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Número 15 - Noviembre 2022
La interpretación del juego:
¿A qué jugamos en el análisis de niños?

Laura Ramos - Mercedes Díaz

Consideramos al juego como una de las actividades fundamentales en la vida del niño. El juego puede tener carácter elaborativo, puede ser una forma de expresión, un medio de comunicación, una actividad exploratoria. Como dice Winnicott (1971), el juego es hacer, es una experiencia siempre creadora, podemos encontrar infinitas sutilezas en él si las buscamos. “...lo universal es el juego, corresponde a la salud: facilita el crecimiento y por lo tanto esta última conduce a relaciones de grupo; puede ser una forma de comunicación en psicoterapia, y por último, el psicoanálisis se ha convertido en una forma muy especializada de juego al servicio de la comunicación con sigo mismo y con los demás.”  (Winnicott, 1971, p.65)

Los descubrimientos de Freud en relación a las neurosis despertaron especial interés por la infancia y por la sexualidad infantil. Comienzan así los primeros desarrollos del análisis de niños y se topan con una dificultad técnica importante: los niños no realizan asociaciones libres como los adultos. “Se demostró que el niño es un objeto muy favorable para la terapia analítica; los éxitos son radicales y duraderos. Desde luego, es preciso modificar en gran medida la técnica de tratamiento elaborada para adultos. Psicológicamente, el niño es un objeto diverso del adulto, todavía no posee un superyó, no tolera mucho los métodos de asociación libre, y la transferencia desempeña otro papel, puesto que los progenitores reales siguen presentes” (Freud, 1932/1933, p. 137)
 
Klein (1926) resuelve esta dificultad al realizar un salto, un viraje en la técnica: propone al juego como un equivalente de la asociación libre. Sostiene los mismos principios psicoanalíticos que Freud planteaba para el psicoanálisis de adultos y solo realiza una modificación al crear la técnica de juego. Esta propuesta de Klein es retomada por varios autores que han seguido teorizando acerca del juego, han hecho modificaciones y agregados pero esta idea sigue vigente: los niños a través del juego expresan deseos, fantasías y experiencias. El juego por su carácter simbólico permite expresar aquellos contenidos inconscientes que han sido excluidos de la conciencia. Este es el concepto central que permite la interpretación del juego. Como nos dice Bleichmar: “El intento de Melanie Klein de constituir al juego como equivalente de la libre asociación es el acto fundacional más fuerte por generar un campo que otorgue al análisis de niños un estatuto que permita la aplicación del método” (Bleichmar, 1999, p. 2)

            ¿Pero cómo interpretamos el juego? En este punto, creemos que los lineamientos de Klein siguen vigentes, el juego se descifra como los sueños. Para lo cual, debemos seguir el método que Freud nos enseñó para interpretarlos. Tanto en el juego como en el sueño el simbolismo es solo una parte, además debemos tener en cuenta los medios de representación y los mecanismos empleados: la condensación y el desplazamiento.
Para interpretar el juego en sesión, para poder descubrir las fantasias y transferencias que se despliegan, es importante observar los detalles del juego, considerar la escena que se construye, los juguetes que se eligen, los medios que se utilizan para su realización, el momento en el cual se desarrolla, los roles que se despliegan, los cambios e interrupciones. “...toda esta miscelánea de factores, que tan a menudo parece confusa y sin sentido, es vista como coherente y plena de significado, y se nos revelan las fuentes y pensamientos subyacentes, si los interpretamos exactamente como los sueños.” (Klein, 1926 p. 143)
El juego puede ser interpretado no solamente por ser una expresión simbólica sino también porque se produce en el encuentro con un otro que puede decodificar, descifrar y leer aquello inconsciente que se expresa desfigurado en él.
Día a día confirmamos en el consultorio, que el juego es un equivalente a la asociación libre, lo que no significa que sea un equivalente a la palabra.

Pero también encontramos que no todo lo que realiza el niño en sesión es interpretable. Muchas veces los juegos tienen carácter exploratorio, donde el niño investiga y pone a jugar su curiosidad. Interpretarlos implicaría obturar ese desarrollo creativo  necesario para su constitución psíquica. Winnicott (1958) nos habla de la paradoja de estar solo en presencia de alguien, confiablemente presente. Este juego de exploración se da con otro pero sin que interfiera. Lo mismo lo encontramos en el juego elaborativo, donde el niño a través del desarrollo de un juego es capaz de elaborar situaciones y experiencias que lo han impactado.
En este tipo de juegos, tenemos que estar atentos para interpretar aquellos puntos de angustia que interrumpen el juego, y de esta manera propiciar las condiciones para que el juego continúe. 
Recordamos a una niña que jugaba, en los inicios de la pandemia, a fabricar barbijos a las muñecas. En determinado momento, el papel con el que realizaba los barbijos se rompe, una muñeca queda desprotegida, la niña se angustia diciendo que puede morirse al enfermarse. Mientras confeccionaba barbijos, nuestro rol era de observación, al angustiarse recién allí se da una intervención acerca de su angustia de muerte, lo cual posibilitó que transmara el juego en un hospital donde se descubrió la vacuna para el covid.

¿Qué sucede en aquellos juegos estereotipados, repetitivos, de pura descarga? ¿Podemos llamarlos juegos? ¿Hay en ellos expresión simbólica? ¿Pueden ser interpretados? Si entendemos la interpretación como hacer consciente lo inconsciente, el levantamiento de la represión, trabajar a través de las resistencias; en estos juegos nos encontramos con ciertas dificultades para realizar este tipo de intervención. No encontramos expresiones simbólicas que puedan ser descifradas. Son actos, acciones, descargas, por lo tanto el modo de intervenir será a partir de construir, ligar, simbolizar aquello que aparece como mera descarga pulsional.
“Transformar en terreno de juego el peor de los desiertos” (Pontalis, 1971) es una manera de construir, con aquello no simbólico imposible de ser interpretado, un juego. Nuestra tarea será transformar esa descarga en un juego, lo cual no es una tarea sencilla. Ante estas situaciones generalmente no entendemos qué es lo que sucede, qué es lo que se despliega en esos actos. Nos genera angustia el no comprender, no saber qué hacer, cómo intervenir. Pero al ir compartiendo la experiencia, percibimos que no se trata de un juego simbólico, sino de pura descarga; lo que nos convoca a transformar, generar las condiciones para que algo de la descarga pueda ser incluida en un juego. Nuestra actitud tendrá que ser más activa, usar nuestra creatividad, nuestro deseo, nuestra pulsión de vida, aportando nosotros aquello que pueda ligar. Para poder realizar estas intervenciones, apelamos a nuestra teorización flotante (Piera Aulagnier, 1998), a la historia compartida con el paciente y aquellos datos que obtuvimos en las entrevistas con los padres.
Un niño llega a sesión y se dirige directamente a la caja de juegos, la vuelca abruptamente en el piso y va tomando azarosamente aquellos juguetes próximos para arrojarlos, repitiendo dicha acción una y otra vez. No puede decir nada acerca de esta acción, solo arroja juguetes. En las siguientes sesiones se repite siempre la misma acción. Luego de intentar convocarlo para que nos cuente de que se trata lo que realiza, sin lograr respuesta alguna, la analista toma la caja y a medida que el niño arroja los juguetes intenta atajarlos. El niño se sorprende, arroja ya con cierta intencionalidad un juguete observando por primera vez a la analista. Esta acción de mera descarga, comienza a transformarse en un incipiente juego de basket compartido. Luego de algunos encuentros, el niño toma la caja e invita a su analista a arrojar los juguetes para poder atraparlos.

En el consultorio, en algunas oportunidades, solemos observar cierta heterogeneidad del juego. Es decir, no siempre es puramente de descarga o simbólico. Como el caso recién relatado, un juego de descarga puede comenzar a cobrar carácter simbólico, pero también los juegos simbólicos, a veces, pueden interrumpirse y devenir en mera descarga.
Puede suceder que un niño presente un juego simbólico, con el cual venimos trabajando, y en determinado momento el juego se interrumpa y aparezcan acciones de mera descarga. Esta situación puede darse debido a diversos factores.
Siguiendo las ideas de Winnicott (1971) todo juego es intrínsecamente excitante y precario. Como el juego necesariamente compromete al cuerpo y su excitación correspondiente, hay cierto despertar del ello que amenaza la sublimación. El juego puede desarrollarse si este “despertar de los instintos” no es excesivo, caso contrario queda interrumpido y lleva a la culminación frustrada.
Puede ser que el juego se interrumpa por cuestiones de sobreexcitación pulsional inherentes al juego.
En otras oportunidades, en aquellos niños que han padecido situaciones traumáticas, observamos que en su juego insisten de manera compulsiva, repetitiva, aquellos elementos que no pudieron ser ligados.
Al niño que le dieron una vacuna, sin estar preparado para recibirla, podrá jugar a vacunar a todos los muñecos que encuentre. El juego en su carácter elaborativo, favorecerá ligar esta vivencia que ha cobrado carácter traumático.
Pero en algunos casos, por la intensidad de la experiencia traumática, el juego solo no alcanza para lograr ligarla. Allí será necesario que el analista ofrezca palabras, acciones o actos que generen las condiciones para que pueda comenzar a ligar y simbolizar aquello padecido. Siguiendo a Silvia Bleichmar: “En el juego de estos niños que han sido sometidos a traumatismos reiterados, vemos emerger fragmentos de los real vivido sin metabolización ni transcripción ante los cuales es necesario más que interpretarlos restituirlos en su carácter simbólico a través del establecimiento de formaciones de transición.”  (Bleichmar, 1999, p. 3)

El juego en sí mismo es el indicador diagnóstico por excelencia en la clínica de niños.
Según el tipo de juego, a predominio simbólico o de pura descarga, podremos tener indicios del funcionamiento del psiquismo del niño. Observando detalladamente el juego en sesión, podremos construir hipótesis acerca de su constitución psíquica. ¿Las diferentes instancias psíquicas han sido instauradas con cierta discriminación entre ellas? ¿Se detectan efectos de la represión? ¿El funcionamiento es a predominio de proceso primario o secundario? ¿El juego responde al retorno de lo reprimido o de la descarga pulsional? ¿Se escenifica el complejo de Edipo, cuáles son sus características? La transferencia será la brújula que nos guíe en la construcción de las hipótesis diagnósticas.
De esta manera, podremos dar cuenta de los procesos de constitución psíquica, sus fallas y sus detenciones. Y a partir de allí, plantearemos las herramientas técnicas adecuadas. Si el juego es a predominio simbólico la estrategia por elección será la interpretación que apunte a descifrar lo inconsciente. Si el juego es a predominio de descarga tendremos que construir un entramado simbólico que pueda contener esa descarga.
Estamos convencidas, que la técnica analítica se sustenta en una teoría y en una concepción de la constitución psíquica. Según el marco teórico de referencia, será la manera en que entenderemos dichos procesos, sus fallas o detenciones, y por lo tanto la manera de abordar el proceso analítico.
Es importante reflexionar sobre nuestro quehacer, pensar a qué jugamos en el análisis de niños, porqué hacemos lo que hacemos, desde donde entendemos nuestras intervenciones, e ir de la clínica a la teoría y de la teoría a la clínica. Los autores que han realizado aportes importantes a la clínica, han podido cuestionar la teoría partiendo de la clínica, y modificar la técnica adecuándola a las necesidades de los pacientes. Nos han enseñado a sostener un pensamiento crítico, y nuestra tarea será continuar desarrollando nuevas ideas.

Bibliografía

Freud, S. (1933). Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. 34 conferencia. Esclarecimientos, aplicaciones, orientaciones. En Obras completas, 22. Amorrortu
Klein, M. (1926). Principios psicológicos del análisis infantil. En Obras completas, 1, Paidos
Winnicott, D. W. (1979). Realidad y juego. Gedisa.
Winnicott, D. (1958). La capacidad para estar solo. En Los procesos de maduración y el ambiente facilitador. Paidos
Pontalis (1971) Prefacio En Winnicott, D. (1971) Realidad y Juego. Gedisa
Bleichmar, S. (1999). El carácter lúdico del análisis. En Revista Actualidad Psicológica, 24(263), 2-5.
Aulagnier, P. (1998).  Los destinos del placer. Alienación, amor, pasión. Paidós

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