En estos tiempos difíciles y complejos para la humanidad en su conjunto, y para todos nosotros, habitantes de este país, considero pertinente ocuparnos de diferentes conceptos que produjo Fernando Ulloa, atinentes a la práctica clínica psicoanalítica. Los mismos fructificaron -salieron a la luz, vaya la paradoja- en los tiempos oscuros de la última dictadura militar y, asimismo, de su posterior y activa labor en los Organismos de Derechos Humanos, en donde se destacó como perito psicológico de las Abuelas de Plaza de Mayo, trabajando con ellas y con los nietos desaparecidos y su ulterior restitución, en no todos los casos, lamentablemente. Abordaremos en este escrito, sus reflexiones acerca de la noción de Ternura. A la Ternura, nos dice Ulloa, equivocadamente se la asocia, en la mayoría de las oportunidades, con la debilidad y no con la fortaleza. Ulloa despliega un desarrollo conceptual, repleto de matices, respecto de la Ternura y la eleva a la categoría de Institución, por su carácter fundacional y creativo.Inicialmente es la instancia parental quien, frente a la invalidez infantil, propia del sujeto al nacer, oficia, en el sentido de brinda, la ternura como respuesta a esta total indefensión. “Por este motivo la ternura se convierte en el escenario mayor donde se da el rotundo pasaje del sujeto, nacido cachorro animal, a la condición pulsional humana”. La ternura dota a quien la oficia de dos habilidades: la empatía y el miramiento. La empatía permite que la madre, o quien cumpla esta función, reconozca por qué llora el niño, en este sentido, queda garantizado el suministro de calor, alimento, arrullo y palabra. El miramiento le posibilita a la madre mirar con amoroso interés al niño, al mismo tiempo que lo distingue como sujeto ajeno a ella misma, germen de autonomía del futuro sujeto. Se va produciendo en el infans, memoria, que no hace recuerdos, pero que sin embargo, ni más ni menos, crea el alma como patria primera del sujeto. Como producto del ejercicio de la ternura parental se produce la humanidad humanizadora, al decir de Ulloa.
Humanidad humanizadora, en tanto crea el alma del sujeto y también, produce otra condición estrictamente humana, la ética. Solo alguien que pudo vivenciar la existencia y la bondad de un suministro ajeno a él, puede confiar en su existencia, se hace sensible a lo que es y no es justo, para sí y para los demás, y puede confiar, a futuro, en sus propias posibilidades de otorgarlo a otros. Esta es la base de la fundación e instalación de un sujeto ético. Por este motivo, Ulloa afirmaba que la ética es una instancia que no se enseña, sino que se produce. Resulta magistral, por lo valioso, el desarrollo que hacemos del concepto de Ternura, su contrapunto, la invalidez infantil y, fundamentalmente, sus consecuencias e implicancias para el sujeto infantil y para el posterior sujeto adulto. Sin embargo, se vuelve de una envergadura invaluable, cuando Fernando Ulloa nos advierte que la ternura, o su fracaso (en otro escrito nos referiremos a este punto), puede y debe ser ejercida a lo largo de la vida de un sujeto, inmerso en una sociedad, por los distintos actores e instituciones que la compongan y representen. Su ejercicio, por parte de los recién mencionados, promueve eficacia subjetiva y ética, así como su malogro, produce estrago. En relación a nuestro cotidiano hacer clínico como psicoanalistas, el alcance de la conceptualización de la ternura no es menor, y resulta un aporte de merecido reconocimiento al psicoanálisis argentino. La observancia clínica, que nos compete como psicoanalistas es, en principio, que quien nos consulta lo hace en una situación de invalidez subjetiva (ya no estructural) frente al sufrimiento que lo apremia. Recordemos, lo que arriba señaláramos: el contrapunto de la invalidez, que promueve efectos subjetivos y éticos, es el ejercicio de la ternura, por parte de quien tiene que asistirlo/la. Entonces, ¿cómo puede el psicoanalista, desde su función, utilizar la ternura como suministro, integrándola a la técnica? En primer lugar y esencialmente, deberá sentirse afectado, en el sentido de resonancia íntima, por quien nos demande ayuda; de esta forma, podrá, al decir de Ulloa, inclinarse frente al sufrimiento de a quien debe asistir.
Para que este movimiento se produzca en el clínico, será necesario alejar el psicoanálisis de las “tentaciones indolentes”. El clínico debe, ejercer sí, la abstinencia, entendida como la privación de proyectar nuestros propios ideales y/o anhelos sobre el paciente, a esto se lo denomina “neutralidad del analista”. Ahora bien, la abstinencia nunca debe ser confundida con la indolencia, que neutraliza al analista y a su capacidad de tener resonancia íntima, con los decires y el sufrimiento del paciente, también con su pedido de ayuda. Incluso, en este punto particularmente, aconseja mencionarle al paciente el matiz que escucha de su sufrimiento. No es lo mismo decirle “usted está triste” a “usted está preocupado, enojado, desesperado, desesperanzado”. Retomando la pregunta antes formulada acerca del clínico, oficiando ternura, como parte fundamental de la técnica, junto con la empatía, recién mencionada, nombraremos el buen trato. Otro componente fundamental de la ternura. Fernando Ulloa va un poquito más allá aún, y nos recuerda que, etimológicamente, tratamiento viene de buen trato. Repasemos: Empatía, Miramiento y/o consideración hacia el otro, y buen trato, son los componentes intrínsecos de la Ternura, elevada a la categoría de Institución. Es una Institución, recordemos, por su carácter fundante de humanidad humanizadora y ética subjetiva. En ese detalle, que aludía Ulloa, el de que la ternura tendría que ser ejercida en los distintos tiempos de la subjetividad (niñez, pubertad, adolescencia y adultez) por los actores de la sociedad, y la observancia que hace, respecto del ejercicio clínico, vocación mediante, de nuestra disciplina, logra hacer una máxima e invaluable contribución a nuestra técnica analítica.
La técnica del psicoanálisis, alejado de la indolencia, si se ejerce con ternura y buen trato, funda sujetos deseantes, más justos consigo mismos y con los otros, dotados de un basamento ético que, por distinguir valores, mejora sus vidas y las de sus semejantes.
Estos desarrollos, entre otros, marcan la tendencia y la orientación académica clínica de la Institución Fernando Ulloa en su acontecer cotidiano.