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Número 16 - Noviembre 2024
La poética es lo que no termina de establecerse
Diego Rodriguez Duca

“Si en efecto la lengua -es de ahí que Saussure toma su punto de partida -
es el fruto de una maduración, de una madurez, que se cristaliza en el uso,
la poesía resulta de una violencia hecha a ese uso, de la que tenemos algunas pruebas”
(1)

Ptolomeo vio la bóveda celeste, desde su angustia geocéntrica, desde su impotencia de arena, desde un firmamento que lo tragaba cada noche egipcia y lo devolvía en cada amanecer.
Su Almagesto es un catálogo de estrellas, predice movimientos y eclipses. Predecir: suspender el temor a la contingencia con un método que lo niegue. Catalogar: acción de enmarcar lo que se cree conocido evitando lo sorpresivo. Un mapa: ilusión práctica de sentir que existe la dirección. El universo: una superposición de láminas con volúmenes encastrados plausibles de ser examinadas, contabilizadas y copiadas en un papiro.
En los ratos libres, en la biblioteca de Alejandría, dibujaba cartografías que apareaba y multiplicaba en destreza de escarabajo.
La quintaesencia o quinto elemento, era esa capa giratoria traslúcida donde se incrustaban planetas y palabras.

A la vuelta de Egipto, en la Ciudad de Buenos Aires, un malabarista callejero tensa el límite de lo posible para asombrar con su pequeña proeza. Malabarista de semáforo porteño. Espectador que sabe cómo termina el momento.
Un niño arroja un camello de peluche y trata de atraparlo una y otra vez, al grito repetido de “acá-tá”. Con el juego simbólico va perdiendo el laleo, perderá la palabra como objeto de juego, artefacto en sí misma, cuando adultezca y el sentido se instale casi-todo.

El malabarista habita la lógica que implica el sentido. Ptolomeo se preocupaba por establecer el sentido de todo lo que existe, como si pudiera. El niño en juego de camello se baña sin saberlo en el sentido del Otro que se establece como la lava volcánica luego de una erupción, se enfría y se fija en la contingencia geográfica.

Quien impertinente escribe estas páginas habita el mismo campo, como quien está leyéndolas.

¿Lo que se establece es el sentido? ¿Es la organicidad de la cultura?
El sentido marca la dirección que, obediente al goce, queda coagulada en un imaginario grosero que se le atreve a lo simbólico, Lacan advierte “El síntoma hace existir la relación que no hay” (2).
No hay relación entre S1y S2, el síntoma como agente del sentido fabula la relación imposible.
El sentido es el acto irrespetuoso de negar a Heráclito, de negar que “nadie se baña dos veces en el mismo rio”. La neurosis niega que la repetición es imposible y funciona como si lo igual fuera el destino.
Continúa Lacan “Siempre quedamos pegados al sentido, ¿cómo no hemos todavía forzado las cosas para hacer la prueba de lo que daría forjar un significante que sería distinto?” (3)
Forzado es uno de los modos que abre Lacan para pensar lo violento de la interpretación, en esta etapa de su Enseñanza. Se trata de discontinuar S1–S2 para lograr un vaciamiento no–todo, con la inclusión de un nuevo significante que bifurque el efecto originario del significante establecido.
Forzado implica en la clínica no esperar que advenga un significante en el discurso del analizante, sino crear uno nuevo. Vaciamiento no–todo, dado que no necesita de la anulación de los significantes existentes para implantar un significante nuevo que bifurque el sentido establecido.
El vaciamiento absoluto de un significante sería pretencioso. Lo necesario es, mediante el equívoco, lograr el vaciamiento no-todo que haga lugar a un nuevo significante por medio dela intromisión poética.

Continuemos, ya que hay ilusión de continuidad. Articulemos estas dos citas de Lacan para continuar el periplo desde lo que establece hacia la poética:
“… alrededor de la función hablante, algo que aísla al hombre. Y no es sino en función de esto, que no hay relación sexual. Lo que podemos llamar en este caso el lenguaje lo supliría. Es un hecho - el bla-bla-bla amuebla lo que se distingue porque no hay relación” (4).
“En la estructura del inconsciente, hay que eliminar la gramática. No la lógica, sino la gramática” (5)

Los objetos de la pulsión se intrincan con los significantes por medio de la demanda del Otro. Estos significantes permiten al sujeto del inconsciente tomar posición en el fantasma frente al deseo del Otro devenido goce.
El sentido organizado por la gramática pulsional se establece, gramática que suple la no-relación, que deriva en goce del hablanteser.  Gramática que es bla-bla-bla en formato novelado, la justificación coherente que otorga el Yo, a la inmixión del sujeto y el Otro.
También se establece el cuerpo imaginario en el espejo que es el Otro, y los significantes que encadenados tensan la resistencia en el advenimiento de la diferencia, y la demanda en operación de ligadura. La demanda siempre es policial. Ordena. Restringe. Cuida.

¿Entonces todo se establece? Categóricamente no.
El deseo no se establece, el goce femenino, tampoco. El chiste, lo absurdo, lo imposible lógico y sobre todo, la poética, no se establecen. Nunca. Si lo hicieran se desvanecería su función de ruptura, la posibilidad de la diferencia al infinito, la metáfora que se usa sólo una vez, el río de Heráclito, el Libro de arena de Borges.
El deseo no es movimiento oblicuo. No es sosiego. Es albur que no huye pero no se detiene, inexorable. Es punto que hace plano en un pliegue que hace agujero. Es lo antagónico a lo estanco, es futilidad a lo sagrado, grieta franca a lo que intenta establecerse.

Volvamos a comenzar, pero por el costado.
La poética es ruptura en funcionamiento, en continuidad, es violencia, pero no sólo eso.
Pensemos cómo autores del mundo literario rompen la ilusión de la bóveda celeste y, haciendo malabares, juegan como niños con las palabras. Así podremos ubicar de qué se trata la poética que Lacan trabajó en el Seminario 24 y que se diferencia de la poesía.
Baudelaire dijo que la época (uno de los modos en que se presenta el Otro) demanda claridad y contenido.
El poeta rompe al Otro y se sirve de sus pedazos, de la musicalidad de las palabras que se vuelven artefactos fuera de su encadenamiento. Rompe al Otro al no respetar su poder (imposición de hegemonía) y al no responder a su amenaza. Destrozado el Otro, toma sus pedazos para construir musicalidades pasadas por su voz propia, nuevos sentires a la intemperie de la demanda.
Siguiendo a Henri Meschonnic, no hay poética sin una política del rechazo, rechazo de lo establecido que genera ese medio vaciar, para que el margen de libertad se haga. Si todo está escrito y significado, si se sostiene eso, la libertad se estrecha hasta estrangularse.
Si lo disruptivo que es la poética se cataloga en la biblioteca del Otro, pierde su carácter.
Mallarmé era un outsider, estaba en huelga ante la sociedad, estaba por fuera leyendo el adentro, por el acto de extranjerizar el propio lenguaje. ¡Un extranjerizador!
Todo el lenguaje es extranjero, inclusive el que nos habita. El poeta es el que de esa condición hace acto creativo, se apropia del lenguaje en su transformación. Es outsider. Soporta el riesgo de entrar y salir una y otra vez del sentido y de su ruptura en una continuidad Moebius.
Para Henri Meschinnic el ritmo desborda la noción de género, el ritmo es la organización de la palabra de un sujeto que subjetiva la lengua.
El capitalismo arma utilidad del lenguaje. Cuando la poética rompe la utilidad de la comunicación aparece el ritmo, la posibilidad de la lengua como artefacto, artefacto que reclama el modo de leer de cada uno. Sin utilidad estamos condenados a subjetivarnos.

La gramática es el conjunto de reglas del lenguaje que regulan el uso de una lengua determinada, tanto la composición como la organización sintáctica de las oraciones.
Cuando Mallarmé hablaba de sintaxero -yo agregaría gramatiquero- se refería al hacer del poeta que rompe las reglas de la gramática toda, articulando una gramática propia, en una dimensión distinta a una respuesta.
Gerard Dessons habla de la “manera” como la obra loca, fuera de los estilos vigentes, que como efecto enloquece a la crítica porque hay un carácter irresoluble en esa obra, no del estilo sino de la originalidad, no se la puede leer con los parámetros que hay.
En la enunciación está la manera, en el enunciado está el sentido. Enloquece a la crítica porque se pierde la referencia de lo establecido.
La música y la poética instan un por fuera del sentido no traumático, pero si litoral entre lo posible y lo contingente.

Consecuencias teóricas y clínicas se encuentran a partir de la confusión en Lacan acerca del término “poesía”. Ha llamado “poesía” a la poética, una acción de ruptura de la gramática que abarca al chiste, al neologismo, al enrarecimiento de la palabra dicha para forzar en ella otro uso, y a la poética.

Un ejemplo de esto en el seminario 24
 “… con la poesía, que es efecto de sentido, pero también efecto de agujero. No hay más que la poesía, se los he dicho, que permita la interpretación. Es por eso que yo no llego más, en mi técnica, a lo que ella sostiene. Yo no soy bastante poeta. No soy bastante poate” (6)
Aquí claramente ubica la poesía como una acción que conlleva su efecto. Podríamos jugar con la idea de efecto al sentido, y efecto de agujero, agujero que permite leer otra cosa.

Propongo pensar que la poesía refiere a un género literario, poema a la unidad descrita como obra dentro de dicho género, poética a la función de disrupción, un acto de descentramiento, un terrorismo al sentido.
No nos quedemos varados en una concepción de la poesía encorsetada en una métrica o de lo poético como condensaciones y desplazamientos que llegan al estatuto de metáfora.
Se trata de suponer el acto poético como subversión en el hacer del poeta y del analista, y de abrir en el lector la posibilidad de leer al infinito, leer el ritmo con el cuerpo, soñar el sueño que no recurre a los significantes que lo habitan, derivarse en un goce Otro, femenino, perderse por algunos momentos en el perfume de los azares.
Lacan en el inicio de su enseñanza ya buscaba en los poetas la manera interpretativa.
En 1953 en “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis” busca en la interpretación la posibilidad de restituir la palabra evocándola. La evocación la encuentra en la retórica hindú que desarrolla René Daumal. Dhauni es la propiedad de la palabra de hacer entender lo que no dice, o sea, en términos de Daumal, la resonancia. Los hindúes distinguen el sentido literal, el figurado y el sugerido que sería la resonancia.
En 1966 Lacan cita a Francis Ponge, quien dice de Malherbe que creó un neologismo: ressón, mezcla de razón y resonar, que son homofónicos en francés. Dice que Malherbe hace vibrar la razón, temblement, o conmoción en apasionamiento, usando los instrumentos de alteración de aliteraciones y asonancias que arman las palabras en ecos y sonidos que tocan el cuerpo. Ponge decía que la asonancia concierne a las vocales, no a las consonantes. Red de vinculaciones por fuera del sentido establecido (asonancia como concepto fronterizo del laleo).
Lacan veía a la poesía como una violencia aplicada al sentido cristalizado de las significaciones, entendía a la interpretación como violenta en su carácter subversivo, deconstructor.

Tomemos una línea de un poema:
“Como arrojarse al horizonte siendo horizonte?” (7)
Esta línea subvierte la gramática, resuena en cada quien, no por gracia de la alquimia del escritor sino por la posibilidad de una lectura liberada, por un instante, del Otro, a partir de la pérdida de la referencia. Lectura deseante, que no espera encontrar lo que habría al modo del desciframiento, que busca para no encontrarse, que busca para que suceda el poema en el cuerpo.
Lo que mueve al sujeto es la poética, que lo devuelve al deseo desdireccionado de lalangue. Es plural, porque la condición misma de lalangue impide la fijación del sentido ya que no hace cadena como los significantes.

Desde la lógica del desciframiento a la lógica del vaciado, la intromisión poética como modo interpretativo
Podemos crear un ejemplo de interpretación sostenido en la noción de “poética” extraída a partir del Seminario 24.
Supongamos una paciente llamada M, cuya madre murió recientemente. La paciente M sueña a la madre en su casa, viva y no queriéndose ir. Angustiada, M dice “no madre!”, pero la madre insiste en estar y ella siente que no se puede ir.
Lo que llamo intromisión poética consiste en desplazar el “no madre!” a la invención de la palabra “nómade”, lindera en homofonía, combinada con la potencia del deseo de irse, de viajar por fuera, actividad que disfruta.
“No madre” / “nómade” implica la intromisión de un significante nuevo, fuera del sentido del Otro, que vacía el sentido establecido bifurcándolo. Lo bifurca porque no es necesario que desaparezca el “no” a la madre, el punto es que no quede detenida ahí.
Integra el conflicto al reservorio significante del paciente sin reemplazarlo. Apela a la falta para que la lectura haga resonar lalangue sin exceso de Otro.
Integrar es a condición de no desconocer la falta. No se trata de resolver el conflicto (hecho que sería un ideal). Se trata de partir de lo que hay, de integrar lo antagónico, lo que tiene argamasas diferentes, para crear desde ese barro.

Lacan dirá (¡sigue diciendo!) en el Seminario 24  
“Lo que en todo caso yo enuncio, es que la invención de un significante es algo diferente de la memoria” (…) “eso consiste en servirse de una palabra para otro uso que aquel para el cual está hecha, uno la retuerce un poco, y es en este retorcimiento que reside su efecto operatorio” (8).
Tomar una palabra, “nómade”, para otro uso del que está hecha, para ubicar la circulación deseante de la paciente por fuera de la madre en un modo que preexiste en ella y le funciona placenteramente. Bifurca el “no madre!” y al hacerlo le agrega el cuerpo libre caminando sobre el mundo.
Es margen de libertad, más allá de la respuesta al Otro.
Un significante nuevo no necesita ser neologismo, puede ser una palabra retorcida en su uso. Una inconclusión en testimonio permanente, un dolor de nombres propios que busca alivio fuera de la repetición, una cantidad acumulada de ataduras al lenguaje que urgen ser deshechas.
Este significante nuevo no se establece, funciona separando, es artefacto en acción. M podrá ser nómade en una superficie que no incluya a la madre, a la vez que le diga “no” cuando lo amerite.

El malabarista de semáforo porteño es equivalente al malabarista de semáforo porteño.
Puede sentirse burlado por la escasez de propina y rendirse ante el resentimiento.
Puede querer ganar más dinero y negar que desconoce cómo hacerlo.
Puede sentirse héroe de historieta underground o ser artista como Santo en equilibrio.
Puede, alborotado por lo vacuo, no obedecer, abandonando la bóveda de Ptolomeo y su obsesiva misión.
Puede reír con el niño-poeta del camello de peluche, que lo lleva a las arenas sobre divanes donde las cosas son como resuenan, como sabores, como vacíos que resisten al pleno desconcierto, como origamis que en coro te relatan un cuento.

Notas

(7) Diego Rodriguez Duca: Santo en equilibrio, Ed Paradiso 2023

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