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Tomamos el término “afecciones” en una de sus acepciones que lo enlaza al concepto de afecto definido como “cada una de las pasiones del ánimo y especialmente el amor” de acuerdo a la Real Academia Española. Las afecciones narcisistas han sido trabajadas por diferentes autores y nos brindan un modo de conceptualizar presentaciones clínicas difíciles de abordar con el dispositivo transferencial y de diagnosticar en las categorías clásicas de neurosis o psicosis. Podemos intentar cernirlas por la pregnancia del cuerpo en la hipocondría y los fenómenos psicosomáticos, el “rechazo del inconsciente” en las melancolizaciones o depresiones de época o el predominio del acto en detrimento de la palabra que suponen el acting-out, el pasaje al acto o los arrebatos pasionales.
Estas presentaciones en la adolescencia suponen una dificultad mayor por una de las características de dicho tiempo lógico: lo que la irrupción de la pubertad produce a nivel del narcisismo. De aquí partimos para interrogar el concepto de neurosis narcisistas establecido por Freud, quien utiliza esta clasificación para dar cuenta de una presentación clínica que impide u obstaculiza la relación transferencial y en la conferencia número 26, llamada “La teoría de la libido y el narcisismo” refiere:
La ameba recoge sus prolongaciones para volver a emitirlas en la siguiente ocasión. Pero muy diverso es el caso cuando un determinado proceso, muy violento, es el que obliga a quitar la libido de los objetos. La libido, convertida en narcisista, no puede entonces hallar el camino de regreso hacia los objetos, y es este obstáculo a su movilidad el que pasa a ser patógeno. (Freud, 1994, pág. 383)
De este modo señala lo específico de las neurosis narcisistas en la falta de movilidad libidinal y consideramos que se asemeja a lo que sucede en la adolescencia como condición de la estructura. La irrupción puberal supone una ruptura en la armonía lograda en la imagen infantil; el púber no solo no se reconoce en su propia imagen sino que tampoco se reconoce en la mirada de sus otros. El centro de la problemática puberal recae sobre el cuerpo y no solo a nivel de su imagen sino que se vuelve molesto, doloroso, torpe, extraño en su funcionamiento.Esta condición de la estructura produce la vuelta de la libido desde los objetos al narcisismo; cuestión que también se expresa en el aislamiento, la sensación de soledad, la interrupción de los lazos establecidos o desencuentros con los semejantes y adultos como en el desgano y la pérdida de intereses entre otras manifestaciones que son habituales en los motivos de consulta en la clínica con adolescentes.
Cómo se enlaza esta condición estructural en las presentaciones clínicas que comprenden las afecciones narcisistas? Por supuesto que no todos los adolescentes presentan este tipo de padecimientos, por lo tanto no se reduce la cuestión a la referencia al tiempo lógico de constitución. Solo señalamos que la condición estructural favorece para que dichas presentaciones tengan ocasión.
Para responder la pregunta planteada, tomaremos la vía señalada por Sara Glasman en su artículo “El fantasma de suicidio” cuando refiriéndose a las neurosis narcisistas dice:Creemos que es una categoría de utilidad analítica no solo por designar una neurosis caracterizada por cierto tipo de dificultades transferenciales, sino también para dar cuenta de momentos que regularmente aparecen en algunos análisis tanto de obsesiones como de histerias, en especial en sujetos afectados muy particularmente por la angustia. (Glasman, 1992)
En “La tercera” Lacan nos brinda una referencia muy importante sobre la angustia:
¿De qué tenemos miedo? De nuestro cuerpo. Es lo que manifiesta ese fenómeno curioso sobre el cual hice un seminario durante un año entero y que llame la angustia. La angustia es, precisamente, algo que se sitúa en nuestro cuerpo en otra parte, es el sentimiento que surge de esa sospecha que nos embarga de que nos reducimos a nuestro cuerpo. (Lacan, 2007)
En el señalamiento del cuerpo como último sitio de alojamiento subjetivo surge la angustia. Es entre estas referencias: el cuerpo, la angustia y el narcisismo que las afecciones narcisistas encuentran su centro. Sara Glasman en el texto que citamos agrega que la operación que Lacan designa como síntoma escópico “es el síntoma central de las neurosis narcisistas, que aleja momentáneamente al sujeto de la angustia, ya que las vestimentas narcisistas ante todo la velan” (Glasman, 1992)
Esta afirmación se sostiene en que “las vestimentas narcisistas” procuran un resguardo frente a la angustia en una estructura o momento de la estructura que no cuenta con otro recurso como lo es la fantasía o el amparo del fantasma. En este sentido nos interesa señalar el lugar de velo que Freud le otorga a la fantasía -en general. En su texto El creador literario y el fantaseo dice
No deberíamos buscar ya en el niño las primeras huellas del quehacer poético? La ocupación preferida y más intensa del niño es el juego. Acaso tendríamos derecho a decir: todo niño que juega se comporta como un poeta, pues se crea un mundo propio o, mejor dicho, inserta las cosas de su mundo en un nuevo orden que le agrada. (…) Lo opuesto al juego no es la seriedad, sino... la realidad efectiva. (Freud, 1993, pág. 127)
Esta cita nos permite subrayar como el juego produce un clivaje en la realidad. El “como si” operatoria por excelencia que funda al juego y resguarda la diferencia de la realidad efectiva. Continúa Freud
El niño diferencia muy bien de la realidad su mundo del juego, a pesar de toda su investidura afectiva; y tiende a apuntalar sus objetos y situaciones imaginados en cosas palpables y visibles del mundo real. Sólo ese apuntalamiento es el que diferencia aún su «jugar» del «fantasear»
(…) el adulto, cuando cesa de jugar, sólo resigna el apuntalamiento en objetos reales; en vez de jugar, ahora fantasea. Construye castillos en el aire, crea lo que se llama sueños diurnos. (Freud, 1993, pág. 128)Siguiendo la lectura freudiana, encontramos que en el juego la fantasía produce el clivaje con la realidad material, funda esa diferencia necesaria para dar lugar a la denominada “realidad psíquica”. En los diferentes tiempos de la constitución subjetiva la fantasía variará sus características pero mantendrá la funcion de ser un velo, cobertura que también situará Lacan en relación a la escena en el seminario sobre la angustia.
(…) la dimensión de la escena (…) esta ahí ciertamente para ilustrar ante nuestros ojos la distinción radical entre el mundo y aquel lugar donde las cosas, aun las cosas del mundo, acuden a decirse. Todas las cosas del mundo entran en escena de acuerdo con las leyes del significante, leyes que no podemos de ningún modo considerar en principio homogéneas a las del mundo.
(…) Así, primer tiempo, el mundo. Segundo tiempo, la escena a la que hacemos que suba este mundo. (Lacan, 2009, pág. 43)Para concluir una primera aproximación de las afecciones narcisistas en la adolescencia, encontramos que el tiempo de la estructura pone en el centro de la subjetividad al cuerpo. La irrupción puberal, la metamorfosis que conlleva requieren que el púber invista una imagen que aparece desconocida, hacerse de un cuerpo que en principio le resulta extraño y encontrar nuevamente (pero ya no al modo que el juego proveía) un amparo en la fantasía. Este tiempo produce un desajuste entre la escena y el mundo, donde el sujeto en cuestión muchas veces se precipita “a esa salida de la escena, esa partida errática hacia el mundo” (Lacan, 2009, pág. 129) que constituye el pasaje al acto o queda reducido al testimonio de la mortificación del cuerpo en los fenómenos psicosomáticos o expresiones hipocondríacas. Diversas presentaciones que señalamos como afecciones sostenidas en los velos del narcisismo como único amparo frente al mundo.
Bibliografía
Freud, S. (1993). El creador literario y el fantaseo (1908 (1907)). En S. Freud, Obras completas. Tomo IX (págs. 127-135). Buenos Aires: Amorrortu editores.
Freud, S. (1994). Conferencia 26: La teoría de la libido y el narcisismo (1916-17). En S. Freud, Obras completas. Tomo XVI (págs. 375-391). Buenos Aires: Amorrortu.
Glasman, S. (1992). El fantasma de suicidio. Conjetural, 21-44.
Lacan, J. (2007). La tercera. En J. Lacan, Intervenciones y textos 2 (págs. 73-108). Buenos Aires: Manantial.
Lacan, J. (2009). El seminario. Libro 10. La angustia. Buenos Aires: Paidós..