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“Nosotros, los futuristas, hemos amado y disfrutado profundamente las armonías de los grandes maestros. Durante años, Beethoven y Wagner han agitado nuestros nervios y corazones. Ahora estamos saciados y encontramos mucha más fruición en la combinación de ruidos de los raíles, el motor de explosión, los carruajes y las masas aullantes que en la enésima escucha de la Heroica o la Pastoral.” (Luigi Russolo, manifiesto “El arte de los ruidos”, 1913)
Las fiestas electrónicas o raves se transformaron en un objeto exitoso del mercado actual. En las últimas décadas los eventos de música electrónica se expandieron de forma masiva en distintas partes del mundo, incluso sorpresivamente en países como Vietnam, Filipinas, Panamá, y Cuba. ¿A que se debe este significativo crecimiento?
Lacan nos advertía que los artistas nos llevan siempre la delantera, intentaremos seguir algunas coordenadas de ciertas referencias de la música que nos aporten una orientación sobre la época a través de lo que vamos a denominar la “cultura rave” o también conocida como la “cultura del éxtasis”.
Atravesamos una época donde las grandes tradiciones y sus discursos ya no regulan ni sirven de orientación como lo hacían en otras épocas. El cielo de antaño, hoy está vacío, la divinidad ha perdido su gracia y son los objetos técnicos y los cuerpos que bailan electrizados por la pulsión.
Los avances tecnológicos, tanto musicales, informáticos, como en el ámbito de la química han generado nuevos escenarios contemporáneos. El crítico musical Matthew Collins lo expresa de esta manera “(…)un despliegue de tecnologías para lograr estados alterados de conciencia; experiencias que han cambiado la forma en que pensamos, la forma en que sentimos, la forma en que actuamos, y la forma en que vivimos.”, el autor definía a estos objetos técnicos como “la tecnología del placer”, nosotros como psicoanalistas agregaríamos que también hay un más allá del principio del placer que se pone en juego.
Frente a lo que Lacan denominó evaporación del padre y sus consecuencias, el sujeto contemporáneo se encuentra con menos reparos frente al desamparo.
El orden simbólico con su universo de reglas era un sueño estructuralista tal como lo describe Jacques Alain Miller en su seminario titulado “el lugar y el lazo.”
La pulsión de vida, el amor y el deseo, no encuentran lugar para poner un límite a la pulsión de muerte, provocando lo que Freud llamó “desintrincación pulsional”.
Una errancia característica de la época, sujetos desbrujulados a merced del desenfreno hipomaniaco que propone el mercado con sus objetos de consumo.
“El futuro será como perfume” fue el título que escogió para su conferencia en 1992 el productor musical Brian Eno, donde describe la experiencia musical contemporánea y su acento en la intensificación de las sensaciones:
“Estamos cada vez más des-centrados, des-anclados, viviendo el día a día, envueltos en un esfuerzo continuo por ensamblar un conjunto creíble de valores, o por lo menos factible, dispuesto a desprendernos de él e improvisar uno nuevo si la situación lo requiere. Encuentro que cada vez disfruto más de este estado de las cosas, de observar cómo todos nos volvemos perfumistas diletantes que recorren con dedos inquisitivos una enorme biblioteca de ingredientes viendo que combinaciones tienen algún sentido para nosotros, sumando experiencia, la posibilidad de hacer mejores conjeturas, sin exigir ninguna certeza.”
El perfumismo que sitúa Brian Eno en el futuro de la música podemos equipararlo al concepto de “lo líquido” de Zygmunt Bauman como consecuencia de lo que Lacan denominó la evaporación del padre. Haciendo una lectura lacaniana de las palabras del productor musical, podríamos arribar a que hoy del padre, solo queda su perfume…
El sujeto contemporáneo encuentra en un mismo lugar, en las raves, los tres grandes paliativos freudianos frente al malestar: las poderosas distracciones, satisfacciones sustitutivas, y las sustancias embriagadoras.
Las raves surgieron en momentos donde el malestar en la cultura se hacía presente y denunciaba puntos de crisis del sistema simbólico.
Detroit, en Estados Unidos, ciudad “motor” del país en los años 70’s y 80’s, principalmente por su crecimiento exponencial de la industria automotriz (Ford, Chrysler, General Motors), fue pionera en la música Techno. Tras el boom industrial, la ciudad sufrió una recesión económica transformándose en un cementerio de industrias. Algunos historiadores describen desde entonces a Detroit como una “ciudad fantasma”: desempleo en crecimiento, aumento de la criminalidad, y principalmente un racismo significativo entre la población blanca y negra. Muchos edificios abandonados de la ciudad cobraron vida transformándose en “naves industriales” donde el techno era el estilo musical que daba respiro a la población negra afroamericana.
En la ciudad de Chicago por otro lado, el comienzo del house en los años 80’s, tal como lo afirma el autor Simon Reynolds, surge en una población que sufría una doble exclusión por ser negros afroamericanos y homosexuales.
Del otro lado del océano atlántico, en los años 80’s, crecía la desigualdad social en Inglaterra, con desempleo masivo y una baja significativa de los salarios como consecuencia de la era Tatcher. A mediados de los 80’s el acid house fue unos de los estilos musicales que hacían bailar en las raves a los hooligans y a la clase obrera principalmente en ciudades como Manchester y Londres.
En Europa, tras la caída del muro de Berlín, la música Techno fue la banda sonora de la reunificación de la Alemania dividida, a principio de los años 90’s en diferentes lugares del Este de Berlín comenzaron a desarrollarse raves en edificios abandonados, reuniendo a la población alemana antes dividida.
En la compilación de testimonios del libro “El sonido de la familia. Berlín, el techno y la caída del muro.” podemos encontrar como la rave se transformaba en un refugio frente al desarraigo, hacían referencia a las raves como “una gran familia”.
En la escena electrónica podemos situar al menos tres elementos importantes: la sonoridad, las luces/efectos (estímulos visuales), y las drogas sintéticas.
Los avances tecnológicos en la música electrónica provocaron un abandono de la estructura tradicional de la canción, con sus relatos e historias encontrando en sus “Tracks” nuevas formas de composición musical, nuevos sonidos, y novedosos efectos en quienes reciben la música en la pista de baile. El sonido de las máquinas, la máquina como instrumento de composición.
A diferencia del rock que narra con sus letras una experiencia, una historia, muchos autores sostienen que la cultura rave crea una experiencia. La sensación de “comunión” es un rasgo característico de las fiestas electrónicas, facilitado por la “droga del nosotros”, sustancia que acompaña a esta cultura: el éxtasis.
El éxtasis potencia el bombardeo de estímulos y las sensaciones corporales. El MDMA presenta una paradoja en sus efectos farmacológicos, por un lado hay una intensificación de la percepción sensorial y por otro lado genera una sensación de empatía con los otros.
Frente a la exacerbación de los sentidos el sujeto se ve envuelto en las sensaciones corporales, varios DJ/compositores han estudiado el vínculo del éxtasis y la recepción del sonido en el oyente, valiéndose de los efectos del éxtasis para componer su música.
El efecto empatógeno del éxtasis hizo que se conozca a esta sustancia como la droga del amor. En una época atravesada por el discurso capitalista, como Jacques Lacan lo describió, caracterizado por el rechazo de la castración y un mercado con sus imperativos que no permite que el amor sirva de puente con el Otro, sino que ofrece objetos técnicos para intensificar las satisfacciones autoeróticas.
El estilo de baile sin coreografía y solitario característico de la ciudad de Chicago llamado “Jacking”, significante que condensa la referencia a estar conectado a un circuito eléctrico (Jacking) pero al mismo tiempo también a la masturbación (Jacking off).
Cuerpos que bailan sueltos en la escena electrónica, dictadura del autoerotismo.
Una forma de bailar en “solciedad” neologismo utilizado por Jacques Alain Miller para describir una época caracterizada por una soledad en sociedad.
La escena electrónica como una tormenta eléctrica donde los cuerpos sienten el impacto de los bajos como truenos, las potencia de los haces de luces que simulan ser rayos, y las sustancias que electrifican los cuerpos.
Repetición sónica, como un mantra, desprovisto del sentido, que facilita la suspensión de la racionalidad, provocando una alteración de la conciencia.
Trampa de la sugestión química en el circuito infernal de lo mismo, el hipnotismo de la empatía con su empate de las diferencias, el espejo mortífero del narcisismo.
El superyo y su imperativo a gozar empuja al sujeto a los senderos de la muerte, tal como lo ilustra la escritora Mary Shelley en su famoso libro “Frankenstein”, donde describe la muerte, la pasión, la electricidad y el cuerpo: “cuando pretendo explicarme el origen de la pasión que gobernó mi destino a partir de entonces, descubro que surgió, como un rio agreste, de unas fuentes innobles y olvidadas, y que al crecer su cause llegó a convertirse en el torrente cuyo curso me arrebató toda esperanza e ilusión.”
Lacan definió en “Televisión” la severidad y los imperativos como la “gula del superyó”. El superyó como una ley insensata, hermana del goce y antinómica al deseo.
Hoy más que nunca el psicoanálisis encuentra un gran desafío, el de crear un impasse frente al desenfreno hipomaniaco de la época, pudiendo despertar al sujeto del trance que genera la fascinación por los objetos del mercado, permitiendo salir del ahogo de las aguas estancadas del narcisismo.
Como cantaba Luis Alberto Spinetta “No creo en un cuerpo sin sonido, por todas partes voy buscando un parlante, me despierto sin el son de un parlante”
Tal vez la apuesta actual de un análisis sea la de involucrar un partenaire en el baile transferencial y de esta forma hacer bailar el superyó.
Bibliografía.
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Blánquez, J. - León, O. (2018). Loops 2 “Una historia de la música electrónica en el siglo XXI”. Barcelona, Penguin Random House Grupo Editorial.
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Miller. J. A. (2013). “El lugar y el lazo”. Buenos Aires, editorial Paidos.
Reynolds, S (2014). Energy Flash “un viaje a través de la música Rave y la cultura del baile. Buenos Aires, Editorial Contraediciones.
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