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Número 16 - Noviembre 2024
Sobre el cuerpo en el discurso psicoanalítico
Fabiana Barroso

 

¿Por qué la corporeidad humana se manifiesta como una batalla campal entre nuestros cuerpos y nuestra biología, de modo tal que sería un error considerarlos sinónimos? […] ¿Por qué nuestra particularidad corpórea se manifiesta en anhelos tan particulares? ¿Por qué incluso en sus búsquedas básicas de alimentos y sexo los cuerpos humanos son dados a la compulsión, la inhibición, el sadismo, la idealización?
Joan Copjec

Las discusiones sobre la noción de cuerpo y sus vínculos con el alma vuelven en la actualidad en términos de la relación entre lo físico y lo psíquico, de la mano del explosivo desarrollo de la ciencia en el pasado siglo y lo que llevamos transitado de este.
Hasta hoy, tanto la ciencia moderna como las psicologías herederas interpretan al cuerpo según el paradigma (1) moderno de su extensión. (2) Guiadas por el modelo cartesiano del sujeto conformado por la res cogitans (pensante) y la res extensa (material, objeto del mundo), el cuerpo aparece como del orden de la naturaleza. Sobre este se puede intervenir, incluso operar matemáticamente (medir, calcular, etc.), pues al ser sustancia extensa (materia), tiene las propiedades de esta.
La profunda ruptura dada entre los siglos XVI y XVII pone a René Descartes a la cabeza del pensamiento científico moderno e impregnado del desarrollo de las ciencias físicas y mecánicas, describe al cuerpo como una máquina. El alma, libre e inmortal, difiere y se separa de la máquina (3). Esta división del hombre en dos partes no deja de ejercer un enorme peso en el pensamiento psiquiátrico de los siglos siguientes.
Desde sus orígenes, pero especialmente en el siglo XIX, la psiquiatría se interesa por un cuerpo circunscrito a lo biológico, de órganos, células, un cuerpo que se presta, muerto o vivo, al discurso moderno.
La aparición en escena del psicoanálisis subvierte el paradigma de la ciencia moderna, situando al saber y la verdad del lado del sujeto, que no es el de la conciencia, y reformulando al saber de un modo radical, no como conocimiento.
El psicoanálisis no puede ser una ciencia en términos de acumulación de saber, porque no puede dejar afuera del campo del saber la verdad que retorna en el síntoma y en el escenario de los cuerpos. Freud da otra noción de cuerpo y con el novedoso concepto de pulsión desgarra el dualismo cartesiano e intrinca lo que el cogito desvincula: cuerpo erógeno (que no es el organismo) y pensamiento inconsciente.

 

Un breve tramo de la historia.
Los cuerpos poseídos

¿En qué se convertieron los caprichos de un útero vagabundo y las demonopatías de antaño?

En 1233, Gregorio IX funda la Santa Inquisición, un terrible aparato de investigación y represión ante el cual comparecían herejes y brujos, poseídos y hechiceros acusados de magia negra y de inteligencia de los ángeles caídos. La Inquisición pasa a la historia por operar sin piedad (con hogueras y calabozos, torturas y exorcismos) su “acción terapéutica” sobre los cuerpos “poseídos” (enfermos) por el diablo. El desorden mental, las divagaciones, eran explicadas por obsesiones demoníacas y la sabiduría de las mujeres, sospecha de brujería.
Hacia 1500, en los albores de la modernidad, en el cruce del paradigma medieval con el discurso científico moderno, la Inquisición empieza a reconocer que “brujos” y “brujas”, hasta entonces “cuerpos seducidos por íncubos y súcubos”, podían ser enajenados, enfermos mentales (4) y tener un mejor destino que la hoguera: ser conducidos a asilosuhospitales (aunque la caza de brujas siguió hasta fines de 1800).
Llegamos a la era de la “razón”, que se percibe “clara y distintamente”, pero ¿qué lugar tienen los cuerpos insensatos e irracionales en este nuevo paradigma?
En 1656, Luis XIV redacta el edicto que funda una nueva categoría institucional: el hospital general, y automáticamente, un ejército de pobres, vagabundos, mezclados con los locos, se deja encerrar por los oficiales encargados. Ante el hambre, el desamparo o el fuego de la hoguera, la idea de tener alojamiento en unalbergue gratuito (hospedaje-hostal-hospital) es, por lo menos, esperanzadora.

Abren sus puertas tres instituciones: el Hospital de Bicétre (para hombres), La Pitié (para niños) y la Salpêtrière. ¿Quiénes son recluidas en la Salpêtrière? Niñas y mujeres rechazadas en el seno social por lo que se empezaba a nominar en términos deenfermedad, reunidas primero por ser mendigas, prostitutas, alquimistas, seniles, bohemias, más tarde separadas de las místicas, erotómanas, de las que presentaban convulsiones, etc.

La psiquiatría adopta el espíritu científico de la modernidad y al empuje por la clasificación se anexa la investigación de las causas orgánicas de la enfermedad mental. Por la influencia cartesiana, que hace del cuerpo y el espíritu dos entidades diferentes, lo orgánico de las enfermedades del sistema nervioso se vuelve el sustrato del desarreglo mental. Los sucesores de Pinel y Esquirol se dedican a la investigación por la vía de las lesiones orgánicas y las preguntas buscan sus respuestas en el mapa de la corteza, las redes neurales (5), perspectiva que en principio despoja a la enfermedad mental del componente psíquico. El enfermo pasa a un segundo plano, tras la enfermedad y su clasificación, pero la histeria cobra especial protagonismo.
Durante 12 años, el neurólogo referente de la época, Charcot, realiza mostraciones a sus alumnos. Las histéricas entran en escena en trance, se ofrecen voluntariamente, se hacen ver por el público de académicos que está ávido de ahondar en esta novedad científica (ya no causada por demonios). Los psiquiatras entienden el cuadro clínico en términos de disociación y sugestión.   
¿Pensamientos en el cuerpo?

En los inicios de esta gran revolución del pensamiento las observaciones del incipiente medico neuropatologo Sigmund Freud   trastornan sin vuelta atrás, la comprensión de los hechos humanos. Desde sus comienzos como neurólogo, Freud participa de las investigaciones sobre las causas materiales de las parálisis histéricas que condujese Charcot, para quien dicha causa se corresponde con un daño cerebral (orgánico), aunque dinámico, no registrable en las autopsias. Sin embargo, Freud observa significativas diferencias semiológicas y concluye que la parálisis histérica no está “[…] sometida a la regla, constante en las parálisis cerebrales orgánicas […]” (6). Es decir, el recorrido afectado no se corresponde con el mapa neurológico real, observándose, por ejemplo, la afectación absoluta y exclusivade un brazo, sin que haya compromiso de la pierna y de la cara: “Si el brazo está paralizado a consecuencia de una lesión cortical orgánica, casi siempre se presenta también una facción concomitante menor del facial y de la pierna, y si esta complicación no aparece en un momento dado, existió no obstante al comienzo de la afección” (7).

Contradiciendo a quien admira y reconoce como su maestro, es guiado por su propia observación, concluyendo con su ya conocida tesis: “Yo afirmo, por el contario, que la lesión de las parálisis histéricas debe ser por completo independiente de la anatomía del sistema nervioso, puesto que la histeria se comporta en sus parálisis y otras manifestaciones como si la anatomía no existiera, o como si no tuviera noticia alguna de ella”. Y agrega: “La histeria es ignorante de la distribución de los nervios […]. Toma los órganos en el sentido vulgar, popular, del nombre que llevan: la pierna es la pierna, hasta la inserción de la cadera; el brazo es la extremidad superior tal como se dibuja bajo los vestidos. No hay razón para reunir parálisis del brazo y parálisis de la cara” (8). En definitiva, para Freud se trata de una alteración sostenida en la idea de brazo, lo que equivale a decir que es un hecho del lenguaje. “[…] la abolición de la accesibilidad asociativa de la concepción del brazo. Este se comporta como si no existiera para el juego de las asociaciones. […] he de mostrar que puede ser inasequible sin estar destruida y sin que esté dañado su sustrato material (el tejido nervioso de la pertinente región cortical)” (9).

Debido a que la histérica no cuenta con los medios psíquicos para resolver de otro modo el conflicto, abole la accesibilidad asociativa, como muestra el célebre caso de astasia abasia de Isabel de R., que, como descubre Freud, responde al uso equivocado del lenguaje. Sumando una nueva herida narcisista (10), la histérica, reducida hasta entonces a un mero objeto de observación, viene a decir al discurso científico que hay una erótica del cuerpo que no está regida por lo que de natural hay en él.
Las perturbaciones corporales expresadas en las crisis convulsivas, las cegueras histéricas, los estados de trance, las perturbaciones de la memoria, entre otras, hicieron correr ríos de tinta, sobre todo las parálisis curiosas, las que atacan zonas sin correlación neurológica, pero tienen un alto valor simbólico.

El cuerpo como correlato del sujeto

Desde los inicios de su práctica, Freud se aboca a estudiar y teorizar escuchando el dolor, un cuerpo recortado por la representación, es decir, lo que en él hay de psíquico; los pensamientos, el saber inconsciente que habita en los gritos y contorsiones del cuerpo de las primeras histéricas, un cuerpo como subrogado del saber inconsciente (11).Ese maridaje entre cuerpo y psiquismo dado por el fenómeno conversivo, que vuelve el goce en sufrimiento corporal, ilumina el camino a una nueva noción de síntoma, sujeto y cuerpo, distinguido para siempre de los objetos del mundo.

El síntoma, que no es el síntoma de la medicina ya que no tiene una raíz material orgánica, expresa un sufrimiento cuya causa no se encuentra entre las representaciones de la conciencia, sino que hay que leerla en las palabras del doliente (12), hacer un desciframiento. Asentado en el deseo del analista, Freud comprende que el saber producido en el discursohistérico no es el saber nombrado por la entidad gnoseológica existente antes de su descubrimiento; tampoco quiere decir que sea irracional, sino un saber regido por otras leyes, por las formaciones del inconsciente: síntomas, sueños, lapsus, chiste, gobernados por las figuras retóricas de la condensación y el desplazamiento, mecanismos que responden a otra lógica. Ese que el saber racional desconoce, que subvierte el saber claro y distinto derivado de la lógica cartesiana.

La joven paciente Isabel de R. camina inclinada hacia adelante, tiene intensos dolores en las piernas. Para la medicina, este en un signo de un cuadro clínico: la astasia abasia, que refiere a la incapacidad de mantenerse en posición vertical sin ayuda y a la falta de coordinación motora para caminar, no explicable por trastornos motores o sensitivos. Toda persona que padece este síntoma recibe el mismo tratamiento, que apunta a la corrección del caminar.
Un psicoanalista, en cambio, pone a hablar ese padecimiento, busca causar unanarrativa de ese “caminar mal”, y aporta la escucha para que se produzca, en ese encuentro social mínimo que es una sesión, una lectura, un desciframiento de los significantes contenidos en ese dolor que chilla. Cualquier experiencia traumática lo es menos sies narrada y articulada a una escucha.

La joven mujer lleva 2 años padeciendo dolores imprecisos en las piernas, que en el historial aparecen como “fatiga dolorosa” y dificultades para caminar, así que Freud la lleva a desarrollar la historia de ese dolor.
Ella le habla sobre las desdichas familiares sufridas. Amorosamente, había cuidado a su padre hasta la muerte, ya que una dolencia cardíaca lo había dejado postrado un año y medio. Entre sus recuerdos aparece el entusiasmo que sintiera al reencontrarse en una fiesta con un conocido de su infancia y la culpa que la embargó a la vuelta, al ver que su padre había empeorado. Se prometió no volver a dejarlo solo. Tras la muerte del progenitor, las mujeres de la familia quedaron devastadas en todo sentido.
Primero se casa la hermana mayor, con un señor de buena posición. Pero resulta ser que este cuñado no es lo suficientemente atento con la familia, especialmente con la madre, que por su enfermedad ocular requiere los cuidados de Isabel. Después contrae enlace la hermana del medio, con un hombre menos prometedor económicamente, pero más amoroso. Isabel ve con mejores ojos esta unión y se encariña especialmente con el hijo de la pareja, que de alguna manera la reconcilia con la idea del matrimonio.
Dice que sus dolores aparecen con intensidad durante un veraneo familiar, al tiempo de la muerte del padre, y se agudizan con el deceso de su hermana durante su segundo parto.
En el historial, el síntoma está pensado como sustitución. ¿Cuál es la singular idea inconciliable (sustituida) que le produce dolor en las piernas? La dolencia se hace evidente cada vez que la paciente evoca estar completamente sometida al dolor y a la demanda de su padre enfermo. En los márgenes aparecen la atracción por su amigo de infancia, que ella se reprocha “tomar en consideración”, y el deseo por su cuñado, disponible tras la muerte de su hermana; el buen deseo masculino.
En sus comienzos, Freud dice que se trata de la resolución de un conflicto ligado al uso sexual incestuoso de la zona afectada, que no puede resolverse de otro modo. El cuerpo está perturbado por un monto de afecto al que Breuer comienza a llamar “trauma psíquico”.
Las sustituciones efectuadas por el síntoma son significaciones que de manera singular se vinculan con la historia del padecimiento, es decir, elementos simbólicos (puentes lingüísticos), juegosde palabras: aufstehen (levantarse), stehen (estar de pie), alleinstehen (estar parada sola, soledad). “[…] una suerte de recurso del aparato psíquico para elaborar el trauma de modo tal que el sufrimiento de un sujeto no lesione el organismo realmente”. 

El cuerpo depende de que haya alma, dice Lacan en el Seminario XX: Aun, y el alma es el modo de llevar el cuerpo, el que goza de acuerdo con la manera en que se escribió la lógica del fantasma en cada sujeto, un modo de entender la formulación lacaniana de que el cuerpo es el correlato del inconsciente. Dicho de otro modo: el cuerpo, cuyos síntomas portan una letra a descifrar, es el correlato del sujeto neurótico, pues gracias al mantenimiento del deseo, el sujeto sigue siendo un sujeto dividido, que sufre, pero no sabe por qué ni dónde situar el saber al respecto, que queda en espera del deseo del analista.

¿Cuerpos sin sujeto?

¿Por qué nos encontramos constantemente comiendo de más o matándonos de hambre, cortando cuerpos en pedacitos o postrándonos a los pies de otro?

Joan Copjec

Tal como quedó dicho hasta aquí, el cuerpo es el correlato del sujeto neurótico. Pero existen otras presentaciones, que no son de actualidad, sino que se encuadran en eso que Freud llamó “clínica actual” (psicosis, ciertas formas en las neurosis, como la anorexia mental verdadera, entre otras formas de presentación), que exhiben otras modalidades de llevar el cuerpo, por lo cual habría que ver qué relación con el inconsciente hay en esas otras formas. Así lo testimonia la joven Valérie Valère en su libro El pabellón de los niños locos.
Silenciosa, tímida y brillante alumna, a los 13 Valérie fue internada en un hospital psiquiátrico debido a un agravado cuadro de anorexia mental. Su historia hubiese pasado desapercibida entre las estadísticas si no la hubiese narrado. El libro, escrito a los 15, no solo aporta una visión del mundo hospitalario o una crítica a los tratamientos destinados a tratar las enfermedades mentales en adolescentes, sino que expresa lúcidamente las razones que culminaron en la internación y luego desembocaron en su suicidio. 
La niña creció en un entorno afectivo por lo menos desfavorable. Al hablar de sus padre, habla de desalojo e invisibilidad, fenómeno similar al que Freud describió en Duelo y melancolía como “delirio de insignificancia”, destacando entre las causas el quiebre de la “palabra de fe” por parte de quien fuera objeto de amor: “[…] por obra de una afrenta real o un desengaño de parte de la persona amada sobrevino un sacudimiento de ese vínculo de objeto” (13) Así, la investidura de objeto resultó poco resistente, la libido no se desplazó a otro objeto sino que se retiró sobre el yo y “[…] ahí no encontró un uso cualquiera, sino que sirvió para establecer una identificación del yo con el objeto resignado” (14).
Su cuerpo ingresó a la pubertad como escenario de lo inefable, lo indecible, aquello que su escritura no logró enlazar. Clásica paradoja en la anorexia mental severa: el único recurso en juego es restar masa muscular para visibilizarse o hacer-ver lo real del sujeto, al precio de una muerte lenta.

Durante la internación, una intervención fue “negociar” un número en la balanza, tras lo cual recuperaría su libertad. Para tranquilidad de los profesionales tratantes, recuperó peso y salió de un encierro… para entrar a otro. Tras escribir y publicar su libro, se quitó la vida.
Demandar al sujeto una “rectificación protésica”, con la certeza de que así obtiene su margen de libertad, impide escuchar el real estatuto de las variables en juego (asunto a tratar en otra oportunidad) y los resultados suelen ser los opuestos a los buscados, promoviendo la salida equivocada. Por eso, la presencia de un analista en el equipo institucional que oferte su escucha permitirá ir situando aquello que la urgencia bien puede arrasar, porque esa urgencia tiene una historia.

La anorexia mental como recurso para existir

Ante las anorexias graves, contrariamente a la terapia médica (que por supuesto es imprescindible), el psicoanalista solo puede sostener la expresión no deseante del sujeto y confiar en su decir, desentendiéndose de su accionar y de lo genera con él, accionar que exhibe que el paciente es objeto para los demás y para sí mismo.
El psicoanalista escucha o descifra lo que se muestra, el testimonio de un tiempo y un espacio (el cuerpo) que están revueltos. Si puede esperar (sortear la angustia), con paciencia y prudencia hace emerger un espacio y un tiempo novedosos, las condiciones para que se produzca un nuevo lazo que engendre la fe en la palabra y con ello aparezca lo real de un sujeto en relación con su deseo.
Si no disponemos de recursos simbólicos, podemos ingresar con cuidado entre lo imaginario y lo real. La eficacia de eso que Lacan llamó “discurso sin palabras”, diferentes maneras con las que el analista puede constituir tramos escriturales faltantes, urde la transferencia.
Un ejemplo de mi clínica.

G. es una adolescente que a los 16 años pasa de la sala de internación de pediatría al servicio de adultos del hospital donde la atiendo, debido al estado extremo de emaciación. El tratamiento en sala consta de sesiones individuales y asistencia a la familia. En una de las sesiones de familia, G. decide participar y escucha esto del padre: “Veo a G. y veo el rostro de mi madre. Mi madre era igual: blanca, con la misma mirada, seria, lábil, siempre a punto de morirse por una afección cardíaca, hasta que se murió”, es decir, ve en la hija el ideal de una esposa que físicamente se parece a su propia madre. “Pienso que tendría que haberme casado con alguien como ella”. Intervengo, ante la mirada angustiada de G. y absorta de la madre: “¡Como si fuera posible!”. Y la madre, desde pequeña ve en la hija su sostén afectivo. Para G. se trata de una mujer que compite con ella, que se compra ropa en los mismos negocios, como aplastando la diferencia de edad y cuerpo que hay entre ambas, que no son pocas.

Días después de la entrevista familiar, una enfermera irrumpe nuestra sesión para colocar el alimento que le pasan por sonda. Sin protestar, la jovencita admite la interrupción, incluso ayuda a que le suministren el alimento. Viendo eso, le pregunto:
—¿Por qué, si decís que no querés comer, te dejás alimentar por la sonda?
—Porque sin la sonda me muero.
—Entonces, si querés seguir viva, ¿por qué no comés?
—Yo no quiero morirme, pero siento que si como, se van a olvidar de mí.
Dejar de comer para hacerse ver. La anorexia mental muestra en acto que el sujeto se corre de encarnar esas figuras idealizadas proyectadas sobre el cuerpo, le hace tope al ideal, pero al precio de ir muriendo lentamente.
Primer fruto del tratamiento, inscribir una lógica en la que ella es agente de su posición respecto al deseo parental: “Que me vean”.
Como en ese cuerpo adolescente los padres no miraban al sujeto, sino la reencarnación de sus propios deseos, un objeto-cuerpo vaciado de subjetividad, restarle masa fue el recurso que G. encontró para sustraerse como objeto de esa mirada deformada y constituir una lógica con un objeto del Otro, en este caso el objeto invocante: no me olviden. Su inscripción, es decir, la subjetivación por parte del sujeto, le permite sustraerse de la pantalla, la mirada de los padres, de los médicos de la sala de internación, del servicio de salud en que se sostiene desde su pubertad, y hacer ver a la G. “real”. Lo que ella deja entrever es que, en su caso, la anorexia mental es el único recurso con el que cuenta para hacerse visible, para existir. Si la madre ve en ella a su rival o su sostén y el padre a su propia madre, G. es invisible. La anorexia es una modalidad de existencia.

Mientras en el acting out el sujeto evidencia la encerrona, que su yo es retenido (15) como objeto de sacrificio para el goce del Otro (lo que es desconocido por ambos) (16), en la construcción del fantasma recorta solo una parte (oral, anal, escópica o invocante), que es lo que ofrece en sacrificio para así protegerse de entregar la totalidad.

Habiendo construido e inscripto a su cuenta un imaginario, ahora posespecular, sale de la sala de internación sin sonda y continua el tratamiento por consultorio particular. Entre las primeras manifestaciones de otro tipo de funcionamiento psíquico, trae un sueño a la analista: le tienen que practicar una cirugía. Le dibujan un cuadrado en la boca del estómago, lo recortan y le extraen un tumor (17). Por primera vez, le pido asociaciones, y para mi sorpresa (18), me dice que lo relaciona con mi humor: de tumor a tu-humor. Así rompe el signo de la gravedad y lo desliza en transferencia, lo equivoca, debilitando la gravedad del padre, quien no puede ejercer su profesión debido a su propia “afección”, un funcionamiento psicótico, quedando invisibilizado e ignorado en la trama familiar.
Con tu-humor, G. refiere a una actitud de la analista durante el tratamiento: la de abordar la situación restando gravedad, lo que solo es posible en medio de una internación y con los cuidados médico-clínicos del equipo.
El relato del sueño expone la condensación y extracción de los goces del discurso familiar: 1) la cirugía alude directamente al padre; 2) la extracción de la boca del estómago equivoca, al pie de la letra, el estómago organismo y la boca que habla; 3) del tumor, con su gravedad (la del padre), al tu-humor, en transferencia con la analista. Ello le saca algo de gravedad a las cosas. Se resta así de un estilo familiar en el que todo es grave, incluso durante el tratamiento en la sala de internación, tan investido por las marcas trágicas que atravesaron la historia de la familia.

La pubertad inaugura la posibilidad del acto sexual. “El nuevo fin sexual”, cuyo correlato es el acto sexual, compromete una novedad: el objeto que se articula en el fantasma, objeto que opera como causa del deseo, como condición erótica, en la singularidad de cada quien. El encuentro con un partenaire sexual no es sencillo para ningún adolescente. Síntomas, inhibiciones y angustias son lo esperable. G. comienza a orientar las sesiones alrededor de las preguntas: ¿cómo es hacer-se mirar, desear? ¿Con qué responder cuando se es convocado a ser causa de deseo de un semejante? Para poder hacerse mirar, ella tiene que contar con su propia pantalla, la construcción de sí mismo, responder: “Yo no soy eso”, es decir, con su propia posición inconsciente, otro modo de llevar el cuerpo. 
La constitución del sujeto (correlato del cuerpo), dice Lacan en Dos notas sobre el niño, se da en virtud de un deseo que no sea anónimo. Es función de la familia la articulación del niño con el fantasma materno, lo que arroja dos posiciones posibles: que el niño responda como síntoma de la pareja parental, pudiendo así representar la verdad de la pareja familiar, como es el caso de Juanito, o que realice el objeto del fantasma de la madre. No da lo mismo quedar tomado como objeto del fantasma del Otro que recortar un objeto del campo del Otro para que pase a inscribirse a cuenta del sujeto como causa de su deseo.

Una intervención puede darse desde relatos de la historia, mitos familiares, construcciones imaginarias que apuestan a instalar nuevas preguntas. Un acontecimiento aleatorio, importante o microscópico, puede abrir una brecha en la continuidad, y hacer visible a un sujeto   apenas espectador de algo que aún no pudo ser inscripto. Eso también es obrar per via di levare, a través de los detalles, para así poder construir la lógica de una historia de la que emerja el sujeto del inconsciente. En ese paño, lo imaginario ha de ser lo que anude lo simbólico y lo real.

Si el joven llegó hasta allí, retenido en la historia infantil que le tocó en suerte, es porque llama a una nueva presencia, pide otra oportunidad. De eso se trata la pubertad.

Notas

(1) El concepto de paradigma fue tomado de Thomas Kuhn (La estructura de las revoluciones científicas, Fondo de Cultura Económica, México, 1962).

(2) “[…] objeto físico que posee propiedades sensibles. […] materia orgánica que constituye a los hombres y a los animales” (José Ferrater Mora: Diccionario de filosofía, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1958, pág. 161).

(3) Si bien Descartes reconoce pasiones que tocan al cuerpo y sitúa la intersección que vincula cuerpo-alma en la glándula pineal.

(4) Nueva terminología para un nuevo paradigma.

(5) Es decir, res extensa.

(6) Sigmund Freud: “Algunas consideraciones con miras a un estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas e histéricas”, en Obras completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. I, pág. 200.

(7) Ibíd., pág. 202.

(8) Ibíd., pág. 206.

(9) Ibíd., pág. 208.

(10) La primera “afrenta cosmológica” es atribuida a Nicolás Copérnico (siglo XVI) y su teoría heliocéntrica, que desafía la creencia en el geocentrismo. La segunda, a Darwin, cuando en su teoría de la evolución (dice Freud) despoja al ser humano de su condición de criatura divina, hecha a imagen y semejanza de Dios. La tercera herida narcisista llega con la introducción del concepto de inconsciente. Freud argumenta que esta humillación lleva al humano a comprender que no es amo y señor de su propia psiquis, por consiguiente, tampoco del cuerpo.
Si bien excede el objetivo de este trabajo, en breve diré que infans debe realizar una serie de inscripciones psíquicas que con suerte concluyen en su apropiación (o no) en los tiempos de la constitución de la subjetividad.

(11) En palabras de Jean-Claude Milner: “Si la conciencia y, más precisamente, la conciencia de sí reúne los privilegios del hombre como excepción al Todo, la negación con que Freud afecta a la conciencia tiene una única función: volver obsoletos esos privilegios. […] el inconsciente es lo que dice «no» a la conciencia de sí como privilegio”.

(12) Por esa razón Lacan alega que es posible deshacer el síntoma psíquico por medio de la palabra, porque ese síntoma en el cuerpo fue formado por la palabra.

(13)Sigmund Freud: “Duelo y melancolía”, en Obras completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XIV, pág. 246.

(14) Ibíd.

(15) A sabiendas de que toda retención implica goce.

(1) Insisto en esta aclaración porque no hay que suponer de antemano una mala intención en el Otro, una madre o padre malos, lo que por otra parte los hace consistir aún más, empeorando el cuadro. Puede ser que haya “padres malos”, posiciones perversas, pero si se trata de estructuras, de funcionamientos psicóticos, nos encontramos con el carácter “inocente” propio de las psicosis, sin mala intención. Tener en cuenta este dato es crucial en las entrevistas con los padres y en la dirección del tratamiento en particular.

(17) El recorte de una parte del cuerpo aparece en una formación del inconsciente.

(18) El avance del tratamiento en el caso de una anorexia mental (es posible que en todos los tratamientos) se mide en detalles. Quizás no sorprenda que un paciente sueñe o asocie, pero en estos casos es índice de un enorme avance de la paciente, terapéuticamente hablando.

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