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Número 16 - Noviembre 2024
Conguinguiluquis o sin ...
meollo del complejo de castración

María Alejandra de la Garza Walliser

Hablar de la sexualidad infantil es adentrarse en la esencia del psicoanálisis… ¿De qué otra sexualidad podría hablarse si no es de la sexualidad infantil tratándose de un adulto? En el caso de un infans, la diferencia es que se trata de un sujeto en constitución, cuyo desarrollo y avatares, así como la forma de atravesar el Complejo de Edipo, definirá la particularidad de su ser, de su estar siendo, de su destino, del tipo de estructura con la que le toque jugarse en la vida, frente al deseo que no es más que ese deseo y reconocimiento del otro.
De repente, trabajar con niños, permite ver encarnado el conjunto de conflictos, interrelaciones, identificaciones que constituyen la estructura edípica. Encarnando en el cuerpo, como es el caso de este paciente, en el que la encopresis, anuda un conflicto en la transición de la fase del erotismo anal a la fálica, donde aún no hay palabras, pero también simbolización en el juego de ese mundo infantil que, como en los cuentos de los hermanos Grimm o de Andersen, los fantasmas llegan a ser terroríficos.
Paso fundamental en la constitución del sujeto que se da simultáneamente en el momento en que la sexualidad es problematizada, en este sentido, no es gratuita la importancia que Freud le da el momento en que el niño descubre la diferencia de los sexos en la estructuración del psiquismo.

En este trabajo la reflexión no puede separar la dimensión clínica de la teórica. Ambas van entrelazadas en el decir de todo psicoanalista, junto con ese espacio privilegiado del análisis personal, del propio decir como analizante.
Cabe señalar que en mi experiencia, el psicoanálisis infantil, después de varios años de haber trabajado sólo con adultos, generó mi primer asombro, que luego se ha hecho permanente y que tiene que ver con el espacio propio de la clínica con niños: ser testigo y portar la palabra, de la complejidad de un sujeto en constitución, que apenas está atravesando por los diferentes tiempos del Edipo… Asombro ante la genialidad de Freud, que a partir de este continuo exponerse a su historización, descubre el Edipo, como ese momento de corte fundamental que marca la carencia, la incompletud, la verdad del sujeto.

 

PRESENTACIÓN DEL CASO CLÍNICO

La encopresis marca la historia del paciente. Punto de fijación que define en su devenir, su respuesta ante todo aquello sentido como pérdida. El paciente es traído por la madre, pues lleva un mes aproximadamente sin control de esfínteres. Dicha regresión se había anudado dos años antes, cuando el paciente acababa de cumplir cuatro años: el padre verdadero desaparece; José (actual pareja de la madre) y ella deciden vivir juntos. Es el momento en el que Camilo comienza con un cuadro agudo de encopresis, tristeza y enojo. Esta situación dura dos meses y desaparece hasta que ante la amenaza de ser operado de las anginas, se reactiva de manera aguda. En el momento que empiezo a tratarlo, acaba de cumplir seis años.
Ahora se impone la recapitulación de lo sucedido a grandes rasgos, en el análisis de este paciente, que por cuestiones éticas lo llamaremos Camilo.

Primero me entrevisto con la madre. El motivo de la consulta resulta ser la presencia repentina de encopresis. El niño, hablado por la madre, es un niño que ha sido normal, sociable, que, súbitamente, pierde el control de esfínteres.

La madre dice: “Coinciden varias cosas, por un lado, yo he estado mucho con el hasta hace un año. Limité mucho mi trabajo por estar con él, pero ahora los compromisos son impostergables y he tenido que salir más. A partir de que se hace ‘popó’, cuando salgo se angustia mucho más. También creo que le influyó que desde hace un año ha estado padeciendo de la garganta, ya tiene el bicho de la fiebre reumática. Aunque yo acostumbro llevarlo al homeópata, empezó a enfermarse tan frecuentemente con cuadros de fiebres altas, que terminé yendo con un médico alópata, conocido de mi pareja actual, quien al revisarlo explicó de manera brutal que le iba a tener que cortar las anginas… Camilo me dijo que le daba mucho miedo y empezó a hacerse más en los calzones… le molesta mucho ensuciarse, pero no lo puede controlar. Yo me asusté y por eso estoy buscando ayuda. Qué te puedo decir de mi hijo… fue un hijo muy deseado. Su papá estuvo muy cerca en el embarazo y cuando nació, de hecho, lo veía seguido cuando venía de Guadalajara. Mi relación con él era una relación especial, muy pasional pero de lejos. Cuando me embarazo queda claro que la que deseaba un hijo era yo y no él”.

Continúa diciendo: “Cuando nace Camilo, y aunque le propongo vivir juntos, no cede. Lo cual representó el rompimiento de la pareja. Los primeros años, Fernando venía a verlo y tenían una muy buena relación. En el momento en que yo inicio una nueva relación de pareja, Fernando se da cuenta y sin previo aviso deja de venir, se desaparece y yo no insisto en que se siga viendo con Camilo. Además, ya éramos los tres una familia, y mi pareja es bastante celoso. Claro que ahora me acuerdo que recién cuando decidimos vivir juntos, le viene una primera etapa, en la que también se mancha los calzones, no juega y esta triste y enojado. Camilo tenía cuatro años, ahora tiene seis. Para mí fue muy importante vivir en pareja. En mi análisis me percaté de lo importante que era que yo tuviera pareja para el desarrollo de mi hijo. Ahora vivimos los tres juntos. No ha sido fácil, sobretodo porque Camilo al estarse ensuciando tan seguido en los calzones, desespera a mi pareja y a mí.
Además que no acepta del todo a mi pareja, otro factor, que creo que influye, es que le tiene miedo porque él grita mucho. Ahora nuestros conflictos más fuertes son a causa de Camilo. Es difícil hablar con José y quiere tomar el mando sobre mi hijo. Esta decisión de traerlo a psicoanálisis la tomé yo”.

Al señalarle por qué tanta angustia, en ella surge un aspecto tan importante que podría ser enmarcado en los antecedentes heredo-familiares del caso: resulta que tenía un hermano que ella quería mucho que empezó igual desde niño, haciéndose popó en los calzones y así siguió desadaptado hasta que a los 21 se suicidó. “Era mi hermano menor y cuando tenía dos años se murió nuestro papá del corazón. Mi mamá tuvo que trabajar y nos dejaba muchos tiempos solos. Creo que ahí comenzaron los problemas de mi hermano… era muy sádico, maltrataba a los animales… y luego siempre con problemas de la escuela, hasta que con una pistola de mi papá se dio un tiro… creo que esa historia influye en mi angustia por mi hijo”.
En la segunda entrevista habla del nacimiento. Además de que le cuesta embarazarse debido a la presencia miomas, le hacen cesárea. Le cuesta amamantarlo y sólo lo logra hacer durante un mes. El padre del niño la estimula a hacerlo pero ella no puede  “siente raro”. Al mes de nacido, cuando deja de amamantar, empieza con cólicos y estreñimiento crónico que requiere de dos días de hospitalización.

Resulta interesante hacer notar que en esta segunda oportunidad lo que puedo escuchar es el discurso de una madre con dificultades de ocupar ese lugar. No sólo tiene dificultades en el amamantamiento, sino que también narra su dificultad y desesperación cuando el bebé lloraba. Rápidamente busca personas que la ayuden en su cuidado.

De acuerdo a la visión de la madre su actitud ha sido consecuente en la idea de hacerlo independiente, aunque llega a cuestionar la razón por la cual su hijo come bien con la nana y con ella rechaza la comida.
Teniendo sentimientos encontrados en el vínculo con su hijo, requiere con urgencia que alguien los separe. Tal es la función que, para ella, cumple José. En reiteradas oportunidades hace mención a la relación con Camilo, afirmando que hablan mucho y le explica todo.
Mi única intervención en esta oportunidad consiste en preguntarle por qué sentirá tanta necesidad en explicarle todo, imposibilitándole la oportunidad de desarrollar y satisfacer él mismo su curiosidad. Termina diciendo que su gran problema como pareja y madre es ser tan posesiva y dominante.

Para la tercera entrevista le pido que traiga a su pareja, José empieza quejándose de que es dominante y posesiva, y expresando su molestia por haber sido excluido de la decisión de meter a Camilo a terapia. Otro problema que sale a relucir es el dinero. Al ganar mucho más que ella, él apoya cuidando a Camilo y llevándolo a la escuela.
Para ambos sus conflictos son debido a Camilo. En mi intervención, apunto a la necesidad de separar los problemas de Camilo de los de la pareja. Reiteran el tema del dinero y la desigualdad en la dinámica familiar así como el desacuerdo en relación con operar o no al niño de las anginas. Pero el problema más álgido resulta ser el de la paternidad. José se irrita mucho por no ser el padre verdadero y manifiesta su deseo de adoptar a Camilo y quitarle el apellido del padre. Reconoce que lo que lo mueve a esa decisión es algo irracional ligado al machismo… querer borrar totalmente al padre.

Además de narrar los numerosos cambios de escuela que ha padecido el niño, debido a la preocupación expresa de la madre en relación con los límites que a ella le cuesta tanto poner, aparece el tema de los espacios físicos en casa: resulta que Camilo no tiene un cuarto para él sólo, teniéndolo que compartir con Angélica, la muchacha con la cual, -de pasada- dicen, tiene una relación “demasiado cercana”. El que sí tiene un cuarto es el hijo de José de su anterior relación, que cuenta con 19 años. Los invito a pensar en el espacio que Camilo tiene en casa, tanto en lo físico como en lo afectivo.
Durante la primera entrevista con Camilo, está presente su mamá. Le pido, intencionalmente, me relate delante de él su historia cuando nace. Es evidente su emoción cuando habla del papá presente en su nacimiento, en el momento de amamantarlo. Sin embargo la acaba interrumpiendo señalando que “estaba ahí, pero luego se fue porque no los quería”.

Cuando la madre comenta lo bien portado y colaborador que era de chiquito a diferencia de ese momento, el niño señala que lo que pasa es que le piden cosas que no le gusta hacer y se queja de que todo cambió desde la llegada de José. Cuando termina el dibujo en esta sesión, le pregunto qué fue lo que dibujó:

Hasta aquí el contenido de las primeras entrevistas. En el momento actual, hace varios años que Camilo terminó su análisis. ¿Qué definió el final? La desaparición de los síntomas y angustia que motivaron la demanda de análisis. Sin embargo, pensando en el trabajo que se realizó identifico tres momentos claves de su proceso analítico, mismos que denominaré igual que en el juego de ajedrez: apertura, medio juego y final.

 

LA APERTURA: HABÍA UNA VEZ UN CABALLERO QUE BUSCABA SU ARMADURA…

“Solo huele a tristeza, huele a soledad
En mis ojos perdidos solo hay humedad
Siento un gran vacío en mi corazón.
Siento escalofríos de ansiedad.
Dónde está la otra parte de mi corazón
Ay amor, dónde andas, dónde vivirás, dónde estarás.
Huele a tristeza, este corazón
Sabe a tu ausencia, sabe a dolor”
(Maná, “Huele a tristeza”)

Las canciones de Maná, añorando las ausencias, agresividad, juegos repetidos donde el caballero del Zodiaco se enfrentaba a otro Gigante y lo vencía aunque no lo mataba… en lo más álgido de las luchas, aparecía una flor (la mujer – madre), salvando al pequeño, pero al salvarlo le disminuía la fuerza, quedaba inmóvil y sin fuerza. “La flor tiene un gran poder, pero es como si te pusiera cadenas… y al final, quedas sin saber cómo defenderte…”, así, en el mismo juego, la salida consistía en meter a su cajón la flor y sacarla de la lucha… “Esto es cosa de hombres… ahora llega superman y va a poder alejar el mal… Pero el caballero es débil, no se sabe si le robaron su armadura o nunca la tuvo… pero tiene que hacerse una”.
Paralelamente a estos juegos repetitivos, habla de su miedo al padrastro… de sus pesadillas; una de ellas significativa por su contenido: “Estoy adentro del nintendo, soy Mario Bros y me persigue Coupa por un laberinto… no puedo escapar, corro y corro y de pronto me encuentro en un pasillo cerrado… antes de que me toque Coupa… me despierto sudando… gritándole a mi mamá”.

Poco a poco se le van poniendo palabras en este caos: miedo al padrastro y también odio. Lo quisiera matar no sólo porque lo separa de su mamá, sino también porque cuando llega a vivir con la madre el padre deja de visitarlo, no se comunica, desaparece… y no hay quien lo defienda de Coupa como en sus sueños.

Varias cosas se le imponen sin que él pueda controlarlas: el abandono del padre, tenerle que decir “papá” al padrastro por sugerencia de la madre, viajes continuos de la madre que lo angustian, siente que puede abandonarlo también, aumentan las pesadillas y de noche corre a la cama de Angélica y se acuesta con ella: “me da calorcito, besitos y me siento tranquilo”.
Pareciera interminable el coraje con la madre que no puede estar con él y cuando está, lo llena de palabras… palabras de adulto que imposibilitan que surja su palabra… invadiéndolo. “Ni siquiera puedo tener una foto de mi papá en el cuarto porque José se enoja”.
Junto con lo anterior, dibujos de un niño diciéndole adiós a papá… el papá se esfuma en un avión “¿Qué será lo malo que tengo que mi papá no me busca, soy López y no Acosta? Pero López se perdió y Acosta solo grita, pero la que manda es mi mamá”.
Un día llega a sesión y con una plastilina se afana en hacer un avión: “Este avión es como el avión en el que se fue mi papá… pero hay que cuidarlo porque adentro está papá… y no me vayas a decir que este avión es mi pene… aunque podría ser, más bien es mi cuerpo, todo mi cuerpo que necesito proteger…”

Jugar haciendo un avión, acto que en su afán de que nada le falte, le permite proteger su identidad, él es porque está hecho del semen López, el nombre del padre, del cual su cuerpo es testigo. Esfuerzo por resguardar su integridad, hacer el camino de reapropiación de ese padre en la ausencia y duelo. No puede perder el apellido, el nombre del Padre.

Ese avión decide guardarlo en el cajón de mi escritorio: “aquí no le pasará nada… se fortalecerá”. Palabras dichas que constatan la demanda de análisis en el niño… “Cuando este avión este fuerte… entonces me lo llevaré a casa”. Dos intervenciones marcan, a mi parecer, esta primera etapa: pedir entrevista con el padre, que vive en Guadalajara, previa plática con la pareja (madre – padrastro), así como el trabajo en entrevistas con estos últimos en cuanto a poner las cosas en su lugar, separando el tema “pareja” de los problemas de Camilo, y la sugerencia concreta de entrar en terapia de pareja. Redistribución de espacios. En esta etapa, siendo ambos bastante perceptivos, inician su terapia y acaban de construir un cuarto para Camilo.
Fue aproximadamente a los seis meses de haber iniciado el tratamiento que le hablo al padre. La primera entrevista decido hacerla con Camilo  presente. Durante la misma le pido al padre que le cuente cómo se conocieron él y la madre, cómo decidieron tener un hijo, el nacimiento… en fin que le apalabra sus orígenes.

Mientras el padre hablaba, el paciente dibujaba. El padre le sigue contando con mucha ternura y se acerca a acariciar su cabeza… la historia llega hasta antes de que Camilo se sienta abandonado y le pregunta al padre:

Al final de esta sesión el padre le enseña a hacer un avión de papel y Camilo dice: “¿Ves? Necesito que me enseñes muchas cosas”.
El padre le promete que va a venir lo más seguido que pueda y así sucede durante dos años. Incluso llega a pasar dos medios periodos de vacaciones con él… después vuelve a desaparecer, pues sus visitas a la casa molestan al padrastro.
Algo de suma importancia para el paciente es que puede presentar a José con Fernando. A partir de ese momento empieza emocionado a fantasear el final de su trabajo conmigo trayendo a su papá a su padrastro y a su madre, realizando una asamblea donde todos pudieran dar su opinión. Una asamblea de paz.

Evidentemente, esa asamblea a realizarse pasaba más que nada por el trabajo interno que debía realizarse. ¿Qué hacer con dos papás?, ¿Qué le podía dar cada uno?, ¿Dónde pone lo malo y lo bueno?... En fin, cómo acomodar su resentimiento, su odio, su amor, su conflicto de lealtades (porque durante un buen tiempo su temor fundamental era perder el cariño del padrastro si mostraba afecto por su padre).
Cierto que el encuentro externo con su padre ausente posibilitó desanudar conflictos y hallar un camino futuro de trabajo, pero lo prioritario consistía en el trabajo de elaboración interna por parte del paciente, pues no se tenía la certeza de la permanencia del padre biológico. Se imponía un trabajo de duelo, de ese padre fallido, ausente y rechazante, reconocer esa falta.
Así empezó a dibujar guerras, batallas galácticas donde dos rayos chocaban y explotaban sobre el caballero que buscaba su armadura… caballero que paulatinamente se va protegiendo más, pero nunca es suficiente para defenderse del mal… esfuerzo continuó por aprender a pelear con los hombres y como hombre… aunque el tamaño no ayuda… “¿Cuánto creceré? Veo mi pajarito y es tan chiquito al lado del de José y de papá… falta tanto… aunque a veces se me pone durito… claro… cuando me lo toco”.

 

EL MEDIO JUEGO: CON GUINGUILUQUIS O SIN GUINGUILUQUIS

“Como quisiera poder vivir sin aire
Como quisiera calmar mi aflicción
Me encantaría quererte un poco menos
Como quisiera poder vivir sin ti
Pero no puedo, siento que muero
Me estoy ahogando sin tu amor”
(Maná, “Vivir sin aire”)

Momento caracterizado por la búsqueda de los orígenes: ¿cómo vino al mundo? A saber, el deseo que lo constituye. Necesidad de la certeza de ser el producto de la unión de papá y mamá. “Algo pasa entre papá y mamá que aparezco yo. ¿Qué deseo habrá puesto mi papá en su semen para tenerme…? Y de eso estoy hecho… me gusta la música y cantar igual que Fernando”. Teorización sobre los orígenes marcado por la muerte. Abundancia de dibujos de caras con una cruz como cuerpo de donde chorrea sangre y de ese túnel, él sale. Túnel de la madre, separación que duele, que abre heridas.
Camilo llega a una sesión después de una semana de vacaciones en Cozumel. Viaje excitante por varios motivos: fue su regalo de cumpleaños (9 años), visitó a su mejor amigo que desde hace un año vive allá. Contento empieza a narrar, lo que el mismo llama, “las visiones de su viaje”: “casi no estuve con mi mamá, como siempre se la pasó trabajando. Pero fue bueno porque pude convivir con José. Fuimos todos los días a la playa y ¿qué crees? Vi de todo, un hombre totalmente desnudo, así sin pena, su pene se veía. Pero lo más interesante, las mujeres tomando el sol enseñando sus pechos, así al aire y solo con un calzoncito chiquito, chiquito… yo me fijaba bien pero sólo podía ver sus nalgas, nalguitas, nalgotas… pero nada de otra cosa, su singuinguiluquis no se veía por más que traté de observar… no vi nada”. Frente a su emocionada narración le pregunto que qué esperaba ver, a lo cual me responde: “pues el singuinguiluquis, esperaba ver su galaca, la galaca de las mujeres…”. Así continuando el juego de los equívocos en el lenguaje, yo intervengo diciéndole:

Se abre así un espacio de su palabra separada de la de la madre. Esa madre que todo lo explica hay que sacarla para que aparezca su decir. Empieza a problematizar y a hacerse preguntas… Momento crucial donde la diferencia de los sexos impulsa sus fantasías. Antes, la madre con su información lo invadía obturando ese despliegue tan necesario en la constitución del sujeto, de las fantasías sexuales infantiles… Rechazo de la palabra de la madre que quiere dar cuenta de su mundo interno. Generación de espacios separados, posibilidad de pensarse por sí mismo. Que quede su palabra.
En este periodo, aparece algo nuevo. Me prohíbe hablar: “Ya estás como mi mamá que todo lo quiere explicar y me choca… cállate”. Y Camilo tenía razón. Lo importante era ver el juego del niño en silencio y jugar con él, saliendo y entrando a su juego.
Aproximadamente a los dos años de estar en análisis, la madre pide una entrevista conmigo y expresa que ya no puede traer a su hijo y que el problema de la encopresis continúa. Hay periodos, cuando ella no está o cuando está sobre presión en la escuela. Reconoce que ya no es con la misma frecuencia y ahora sólo mancha el calzón… Por conversaciones con amigas ha pensado que posiblemente el venir a psicoanálisis agudice la encopresis… Trabajo con ella este punto y la invito a pensar por qué quererlo sacar en ese momento, siendo que todavía no termina su tratamiento. ¿Tendrán que ver los problemas de pareja? ¿Qué está pasando? Reconoce que los cambios en Camilo han provocado más conflictos: la reaparición del padre, las fotos que ha pegado de su padre en su cuarto, su resistencia a decirle ‘papá’ a José… no sabe qué hacer, pero ya quiere que finalice…

Le hago ver que esta decisión tengo que platicarla con Camilo. A la próxima sesión llega silencioso, le comento de inmediato que su madre pidió una entrevista conmigo, me responde: “ya sé… ya me dijo que quiere que deje de venir, pero ya le dije que no estoy de acuerdo, que quiero seguir viviendo y que yo veré contigo cuándo despedirme”.
Empieza a dibujar con tinta negra sus guerras entre los caballeros… surgen dos rayos de cada uno de ellos que llenan el espacio… No hay forma de sacar lo malo… antes eran buenos pero ahora no pueden, “pero mira el trayecto… antes los dos rayos estaban juntos ¿te acuerdas? Ahora están separados y mira su trayecto… explotan sobre superman… todo negro… como mi ‘popó’. Es lo que falta resolver”.

 

EL FINAL: ÍTACA LUGAR DE LA LLEGADA. TESEO… LUGAR DE SALIDA. MUERE EL MINOTAURO

“Yo aquí llorándote un río
Mandándome al olido
Qué cosa más injusta amor
Fuiste matando mis pasiones
Tachando mis canciones
Me tenías pisoteado
Estaba desahuciado
Pero esto ya giró…”
(Maná, “te lloré un río”)

Poco tiempo antes de llegar a la última sesión, sucede algo en extremo significativo… se toma tres o cuatro sesiones en donde el juego consistía en jugar fútbol con unos guiñoles de su cajón, que representan a una familia. Me da para que yo sea el papá y él el hijo: “Papá, aunque casi no has estado conmigo mírame, soy tu hijo y juego bien, mira cómo meto goles y cómo engaño defendiendo el balón, si hubieras venido más seguido podría jugar menos… pero algo es algo y la verdad es que me siento más fuerte”.
Tal era el contenido esencial de sus palabras en esa necesaria repetición del mismo juego… lo que se tiene y lo que falta. Con eso hay que saber vivir… En la última sesión que repite este juego la compañía y la competencia con el padre se armonizan. De repente antes de empezar el partido, el hijo guiñol le corta un brazo, al preguntarle la razón de esto, me responde: “porque es un niño que nunca tendrá los dos brazos, le falta uno. Y así tiene que jugar”. Yo le interpreto: “parece que te das cuenta de que has crecido y que vas a hacerte hombre, con un papá que no te busca mucho y con José que, aunque no es tu papá, es el que está contigo y te ha ayudado a separarte de mamá… es como saber vivir con un solo brazo”.

Pensativo y algo triste, Camilo me dice: “Fíjate, yo pensé que al acabar mi análisis contigo iba a poder reunir en una asamblea a mi mamá junto con José y mi papá. Yo quería eso, pero ellos no. pero ya no me duele. A veces extraño a mi papá, pero ya no me hago popó… Además ha habido cambios, ahora me voy y hasta novia tengo, y le gusto a las niñas… la ‘popó’ llenaba todo de mierda… ¡puf!... qué bueno que la destruimos… ¿verdad?”.
Cuando se va, en mí surge una reflexión: ahora se va con su guinguiluquis, pudo defender su integridad, algo de su padre y otra parte de José han transmitido cómo hacerse hombre. Superación de la fase anal, ha aceptado la castración. ¿Sepultamiento del complejo de Edipo?
Última sesión: “Que triste que sea ya la última vez, ¿verdad Alejandra?... Pero ya es momento de que me vaya… y claro, si algún día quiero una sesión contigo para hablar de mis cosas, puedo hacerlo… Pero quedamos que tú me ibas a hablar y a contar bien la historia del viaje de Ulises a Ítaca…”

Le cuento así el mito, donde fue entretejiendo su historia. Esa historia presente y futura para hacerse hombre. Le describo la guerra de Troya, la idea genial de Ulises de meter a los soldados en el caballo… cómo al triunfar y, a pesar de la tormenta e innumerables obstáculos, decide regresar con Penélope y Menéalo que lo esperan en Ítaca, su encuentro con el cíclope, con las hades, con Calipso… cómo logra escuchar el canto de las sirenas. Su inteligencia para enfrentar las situaciones difíciles hasta llegar a su destino y vencer a Telémaco. Termino diciéndole: “Esta es la historia de Ulises a su destino, Ítaca. Así hemos hecho aquí en esta etapa de despedida, el recorrido que has hecho en tu análisis conmigo… ha sido todo un viaje…”
“Sí, pasaron muchas cosas: me enojé, me reí, me divertí mucho contigo, también estuve triste y muy desesperado. No me voy como yo quería, teniendo a todos los adultos conmigo y contentos… mi papá quién sabe cuándo se aparezca otra vez… pero algo nuevo con lo que salgo es que me gusta una niña y, por primera vez, le gusto a cinco… ya estoy creciendo, ¿no crees?”.
“Yo te traigo también una historia de regalo de despedida: se trata de un minotauro, mitad hombre y mitad animal, que se comía todo el ganado de un pueblo… y no dejaba nada. De repente llega Hércules e inventa la idea de meter al Minotauro en un laberinto y darle de comer ahí. Parece que cada cuento había que meter a alguna doncella para que se la comiera. Un día, el turno le toca a Ariadna, esposa de Prometeo, pero Prometeo la amaba mucho y no queriendo sacrificarla busca una solución definitiva. Como estaba escrito que si alguien lograba salir del laberinto vivo el minotauro moriría al instante, él decide entrar y matarlo al lograr salir… Ariadna le teje un hilo invisible, así Prometeo logra entrar y salir triunfante del laberinto. La historia termina con que el minotauro muere…”

Este mito, al ser narrado por el paciente, me conmueve y asombra. Ante este, su regalo de despedida, le menciono que se parece a su historia y a su final de análisis. Ahora él sale de aquí venciendo sus minotauros.
El peor minotauro, el que más trabajo nos dio, fue la ‘popó’, y tú me acompañaste por el túnel”.

Como acostumbro hacer en el psicoanálisis de niños, Camilo escoge de su cajón un caballero con armadura y otro sin armadura, y no podía faltar el gran guerrero que siempre atacaba… Pareciera que llevándose a los tres, juntaba – siguiendo a Melanie Klein – el objeto bueno con el objeto malo. Esa búsqueda de un mundo de hombres estaba, de alguna manera, integrada a su interior. Para hacerse hombre primero había que separarse de mamá y así aceptar la ley del padre, después viene la necesidad de identificarse con el hombre, con el padre (padre carnal y padrastro).
Sólo un hombre puede decirle los secretos para ser hombre. Caída de la palabra materna que permite la salida del laberinto. Incorporación de este tercero que oxigena… Nos despedimos. Para que él saliera del laberinto también mi palabra debía caer. Me dejó con el mito de Ariadna y Teseo…

 

APUNTES PARA UNA REFLEXIÓN TEÓRICA:

“… es preciso atribuir a todo individuo un erotismo oral, anal y uretral, la comprobación de los complejos anímicos que le corresponden, no implica juicio alguno sobre “anormalidad” o neurosis. Las diferencias que separan lo normal de lo anormal solo pueden residir en las intensidades relativas de los componentes singulares de la pulsión sexual y en el uso que reciben en el curso del desarrollo”.
(FREUD.S., “TRES ENSAYOS DE TEORÍA SEXUAL” P.187)

Las preguntas diversas que este caso me ha suscitado tienen como hilo conductor la analidad, el significado del sadismo-anal en el paciente y cómo esta etapa pulsional de constitución narcisista y de entrada en el Edipo da una lectura particular de la historia del paciente, sus síntomas, angustias y fantasmas… algo que queda claro es que se trata de una neurosis de la infancia, con una fijación, un estacionamiento, en lo sádico anal, en el placer anal.
Desde las primeras sesiones, podía escucharse el complejo de Edipo, marcando la posibilidad de salida: atravesar el complejo de castración, incluso del tercero. En este caso, la encopresis es un nudo que impedía pasar, fluir, salir… del túnel… de lo anal a lo fálico. Cuyo pasaje solo puede ser posibilitado mediante la aceptación de la diferencia sexual y la castración.

Camilo, como hemos podido ver, no puede enfrentarse a pérdida alguna. Su encopresis es la respuesta ante las pérdidas. Ante la amenaza de pérdidas importantes (el padre, la madre por tenerla que compartir con el padrastro, cambios de escuela, operación de las anginas) sobreviene la castración anal. Pérdida anal sin control; él no puede hacer nada. Recurre al doble placer de retener y luego expulsar, desparramar la agresión, ‘cagar’, literalmente, a los cercanos. Se trata de poner fuera la agresión interna (objeto malo). Salida poco exitosa, pues más bien se da una vuelta contra sí mismo: ‘él mismo se caga encima’.
La pregunta sería: ¿desde qué lugar el excremento como representante pulsional se anuda en el cuerpo del paciente como lo no simbolizable que apunta a la agresión, la excitación, pero también a una angustia ante la castración precisamente en un momento de su desarrollo que se encuentra en plena constitución narcisista?

En este niño, igual que en un neurótico obsesivo, el conflicto fundamental gira en torno al hacer o no hacer. En el mismo sentido, la presencia del túnel, tenía que ver con la fantasía de separación del deseo de la madre… sería en su conjunto el movimiento generado por la fase edípica: separación de la madre, entrada del padre y aceptación de la ley. Aceptando a esa madre y a ese padre como castrados, superar la angustia de castración y, finalmente, sepultamiento del Edipo. Se trataba pues de un movimiento en el paciente que, teniendo noticia del Edipo y sus implicaciones, se refugiaba en el erotismo anal.
Freud habla de la existencia de tres organizaciones (o fases) pregenitales en el desarrollo sexual infantil: la oral o canibalística, la anal sádica y la fálica. La vida sexual infantil es abigarrada y rica pues, cada una de las pulsiones procura su placer con independencia de las otras. Estas pulsiones se presentan en pares de opuestos como activas y pasivas: el placer de infligir dolor (sadismo), con su correspondiente pasivo (masoquismo) y el placer de ver activo y pasivo. Del primero de estos se ramifica más tarde el apetito de saber, y del segundo que lleva a la exhibición artística y actoral.

Ahora bien, la meta sexual de la primera (fase oral) diríamos que consiste en la incorporación del objeto. La fase anal sádica presenta la división de opuestos en activo y pasivo. La actividad es producida por la pulsión de apoderamiento a través de la musculatura del cuerpo y, como órgano de meta sexual pasiva se constituye, ante todo, la mucosa erógena del intestino.
Más que fases en el desarrollo sexual separadas, encontramos, siguiendo a Abraham y a Melanie Klein, una coexistencia pulsional. En el caso clínico presentado, digamos que en Camilo coexisten la fase anal y la fálica, con una evidente fijación en la analidad.
Si bien es hasta 1913 que Freud saca a la luz la relación entre el erotismo anal y la neurosis obsesiva, ya en 1909, en su artículo “Carácter y erotismo anal” hace puntualizaciones interesantes vinculando el orden, la avaricia y lo pertinaz en el adulto con el erotismo anal del niño. Sucede que después, estos niños ya de adultos han trasmutado el privilegio de esta zona con tales características de la personalidad.
El erotismo anal es uno de esos componentes de la pulsión que en el curso del desarrollo, y en el sentido de nuestra actual educación cultural, se vuelven inaplicables para metas sexuales, de ahí que se sublimen. Hay pues, una relación entre el carácter y las pulsiones constitutivas: “Los rasgos de carácter que permanecen son continuaciones inalteradas de las pulsiones originarias, sublimaciones de estas o bien, formaciones reactivas contra ellas”. 1
Empezando por Freud en una de sus cartas a Fliess, aún antes de la constitución del psicoanálisis, subraya la cooperación entre lo orgánico y la represión. Zonas del cuerpo van siendo sujetas del desprendimiento sexual en el curso del desarrollo del individuo. En la infancia cabe pensar que el desprendimiento sexual no está aún tan localizado, de suerte que, boca y ano, tienen e incitan a los niños algo análogo al desprendimiento sexual no sólo por estímulos periféricos sobre los órganos sexuales, sino tanto por las excitaciones internas de estos órganos como desde las mismas representaciones.

En 1905, Freud publica “Tres ensayos de teoría sexual”, donde amplía el concepto de sexualidad, liberándolo del estrecho espacio de la genitalidad. La sexualidad humana tiene que ver, de manera determinante y condicionante, en todas las actividades humanas y lo más importantes, es que la defiende como el conglomerado de pulsiones parciales.
Recordemos la célebre frase de Freud donde pulsión y objeto son independientes: “… debemos aflojar en nuestra concepción los lazos entre pulsión y objeto. Probablemente la pulsión sexual es al comienzo independiente de su objeto y tampoco debe su génesis a los encantos de éste” (2) .

La clase y valor del objeto sexual pasan a un segundo plano. La pulsión es así definida como la agencia representante psíquica de una fuente de estímulos intra somática en continuo fluir. Se trata de una medida de exigencia de trabajo para la vida anímica. Y como el cuerpo es el lugar de apuntalamiento, las zonas erógenas van marcando el punto de partida y llegada de la pulsión. El tema de las pulsiones parciales es fundamental en la comprensión de la sexualidad humana desde el psicoanálisis. Espacio que en un continuo estarse constituyendo, se entrecruzan, por lo menos, tres dimensiones: en nivel racional donde van a fluir y constituirse las significaciones y fantasmas inconscientes ligados a las particularidades históricas del sujeto; luego, está la dimensión del placer y, al final, la del deseo… dimensiones que marcarán el cuerpo del sujeto en los tres registros (real, imaginario y simbólico) dando forma a los caminos que escoja para desarrollar su sexualidad. Hemos llegado a un planteamiento fundamental desde el psicoanálisis, pues precisamente uno es el sexo con el que el bebé nace y otro el que en su desarrollo se logra construir.

Hablamos pues de zona erógena que se apuntala, en un primer momento, en la necesidad biológica y se construye a partir del tipo de vínculo del bebé con la madre o con aquél que cumpla esa función. “El quehacer sexual se apuntala primero en una de las funciones que sirven a la conservación de la vida y solo más tarde se independiza de ella” (3). Zona erógena, ese sector de piel o mucosa en la que las estimulaciones provocan placer y si bien cualquier parte del cuerpo puede serlo, la boca y el ano son privilegiados en el caso de las psiconeurosis.

En consecuencia, la zona de los labios y la anal son aptas por su posición para proporcionar un apuntalamiento de la sexualidad en otras funciones corporales. Como reiteradamente lo menciona Freud en cuanto a los caracteres esenciales de la exteriorización de la sexualidad infantil: “Esta nace apuntalándose en una de las funciones corporales importantes para la vida, todavía no conoce un objeto sexual,  pues es autoerótica y su meta sexual se encuentra bajo el imperio de una zona erógena” (4). Los niños que sacan partido de la estimulabilidad erógena de la zona anal se delatan por el hecho de que retienen las heces hasta que la acumulación de éstas provoca fuertes contracciones musculares y, al pasar por el ano pueden ejercer un poderoso estímulo sobre la mucosa. De esta forma en esta zona forzosamente se presentan, de manera simultánea, sensaciones placenteras y dolorosas, que son el campo fértil para la pulsión sadomasoquista.
El contenido de los intestinos tiene para el niño importantes significados, además de ser el precursor de otro órgano, su pene. Esta primera prohibición que el riño recibe en cuanto a ganar placer con la actividad anal y sus productos, es decisiva para todo su desarrollo. Es a raíz de ella que el pequeño vislumbrará por primera vez la existencia de un medio hostil a sus mociones pulsionales, y aprenderá a separar su propio ser de ese otro… Lo anal permanecerá, desde entonces, como el símbolo de todo lo que hay que desechar, expulsar.
Se trata del primer límite, primera separación y también control. En esta fase anal, así como en la oral, vistas como pulsiones parciales, envuelven a otras personas en calidad de objetos sexuales, aunque no deja de tener un carácter esencialmente autoerótico.
Aunque, haciendo un paréntesis, es preciso ahondar en la expresión ‘fase’ enfatizando su carácter vincular. Oscar Masotta es muy claro al respecto cuando señala que

“la fase es algo que el sujeto debe irremediable y obligatoriamente atravesar. Pero además, y durante la fase, aparece o emerge una estructura de relación novedosa. Como los dientes de leche – valga la comparación que hace Freud – aparecen y luego caen para permitir la aparición de la dentición definitiva. ‘Fase’ significa, en definitiva, algo que se secuencia en el tiempo de modo obligatorio, más la emergencia de una relación nueva con los objetos. En la fase oral la relación con el seno materno, que desaparecerá… para permitir la aparición de la fase anal, modelo de la relación narcisista con el excremento (modelo a su turno del carácter de las obsesiones)” (5).

Resulta importante, para efectos del análisis del caso, mencionar lo que Freud exterioriza, sobre los destinos que las pulsiones pueden experimentar en el curso de su desarrollo:       

“La observación nos enseña a reconocer, como destinos de pulsión de esa índole, los siguientes:
La transformación en lo contrario, la vuelta hacia la persona propia, la represión, la sublimación” (6)

El trastorno hacia lo contrario, se resuelve en dos procesos diversos: la vuelta de una pulsión de la actividad a la pasividad y el trastorno en cuanto a su contenido… por ejemplo: La meta activa de martirizar es reemplazada por la pasiva – ser martirizado – o bien, la mudanza del amor en odio.
La vuelta hacia la persona propia, resulta más comprensible si pensamos que el masoquismo es, sin duda, un sadismo vuelto hacia el yo propio. Lo esencial en este proceso es el cambio de vía.
En el desarrollo de las pulsiones parciales, la ambivalencia es una característica de su movimiento. Ambivalencia que atañe sobre todo a la relación entre amor y odio. Sabemos, por experiencia, que el amor y el odio no mantienen entre sí una relación simple. Tienen orígenes diversos y cada uno ha recorrido su propio camino antes de que se constituyeran como opuestos bajo la influencia de la relación placer - displacer. Resumiendo lo que se sabe sobre los génesis del amor y del odio, Freud menciona:

“El amor proviene de la opacidad del yo para satisfacer, de manera autoerótica, por la ganancia de un placer de órgano de una parte de sus mociones pulsionales. Es originalmente narcisista, después pasa a los objetos que se incorporaron al yo ampliado, y expresa el intento motor del yo por alcanzar esos objetos en cuanto fuentes de placer. Se enlaza íntimamente con el quehacer de las posteriores pulsiones sexuales y coincide, cuando la síntesis de ellas se ha cumplido, con la aspiración sexual total. Etapas previas del amar se presentan como metas sexuales provisionales en el curso del complicado desarrollo de las pulsiones sexuales. Discernimos la primera de ellas en el incorporar y devorar, una modalidad de amor compatible con la supresión de la existencia del objeto como algo separado y que por tanto puede denominarse ambivalente. En la etapa que sigue, la de la organización pregenital sádico – anal, el intento de alcanzar el objeto se presenta bajo la forma del esfuerzo del apoderamiento. Al que le es indiferente el daño o la aniquilación del objeto. Por su conducta hacia el objeto, esta forma y etapa previa del amor por es apenas diferenciable del odio” (7).

El amor aparece en etapa posterior, con el establecimiento de la organización genital. La ambivalencia, ese odio mezclado con amor, proviene de las etapas previas del amar, es decir, pregenitales del desarrollo. En la fase anal, la ambivalencia, el odio, la crueldad y la agresividad serían formas que el niño tiene para apoderarse y controlar el objeto.
Abraham, alumno de Freud, hizo profundizaciones importantes que permiten ver con mayor claridad la etapa de la organización sádico-anal. La importancia de esta fase, para Abraham, consiste en que se trata de un pasaje donde si bien aún impera el autoerotismo, la experiencia fundamental en todo infante del control de esfínteres, abre la posibilidad psíquica de establecer la relación con otro. Viene a ser el preludio de la angustia y complejo de castración que en momentos posteriores y bajo el primado del falo, caracterizarán la estructura edípica.

El control de esfínteres expone el narcisismo del niño a la primera prueba severa. Es la primera vez que tiene que separarse de algo tan suyo. La excreción se reviste como un signo de enorme poder, aunque eso no sea consiente. La disposición psíquica solo aparece cuando el niño comienza a transferir a objetos (fundamentalmente su madre) los sentimientos que tienen originalmente límites narcisistas. Cuando adquiere tal capacidad el niño permanecerá limpio, en homenaje a ese objeto. Como bien lo señala Karl Abraham, la idea infantil de la omnipotencia de sus deseos y pensamientos puede proceder de un periodo en el que se atribuye gran importancia a las excreciones. “En los psicoanálisis de neuróticos, estamos acostumbrados a ver que las sensaciones anales y uretrales están estrechamente relacionadas con los impulsos infantiles de amor” (8).

Dada la ambivalencia de la vida instintiva del neurótico, las funciones y productos de la vejiga e intestinos son utilizados como instrumentos de los impulsos hostiles. Combinación de opuestos presente ya en la fase sádico-anal; placer de retención y también de evacuación rápida. En la etapa anal, el individuo considera a la persona que es objeto de su deseo como algo sobre lo que ejerce un derecho de propiedad, igual que al contenido de su cuerpo:(sus heces).

“Mientras que el nivel genital, el ‘amor’ significa la transferencia de los sentimientos positivos hacia el objeto, e involucra una adaptación psicosexual a ese objeto, en el nivel anterior significa que se trata al objeto como si perteneciera al individuo. Y puesto que en ese nivel inferior existe todavía en toda su fuerza la ambivalencia emocional, aquél expresa su actitud positiva hacia el objeto en la forma de una retención de su propiedad, y su actitud negativa en la forma de un rechazo a ella. De tal modo, cuando el neurótico obsesivo se ve amenazado con la pérdida de su objeto, y cuando el melancólico lo pierde en realidad, eso significa para el inconsciente de ambos una expulsión de ese objeto en el sentido de una explosión física de los excrementos (9).

Destruir el objeto o controlarlo. El empuje sádico amenaza la existencia de su objeto y, la eliminación o pérdida de un objeto son considerados por el inconsciente como un proceso sádico de destrucción o como uno anal de expulsión.
Por último, mencionaría a Bela Grunberg, quien no deja de enfatizar la importancia de la etapa anal en el desarrollo del sujeto. Básicamente son dos las razones que arguye.
La primera tiene que ver con que esta etapa surge a partir de la frustración de la plena satisfacción oral. Herida narcisista que prepara el pasaje a lo anal. Y se abre un inédito mundo racional para el niño: por primera vez el niño descubre que puede encontrar ciertos placeres en y por sí mismo sin intervención de la madre. “Ahora el niño puede poner a salvo su honor narcisista ubicado fuera de él (proyección) todo lo que es fuente de decepción narcisista y conservando en sí mismo e invistiendo positivamente todo lo que es fuente de placer y narcisísticamente satisfactorio” (10).

Las heces son regalo y valor por un lado, arma agresiva por otra parte, y símbolo de todo lo que es malo, peligroso y detestable. Lo importante es ocupar un lugar de superioridad frente al objeto. El carácter compulsivo para mantener esta situación es manifiesto y si disminuye sobreviene la crisis de angustia. El niño en fase anal dice no y toma gustoso una actitud de desafío. Esta conducta le es necesaria para consolidar su nueva oposición narcisista, a saber, la afirmación de sí mismo en relación con los otros. En lo anal busca el control sobre el objeto, lo cual implica agredirlo, degradarlo y reducirlo a un resto.

Para Grunberg, la fase anal permite la integración del conjunto de las pulsiones. La analidad está destinada a fundirse con la genitalidad y de todos modos, esta fase termina en el momento en que la ambivalencia que le es propia es superada. “El establecimiento de relaciones objetales satisfactorias depende de la maduración pulsional, proceso cuya energía es provista por el componente anal. Es la analidad la que asegura el control al conjunto de las pulsiones, comprendido el erotismo anal sin duda” (11).
El odio y la agresividad constituyen una fuerza capaz de unificar a los grupos, el odio antecede al amor, la pulsión de muerte a la pulsión de vida.

 

DISCUSIÓN CLÍNICA

Revisando el caso de Camilo, pareciera que la fijación en la fase anal haciendo síntoma a la encopresis no es más que un intento poco exitoso de negar la estructura edípica de la cual evidentemente tiene noticia, y anuncia un estacionarse en la fase anal como forma de manejo de la angustia de castración que le sobreviene abruptamente a partir de la repentina amenaza de ser operado de las anginas.

Camilo sufre de una gran decepción amorosa precisamente en un momento en que su líbido no ha superado adecuadamente la etapa narcisista. Es en el momento en que su madre le deja de dar pecho porque no tiene leche, y le cuesta alimentarlo así. A partir de ese momento, de ese abrupto destete, sobrevienen tres meses de mucho estreñimiento (¿extrañamiento?) que estaba a punto de ser resuelto vía intervención quirúrgica, hasta que un medicamento dio resultado. A partir de entonces, el niño tenía que tomar algo especial para desalojar sus intestinos… durante este acontecimiento, es evidente que, de manera precoz, la mucosa anal de este bebé, fue fuertemente estimulada y excitada, como si la falta de satisfacción vía oral pudiera ser sustituida por vía anal (placer de órgano desplazado de un lugar a otro). Resulta significativo que aún a posteriori, frente a la amenaza de ser operado de las anginas, el síntoma que reaparezca, sin lugar a dudas “resignificado”, sea la incontinencia intestinal, misma que ya había sido exteriorizada de manera breve, cuando la madre decide vivir con su nueva pareja; el paciente siente “haber perdido a mamá… ya nada sería como antes”. En este momento su crisis de encopresis parecía que se anudara más con el deseo de desembarazarse del intruso (pareja de la madre) que no sólo le quita a su madre, sino que aleja a su Padre de él.

No podemos dejar de pensar que la encopresis es el nudo para la obtención de placer y logro del sentimiento de omnipotencia de poder controlar el objeto. Pero el resultado es que, queriendo cagar a otro, él se caga encima. Y es que realmente cagar a otro es depositarle todo el odio y desintegrarlo, destruirlo, sacarlo de la vista (callejón sin salida) porque el padrastro, el padre verdadero y la madre son objeto de su ambivalencia: los odia, pero los quiere y los necesita. De un deseo sádico de destrucción, el resultado es ponerse en una posición masoquista, al cagarse encima, tolerar burlas, aguantar maltratos: es decir, otra forma de cagarse encima.

Cuando el médico le dice ‘violentamente’ que es necesario ser operado de las anginas, lo escucha y lo vive como una amenaza de castración que hace que regrese al estadío anterior, el de la organización sádico-anal, y su angustia es trasmutada y manifestada en la encopresis. Freud afirma algo interesante respecto al Hombre de los Lobos:

“Un nuevo significado de la caca está destinado ahora a allanarnos el camino para considerar el complejo de castración. La columna de heces, en la medida en que estimula la membrana intestinal erógena, desempeña el papel de órgano activo para esta última, se comporta como el pene hacia la membrana vaginal y deviene, por así decir, precursora de aquél, en la época de la cloaca. La entrega de la caca a favor de (por amor de) otra persona se convierte a su vez en el arquetipo de la castración, es el primer caso de renuncia a una parte del cuerpo propio, para obtener el favor de otro amado” (12).

Ahora bien, en la forma en que se manifiesta, un día llega a expresar su placer de retener, que era muy intenso… esa parte era la fundamental… retener, no soltar… no separarse. Por esto es que, en esta otra línea, la encopresis se presenta como un intento de negar la castración, de rehusarse en un primer momento, a la separación, por lo demás inminente. Y lo que en otro momento era un regalo, ahora permuta su significado tierno por el ofensivo. Podría decirse que al final sobreviene el sentimiento de culpa por haber agredido al objeto amado y  sobreviene el masoquismo, que consiste en soportar el cagarse encima.                

Por otro lado, no resulta descabellado pensar que en la situación del paciente, su identificación con la madre y la consecuente idealización de ella, impedía el poder acercarse al padre o al padrastro. El paciente requería a un tercero que lo separara de la madre… que oxigenara… pero desgraciadamente, ni su padre ni su padrastro le llegaban a la madre… y aquí otro elemento aunado con el erotismo anal… su madre quien aportaba el dinero, y en algún momento inicial del trabajo analítico se acentuaba más su creencia de que la madre tenía un pene… de seguro sí… fue hasta después que pudo aceptar la diferencia de los sexos, que la angustia no se muda en mierda sino en juego y en risa.

Representaciones que las palabras van anudando y que les van dando sentido: devenir del trabajo analítico. Pero antes del despliegue de la palabra para desanudar el síntoma, no puedo dejar de relacionar la identificación con la madre (que es la que lleva el signo de pesos… la castradora) con la encopresis. Madre invasora que con sus palabras (le explica todo), imposibilita la diferenciación, el derecho al secreto en el hijo. Madre completa, que no da entrada al hombre, ni a la función paterna.                                                                             
Las representaciones a nivel inconsciente de caca-hijo-dinero se distinguen con dificultad. “En torno a la defecación se presenta para el niño una primera decisión entre la actitud narcisista y la del amor de objeto. O bien, entrega obediente la caca, la satisfacción al amor, o la retiene para la satisfacción autoerótica o más tarde, para afirmar su propia voluntad. Con esta última decisión queda constituido el desafío (terquedad) que nace, pues, de una porfía narcisista en el erotismo anal (13).

Otro elemento para pensar es que el padre verdadero, sin previo aviso, abandona al hijo, se desaparece, sin despedirse. Se trata de un padre a quien le cuesta trabajo desempeñar su función. Camilo siente esta experiencia como una marca que llevará siempre consigo, algo tiene él que el padre es ambivalente, o bien, su madre siendo tan poderosa ha dejado al padre sin su guinguiluquis, ya que como vimos, la mujer, en este caso la madre, lo que tiene es una calaca que muerde y así hay que realizar el trabajo de duelo, en relación con ese padre que abandona y que no quiere saber de su hijo.

Definitivamente, a partir de que se trabaja la situación de Camilo en relación con sus dos papás (uno deseado pero abandonador, el otro que sí está solícito, pero aterra) se acentúa por breve periodo la encopresis, luego, sólo mancha la ropa interior y, curiosamente, cuando puede hacerse oír por la madre, cuando puede decirle NO (que no quiere dejar el análisis, que no quiere cambiarse de escuela, que quiere seguir hablándole a su padre verdadero), es entonces cuando puede salir del túnel (pensando en la etapa anal en que se encuentra estacionado) y parirse, separarse. Sólo en ese momento cede el síntoma y puede entrarse en el trabajo de la angustia de castración y del complejo de castración.

    

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

1 Freud, S. “Carácter y erotismo anal”. Obs. Compls. Tomo IX. Amorrortu Ed., p. 158.
2 Freud, S.,, S., op. Cit., p.134.
3 Freud, S.,, S., “Tres ensayos sobre teoría sexual”. Ob. Compl. Amorrortu Ed., p.165.
4 Freud, S.,, S., “Tres ensayos…” Op. Cit., p. 166.
5 Masotta, O., “Lecciones de Introducción al psicoanálisis”. Ed Gedisa, Barcelona, 1996. P. 38-9.
6 Freud, S..,, S., “Pulsiones y destinos de pulsión” . T.XVI. p. 122.
7 Freud, S.,. “Conferencias introductorias al psicoanálisis” Vol. XVI. P. 297.
8 Abraham, K. “La valoración narcisista de los procesos excretorios en los sueños y en las neurosis”. En sus trabajos clínicos. Ed. Emcé. P. 322.
9 Abraham, K. “Un breve estudio de la evolución de la líbido considerada a la luz de los trastornos mentales” (1924). En sus trabajos Clínicos. Op. Cit. P. 325.
10 Grunberg, B. “El Narcisismo”. Trieb. P. 143.
11 Grunberg, B. op. Cit. P. 156.
12 Freud, S. “De la historia de una neurosis infantil”. (1918 (1914)), Vol. XVII, Obs. Comps. P. 78.
13 Freud, S. “Sobre las trasposiciones de la pulsión, en particular el erotismo anal”. (1917). Vol. XVII, p. 120.

 

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