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Número 14 - Noviembre 2020
Autismo y pulsión invocante
Mariela Weskamp

En los últimos años aumentaron las consultas por niños con Trastorno del espectro autista. Esta es nominación del DSM que agrupa variadas y diversas presentaciones sin tener en cuenta la singularidad.

¿Cómo pensar estas presentaciones desde el psicoanálisis?

Sabemos, por ejemplo, que las terapias cognitivo conductuales tienen un abordaje en donde se supone que se puede enseñar el lenguaje, se puede enseñar a hablar a los niños.
El psicoanálisis, plantea que el lenguaje no es algo que se enseñe sino que en el lenguaje somos introducidos, se puede enseñar una lengua extranjera, se puede enseñar a leer y a escribir, pero el lenguaje y lalengua no dependen del aprendizaje, de un enseñar conciente.
A partir del análisis con niños y particularmente con aquellos que padecen presentaciones autistas, he podido pensar en un recorrido de la pulsión invocante desde el grito, el llanto, al chiste.

Para hablar es necesario: estar inscripto en el lenguaje, apropiarse de lalangue y disponer de la palabra.
Hay un largo camino desde la primera explosión de llanto, hasta que el parlante ser pueda decir algo. En este recorrido, el lenguaje debe incorporarse mediante las identificaciones para devenir simbólico y además es preciso que se organice la pulsión invocante.
En el acto de caer al mundo, un bebé que fue introducido en el lenguaje pierde su animalidad. Inmerso en ese caldo de lenguaje que es la cultura, las palabras serán alimento necesario y puede morir si a nadie le hace falta.

Cuando aquel que ocupa una función materna se supone invocado, hace de ese grito un llamado y le otorga un sentido. Se escucha llamado: a alimentar, abrigar, medicar, consolar… transforma ese llanto en demanda que intenta satisfacer y cuando opera el deseo, supone anticipadamente al sujeto, nominándolo.
Para que un sujeto invoque debe haber sido invocado. Por otra parte, para llamar es preciso perder la voz y para ello, hace falta que el sujeto la haya recibido del Otro.

¿Cómo se dona la voz?

Lacan nos habla de cuatro pulsiones: oral, anal, escópica e invocante, y de cuatro especies de objetos a: seno, heces, mirada y voz.  Lo interesante de su planteo es que el seno no es la “teta”, las heces no son el excremento, la mirada no es la visión (ya que esta pulsión se organiza en los ciegos) y la voz no es el ruido (ya que esta pulsión se organiza en los sordos que no escuchan).
Las pulsiones se organizan en la relación del sujeto al Otro y son repuestas a la demanda y al deseo del Otro.
La demanda al Otro organizará la pulsión oral, la demanda del Otro la anal. El deseo del Otro la pulsión invocante y el deseo al Otro la pulsión escópica.
La pulsión invocante es lógicamente la primera, necesaria para que las otras se organicen.
Retomo entonces la pregunta ¿Cómo se dona la voz?

Donar supone la inscripción de la falta. Así como para controlar esfínteres es necesario que el excremento deje de serlo para entrar en una ecuación simbólica, para llamar se requiere que la voz se vacíe de ruido. Cuando la falta opera sobre la voz, se constituye este objeto a, que ya no es el sonido, sino que transporta el deseo del Otro.
Lo invocante se sostiene en el deseo del Otro, llamar es la respuesta y la pulsión invocante se satisface en su recorrido alrededor de la voz.

Podemos decir que, el sujeto se inscribe en la estructura, en la trama simbólica del Otro, y el lenguaje se instila a través de lalangue modelando el cuerpo.
Quien encarne la función materna instila una modalidad gozante a través del volumen, el timbre, la cadencia y el ritmo de su voz. Habla a su bebé con un tono diferente que al resto y sin pensar si entiende el significado de lo que dice. Propone fonemas a ser repetidos, dona el silencio y espera atentamente los sonidos que su bebé produce.
La invocación, es anticipatoria, apela al sujeto que podría advenir. Luego, el circuito de esta pulsión declinará entre: ser llamado, llamar, llamarse (en el laleo) hacerse llamar.
Así, quien cumpla con una función materna, prestándose al juego, lo inicia. La diferencia que introduce, sostenida en el amor, es una fuente de placer y reorienta el sonido que el infans va creando. El fonema, en ese caso, es signo de amor y anuda al goce.
El otro materno, en un acto de amor, dona un lugar disponible para alojar a su hijo, entrega la voz que luego podrá ser incorporada.

A los pocas semanas de nacido un bebé distingue la música materna entre el resto de los ruidos del ambiente. Si un bebé fue siendo arrullado va a producir balbuceos, y si se le hace eco, jugará a repetir lo oído cambiando la producción sonora.
Subrayo cambiando, porque la pulsión es el eco en el cuerpo de que hay un decir, y esta resonancia, en su repetición, permite escuchar la diferencia, ya que no todo turba al cuerpo, cada uno hará su recorte, el sujeto hará lectura de lo que pudo escuchar.
Cuando los bebés fueron canturreados, luego se arrullan para dormirse incorporando el canto. Movimiento gramatical de la pulsión que introduce el goce sexual. En el laleo gozan jugando con fonemas de la fonatoria materna, en un primer tiempo de apropiación de lalangue. Escanden los sonidos marcando diferencias entre ellos y situando el intervalo entre el sonido y el silencio. En la vocalización y el parloteo van distinguiendo elementos significativos y en esta distinción la legalidad está operando. Por eso, lalangue introduce el goce y también lo civiliza.
En muchos casos de autismo primario, los padres relatan que sus niños cuando eran bebés no hacían estos juegos, que son los primeros juegos humanos.

Lacan en el Seminario XXIV (1) propone que “el aprendizaje que el sujeto ha sufrido de una lengua entre otras” es traumático. Crea el neologismo troumatisme–jugando con dos términos, el de agujero (trou) y el de traumático– para decir que eso se produce porque no hay proporción sexual y ubica que el trou, el agujero de lo real permite que se pueda inventar.

Propongo que la posibilidad del armado del circuito invocante se vincula con el tiempo primero de la identificación a lo Real del Otro real, en la cual se produce el vacío que permite a su vez que el lenguaje devenga simbólico. La incorporación de lalangue produce ese troumatisme, ya que transforma al soma en cuerpo. Produce esa reversión del toro en trique, efecto de la identificación primaria, a lo real del Otro real. Planteo que la incorporación de lalangue produce ese troumatisme, ya que transforma al soma en cuerpo.
El inconsciente está estructurado como un lenguaje y, a través de la lalengua,el lenguaje interviene en el cuerpo.

Suponemos comprender lo que se dice porque el sonido se enlaza a los significados. Al escuchar una lengua extranjera, sonido y sentido no se articulan y queda la melodía separada de la palabra pudiendo musicalizarse o molestando como un sonido extraño. Cuando esto acontece con la lengua materna podría deberse a que no hubo articulación entre esa lengua y la función materna para que lalangue se instile.

Planteo que la estructura del parentesco se sostiene en la estructura del lenguaje y lalengua es la escena que se monta sobre esa estructura.

La manera en que los padres introducen un modo de hablar a un niño arma un cuerpo que tiene la impronta del lugar que a ese sujeto se le ha anticipado en el mundo, y produce sus efectos en la singularidad de las formaciones del inconsciente.
En los casos de autismo en ocasiones encontramos una ruptura en la filiación, en la inscripción en la estructura, en esa trama que debería armarse en la urdimbre.
Arriesgo decir también, que cuando se está en el lenguaje, pero no se produjo ese troumatisme el objeto a voz no se recorta y queda soldado al ruido, la pulsión invocante no completa su circuito, entonces, aunque se hable no se dispone de la palabra.
Que no se produjo ese troumatisme sería que lalangue, la lengua materna no se ha incorporado, no ha sido instilada.

¿Qué sería disponer de la palabra?  
Antes decía que no es sinónimo de hablar ya que en algunos niños autistas nos encontramos con que hablan como el personaje de la pantalla, hacen enunciados donde no hay sujeto de la enunciación ya que, si intervenimos preguntando, jugando, cambiando algún sentido, lo único que puede hacer es reiterar automáticamente lo que habían dicho.
En ese caso se habla a partir de la imitación y no de la identificación que permite la incorporación del lenguaje como simbólico.

Cuando se organiza la pulsión invocante el objeto a voz se articula al falo y entonces el cuerpo puede gozar fálicamente con este recorrido pulsional.
Otro fenómeno muy frecuente en las presentaciones autistas es que los chicos profieren sonidos porque pareciera que necesitan obstruir la voz, que se torna insoportable, intrusiva.
El vaciamiento del ruido permite al cuerpo el goce de lalengua.  Si no se produce esa pérdida de ruido, la voz transmite la presencia del Otro sin agujero ni falta y el sonido puede dañar.
En las presentaciones autistas encontramos frecuentemente que los chicos profieren sonidos porque pareciera que necesitan obstruir la voz, que se torna insoportable, intrusiva.

Un niño de tres años rechazaba cualquier propuesta de juego temblando. Si le cantaba, se tapaba los oídos en un gesto de temblor que lo mostraba negando con todo su cuerpo, parecía implorar que cese el ruido. Lo mismo si hacía ritmos o usaba el tambor o ponía música. También lo asustaban algunos muñecos, los que producían sonidos lo aterrorizaban.

Por otra parte, las pulsiones se construyen con sus diques, y Lacan plantea que la particularidad de la pulsión invocante es que no lo tiene; agrega que los oídos, fuente de esta pulsión, son orificios que no pueden cerrarse en el campo del inconsciente a la voz.
Recorto, en el campo del inconsciente, porque leo que no está hablando del conducto auditivo, del órgano, sino de aquello que, en el campo del inconsciente, no puede cerrarse a la voz. 
Compara el funcionamiento del oído con los instrumentos de viento como la tuba, el shofar, que resuenan cuando se los sopla porque en el interior son vacíos. Pero la voz no resuena en un vacío espacial como sí lo hacen estos instrumentos, sino en el vacío del Otro. Entiendo que se refiere a ese vacío de goce que permite la resonancia de la voz en el inconsciente y no a la anatomía del oído, que no se cierra voluntariamente.
La eficacia de la palabra es que el inconsciente no puede cerrarse a la voz. Así el superyó, cuando opera la función paterna, es uno de los destinos de la voz y de nada sirve taparse los oídos.

¡Ya sé que no sos taaaaan gritona! -le decía, un adolescente a la madre que intentaba defenderse porque juraba silenciar sus comentarios. - … y ya me di cuenta de que no sabés todo de mí, pero igual te escucho en mi cabeza diciendo lo que tengo que hacer. ¡Sos insoportable!

Este adolescente nos enseña qué quiere decir que no hay dique para la pulsión invocante. Se presenta en tener la voz en la cabeza, el mandato superyoico, la frase que despierta en medio de la noche…

En el transcurso del análisis se modifica el lugar del sujeto en el circuito de esta pulsión, pasando del lugar de la demanda al de la invocación. El sujeto que inicialmente estaba sometido al llamado incondicional del Otro, cuando descubre la falta en el Otro, puede dejar caer la llamada y se descubre invocando y deseando. Operación que pone en juego una lógica diferente porque la demanda se sostiene entre la potencia y la impotencia en tanto que la invocación sostiene lo imposible.
Por otra parte, no es lo mismo el Otro persecutorio del súper yo, que un otro amable dispuesto a escuchar. Recorrido de un Otro al otro que también es esperable se transite en un análisis.

Hace tiempo que me pregunto qué hace de tope a esta pulsión.  Voy encontrando algunas respuestas en el recorrido del análisis que me lleva a pensar que lo invocante hace un giro ante la experiencia puntual de la inexistencia o de la no encarnación del Otro. Esto sume en la máxima soledad y puede propiciar la creación.

¿Por qué mencionaba al chiste?

Porque también me pregunto si podríamos pensar a los juegos con los equívocos de lalengua como modos de respuesta a la pulsión invocante. Los niños disfrutan con la sonoridad de lalengua en las onomatopeyas, juegan con el sin sentido, amasan, rompen, destruyen y mastican las palabras haciéndolas propias.

El placer del chiste tiene su origen en estos jugueteos infantiles con la palabra durante el tiempo de la incorporación del lenguaje en tanto significante.

Mi sobrino de dos años me sorprende: –estoy cansada tía, –¿cansada o cansado?, le pregunto. Me mira con ojitos brillantes, mostrando que se reconoció en el tropiezo, y entonces insistirá con picardía para lograr mi reacción –estoy cansada tía.

En otras ocasiones he planteado la pregunta de por qué el chiste no mueve a risa en tiempos fundantes de la estructura (2). Aclaro que voy a limitar el término chiste para los equívocos de la lengua que resultan de la homofonía, la homonimia y la paronimia.
Todos sabemos que los niños cuando todavía no leen y escriben con fluidez, es decir, antes de la latencia, no son tocados por estos juegos de equivocación efectos del doble sentido, y se manejan en el terreno de la comicidad. Situaciones que descubren que hablamos con el cuerpo y revelan que lo cómico, que desenlaza lo imaginario de lo real es un tiempo previo al del chiste que desanuda lo imaginario de lo simbólico.

En los orígenes de la apropiación de la palabra los chicos llaman al perro babau, sin darse cuenta de la sustitución por la que están tomados en el lenguaje.
Incluso, si un par de años más tarde, le decimos al mismo niño que tenemos una palabra en la punta de la lengua, seguramente nos pedirá que abramos la boca para encontrarla. No hay posibilidad de leer la metáfora.
El jugar con significantes en el chiste sirviéndose de la metáfora, implica la apropiación de los efectos que la operación de castración introduce. Pone de manifiesto que la palabra no sostiene un sentido pleno y de ese modo descompleta al Otro ubicando la falta. Pone en acto la castración, el desencuentro estructural, que lo real no puede cubrirse completamente, que no hay proporción sexual.

Da cuenta también de un tiempo de juego con el objeto a voz en el cual este objeto está vaciado de ruido y puesto en la cuenta de la operación significante, momento en el cual la voz se hace presente en el silencio y en la escritura. Lo cual permite apropiarse de la lengua y modificar sus direcciones, sus sentidos posibles.
Operación necesaria para que estos juegos de palabras produzcan efecto. Efecto que en las psicosis no vamos a encontrar.

El chiste que desanuda lo imaginario de lo simbólico y produce una ruptura entre el sonido y la forma, requiere del paso de la lectura de una escritura para crear otra significación. Así como una misma serie fónica, según la escritura de la puntuación y la posterior lectura, puede adquirir distintos sentidos. Esta diferencia significante es introducida por la ortografía, por la escritura, sin ella el equívoco no sería posible.
No se puede jugar con esta equivocidad en una lengua cuando se la habla, pero se desconoce cómo se escribe. Tampoco nos afecta un juego de palabras en un idioma que nos suene extranjero. En lalengua, las palabras son equívocas y no es por azar que lo sean, sino que esta ambigüedad resulta de la manera en que lalengua ha sido hablada y escuchada. En las onomatopeyas y homofonías precipita el manejo de un grupo de su experiencia inconsciente.
Solamente un argentino y de esta época puede reaccionar frente a una frase como: Para no ser un re cuerdo mejor ser un re loco.

Hablamos con el cuerpo, y el cuerpo está modelado por la lalengua que transporta el afecto, nos afecta, configura el goce.
El Inconsciente es un saber que se despliega entre significantes y se articula con la lengua, con lo real con que se goza. No sólo se escucha al sujeto en el significante que lo representa sino en la modalidad de goce que se va desplegando en todo tipo de tropiezos, en la entonación, en el estilo, en la modalidad, en la enunciación.

Los niños, antes de la latencia, no se sienten concernidos por el lapsus, el sueño suele no interrogarlos como algo propio, no les resuenan las formaciones del inconsciente.
En ese tiempo en cual el fantasma no está articulado, las producciones de los niños dan cuenta, o son efecto, de la modalidad gozante que le ha sido instilada por lalengua y que se muestra y se trabaja en el juego. Revelan en el cuerpo la reverberación del decir y en este sentido nos enseñan a trabajar con la pulsión. Se trata, entonces,  de leer al inconsciente en sus modos de decir.

Si planteamos al inconsciente como l'une-bevue, la metida de pata, el tropiezo, lo inadvertido; suponemos que el inconsciente, además de estar estructurado como un lenguaje, es la manera en que el sujeto dividido está impregnado por el lenguaje, lo que involucra a lo real, al goce. El inconsciente es un saber hacer con lalangue, saber hacer con el síntoma (efecto de lalangue) con lo real, con el goce que a cada uno concierne. Lo cual implica servirse del sentido para ir más allá de él, apuntando al objeto que sostiene la posición fantasmática poniendo límite a la deriva infinita de nuevas significaciones. Supone una clínica que confronta con un agujero en el saber porque ubica que no hay siempre un nuevo sentido. Práctica no es ni un eterno discurrir entre significantes ni un intento de avanzar sobre lo real suponiendo la completud.

Además, si decimos que el inconsciente es el discurso del Otro, tenemos que estar advertidos que la relación al Otro, más allá de los tiempos del análisis, no es la misma en los tiempos de anudamiento de la estructura.

Para concluir, planteo que encontrarnos con la posibilidad del juego en el chiste nos revela la conclusión del tiempo instituyente desligándolo de la temporalidad cronológica.
La relación al Otro y a la falta ubican distintos modos de invención frente a la no relación sexual, lo imposible y el goce.

 

Notas

(1) Jacques Lacan “L'insu que sait de l'une-bevue s'aile à mourre”

(2) Mariela Weskamp, “Lecturas de niños en análisis”, 2017

 

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