Volver a la página principal
Número 14 - Noviembre 2020
El deseo de saber y el conocimiento escolar
Guillermina Ortiz


Resulta complejo poder articular el deseo de saber con el conjunto de conocimientos, habilidades y actitudes que se adquieren en el aula, porque no hay una línea continua que relacione a ambos, debido a que responden a diferentes demandas.

El deseo de saber está íntimamente relacionado a la subjetividad y a todas las dudas y preguntas que afectan al sujeto sobre sus orígenes del deseo, mientras que el conocer involucra a los conocimientos escolares.
El deseo de saber está vinculado al desarrollo de la libido y a los destinos de la pulsión (represión, inhibición, sublimación), pero por sobre todo, gira siempre sobre el deseo del Otro, que es una curiosidad soportada por el enigma, donde el niño se pregunta ¿Cuál es el deseo de la madre por él?, ¿qué lugar ocupa en ese deseo en el cuál se siente excluido?. Es decir el deseo es estructurante y es lo que vincula al niño con su madre.

Para que un sujeto se constituya como tal tiene que poder acceder a su propio deseo, que siempre emerge de una falta, de una ausencia, de un vacío estructural que queda a partir del objeto primordial de la separación con la madre.
El deseo circula y se desplaza metonímicamente hacia otros objetos que suplen dicha falta siendo por ejemplo, el saber cultural y escolar, la elección de una carrera o profesión, objetos sustituibles de aquel primer objeto, hacia los cuales el deseo se dirige.
Es decir el deseo está ligado a la pulsión, ya que estructura la mayor parte de nuestras acciones.

Por este motivo es necesario examinar sobre que quiere saber el niño cuando va a la escuela, de qué modo se erotiza con el conocimiento de las distintas asignaturas escolares.

Ahora bien: ¿Qué sucede con la función del docente?

El docente es aquel que puede sostener el deseo de enseñar estando consciente de la disyunción entre el saber y los conocimientos, si un enseñante está identificado con el depositario de un saber absoluto, completo, obtura la falta e impide que el alumno se pueda hacer preguntas que generen, curiosidad y deseo de aprender.

La motivación, aquello que incita a los docentes a preocuparse por motivar al alumno frente a cada clase que dicta omite lo principal, que el enseñante mismo esté interesado en el contenido que quiere enseñar.
La función docente es causar el interés del alumno, por lo tanto es el educador quién tiene que estar, interesado, motivado y causado.
Si hablamos del deseo del educador podremos decir que es lo contrario o lo opuesto a la homogeneización, es la atención a la subjetividad de cada sujeto.

 Debemos considerar que el docente está en relación directa con niños y adolescentes y esta situación de exposición frente a los alumnos reactiva en el enseñante el niño que fue, su infancia, lo vivido, reprimido, sus relaciones infantiles con las autoridades, enfrentándolo, a los recuerdos del pasado como alumno.
Todo adulto situado frente a un niño, debe desplegar la diferencia entre el niño que fue alguna vez para los otros y ese niño real al cual debe sostener en su labor educadora cotidiana.
Es importante considerar, que el educador debe interrogarse sobre aquello que el niño representa para él inconscientemente y eso solo se puede lograr cuando el enseñante trabaja en su análisis su propia historia, siendo esta la  pedagogía más profiláctica y eficaz.

Un docente que pueda trabajar con la subjetividad del alumno , brindando dentro del aula la plena circulación de la palabra y la escucha, es quien puede interrogarse frente a cada sintomatización ,como: la inhibición frente al saber, el fracaso escolar, el pánico a la escuela, los problemas de conducta y el aburrimiento e indiferencia ante el aprendizaje.

Volver al sumario de Fort-Da 13

Volver a la página principal PsicoMundo - La red psi en internet