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Número 15 - Noviembre 2022
De la diversión y la recreación
en el análisis con niños

María Evelyn Pérez Mejía

Él llega por primera vez al consultorio y me pide jugar ajedrez. En su escuela, su maestro, le enseña y le gusta. Mueve cada pieza con una precisión poco esperada para un niño de ocho años. Sesiones después, metódicamente juega a crear, o mejor dicho, copiar personajes en plastilina pues encuentra un modelo al cual se apega. Se sienta en la pequeña silla, toma el material, comienza a ¿jugar? sin hablar. Yo me pregunto qué tanto de ese despliegue escénico tiene de juego.

Me responde si le pregunto cómo está o cómo le ha ido. Él se habla para saber qué hará cuando concluye un personaje. Parece que yo lo perturbo en su juego estructurado. Dice que hará a los “Angry Birds Space”, luego un hombre de metal que se protege con un súper traje y luego ya no hay más... después de una pausa encuentra lo que quiere, hace varios animales y un cazador. Los guarda para sacarlos en la siguiente sesión. A modo similar al suyo, pregunto sobre ellos, qué hacen, por qué están ahí, pero dice no saber y se ríe. Intervengo: -“Ya sé, el cazador caza" y parece aceptar la idea. Pero el cazador tiene un problema, pierde constantemente la cabeza, se le cae. Le digo: -“El problema es la cabeza, es muy grande, con tantos pensamientos”.
Cada vez que digo algo así, él voltea a mirarme (me mira, más allá de verme como antes cada vez que le preguntaba) contrariado, quizá con molestia causada por la interrupción en su soliloquio pero al mismo tiempo liberándose de un goce que no puede interrumpir.

Quiero hacer uso de esta viñeta para hablar de las di-versiones en el análisis con niños. Pienso en ese momento reiterativo cuando alguien le pregunta a un niño qué hace con su psicóloga, terapeuta, etc. y éste responde que juega (si bien nos va). Ese alguien se imaginará o equiparará la palabra juego con diversión; de tal forma que el niño, al parecer, va a divertirse con la psicóloga porque "juegan juntos".

Retomemos el significado de la palabra "diversión", que si bien es cierto, como definición de la Real Academia Española no nos aporta mucho al tratarse de la acción y efecto de divertir, recreo, pasatiempo, acción de distraer (1). Me parece que encontramos una mayor riqueza de sentido en un sinónimo: esparcimiento, definición tomada del diccionario de Google (2) y que coincide con varias definiciones en la red: diversión o distracción, en especial para descansar o alejarse por un tiempo del trabajo o de las preocupaciones. Separación y extensión de algo que estaba junto o amontonado.
Siguiendo tal definición, cabe preguntarnos¿Qué/quién se separa de qué?, ¿de qué se trata en el análisis con un niño si de di-versión se trata y ésta tiene que ver con descansar o alejarse del trabajo, de separarse de algo que se mantenía amontonado?

Comencemos el recorrido con Lacan en su texto El estadio del espejo (3). En este escrito apunta que el infans queda prendado a la imagen que refleja el espejo, esa imagen completa que despliega un empuje que va de la insuficiencia del cuerpo a la anticipación del yo [je]; generando la asunción con la imago, esa imagen especular que es jubilosamente asumida transformando al sujeto, poniendo fin a este estadio.
¿Cómo tiene lugar la anticipación? debido a la apropiación de la imagen reflejada que precipita al yo [je], antes incluso del lenguaje. Sin embargo, esa imagen parte de alguien que necesariamente la pone ahí, alguien la ofrece: el Otro, que marca y enmarca la imagen que el infans adquiere, asumiéndola jubilosamente. A modo de un mandato, se aliena identificándose con ella para (en un segundo momento y mediado por los tiempos del sujeto como nos dice Alba Flesler) (4) después separarse de esa imagen que guarda la imposibilidad de cumplimiento del deseo de Otro. Flesler lo menciona de la siguiente manera:

“Dicho de un modo más exacto, el Otro propone y el sujeto responde. En un comienzo responde sí y se aliena a la propuesta” (5).

Entre el niño que espera la madre, el padre, la cultura, Otro y la respuesta que hallan, se crea la posibilidad de la existencia del sujeto. Entre el deseo de los padres y aquello que ha nacido cae, como resto, el sujeto.
Si lo pensamos a modo de un avance lineal, primero fue un deseo de los padres que da pie a la producción del soliloquio a dos voces de la madre del que nos habla Piera Aulagnier (6), se crea ese discurso preexistente al infans, especie de sombra hablada que cae sobre él, que lo envuelve y que representa la persistencia de la idealización que el yo proyecta sobre el objeto; la madre sobre el niño y aún, ese niño no alcanzará a asumir ese deseo.
En la clínica con niños observamos esos deseos que desde lo infantil de los padres son depositados en el cuerpo del infans constituyéndolo, y que éste por su condición, los asume. También asume las imposibilidades de los padres, los restos silenciosos que alcanzan a perturbar a la siguiente generación. Lacan, en Nota sobre el niño, apunta a rastrear el síntoma del niño en lo sintomático de la estructura familiar, de tal manera que el síntoma del niño representa una verdad, en ocasiones, de la pareja, de los padres:

“…el síntoma del niño se pone en posición de responder a lo que hay de sintomático en la estructura familiar […] El síntoma puede representar la verdad de la pareja en la familia. […] si ella no tiene mediación (normalmente asegurada por la función del padre), deja al niño abierto a todas las capturas fantasmáticas. Deviene el objeto de la madre, y ya no tiene otra función que la de revelar la verdad de ese objeto” (7).

Parafraseando a Flesler, existir fuera es condición de vida o muerte. La respuesta es eso que se separa del deseo del Otro, de su fantasma depositado en el niño, que es condición primera (el deseo) y como los andróginos, son uno sólo. Deberá venir el rayo de Zeus (el padre) que separe/corte esa esfera, que con su ley ejerza el corte castrador creando la posibilidad de existencia al sujeto.

El síntoma será parte esencial de dicha respuesta, y la respuesta es la separación o su intento al mostrarse un real con el cual el Otro no contaba, ese real del síntoma que transforma al niño en un inquietante del fantasma en el Otro, coartando su goce.
El juego del ajedrez y el armado de personajes de plastilina en soliloquio de mi paciente puede leerse a partir de la identificación con la imagen completa del espejo. Un niño actuando el anhelo del padre de ser fuerte, o bien, de no ser "ese que se lo traen de bajada”. En otras palabras, ese niño tan listo como para jugar al ajedrez a los ocho años sin trastabillar, aunado al anhelo de la madre de ser “buen estudiante y un buen niño”, traducido por él en no hacer ruido, no tirar nada y manteniendo el orden, la orden dictada. Esa alienación enajenante forma el impedimento para que se di-vierta. Que se aparte de lo preestablecido y se vierta, cual agua de un balde que lo contenía, para encontrar nuevas formas a tomar.

Esos actos (ajedrez y moldear plastilina ajustándose al modelo) no coinciden con aquellos que, como juegos permiten un deslizamiento donde la imagen especular (siguiendo a Flesler), se mueve; parece más bien un acto sin movimiento, donde aplica ese dicho "el que se mueva, pierde". ¡Justamente! Lo que se pierde es esa imagen del espejo completa, amada y deseada por los padres, lo cual es intolerable y produce un monto de angustia… si juega, pierde, muere. La imagen vuelve a quedar fragmentada. Hace falta un amarre simbólico que impida perderse cuando pierde en el juego.
Porque para que juegue el niño a ser el cazador, a que un objeto sea otro, hace falta un entramado simbólico que lo sustente; para que el juego divierta debe ser imaginativo. Freud nos dice en El Creador literario y el fantaseo (8) que lo opuesto al juego no es la seriedad, sino la realidad efectiva en tanto que en el juego queda separado tajantemente uno de la otra. El niño juega, apuntala sus imaginaciones en objetos palpables, el adulto las traslada a sus fantasías.

Regresando a la viñeta, parece existir una dificultad mostrada en estas primeras sesiones para que los objetos en la realidad adquieran un estatus distinto, imaginativo. Él trata de hacer sus esculturas de la misma forma en la que las ve, mismos colores, mismas formas, etc. capturándolos inmóviles. Sin embargo, también habrá que pensar que esta recreación insistente evoca justamente aquello que trata de evitar sintomáticamente, esto es, la falta de movilidad de éstos y con ello la carencia en su perfección, la falta de fortaleza en la escultura del cazador que pierde constantemente la cabeza. Esa imagen ideal que se le demanda impide que esas esculturas pasen a ser tratados como muñecos que puedan moverse, pelear, ganar, perder…que puedan representar una escena distinta de la ya dada.
Más adelante en el mismo texto, Freud nos dice:

"Es lícito decir que el dichoso nunca fantasea; solo lo hace el insatisfecho. Deseos insatisfechos son las fuerzas pulsionales de la fantasía, y cada fantasía singular es un cumplimiento de deseo, una rectificación de la insatisfactoria realidad" (9).

El cumplimiento de la demanda obtura imaginariamente la insatisfacción (del Otro), porque si este cumplimiento falla seguro hay insatisfacción la cual basta para hacer juego, movimiento. A falta de fantasía puesta en el juego podremos pensar, siguiendo a Freud en este texto, que la realidad es pues satisfactoria lo que conlleva la inmovilidad, no hay deseo, no hay más búsqueda; entramos en el terreno de lo que hay más allá del placer. Sin embargo, el fallo en la copia de los dibujos y más aún, la falta de fuerza del cazador para soportar la cabeza provocando su caída constante revela una forma de hacer, de tratar de hacer otra cosa con esa orden dictada.

En el consultorio, el lugar del analista propiciará la creación de una escena lúdica, más allá del deseo con el cual fue trazado el niño antes de su nacimiento e incluso durante su vida; más bien, que dicho deseo se recree, esto es, partir de lo ya dado, de esa imagen fija, inmóvil del espejo, para hacer metáfora de ella, partiendo de ésta para ser otra, para hacer una versión distinta. Se trata de di-versión y de re-creación, de movimiento; de versiones distintas de un yo capturado en un reflejo inmóvil. Se trata de ser otro en la escena lúdica, pasando de la escena del Otro a la escena lúdica.

Recordemos que el juego en el niño no es cosa natural, es un proceso que requiere de la legitimación del otro para pasar de un goce a otro puesto que el juego implica un movimiento de la imagen especular. En el juego, el niño juega a ser (el cazador, el villano, el padre, el hijo, el súper héroe, etc.). Re-crea una imagen en una escena que posibilita la separación del deseo de los padres, posibilitando la existencia del sujeto.

La inmovilidad en el "juego" cambió cuando comenzó una serie de animales y un cazador en plastilina; dije -“ese es el cazador que los cazará", -“No sé”, me decía. -“Ya sé (continuó) haré un elefante, un cocodrilo, un gallompiro” (10), etc.. Si bien esta imagen del gallompiro es tomada de un modelo, es significativa en tanto pone de manifiesto una transformación. Una vez terminado el conjunto de animales comenzó a recrear, a modo de película sin sonido, una escena cautelosa donde el cazador, torpemente, cazaba a los animales. -“¡No! ¡Me ha dado!”, decía yo, “¡pum!, ¡paz!, ¡tras!..” Presté mi voz a la escena muda y cada vez él me miraba, sonreía tímidamente y seguía, despacio y sigilosamente.
Con la intromisión del lenguaje en la escena, los objetos tomaron una nota distinta al régimen en el que estaban encajonados.
De repente se mueve, se dirige al lugar de los juguetes, deja al cazador en la cama y dirige su mirada a la caja que antes vio, pero pasó de largo. Se abre una posibilidad de recreación inexistente hasta ahora. Él ha jugado a no ser él, por un instante ha desplazado la imagen con la que se identifica para jugar a ser otro.

Notas

(1) Consultado en la red el 8-01-2022: https://dle.rae.es/diversión

(2) Consultado en la red el 8-01-2022: https://www.google.com/search client=safari&rls=en&q=diversi%C3%B3n&ie=UTF-8&oe=UTF-8

(3) Lacan, Jacques, “El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica” en Escritos 1, México, Siglo XXI, 2009, p. 99-105.

/4) Flesler, Alba, “Los tiempos del sujeto. Tiempos de lo Real, de lo Simbólico y de lo Imaginario”, en El niño en análisis y el lugar de los padres, Buenos Aires, Paidós, 2011, p. 71-80.

(5) Ibid., p. 72.

(6) Aulagnier, Piera, La violencia de la interpretación. Del pictograma al enunciado, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 2010, p. 118-121.

(7) Lacan, Jacques, Nota sobre el niño en Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 393.394.

(8) Freud, Sigmund, El creador literario y el fantaseo (1908 [1907]) en Obras completas Tomo XI, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1986, p..

(9) Idem., p. 129-130

(10) Gallompiro es el título de un cuento infantil escrito por Elman Trevizo, que narra la historia de un gallo que se convierte en vampiro así como las peripecias familiares alrededor de ese acontecimiento.

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