De no ser por el llamado desesperado de Tino y la invitación de mi querido colega Álvaro López, no estaría escribiendo. Había sido infructuoso el intento de armar la escena de juego tras la pantalla una vez declarada la cuarentena. El aterrado “Mamá, por favor llamá a Carola!” de Tino, y la invitación a relatar mi experiencia clínica de estos tiempos, resonaron al unísono como un despertador.
Me encontré con el alentador Winnicot, diciendo: “conseguir que los niños jueguen es ya por sí mismo una terapia… cuando el juego no es posible… se intentará llevar al paciente de un estado en que no puede jugar a uno en que es posible hacerlo”… De ahí surgió la idea de buscar armar la escena para seguir jugando con los niños en análisis. Armar la escena en la virtualidad y crear desde ahí ese “espacio potencial donde la separación engendra una nueva forma de reunión” (1). Todo un desafío.
Llego a mí un video de Esteban Levin, muy emocionante, en el que con un títere me daban ganas de volver a jugar. Me animé a abrir las ventanas de un nuevo consultorio virtual. La intención era enviar un mensaje a mis pequeños pacientes para invitarlos a jugar con los materiales disponibles: pantallas, peluches, títeres y sus pequeñas construcciones hechas de legos de los tiempos en que venían a jugar. Aquí estaban sus castillos, naves espaciales, casas de veraneo con sus respectivos habitantes encerrados dentro del placard. Tenían un montón de cosas para decirles.
Les envié un mensaje. Tal como lo había hecho con mis pacientes adolescentes y algunos adultos que habían interrumpido su experiencia de análisis por la cuarentena. Ahora era el turno de los niños. Envié a cada niño un audio o video … hablaban un poco las fotos, otros poco los peluches o personajes afectados y un poco mi voz también.
“Carola, a mi me gustaría hablar con vos porque me quedé sin amigos” -me respondió uno de ellos con tono de voz grave-.
Al aterrado Tino lo vi, pantalla mediante, e investigamos juntos a las arañas pollito, descubrimos que habitan en Chile o en la selva… pregunté por algunos otros temas que sabía lo tenían afectado… dejamos abierta la posibilidad de llamados, mensajes y tener encuentros cada vez que quisiera comunicarse conmigo. También le envié algún mensaje con foto de sus naves para desempolvarlas un poco y mantener el diálogo abierto.
Lucas no respondió al llamado del Ogro. Seguramente porque el Ogro estaba muy enojado ya que había desaparecido el soldado verde. Dije a la mamá que no lo obligara a responder ninguno de mis mensajes… confiaba en que los llamados reiterados del ogro tendrían efectos…
Sirvan estas pocas líneas para despertar las ganas de seguir jugando para quienes como a mí, se podrían haber quedado dormidas.
Muchas gracias a todos los que me ayudaron a despertar.
Notas
(1) Winnicott: “Realidad y juego”
(2) Esteban Levin. Video que se puede ver en su FaceBook.