata del encuentro con el trauma a modo de falla, es decir, se trata de la falla del encuentro o de un encuentro fallido. Siguiendo el ejemplo freudiano del niño  y el carretel (9), podemos decir: lo que vuelve es el carretel y no la madre. Se produce la repetición de la marca y a su vez el encuentro con la diferencia. Soledad se produce como sujetada a la marca de la diferencia, frente a la cual se encuentra irremediablemente sola.

Como enuncié antes, el Principio del Placer es, hasta cierto punto, un principio fracasado y respecto de la no descarga lograda cabe preguntar con Freud: ¿Cómo se concilia con el principio del placer que repitiese en calidad de juego esa vivencia penosa?. (10). Considero que la respuesta ha de buscarse en “El Proyecto” en donde se teoriza la operación transpositiva, de desfiguración o de dislocamiento – Entstellung- , siendo la función fundamental de la metapsicología. La misma es inherente a la noción de representación siendo constitutiva del trabajo psíquico. Su elucidación constituye la metapsicología como una particular teoría, aquella que lleva la marca de una pérdida. La Entstellung implica mutar una cosa por otra con una particularidad: lo que se muta no es lo original, pues eso falta a la representación. Traducir supone una transposición de un mismo contenido vertido de acuerdo a otras convenciones simbólicas, donde siempre queda algo retenido, indócil a la traducción. Con el nombre de das Ding, Freud se refiere a ese punto de características muy particulares: lo propio e inaccesible. Cabe preguntar: ¿das Ding es la medida de exigencia de trabajo? En mi consideración, das Ding es ese algo propio e inaccesible, siendo la causa de las tres aseveraciones freudianas que hemos señalado en el inicio.

Entre lo pretendido y la hallado: más allá

Freud en el texto de “Más allá del principio del placer” refiere un principio que funciona más allá, aún en una cierta primariedad con relación al principio del placer y que llama 'compulsión de repetición'. La clínica le enseña que hay satisfacción en la repetición, aunque lleve el carácter de encuentro fallido, en tanto encuentro con la diferencia entre el objeto y la cosa.
Soledad ha arreglado su vida para que algo del aroma a sus lares se haya encontrado. Podríamos decir: se confirma “el carácter conservador de la compulsión de repetición” (11) así como la hipótesis sobre que la pulsión tiene a “restablecer un estado anterior” (12).

Se encuentran evidencias en algunas referencias en su discurso que se entrecruzan: “en la nueva casa de mi padre me sentía nadie”, “en el hogar sos nadie”, “mi mamá se suicidó con una dosis muy alta de raticida”, “en el hogar te tratan como si fueras una rata”.  Entretejido de un telar de palabras que permiten a la pulsión armar ese más allá: la vuelta a lo inorgánico, en la metaforización freudiana. Soledad ha trabajado construyendo un trayecto de vida que aparentemente es novedoso, pero no es otra cosa que ese más de lo mismo con que la pulsión se regocija y goza.

Freud conceptualiza, en 1920, que el sujeto humano no solamente repite lo displacentero sino que la tendencia a la destrucción es más radical, más primitiva, elemental y pulsional que el principio de placer. Y, designa con el término de pulsión de muerte lo que hay de fundamental en la noción de pulsión: el retorno a un estado anterior, el retorno al reposo absoluto de lo inorgánico, en su metáfora biológica. La pulsión de muerte es un principio intrínseco a toda pulsión, es irreductible e indestructible, es la expresión del principio más radical del funcionamiento psíquico: hay primariedad de la pulsión de muerte.

Lo indomeñable

La madre de Soledad encuentra, por un lado, un modo de satisfacción pulsional –mortífero por cierto-, aceptando ser un objeto desechable y lanzándose sin freno a la bebida. Y, la pulsión no logra satisfacerse. Siempre acicatea indomeñable. ¡Esa madre ha sido dominada por la fiera pulsional! encontrando el platillo privilegiado por su satisfacción: el máximo sacrificio (13).

El relato de Soledad, -“mientras le cuento hago cuentas porque se me olvida el tiempo” - tiene un estilo comedia y ríe mientas lo realiza. Pero, cuando el disimulo le falla, y la angustia por el abandono la supera, su fragilidad la invade y las fieras la dominan –grita, llora, se tira al suelo, se victimiza, dice ser una desgraciada y estar loca-.  La comedia se va desdibujando hasta convertirse en tragedia.
Cuando Soledad tenía 9 años, el padre le propone a la madre internarla en un lugar para cura de alcohólicos y la lleva a un neuropsiquiátrico que queda en otro pueblo. Ella conoce el lugar, sabe que es el manicomio, pero no dice nada, o sea, “dice nada” y consiente. El abandono ya no tiene disimulo, este hombre la ha sacado la casa, no le otorga dinero, la hace pasar por loca, le desprecia a la hija, en fin, le ha quitado todos los atributos fálicos con que ella se articulaba a él. Soledad y su madre han quedado en el lugar de desecho.

El más allá del principio del placer las lleva por el camino más corto. Solo queda una vía: el máximo acto –siempre es trágico- o sea, el sacrificio de sí misma. La madre se suicida con raticida, y Soledad transita el pedregoso camino de hija a rata. La pulsión de muerte logra su reinado.

Buenos Aires, 29 de Agosto de 2020.

Notas

(1) Freud, S. “Más allá del principio de placer. Sigmund Freud. Obras completas  Ob. Cit. Tomo XVIII. Pág. 20.

(2) Ibíd. Pág. 36.

(3) Ibíd. Pág. 42.

(4) Freud, S. Recordar, repetir y re-elaborar. Sigmund Freud. Obras completas. Ob. Cit. Tomo XII, Pág. 199.

(5) Freud, S. Ibíd. Pág. 152-160.

(6) Imbriano, A. La reclusión de Soledad. Sección Psicoanálisis <>Derecho dirigida por Marta Gerez Ambertín. ElSigma.com https://www.elsigma.com/psicoanalisis-ley/la-reclusion-de-soledad-o-la-soledad-de-la-reclusion/13538

(7) Imbriano, A. La injuria del padre y el valor del testimonio. Sección Psicoanálisis <>Derecho bajo la dirección de Marta Gerez Ambertín.  https://www.elsigma.com/psicoanalisis-ley/la-injuria-de-un-padre-y-el-valor-del-testimonio-soledad-ii/13566

(8) Niños, niñas y adolescentes.

(9) Freud, S. “Más allá del principio del placer”. Sigmund Freud Obras completas. Ob. Cit. Págs. 14-17.

(10) Freud, S. Ibíd. Pág. 15.

(11) Freud, S. Ibíd. Pág.43.

(12) Freud, S. Ibíd. Pág. 38 y 56

(13) Imbriano, A. La injuria del padre y el valor del testimonio. Ibíd.

Volver al sumario de Fort-Da 13

Volver a la página principal PsicoMundo - La red psi en internet