Lo que aquí desarrollo nace de mi formación como actriz dentro de la Técnica del Teatro de la Fuerza Ausente creada por Pompeyo Audivert en Teatro Estudio El Cuervo, donde actualmente ejerzo la docencia.
La idea de una palabra que nazca del cuerpo tiene que ver con la apertura de un portal, un canal que desemboca en un signo inesperado. En la improvisación, la palabra en escena no es pensada, aparece fruto de un recorrido físico que apunta a encontrar al propio cuerpo y al espacio formando un paisaje en el que me muevo y por el que soy movido. Nos reconozco a mis compañeros y a mí siendo parte de algo más grande.Pensar en un espacio que produce modificaciones en la carne nos vincula al planeta, a la fuerza de la Naturaleza proyectándose y atravesando nuestra materia. Una voluntad que orienta nuestra forma de operar, tallamos el aire y nos cruzan intensidades como flechas que vienen desde las estrellas, la tierra, tal vez del mar, o las montañas. En teatro, pienso que la escena nace de sentirse parte de esta belleza y la palabra la traduce.
Carne, huesos, vísceras se entregan al detalle y ritmo que el paisaje imaginado propone, y el sonido que produzco ahí dentro, (organizado en vocabulario poético, al que me acerco para evitar un lenguaje cotidiano que obture las imágenes por aparecer) alimentan la posición y la operación física para poder irrumpir en el orden del mundo.El cuerpo produce violentaciones del tiempo y el espacio; rompiendo momentáneamente las lógicas conocidas, aquellas esclavizantes propias del Sistema en el que estamos inmersos. Escalo el espacio-tiempo nuevo imaginando cómo las texturas del camino, junto a los vínculos que actores y actrices proponen dentro de él; van tensionando, abriendo, cortando, espesando la escena, ocupando nuestros sentidos, haciéndonos hablar a medida que tocamos desniveles; pozos y relieves, cascadas, ríos, como sueños y catástrofes; abriendo campo emocional, donde se desata la palabra inesperada.
Así se va habilitando la fuerza que estuvo en nosotros desde siempre. Los niños tienen una práctica diaria de este arme y desarme de mundos posibles. Los trabajos, las costumbres, nos obligan a desasirnos de la posibilidad de vivir en un cuerpo poblado, múltiple, abierto y flexible intentando convertirnos en un organismo que se mueve en una sola dirección, y en bloque, liso e impermeable.
El “portal” antes nombrado es una construcción a través de la cual pasamos a una zona de potencia a la que deseamos ir y al mismo tiempo tememos… ¿Quién querría saber tanto? El individuo abriéndose a la fuerza propia antes desconocida y temida, ahora despierta dejando entrar las mil vidas humanas que pueden concentrarse en una sola; utopías, memorias suyas y de otros… Cuando nos disponemos a la imaginación, el teatro nos hace alumbrar zonas misteriosas que dejan huella esbozando lo que podríamos ser. Ahí dentro ya no estamos sujetos al relato del mundo, sino que afirmamos que hay otros relatos que circulan, que producen tajos en él, a través de los cuales podemos hacer contacto con nuestra singularidad y sus posibilidades.
Los discursos “del mundo” (aquellos que sostienen el relato del consumo, de intereses mercantiles) manejan términos que intentan combatir la correntada interna, huracanes, lagunas y desiertos que somos. La palabra poética es la más cercana a estos asuntos y la que puede multiplicarlos, haciendo que aparezcan otras imágenes que sentir.Estas afirmaciones tienen que ver con entender al teatro como una zona de liberación; de incremento del volumen de nuestros cuerpos, donde la palabra brota con mayor lucidez y precisión, pues nace de un cuerpo transformado, distinto, enardecido, entendido por uno mismo como un centro que se rebela. Es un lugar donde descubrimos temas y territorios que son nombrados con otro lenguaje; uno sensible y salvaje, que entiende que para ser debe oponerse a los códigos del Poder.
Volver al cuerpo y a la belleza de la construcción con los otros es fundamental para poder dar con quienes somos, nuestras verdades y nuestra sensibilidad. Fundar vínculos, ensayarlos, inventar una zona a salvo donde experimentar la expresión plena, que es fuente de felicidad. Pruebas para revelar nuestra fuerza y emanciparnos finalmente que aquello que a diario quiere anestesiarnos.