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Número 14 - Noviembre 2020
Historia y contexto de la escritura de
"Más allá del principio de placer" de Sigmund Freud (1920)

Ariel Pernicone

El escrito que en su versión en español ha sido traducido como  “Más allá del principio de placer ”lleva por título en el manuscrito original en alemán , tal como lo escribiera Freud  mismo de puño y letra “Jeinset des lustprinzips”.

El trabajo fue publicado durante el transcurso del año 1920 y la historia de su escritura, el contexto penoso epocal en el que germinó, así como el tiempo ciertamente doloroso en lo personal para Freud en el que lo fue construyendo, merece ser analizado o al menos considerado, para tener en cuenta el telón de fondo, o el marco en el cual  fue elaborada la progresión de sus conceptos centrales, tales como trauma, juego, compulsión a la repetición, pulsión de muerte por mencionar los principales, para gestar ese tiempo de su obra que fue ubicada por algunos autores como “el giro de 1920”.

Es conveniente señalar que su escritura se produjo en sucesivos momentos y la obra fue primero confeccionada en manuscritos y luego también en pruebas mecanográficas. Un trayecto que puede ser reconstruido en su devenir, desde el primer manuscrito fechado en  marzo de 1919 pasando por varias modificaciones, agregados, reescrituras, hasta llegar a su resultado final, tal como fue dado a conocer para su lectura en la primera versión publicada en la segunda mitad 1920, a la que Freud haría luego algunos agregados de interés en siguientes ediciones de 1923 y 1925.Se cumplirían 100 exactos años de su publicación en este 2020 en el que estoy reconstruyendo aquí su historia.

Los documentos originales a los que se han podido tener acceso en forma directa en los Archivos Freud desde que fue autorizado el mismo,  así como las cartas cursadas de ese tiempo y las investigaciones seguidas por una multiplicidad de autores interesados en la historia del psicoanálisis, permiten en su conjunto reconstruir ese camino.

Creo que resulta valioso tener a disposición cierta referencia alusiva a este trasfondo histórico biográfico de un escrito, por entender, en mi opinión, que dicha información puede contribuir de algún modo, al conocerla, a la posibilidad de un mejor trabajo de lectura de la obra que nos importa. El estudio de los documentos originales a los que hoy es relativamente fácil acceder por la vía digital, así como la comprensión del tiempo histórico en el que ha surgido un trabajo, representan una serie de elementos enlazados que al ser estudiados en detalle, favorecen sin duda la lectura del mismo. De allí mi interés en realizar en este escrito este recorrido.    

Contexto histórico previo: La Gran Guerra.

Por un lado, a nivel general sabemos que por ese tiempo previo a la publicación de 1920, el planeta estuvo sumido en la Primera Guerra Mundial o la  llamada Gran Guerra,  transcurrida entre el 28 de Julio de 1914 y el 11 de Noviembre de 1918. La misma concluiría, en principio, cuando Alemania aceptó el armisticio y, finalmente cuando  se produjo meses después el Tratado de Versalles el 28 de junio de 1919, firmado entre los países aliados con Alemania. Por supuesto Austria no salió indemne de ese momento, ni de la firma de su propio tratado.    

Sabemos desde ya, que la gran guerra produjo una escalofriante cifra de muertos, estimada en alrededor de siete millones de civiles fallecidos y había generado la movilización de millones de combatientes involucrados en la lucha durante años. Los hijos de Freud, Ernst y Martin, debieron participar e integrarse a las filas de los combatientes, y su inclusión allí, fue causa de una constante angustia ante la posibilidad de sus muertes en este tiempo, angustia que sobrevolaba  en muchos momentos los sentimientos del entorno familiar, particularmente cuando carecían de noticias de ellos.  En ciertos momentos, Freud llegó a expresar al mismo tiempo, en una  carta a Ferenczi del 17 de marzo de 1918, cierto orgullo porque sus hijos fueran “guerreros”, y además  llegó a analizar allí mismo su propia envidia por la juventud  de ellos en este plano,  pero pronto y ya avanzada  la guerra, esto daría paso principalmente al lógico temor a que murieran en la misma. Luego de cuatro años de iniciada la Gran Guerra, dada la participación de su hijo mayor Martín en la ofensiva, Freud le comunicaría al mismo Ferenczi, ahora en una carta del 29  de junio de 1918,  “me siento angustiado con más tormento que de costumbre, de hecho y quizás por primera vez con verdadero tormento”. Justamente en este sentido, uno de los motivos de mayor ansiedad que recordaría Freud en sus cartas de ese tiempo ocurrió cuando durante algunos meses en los que no tuvieron noticias de su hijo Martin, hasta que llegó el informe aliviador comunicando que había caído como prisionero de guerra en Italia y estaba vivo. Entre las comunicaciones documentadas de Martin, se encuentra una del 8 de Noviembre de 1918, que llegó a la casa de los Freud, con formato de postal, que había traído la tranquilidad anhelada, cuando tras el período de prolongada angustia, les escribió la  misiva con título “Tarjeta postal de prisionero de guerra”.

Por otro lado, algo semejante ocurría con sus discípulos más cercanos, todos residentes en países participantes en esa gran contienda, como Karl Abraham, Max Eitingon, Sandor Ferenczi, Ernest Jones, Lou Andreas-Salome, Otto Rank, Theodor Reik, Hanns Sachs, entre muchos otros. Algunos de ellos fueron, de diversas maneras protagonistas. En una carta a Abraham  de 1915 escribirá “Todos mis amigos y colaboradores se han convertido ahora en verdaderos soldados y, por así decirlo, me han sido arrebatados”.

Muchos de ellos fueron llamados al servicio militar, otros participaron directamente en la guerra como combatientes, algunos fueron asesores en el campo de la psiquiatría de guerra o médicos militares, prestando sus servicios para atender a quienes padecían los efectos de la guerra. En todo ese tiempo y en sus comunicaciones con ellos, Freud si bien desde ya no participó en forma directa en el frente, lo hizo como ciudadano, como pensador, con su posición política como tal, con sus propias contradicciones internas y sus propias divisiones subjetivas que lo afectaron e impulsaron sin dudas a escribir al respecto desde el psicoanálisis. Podríamos nombrar por supuesto, textos del inicio de la lucha desatada, como “De guerra y de muerte. Temas de actualidad” de 1915, donde se pueden apreciar probablemente los indicios de sus posteriores formulaciones respecto de la pulsión de muerte.

Las privaciones en tiempo de guerra y post guerra.

Además de las angustias y temores antes mencionadas, la familia Freud, tanto en ese tiempo como en el período posterior que continuó en la post guerra, se vio muy afectada debido a las penurias por la escasez de alimentos y de todo tipo a las que estuvo sometida la vida diaria de los vieneses, como efecto de ese fatal desarrollo bélico. Las restricciones establecidas en lo económico y desde lo político en Austria, alteraron por completo sus vidas en lo cotidiano, lo cual perturbó el ánimo y el carácter de Freud en muchos momentos en esos tiempos, quien debió padecer múltiples privaciones y sobreponerse a las limitaciones impuestas para seguir trabajando y escribiendo.

 Así lo describió Ernest Jones en su biografía “Vida y obra de Sigmund Freud” en el capítulo correspondiente a los años 1919-1920 donde destaca que la situación de Austria y de la vida diaria de la familia Freud no podía ser más sombría al concluir la guerra:
“Todas las cosas habían quedado paralizadas en Viena y la vida se hacía apenas soportable. La monótona sopa de legumbres estaba muy lejos de ser un alimento adecuado y los tormentos del hambre eran continuos. Los inviernos de 1918 a 1920 con habitaciones sin calefacción y débilmente iluminadas, fueron peores. Se necesitaba gran fortaleza de ánimo para mantenerse inmóvil durante horas y horas con los pacientes, con ese frío mortal, por más que se hallara equipado con un abrigo y gruesos guantes. Luego venía la noche, y Freud tenía que atender su correspondencia, corregir numerosas pruebas de imprenta de las nuevas ediciones de sus libros, y de revistas cuya responsabilidad pesaban sobre él. Todo esto con dedos agarrotados de frío. Y aun así, le quedaba la energía necesaria para ocuparse de nuevas ideas y escribir nuevos trabajos”. 

En torno a estas preocupaciones y necesidades que atravesaba, Freud no cejó en su deseo de analizar  sus pacientes, y solía recibir por entonces extranjeros que llegaban  para analizarse con él, trabajando con un gran cansancio y malestar que le causaba la dificultad de su parte en la comprensión del idioma inglés.

De la misma forma, no cedería en la búsqueda ardua por continuar su obra escrita, que a pesar de vivir en medio de tantas restricciones, pujaba por no detenerse. Parece ser que en un contexto adverso semejante o porque no suponer también motorizado por el mismo, en su deseo como causa, su escritura no se detendría y avanzaría así durante esos meses difíciles en el armado de “Más allá…”.
En una carta que también Jones evocara de ese tiempo, Freud le había escrito: “No recuerdo época alguna de mi vida en que mi horizonte se mostrara tan negro… Estamos pasando una mala época pero la ciencia  tiene el ingente poder de enderezarnos la nuca!”

En este punto, paradójicamente o no tanto, las afecciones de la contienda bélica trajeron también consigo para el psicoanálisis, una oportunidad inusitada de estudiar y ocuparse de uno de sus principales efectos: las neurosis de guerra y lo que de allí surgiría como motivo de algunas reformulaciones de los principios o dualismos pulsionales previos, a través de los cuales no se las alcanzaban a explicar.

La pandemia de “Gripe española” 1918-1920.

Otra referencia no menor, que es importante consignar en el trayecto de este contexto histórico en el que se fue gestando  la escritura de “Más allá del principio de placer”, es la tremenda pandemia de 1918, conocida como la “Gripe española”. Probablemente aquella historia nos resulta algo más comprensible hoy, por la vía de la identificación, a la luz de las consecuencias vividas en el presente con la pandemia de Covid que está sufriendo el mundo durante este año 2020. Los ecos y la evocación del año 1918 se han presentado de múltiples formas en los relatos del presente año y en  nuestra experiencia semejante que estamos viviendo en la actualidad. Se supone que en aquel 1918  la cifra de muertos fue tres o cuatro veces superior a la que había dejado la Gran Guerra: según los informes de la época murieron alrededor de 50 millones de personas. El brote de entonces fue causado por el virus de la gripe tipo A, subtipo H1N1, siendo sus principales víctimas jóvenes y adultos que hasta ese momento gozaban de buena salud. Sus consecuencias fueron devastadoras, una de las más terribles de la historia de la humanidad en la cual millones de personas fallecieron en forma masiva en tan solo el primer año. En verdad se conoce al respecto que el paciente cero se ubicó en Estados Unidos, avanzó con un  fuerte contagio en campamentos militares y tras producirse una mutación del virus fechada alrededor de abril de 1918, se transformó rápidamente en un agente infeccioso letal. La guerra no fue ajena a su expansión, en la medida que se infiere que la transmisión llegó a Europa a través de las tropas aliadas de Estados Unidos, al ingresar a una zona de Francia. Su nominación como “gripe española” se debió a la enorme difusión que realizó la prensa de dicho país, que no cayó en la censura de la información sobre la enfermedad ocurrida en otros países.

La familia Freud no quedaría fuera del alcance de un oleaje expansivo de contagios producidos por la enfermedad en el curso de dos años por todo Europa, que traería como sabemos, a comienzos de 1920 una de las consecuencias más dolorosas en la vida de Sigmund Freud.

La primera señal de alarma con relación a la pandemia se hizo sentir en el seno de la familia Freud cuando aún estaba en sus comienzos y no había tomado su completa dimensión ni era clara la información respecto de su alcance: en el otoño de 1918 Martha Freud cayó enferma de una importante neumonía por la que fue internada en un sanatorio de Salzburgo. La enfermedad la encontraría en una situación algo endeble a causa del frío y el hambre que, como se mencionó antes, afectaba los hogares vieneses. Freud, según el biógrafo Peter Gay, a veces solía paliar con cierto humor la cuestión de la escasez de alimentos, usando un chiste que circulaba popularmente en torno a la veda de carne en ese tiempo: “Por razones de economía nos preparamos unos días sin carne, para remplazar unos meses sin carne. Un chiste de muertos de hambre!”. En ese contexto relataba también que se había alegrado cuando le pagaron con papas un escrito suyo que publicaron en Hungría. Por otro lado no ignoraba cierta actitud de sacrificio que esgrimía Martha, quien renunciaba a su comida en favor de su hija Anna, o de su hermana  Minna. Lo cierto es que en dichas condiciones, ciertamente debilitada, Martha fue muy afectada por la neumonía de la que se recuperó recién después de dos o tres meses de padecerla. Por su parte, los pobladores de Viena, al mismo tiempo se vieron fuertemente golpeados en su conjunto por la pandemia que hacía estragos en Europa: solamente en esta ciudad fallecieron alrededor de 15000 personas ese año.   
Muerte de Sophie Freud – 25 de Enero de 1920-

Sophie Freud, quinta y dilecta hija de Freud, a juzgar por su modo de nombrarla, murió el 25 de enero de 1920 a los 26 años, víctima de la terrible influenza infecciosa, seguida de neumonía propia de la pandemia que asoló Europa por ese tiempo.

Su hijo mayor, Ernest  tenía seis años cuando ella falleció y fue conocido en la historia del psicoanálisis, por ser el pequeño nieto de Freud, quien tras su observación y lectura atenta en torno al “hábito molesto de arrojar lejos de si todos los pequeños objetos que hallaba a su alcance”, “un juego autocreado” cuando el niño tenía apenas 18 meses, entregaría una de las más bellas y emotivas páginas que salieran de su pluma.
 
Partiendo de allí, escribió el valioso esclarecimiento del juego del “Fort-da”, nominado de ese modo por la articulación significante, de tan solo dos simples palabras que el niño pronunciaba reiteradamente, en un canturreo lúdico, mientras arrojaba y traía , un carretel de madera. La experiencia completa fue cuidadosamente descripta y analizada en detalle en el capítulo II de " Más allá del principio del placer", como parte central de su conceptualización sobre el juego, la elaboración del trauma, el pasaje de lo pasivo a lo activo, sobre ausencias y presencias,  la compulsión a la repetición, y en particular en torno a la enigmática insistencia por ese quizás displacentero “fort” ( “se fue”), en busca de las claves posibles de “Jeinset des lustprinzips” que deseaba establecer en su obra.

La muerte de su hija, fue sin dudas uno de los golpes más duros y sorpresivos que padeció  Freud en su vida por ese tiempo. Luego, sin embargo, le esperaría un dolor quizás aún mayor según lo testimonió en el relato de sus cartas, cuando el hijo menor de Sophie, Heinerle que tenía trece meses al fallecer su madre, moriría de tuberculosis, poco tiempo después, en el año 1923, a los cuatro años y medio. Sin dudas dos de las pérdidas más dolorosas sufridas por Freud en su vida.

Respecto de Sophie podemos consignar acá, que la enfermedad se desencadenó rápidamente y en forma abrupta: desde el informe de los primeros síntomas comunicado por telegrama por su esposo, hasta  su fallecimiento pasaron tan solo cuatro días, en ese enero de 1920.

Freud por ese tiempo aún estaba afectado por la muerte reciente ocurrida  el 22 de enero, de su querido y también joven discípulo Anton Von Freund, quien había luchado con el padecimiento de un cáncer durante meses. Freud lo había analizado y le tenía especial aprecio. Aún no estaba repuesto de ese pesar, cuando sobrevino la pérdida  repentina de Sophie.

Por otra parte, la cuestión resultó aún más difícil para todos, ya que su hija estaba cursando en ese momento su tercer embarazo. Ella había llegado a comunicarle a su padre, con angustia y preocupación la noticia de un embarazo no deseado. Teniendo en cuenta las limitaciones económicas que sufrían ella y su esposo Max Halbertadt, en Hamburgo, donde vivían y que tenían por entonces dos niños de muy corta edad, Ernest y Heinerle, Freud le había aconsejado anteriormente, en la última visita que le realizara el 19 de septiembre de 1919 en Hamburgo, la conveniencia de usar un método preventivo del embarazo,  sugiriéndole en particular un método conocido en ese tiempo como “pesario oclusivo intrauterino”. 
Sophie no había seguido su consejo, quedando embarazada en forma inesperada y no deseada tiempo después. Freud por su lado, a la distancia desde Viena, al enterarse, trató de brindar su apoyo y ayudarla en el curso inicial de ese embarazo y en sus cartas de los últimos tiempos se puede leer su comunicación comprensiva, cálida y paternal hacia ella.

Aquí un pequeño recorte de la carta del 4 de enero de 1920, seguramente la última carta que  Freud le había escrito: “Querida Soph: si crees que estoy muy consternado con la noticia te equivocas. Estoy en condiciones de alegrarme mucho por ella. Ojalá que esta vez sea una mujercita bella y buena por la que no quiero despedirme de este mundo sin haberla llegado a conocer……. Mi consejo es entonces que aceptes a este bebé bien predispuesta y que no permitas que la desilusión y el arrepentimiento les perturbe a ti y a Max el tiempo previo a su llegada. Tampoco se hagan problemas (por lo económico) el negocio se ha reactivado y si bien nos hemos empobrecido a causa de la guerra, nuestra amistades nos ofrecen tanta ayuda que gracias a ellas nos volveremos ricos nuevamente…Espero entonces oír en la próxima carta tuya, la que espero sea muy pronto, que ambos han hallado consuelo y contemplan el futuro inmediato con alegre expectativa. -  Con las más afectuosas felicitaciones. Papá”.

Con relación a esta angustia de Sophie, nos encontraremos con una importante mención al respecto,  aproximadamente tres semanas después, que ha generado algún debate al ser publicada y accesible a su lectura en “Sigmund Freud. Cartas a sus hijos”. Me refiero a una carta dirigida el 15 de febrero del 1920 al Dr. Arthur Lippmann, médico que la había asistido durante los días previos a su muerte en el transcurso de su breve internación en el Hospital General de Hamburgo St. George  y que le envió un detallado informe que este le había solicitado sobre la enfermedad. En dicha carta, escrita como respuesta al informe que éste le había enviado, se deduce que  Freud llegó a pensar luego de la muerte de su hija, que la angustia y preocupación que Sophie había sufrido durante ese tiempo, su estado de ánimo “desfavorable” debido al embarazo no deseado, no había contribuido a que ella pudiera soportar mejor la enfermedad que la aquejaba y en consecuencia esto pudo haber sido también, de alguna forma, parte de la causa de su rápida y prematura muerte, siendo tan joven.Al mismo tiempo Freud en dicha carta, llegó a reflexionar sobre la conveniencia de que el gremio médico intervenga en este tipo de situaciones:
“Lo que me resultó novedoso (del informe ) fue el dato de que el embarazo hubiera modificado a tal punto su estado físico y mental en un sentido desfavorable. Es probable que ya no pueda evaluar en qué medida su falta de resistencia a la infección pudo deberse a su estado. Pero el infeliz destino corrido por mi hija me parece albergar en otro aspecto una advertencia que nuestro gremio no suele tomar muy en serio. En vista de una ley necia e inhumana que obliga a continuar con el embarazo, aún a mujeres que no lo desean, se torna evidente que el médico tiene el deber de indicar los medios adecuados e inocuos para prevenir embarazos ( matrimoniales) no deseados. ”

Tales comentarios al ser leídos, cuando muchos años después, cercanos a nuestra actualidad, se tuvo acceso libre a dichas cartas, se han prestado a un debate e hipótesis nuevas respecto de las posibles verdaderas causas, tal vez no confesadas, acerca  de la muerte de Sophie. Quienes esgrimen esa hipótesis interpretan esos comentarios escritos por  Freud al  Dr. Lippmann como la referencia velada a un posible aborto mal practicado como el motivo real de su muerte. 
Sin embargo la gran cantidad de cartas que Freud cursó con parientes cercanos, amigos y discípulos de su entorno durante ese mismo momento y tiempo después también, no apuntalarían tal hipótesis, sino que se lee claramente en una diversidad de documentos que en verdad Sophie habría muerto por efecto de la gripe española seguida de una neumonía infecciosa letal.
Es importante señalar en ese sentido, que Freud habitualmente y muy acorde a su carácter, solía plantear en forma abierta y directa en sus cartas privadas muchas cuestiones de índole sensible sin demasiada censura ni represión de los temas por más dolorosos que fueran.

Lo cierto es que desde Viena, Freud y Martha, recibieron la penosa noticia de la enfermedad y la muerte de su hija y vivieron además la enorme impotencia de no poder trasladarse a tiempo para estar cerca de ella en ese grave momento, lo cual aumentó en ellos no solo el estado de incertidumbre en un principio, sino que también incrementó su dolor al fallecer la joven Sophie. En una carta del día 27 de enero dirigida a Pfister tan solo dos días después, Freud escribiría lo siguiente, que revela el estado en el que se encontraron ambos en ese momento:
 “La misma tarde recibimos la noticia de que nuestra querida Sophie había sido arrebatada  en  Hamburgo por una neumonía gripal, arrebatada en plena juventud de su laboriosa vida como madre capaz y amante esposa, en cuatro o cinco días como si nunca hubiera existido. Habíamos estado preocupados durante dos días, pero aún teníamos esperanzas. A la distancia es tan difícil juzgar. La distancia todavía continúa. No pudimos viajar como hubiéramos deseado en forma inmediata cuando llegó la primera noticia alarmante, porque no había trenes. La brutalidad al descubierto de nuestro tiempo pesa sobre nosotros. Nuestra pobre y radiante Sophie será cremada mañana….” NiFreud, ni Martha pudieron concurrir  tampoco a su funeral.

La noticia de la muerte de Sophie había sido comunicada inmediatamente por su esposo Max y nuevamente Freud se valdría de la escritura como su modo más íntimo de expresión, dejando en estas líneas el testimoniado de su sentir al instante mismo de enterarse:

Transcribo aquí tan solo un párrafo de la emotiva carta de Freud a Max Halberstadt (1882-1940- Fotógrafo) fechada el 25 de enero de 1920, apenas fallecida su hija:

“Sabes cuán grande es nuestro dolor y no ignoramos tu sufrimiento. No intentaré consolarte, tampoco tú puedes hacer nada por nosotros… ¿por qué te escribo pues? Creo que lo hago porque no estamos juntos, ni puedo decirte las cosas que repito frente a su madre y sus hermanos: que habernos arrebatado a Sophie, ha sido un acto brutal y absurdo del destino, algo acerca de lo cual no podemos protestar ni cavilar, sino sólo bajar la cabeza, como pobres desvalidos seres humanos con los que juegan los poderes superiores”.

Sin duda un valioso legado, en mi opinión, que refleja no solo su enorme dolor, sino también una posición subjetiva ante la vida y ante la muerte, para quien pueda leerlo en toda su dimensión.
Probablemente, podemos suponer ahí, en su letra, su perspectiva sobre la existencia y también una ética consecuente con lo que estaba ya consolidándose en esta obra por ese tiempo, que se publicaría finalmente en los meses siguientes de ese mismo año. 

La polémica Wittels: la pulsión de muerte.

Entre las diversas polémicas y los debates que generó la publicación del “Más allá del principio de placer”, podemos centrarnos en particular, por lo representativa, las propiciadas por el biógrafo Fritz Wittels, quien interpretó las causas que pudieron llevar a Freud a escribir en especial la formulación de la idea de la pulsión de muerte, como un efecto de las penosas vivencias sufridas por Freud en ese tiempo, particularmente con relación justamente a la muerte de Sophie recién relatada.

Tal como lo señala en forma crítica en su propia biografía “Freud, una vida de nuestro tiempo” Peter Gay considera que este primer biógrafo de Freud cayó erróneamente en la tentación de hacer su lectura de ese modo, con relación a ese tiempo de la obra de Freud  donde este había puesto el énfasis en la cuestión de la agresión y en la nueva formulación de la división entre la pulsión de vida y la pulsión de muerte, al pensar en estas como una derivación directa y una respuesta a su aflicción de esos años. Wittels en su estudio biográfico lo publicó de esta forma:

“En 1920, con “ Más allá del principio de placer” Freud nos sorprendió con el descubrimiento de que, en todo lo que vive, además del principio de placer, que desde los días de la cultura helénica, ha sido denominado Eros, hay otro principio : lo que vive quiere morir. Originado en el polvo, quiere volver a ser polvo. No solo está en ello la pulsión de vida sino también la pulsión de muerte. Cuando Freud le comunicó esta idea a un mundo atento, estaba bajo la impresión de la muerte de una hija joven, que perdió después de haberse tenido que preocupar por la vida de alguno de sus parientes más próximos que estaban en la guerra”.

Freud se encargaría de responderle en una carta a fines de 1923, en la que le expresó su enorme malestar y disgusto al leer en la biografía su argumento. 
Por cierto, debemos señalar que la hipótesis del biógrafo Fritz Wittels constituye una conclusión algo reduccionista, quien parece desconocer de este modo el devenir de todo un sistema de pensamiento en permanente interrogación,  que eran ideas que no se habían desde ya iniciado en ese año y que derivaban de constantes reformulaciones en base a lo que la práctica clínica misma había ido convocando o cuestionando de la construcción de su teoría.  Incluso parece además obviar que algunos de los conceptos del “Más allá….”  ya se encontraban en estado germinal en los primeros tiempos de los escritos freudianos, inclusive ya en la escritura del “Proyecto”(1895)  o en “Interpretación de los sueños”
(1900).

Al mismo tiempo, como viejo experimentado en anticiparse a sus detractores desde los comienzos del psicoanálisis, Freud había tomado el recaudo de solicitarle a Eitingon que dejara constancia que él ya había redactado el texto y sus conceptos centrales en forma casi completa cuando su hija gozaba de buena salud: en una carta del 18 de julio de 1920 le escribió “… El “Más allá” está terminado, usted podrá atestiguar que estaba ya a medio terminar cuando Sophie aún estaba viva y lozana…”.
Por otra parte, en una carta a Ernst Jones no dejaría de reconocer, al mismo tiempo,  con verdadera honestidad, no exenta desde ya de una gran astucia, que: “Yo mismo, por cierto, habría subrayado la conexión entre la muerte de la hija y los conceptos de “Más allá del principio de placer”,  en cualquier estudio analítico sobre otra persona. Pero, así y todo, se trata de un equívoco. El  “Más allá…” fue escrito en 1919, cuando mi hija era joven y vigorosa; ella murió en 1920.  En septiembre de 1919 dejé el manuscrito del pequeño libro a algunos amigos de Berlín, para que hicieran una lectura atenta; faltaba solo la parte sobre la mortalidad o inmortalidad de los protozoarios. Lo verosímil no siempre es la verdad.”     

Proceso de la escritura del “Más allá de principio de Placer” hasta su publicación.

En la extensa correspondencia que cursaron Freud y Lou Andreas Salomé, encontraremos un diálogo epistolar, en el cual tenemos una de las primeras noticias de la existencia del primer manuscrito de  puño y letra  terminado con el título “Jeinset des lustprinzips”. El día 18 de marzo de 1919, desde Gottingen, Lou Andreas le escribió una carta donde al final de la misma, en su estilo seductor, al parecer en respuesta a una pregunta previa de Freud, donde le comenta detalles acerca de lo que ella misma venía escribiendo, un libro sobre “Lo inconsciente” y también sus libros “nacidos de la fantasía” que mantenía guardados. Desde allí acicatea a Freud con esta pregunta:
“Pero ahora devuelvo la pregunta y le pregunto yo ¿Qué pasa con la “ Metapsicología”?, puesto que los capítulos impresos figuran ya en el IV, sobre las teorías de las neurosis! ¿Dónde están los demás, que ya estaban listos?.

Transcribo aquí la respuesta de Freud, hallada en un fragmento de la carta del día  2 de abril de 1919, escrita desde la Berggasse 19 en Viena,  que aporta el dato certero sobre la que fue probablemente la primera versión concluida en forma manuscrita de “Más allá del principio de placer”, texto manuscrito que se encuentra en forma completa guardado y accesible para quien desee verlo, o leerlo en su texto de puño y letra original de Freud, en forma digital y microfilm en los “Archives Freud”.
“...A su “devolución de pelota” he de reaccionar enérgicamente ¿Que donde queda mi Metapsicología? Pues provisionalmente no está escrita. El trabajo sistemático es una materia que me resulta imposible. El carácter fragmentario de mis experiencias y naturaleza esporádica de  mis ocurrencias no lo permiten. Pero si vivo todavía diez años más, me conservo capaz de trabajar en todo ese tiempo, no me muero de hambre, no me matan, y no resulto demasiado afectado por la miseria de los míos, o lo que impera a mi alrededor ( las condiciones son ciertamente muchas!), prometo hacer a la misma otras contribuciones. Una de las primeras de esta clase está en un artículo intitulado“ Más allá del principio de placer”, con respecto al cual espero de su parte un comentario crítico- sintético detallado. - Deseo que le vaya bien en esa ciudad y salude usted de mi parte a su huésped, si es que aún me recuerda. - Su devoto servidor. Freud”
Por otro lado, también tenemos noticias de la referencia al escrito, mencionada tan solo  unos días antes, en un párrafo de tono algo sarcástico, que se halla en una carta dirigida a Sandor Ferenczi el día 17 de marzo de 1919: “Un trabajo con misterioso título: Más allá del principio de placer”, está en proceso de creación…Digo allí muchas cosas que son realmente poco claras, el lector deberá arreglárselas por sus propios medios. A veces no se puede hacer otra cosa…”.

Debemos a la publicación realizada en el año 2015, bajo el título “Sigmund Freud. Más allá del principio” Manuscritos inéditos y versiones publicadas. Texto bilingüe, Edición y comentarios, de Juan Carlos Cosentino, la posibilidad de contar hoy, en mi opinión, con la más completa investigación donde es factible reconstruir el camino de la escritura de  “Jeinset des lustprinzips” y además los datos de su traducción más precisa y detallada.

Por otra parte en su trabajo, junto a un grupo de colaboradores,  es posible leer una comparación de las distintas reescrituras del mismo en los diversos tiempos en que fue realizada, donde se detectan cambios de rumbo del escrito, tachaduras, eliminación de frases o párrafos, sustitución progresiva de palabras, así como sucesivos avances y retrocesos de su construcción , hasta su armado final, con la ubicación del momento de la inclusión del importante capítulo VI, agregado en el año 1920, antes de la publicación de la obra terminada. También se puede ubicar allí los errores de las traducciones que se han realizado en base a un minucioso trabajo que consistió en revisar y cotejar las distintas versiones existentes.

Lo cierto es que a partir de esta  investigación, así como de las diversas correspondencias de Freud hoy disponibles, las distintas biografías sobre su vida que se han escrito y centralmente por la posibilidad de acceder en forma libre y directa a los documentos originales, sin las restricciones que hasta un tiempo relativamente reciente pesaban sobre los mismos, que se encuentran  guardados en la “División Manuscritos” de la Biblioteca del congreso de Washington, EE.UU, podemos reconstruir los datos que aquí nos interesa consignar sobre la historia de la escritura de esta obra.
Inicialmente los manuscritos estuvieron en su gran mayoría en posesión y al cuidado de Anna Freud. Tras su muerte en 1982, pasaron a ser entregados luego de cierto trayecto previo, a la Sigmund Freud Collection, Manuscript división, de esta biblioteca, conocida como Library of Congress, Washington.

Según Ilse Grubrich-Smith, en su estudio sobre los mismos, al parecer, hasta 1914 Freud no acostumbraba guardar sus manuscritos, pero empezó a considerarlo cuando le dijeron que podían representar alguna ganancia de dinero para sus nietos. A partir de allí fue guardando con mayor cuidado algunos de sus manuscritos que finalmente fueron  conservados y archivados para su posible estudio hasta el presente.
De “Jeinset des lustprinzips” podemos localizar que de aquellas escrituras previas a su publicación, anteriores a 1920, se conservan disponibles para su lectura dos versiones que  permanecen aún preservadas y accesibles.  
Por un lado, el primer manuscrito terminado sobre el que tenemos noticia, es el concluido el día 19 de marzo de 1919 y luego hay una siguiente versión que contiene escritos mecanografiados, correspondiente a mayo de 1919.
 En el catálogo de Manuscript Division estas dos versiones aparecen  guardadas como    “Handwritten manuscript”( documento escrito a mano) y como “Handwritten and typewritten manuscript,  bound” (documento escrito a mano y a máquina, encuadernado).
Con relación al formato de su escritura, aparece en hojas escritas a mano, de líneas simétricas , que corresponden a copias en limpio, con algunas tachaduras o pequeños agregados y remarcados hechos en lápiz a veces en azul, a veces en rojo. 

El trazo de su letra y la escritura hecha con tinta se nota siempre muy fluido,  algo inclinado en diagonal, por cierto sumamente prolijo y bello.  Se puede señalar que Freud acostumbraba a escribir con una letra alemana, usada por ese tiempo también en Austria,  de tipo “kurrent” equivalente al estilo de tipografía  “gótica”.

El primer manuscrito del 19 de marzo, como primera versión alternativa, está escrito en hojas de doble pliego, tal como solía usar Freud para escribir, o copiar sus textos, y  consta de 34 páginas en total.
La segunda versión está encuadernada en rústica,  de tapas duras, con el título y apellido del autor inscripto en el lomo, en letras doradas. En este texto se encuentra la mayor parte de hojas escritas a máquina y algunas escritas a mano. Esta versión corresponde al texto que Freud le envió y regaló a Max Eitingon, quien lo hizo encuadernar de ese modo.
  Este trabajo que recibió Eitingon en 1919, seguramente es la referencia respecto de la cual, Freud hizo su pedido a él, luego de 1920, para que su discípulo diera testimonio que su “Más allá del principio de placer” ya estaba casi completamente escrito antes de la muerte de Sophie, en respuesta a quienes suponían que sus especulaciones sobre la pulsión de muerte, provenían directamente de esta circunstancia dolorosa y personal.
La continuidad del rastreo se puede hallar en una carta del 30 de julio de 1919 a su hija Anna en la que menciona que “le he expresado a Rank que necesito algo de Schopenhauer, él descubrió en lo de Sachs la bonita pequeña edición y me la ha enviado. La lectura me sigue ayudando con el trabajo que he emprendido”

Freud citará  ese libro de Schopenhauer en el cap. VI de “Más allá del principio de placer” de este modo: “….Y hay otra cosa que no podemos disimular: inadvertidamente hemos arribado al puerto de la filosofía de Schopenhauer, para quien la muerte es el  “genuino resultado” y en esa medida, el fin de la vida, mientras que la pulsión sexual es la encarnación de la voluntad de vivir”.
Y luego continuará en una referencia de septiembre del mismo año cuando le escribe a Ferenczi, donde lo invita a discutir temas de biología que le interesaban con relación a su trabajo en curso sobre el fundamental capítulo VI que finalmente agregaría.

Por último tendremos noticias del avance de su trabajo ya en preparación para publicarlo, el 25 de mayo de 1920 , nuevamente en su correspondencia con Ferenzci,  le comenta que está trabajando de nuevo en su obra y le solicita una documentación sobre una cita de este,  hallada en un libro de Bárbara Low  , referencia que le interesaba incluir . Le pregunta “¿Dónde se encuentra esa cita? Me hace falta para el “Más allá” sobre el que trabajo actualmente”.
 Este retomar su obra se producía en un tiempo en el que la intensidad del trabajo con sus pacientes y el escribir, tal como lo menciona en algunas cartas, lo ayudaba en gran medida a superar el dolor por la pérdida de Sophie. En especial se puede inferir que la escritura parecía representar cierto lugar necesario en su proceso de duelo difícil,  que sin dudas intentaba sobrellevar.

Parece ser que la respuesta de Ferenczi a su solicitud, nunca llegó de vuelta y gracias a eso, contamos con la señal del momento acerca de la conclusión de su escritura de la obra, que sería publicada finalmente en la segunda mitad de 1920. 
En la carta del día 18 de julio de 1920, Freud envió la siguiente frase, que nos aporta el dato  final que nos interesa consignar, escrito en su carta dirigida a Ferenczi. En forma tajante y claramente ofuscado le escribe allí: “El “Más allá” está terminado, y no habéis ayudado para que pueda citar vuestra observación”. El escrito estaba allí concluido.    
       

Parábolas del deseo. Pulsión de vida.

Quiero terminar este recorrido, comunicando tan solo unos breves apuntes acerca de que fue de la vida de Ernest Halberstadt, el pequeño niño, hijo mayor de Sophie, nieto de Freud que diera lugar, a partir de la observación aguda de su abuelo, a la escritura y esclarecimiento del famoso “juego del Fort-da”, que tanto ha aportado a la práctica del psicoanálisis con niños en particular y a la comprensión de la estructuración subjetiva en general.

Tal como lo informa su biógrafo personal, Daniel Benveniste, en el libro que relata su vida, tras la muerte trágica de su madre, Ernest , a medida que fue creciendo, en forma progresiva, fue quedando cada vez más a cargo de la familia Freud, en particular de su tía Anna, y de su abuela Martha, que se ocuparon afectivamente de él, de su crianza , de sus necesidades , de sus cuidados y en gran medida de su educación en el hogar de ellos.
 Con el paso del tiempo, su padre Max se volvió a casar, tuvo una niña y de modo paulatino el lazo de Ernest con su padre se fue tornando cada vez más conflictivo y por último sumamente distante.

Ernest a los 24 años, debió exiliarse de Viena y partió junto a su abuelo Sigmund Freud y el resto del grupo, luego que los nazis invadieran Austria y avanzaran sobre la ciudad en marzo de 1938.  El día 14 de ese mes arribó Hitler, en tanto la Gestapo arremetía contra el hogar de la familia Freud.  
Ernest dejó Viena el 28 de marzo dirigiéndose hacia Londres donde permaneció junto a la familia materna. El 23 de septiembre de 1939, falleció Sigmund Freud en esa ciudad.

Ernest decidió por entonces estudiar psicología en el Birkbeck College y se convertiría luego en el único psicoanalista, descendiente de Freud, además de Anna.
Ya recibido ingresó al Instituto Psicoanalítico de Londres donde se formó como psicoanalista,  asistiendo a los seminarios dictados por su tía Anna Freud, también a los de Melanie Klein y de Donald Winnicott entre otros pioneros del psicoanálisis con niños. Allí fue testigo y participe de las grandes disputas de ese tiempo.

Trabajó y practicó el psicoanálisis en sus comienzos  en la Clínica de terapia Infantil de Hampstead (Hampstead Child Therapy Clinic) junto a su tía Anna, con quien por otra parte, además también se analizó.
 
 Ernest se dedicó por muchos años a la investigación, enfocando su interés en la infancia temprana, y en  la observación de bebés. Escribió muchos trabajos sobre el vínculo inicial madre-bebé y en torno a los aspectos psicológicos del cuidado intensivo neonatal.

Cuando su padre Max Halberstad ya había fallecido, decidió cambiar su apellido paterno, por el de su abuelo Freud, y pasó a nombrarse desde entones como “W. Ernest Freud” hasta sus 94 años cuando falleció en el año 2008.

 W. Ernest Freud o el niño del juego del “Fort-da”, parábolas del deseo y la pulsión de vida: tras superar penosas pérdidas, las marcas del legado de su abuelo perdurarían en él. Legado de una enseñanza y  una transmisión del psicoanálisis que lo acompañarían desde su más tierna infancia hasta el final de sus días.

Diciembre 2020.

 

Bibliografía.

- Más allá del principio de placer. Sigmund Freud.( 1920). Amorrortu Editores, Bs. As., 1979.

-Sigmund Freud, Más allá del principio de placer, Manuscritos inéditos y versiones publicadas. Texto bilingüe: Edición y comentarios: J. C. Cosentino, Bs. As., Mármol-Izquierdo, 2015

-The Interwoven Lives of Sigmund, Anna y W.Ernest Freud: Three Generations of Psychoanalysis.  Daniel Benveniste. Ed. American Psychodynamic Book, New York, 2015.

-Freud. Una vida de nuestro tiempo. Peter Gay. Ediciones Paidós, Bs. As,1996.

-Vida y obra de Sigmund Freud. Ernest Jones. Editorial Anagrama. Barcelona, 1981.

 -Sigmund Freud. El siglo del psicoanálisis. Emilio Rodrigué. Editorial Sudamericana. Bs. As, 1996.

- Sigmund Freud, Su vida en imágenes y textos. Editorial Paidós. Bs.As./ Barcelona, 1979.

- Freud. En su tiempo y en el nuestro. Elisabeth Roudinesco.  Grupo Editorial Ramdom House . Bs. As,  2015.

-Sigmund Freud. Enfermedad y muerte en su vida y en su obra. Max Schur. Ediciones Paidós. Bs. As./ Barcelona, 1980.

-Martha Freud. Una compañera irremplazable.  Gerard Badou. Editorial El Ateneo. Bs.As, 2007.

-Las mujeres de Freud. Lisa Appignanesi-John Forrester.  Ed. Planeta. 1996.

-Sigmund Freud. Cartas a sus hijos. Ed.Paidós. Bs.As., 2016.

-Sigmund Freud. Correspondencia 1904-1938. Ed. Paidós. Bs. As, 2016.

-Freud- Andreas Salomé. Correspondencia. Siglo XXI Editores. México, 1968.

-Revista digital de Psicoanálisis con niños “Fort-da” N° 10. Homenaje a W. Ernest Freud.

-La Viena de Fin de Siglo. Política y cultura. Carl E. Schorske. Siglo XXI Editores. Bs.As, 2011.
     
-Revolución en mente. La creación del psicoanálisis. George Makari. Sexto piso editores. México. 2012.

- El seminario de Jacques Lacan, Libro 20, Aún, 1972-1973. Texto establecido por Jacques-Alain Miller. Buenos Aires: Paidós, 2006.

-Imágenes de los manuscritos en Sigmund Freud Collection. Manuscript Division. Archives Freud. Library of Congress, Washington, EEUU.

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