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Número 16 - Noviembre 2024
Adolecer la transferencia
Verónica Carbone

Introducción

No, sin asombro, nos preguntamos todavía por las alteraciones que hoy se están produciendo. En el mundo todo cambia o todo retorna como decía Nietzsche.   
Pero, el psicoanálisis, permite seguir pensando incluso en las peores circunstancias. Es famosa la foto de Freud qué, eludiendo a los asesinos nazis, salía de Austria en el “Orient Expess” atravesando la persecución sin perder la dignidad del pensamiento, ante la repentina, mundial, irrupción de “lo imposible” de soportar.
¿Qué querrá decir el estar a “altura de la época” y su discurso imperante, ¿Qué hacer con los cambios producidos en las presentaciones actuales y los llamados síntomas contemporáneos?
¿Cómo no dirigir esa inquietud hacia la adolescencia que ha convocado tantas controversias? Históricamente podemos plantear que la pubertad y la adolescencia no existían como etapas subjetivas. Un niño entraba en la vida adulta muy joven a sus 13/14 años, llegando incluso, a ser designados reyes de naciones, teniendo un poder desmesurado.
El psicoanálisis al principio del siglo XX, instala las etapas llamadas del desarrollo, en ellas, la pubertad y adolescencia, signadas por elementos simbólicos: pantalones largos para los muchachos, fiesta de 15 para las jóvenes. Todos acompañados y viviendo con adultos que orientaban la vida, con su saber y “experiencia”.

Tenemos la adolescencia, llamada por Miller: “construcción significante” (1). Se relacionó muchas veces con el adolecer, padecer, los cambios corporales que señalaban la tensión entre la pubertad, su comienzo adolescente. El psicoanalista italiano, Marco Focchi gusta llamar a la adolescencia, “tiempo de pasaje”.

La vida siguió su curso, el siglo XX se caracterizó por la incidencia de los discursos capitalistas y sobre todo el tecnológico con la afección que tuvo en especial sobre los adolescentes. Cambios que llevaron a un aislamiento del mundo adulto. Se borró la identificación a los mayores, surgió un escepticismo generalizado, una indiferencia en relación al saber, la apuesta a las redes. Esta etapa de vida, se prolonga demasiado tiempo, muchas veces, con un saber dado, automatizado, repetitivo, que está “en el bolsillo, no es más el objeto del Otro” (2) podríamos decir el saber está en google.

Una irrupción

Bien se puede aplicar a la pubertad, en tanto es una irrupción desconocida, que acontece en el cuerpo y que atañe a la posición subjetiva. La pubertad es el segundo tiempo de la sexualidad en Freud, siguiente a la infancia y donde se cristaliza el proceso de sexuación. La relación al falo simbólico y las posiciones sexuadas. Es en esa instancia púber en que la excitación, la tensión sexual puede ser descargada y también puede darse al fin de la reproducción. La pubertad inaugura lo posible en relación con el uso de la excitación. A su vez confronta con lo imposible, en el que el sujeto se enfrenta al “no hay relación sexual” de Lacan.

Decir adolescencia, es un significante que tampoco abarca esa etapa de la vida. Se pasa a denominarlo así, según la conmoción que provocan los cambios orgánicos que inciden en el sujeto. Esos cambios, relacionados ahora con lo posible, como ser la descarga y a la vez con lo imposible, en relación al saber que no hay sobre lo real del sexo, el No de la relación sexual. Se trata de una elección existencial, desde allí el púber se confronta con la respuesta sintomática a la no relación sexual, en tanto da como puede una respuesta a ese no hay saber en lo Real del sexo.

¿Qué Real se pone en juego en la Pubertad?

 1. El del cuerpo, con los cambios hormonales. 2. El que surge como órgano fuera del cuerpo, la marca que se produce con el discurso sobre aquel (voz áfona que atravesó a ese sujeto). El lenguaje le regala al sujeto un cuerpo, este es: Simbólico, Imaginario y Real. Época la de la pubertad de un Real orgánico que irrumpe, las palabras no alcanzan y se produce un déficit sobre el saber de ese Real. Un real que Lacan señaló en tres momentos de su enseñanza. El del fantasma que vela lo imposible intentando hacer existir la relación sexual.  El de la Tyché cuando ante el encuentro, con el cuerpo del otro, el sujeto se queda sin significantes que lo representen, y el fantasma vacila. Un Real que surge, sin el recubrimiento simbólico e imaginario, ante la no relación sexual.
Ese nuevo cuerpo que toma al adolescente alberga un raro sufrimiento, que muchas veces no se puede transmitir en palabras. Siendo, irrepresentable e indecible, allí surgen muchas veces los actings out y pasajes al acto.
Cada sujeto va a dar cuenta de esa metamorfosis, y es aquí que nos ubicamos más allá de una tipología para acompañar a ese sujeto, con nuestra orientación a dilucidar su versión sobre lo que le pasa, su invención para arreglárselas con eso que le asalta, y la puesta en forma de un síntoma que anude significante y cuerpo, para salir en lo posible de los mecanismos que dificultan el anclaje en el Otro, sin poder separarse, albergando un rechazo de saber y una in-creencia en el inconsciente.
 Hay una lengua otra en la adolescencia, será el desafío ir leyendo esa lalengua del parlêtre contemporáneo que ha recibido discursos conmovedores que plantean una incertidumbre desbrujulada. No olvidemos que hoy día la humanidad es lo que está en riesgo de sucumbir, no solamente la vida de cada humano.

Un real incierto

Podemos decir que el real siempre es incierto, pero en este momento de la vida, aún más. No solamente por la metamorfosis corporal, sino por las brújulas rotas. El tiempo precipitado que toca vivir a los jóvenes, que se van encontrando presos de un goce que nunca se había sentido.
Debemos remarcar que el real para nuestra orientación, es lo singular en cada uno, no hace masa. Es que la defensa contra este real es propia, un arreglárselas como se pueda, a pesar del empuje a armar y convocar comunidades de jóvenes que llamamos comunidades de goce, el “arreglo” suele fallar, en más o menos tiempo.
Zygmunt Bauman habló de lo líquido en esta contemporaneidad. Abarca esto la licuación de los lazos, el sinsentido del tiempo marcado cronológicamente: pasado, futuro, siendo el presente líquido, fugaz, la comunicación en red instantánea y efímera, que contrasta con la consistencia persistente de la pulsión. A eso apostamos con el psicoanálisis, al sinsentido como conclusión de un trabajo sobre ese un real que afecta al parlêtre y lo confronta con el desafío de suponer un saber Otra dimensión de la vida.
Una incertidumbre, un sinsentido, de los cuales pueda extraerse un saber a transmitir.

Síntoma

El tiempo ya señalado por Lacan en el curso de Jacques- Alain Miller y Éric Laurent, “El Otro que no existe y sus comités de ética”, indican muy bien el revuelo en los síntomas actuales y sus presentaciones. Síntomas sin Otro a quien dirigirse, síntomas desenganchados del inconsciente, de la subjetividad.
Entonces ¿qué hace un analista ante presentaciones que no están abonadas al inconsciente y no por eso son psicosis? O en aquellas en las que el Otro no supone ningún saber.
Hoy, las adicciones no son solamente a las drogas, sino que se habla que las hay al sexo, al juego, a la comida, a las compras etc. etc. etc. lo que hay es algo que coordina: cuerpo y objeto, o sea entrelaza la pulsión.
El discurso capitalista es del consumo, y se lleva puesta a la autoridad, generando un individualismo en masa, incluso cada uno tiene que inventarse una creencia, Laurent las ha llamado religiones individuales.
Saberes hay muchos, múltiples y acumulados, pero son saberes que se desplazan. El saber del psicoanálisis lacaniano, tiene que ver con una concepción que se llama parlêtre, un singular que no se parece a nadie. Ese cuerpo alberga goce, satisfacción paradójica de un sufrimiento, y algo que el sujeto no puede impedirse, las repeticiones, que en muchos casos trata de la compulsión al objeto, que se relaciona a la pulsión de muerte. Lo que llamamos goce y cae en el cuerpo, no es el deseo, aunque se le tome así. El goce es un imperativo que no cesa, que impulsa a un “hacer cada uno a su modo como le parezca”. Empuje al Uno.
No se trata tampoco de añorar un orden y pensar que la autoridad disfrazada de autoritarismo haría las cosas más fáciles, eso ya fracasó. Si decimos orden como todo significante, tiene su antónimo y es el caos. Hoy día aunque nos tentemos en pensar que estamos en medio de un caos, hay un orden muy tremendo que es el del Ojo absoluto, la vigilancia, las redes. El caos es sólo un semblante ¿qué tiene el psicoanálisis que decir? Apostar al síntoma que ordena, aunque sea en el desorden la vida de alguien.

No es posible análisis sin síntoma

Prescindir del Otro, en nuestra época se ha convertido en un síntoma social.
En la adolescencia se exige la modestia del psicoanalista. Nos preguntamos ¿Cómo opera la categoría del falo al ser este una cuestión lógica? Falo es algo muy psicoanalítico que con Freud se confundió con un imaginario, el pene. El falo simbólico del que habla Lacan es aquel que dice de ese significante que le falta a nuestro mundo del lenguaje, se siente en el cuerpo y se significa a sí mismo. Es un modo de decir sobre el  Uno solo sin el dos y por no tener palabra lo enganchamos a un imaginario, por ser producto de la operación simbólica, y el significante falta y no hay. Es irrepresentable, mudo, es lo real e insiste, el sujeto encuentra o no sus maneras de abordarlo más o menos fallidas, y eso hace síntoma.
No hacemos de los síntomas con los que se presenta un sujeto, un fenómeno. Pero es nuestro problema hacer que el sujeto pueda dirigirse a Otro, usar la palabra. JAMiller hablando sobre la adicción, y me sirve para plantear la presentación de sujetos adolescentes, dice que el sujeto rompe con sus síntomas con el Otro del lenguaje, goce real a secas, sin palabras, en vez de una identificación simbólica, goce fálico, diferente a las identificaciones imaginarias, que suelen ser particulares. Pertenecen a un grupo que hace masa, mientras que la marca simbólica de la identificación es singular. No dirigirse al Otro implica una ruptura con el goce fálico. Ese que provocaba la consecuencia de ordenar algo del caos subjetivo con el que se nace y la posibilidad de estructurarse. Eso no tiene porqué ser psicosis aunque sea desestabilizador.

A su vez lo fálico rompe con la estabilidad fantasmática de un sujeto en relación al objeto de goce. Surge el llamado goce UNO, no sexual, fracturado, aprehensible solamente a partir del cuerpo.
El objeto da materialidad a un goce que no es deseo ni placer, es un goce en comunión con la pulsión de muerte. La subjetividad en tanto elección del objeto nos da la chance de poder intervenir, si pensamos hay un parlêtre  y no un adolescente con su síntoma que se dirige a nosotros, desde allí nos orientamos por la marca traumática del lenguaje que dejó huellas en el sujeto.
Un joven puede presentarse sin asirse a la palabra, en tanto es una cuestión de cuerpo y sentir, experiencia para el sujeto, pero no es la del lenguaje. Es un cortocircuito sin mediación de la palabra. Allí va Otro goce o a veces goce del Otro.
¿Qué podemos esperar de la lectura del psicoanálisis? Que se oriente por la experiencia de lo real. Un sujeto atravesado por el lenguaje, el analista será un partenaire en el discurso para que el goce se atempere.
Tenemos que estar advertidos que hay límites en nuestra práctica como en la de los otros saberes. Puede tratarse de un sujeto que rechaza el saber de eso que goza. Esto nos implica el desafío de reconstruir un Otro al que dirigirse, apostar al sujeto y no al objeto de la (in)felicidad. Para el psicoanálisis el objeto es ese agujero mismo de la operación constituyente, sea psicótico que se identifica al objeto del Otro o neurótico en tanto la búsqueda de objeto como un plus que venga al lugar de lo perdido del goce. Esa reconstrucción de Otro, ese nexo nuevo a la palabra, ese cambio de sentido, ese tratamiento a la angustia, es lo que hace del psicoanálisis un instrumento muy eficaz con el artificio de la transferencia.

La transferencia

Concepto fundamental en Lacan que dijo que es lo más opaco en la cura, relación con lalengua que nos enuncia en Aún: “Lalengua nos afecta primero por todos los efectos que encierra y son afectos. Si se puede decir que el inconsciente está estructurado como un lenguaje es por el hecho mismo de que los efectos de lalengua, como el saber, van mucho más allá de todo lo que el ser que habla es capaz de enunciar” (3). Hoy día esa clínica desabonada del saber, del inconsciente, la del Uno que se basta a sí mismo, nos enfrenta a un nuevo modo de pensarla.
Ubico este concepto, de la transferencia, del lado del analista. Aunque no haya usado el significante transferencia en su ultimísima enseñanza, no quiere decir que no esté presente. Es que lo que se escucha es el significante pero no el significado, efecto particular. Lo escrito, resuena con lalengua, es lo que nos hace hablar, gozar y ese discurso se apoya en el escrito en tanto no hay posibilidad de escribir la relación sexual, ni La/ Mujer. Un escrito se lee, aunque se escuche y oiga.

 Lacan rompe con el algoritmo de la transferencia y ya no la piensa del mismo modo, dice: “ El análisis no consiste en que uno esté liberado de sus síntomas, dado que es así como lo escribo, symptome. El análisis consiste en que se sepa por qué se está enredado en eso que se produce debido a que hay lo simbólico” (4). El lenguaje marca, a través de las huellas nos acercamos al agujero traumático singular. Un análisis está ligado al saber sobre lo que se fuga, le llama elucubración de saber sobre lo real, y el inconsciente. La representación de lo escrito es dada porque el real no cesa de escribirse en el síntoma. Lacan llama a esa escritura un artificio tanto como lo es el SsS. La lectura del inconsciente y del síntoma, hace legible lo escrito y eso deviene saber. El analista escucha, y está leyendo lo escrito en el agujero traumático. Entonces propone “El-supuesto-saber-leer-de-otro-modo” (5). No teje con el lenguaje una red, sino que hace nudo, puntúa.

Notas

(1) Miller, J.-A., En dirección a la adolescencia, Ed. Revista Registros, Tomo RojoAzul, Colección, Diálogos, Bs.As., 2021, p.13.

(2) Ibid, p. 15.

(3) Lacan, J., El seminario, Libro 20, Aún, Paidós, Bs.As., 1985, pp.167-168.

(4) Lacan, J., El seminario 25, El momento de concluir, clase IV del 10 de enero de 1978, Inédito.

(5) Ibid.

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