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Número 16 - Noviembre 2024
Pandemia y fobia
Nancy Edith Hagenbuch

                                                                                
Durante la pandemia y a posteriori se tornó importante el estudio de los efectos que podía traer a los sujetos que la padecimos. La Pandemia la podemos leer como un Real que nos atraviesa y que se nos impone. La enfermedad, la muerte e incluso el tema de los cadáveres constituyeron un escenario que se nos vino encima.
Mi interés es tratar de investigar si este Real precipitó algún tipo de fobias, agorafobia, claustrofobia y otras formas de enfermedad de este orden y en qué medida influyó en su desarrollo.
Algunos de los testimonios nos permiten abrir este interrogante.

“Mi ansiedad empeoró muchísimo cuando empezó la pandemia. Después, cuando nos dieron un poco de libertad, noté que me costaba mucho más socializar que antes”. Lucía tiene 19 años y sufre de fobia social o trastorno de la ansiedad social.
Una gran mayoría de personas sufren de cierta ansiedad social.  Se le impone caer bien en determinadas situaciones. Existe una deseabilidad social, que puede ser más o menos grande. El problema es cuando esta emoción se desarrolla en una fobia y entonces ocurre que se distorsiona la realidad y se interpretan ciertos momentos como una situación de peligro.

Un paciente me relataba” Siento temor en las reuniones sociales o en los encuentros en grupo. En este sentido mis temores durante la pandemia quedaron disimulados por los temores reales.”
La crisis epidemiológica por COVID-19 y las nuevas medidas de seguridad han propiciado nuevos tipos de relaciones sociales, basadas en la distancia interpersonal y en muchas ocasiones mediatizadas por la tecnología.
Con la crisis de la COVID-19 se registró un aumento “preocupante” del número de adolescentes y jóvenes con problemas de salud mental . Los trastornos   ansiedad y tristeza eran algunos de los estados   más recurrentes.
Durante la adolescencia y juventud, la socialización es un proceso fundamental. Un ejemplo de ello es el paso del instituto medio a la universidad. Los Universidades fueron unos de los primeros centros para la enseñanza que se cerraron y llevó a miles de estudiantes a vivir la experiencia a través de las pantallas. Lo que propició grandes trastornos en cuanto a conocer nuevas personas, que incide en que no es solo un aprendizaje intelectual, sino también social.

 Esto le ocurrió a Lucía, que tuvo que vivir su primer año de universidad con las medidas de seguridad por la COVID-19:
“En la cuarentena me encerré en mí misma porque no estaba obligada a relacionarme, así que cuando salí fue como un shock porque tuve que relacionarme de nuevo y llevaba sin practicar muchísimos meses”, relata la joven, quien desarrolla una fobia.

¿Qué significa la fobia?
Jacques Lacan nos dice…es al nivel de la fobia donde podemos ver, no una entidad clínica, sino como una encrucijada, una placa giratoria…algo a elucidar…se trata de una figura clínica ilustrada de manera brillante, pero en contextos infinitamente diversos.
En este sentido podemos decir que sólo algunas personas frente a una situación compleja como constituyó el tiempo de pandemia, van a constituir una fobia.
Sin duda en tiempo de enfermedad y muerte el miedo y la angustia son afectos que emergen para tratar de elaborar lo imposible de este Real que la pandemia nos presentó. Pero la fobia trae una torsión más. Ahí donde aparece la angustia coloca un significante fobígeno, ya sea los espacios abiertos, cerrados u otras formas como las distintas formas de socialización. 

Dijimos significante fóbico funcionan como significante que vienen a taponar la angustia.
La angustia, Freud, al final de su obra, la designó como señal distinta del efecto de la situación traumática y articulada con lo que se llama peligro vital. Podemos decir que frente a un peligro vital va aparecer el miedo. La Pandemia constituía una situación de miedo frente a una realidad que se presentaba como amenazante. El miedo se presenta como una buena respuesta frente al peligro. Esto es lo que nos ocurrió a mucho de nosotros.
El sujeto frente a una realidad que se presente como inmensamente grande y desconocida va encontrar en el enclaustramiento una forma de refugio. Lacan nos dice así…tan pronto como un hombre llega alguna parte, a la selva virgen o al desierto comienza a encerrarse, delimita un territorio. Podemos decir que frente al peligro de la pandemia resultaba necesario delimitar un pequeño territorio, esto es para todo sujeto y nos muestra la necesidad del ser humano de armar un espacio que resulte seguro. De ahí cada uno va a operar de acuerdo a sus recursos simbólicos.

El enclaustramiento deberíamos entenderlo a nivel significante, el amparo que está en juego es el del significante. Que este situado a nivel significante significa que dependerá como cada sujeto tenga establecido el adentro y el afuera. Siempre es en el par de oposiciones. Frente al encierro que se colocó frente al primer tiempo de la Pandemia cada sujeto responderá con su marco simbólico. Lo aceptará, lo desafiará, se angustiará para poder crear un nuevo espacio ahí donde transcurría su rutina. Las respuestas serán distintas.

¿Pero qué pasa en la fobia?
 Para satisfacer algo que no puede resolverse a nivel del sujeto, en el nivel de la angustia intolerable, el sujeto no tiene otro recurso que inventarse el miedo al tigre de papel. Esto permite pasar de lo innombrable de la angustia a lo articulable de la fobia.
Sabemos que hay sujetos que pueden padecer síntomas de agorafobia o claustrofobia, son intentos de organizar una realidad donde no hay un lugar de refugio.
El peligro en la fobia es frente al mundo pulsional que nos habita. Con esto decimos que no todo sujeto está en condiciones de armar una fobia. Sólo aquellos que no han terminado de elaborar la unión y separación.
 ¿Qué queremos decir con esto?  Todo sujeto se tiene que prestarse para ser amado y deseado pero llega una etapa que tiene que salir de la endogamia y pasar a la exogamia. De hecho el lugar del Padre es el lugar destinado a realizar esta operación.

Si el Otro quiere todo de mí, el peligro es que me devore. Este enunciado resulta ser unos de los primeros fantasmas en la constitución subjetiva en tanto se constituyen en el campo del Otro.
Freud descubrió y Lacan desarrollo que el Padre al prohibir el goce incestuoso autoriza el deseo. El Padre no es causa sui, sino sujeto que ha ido suficientemente lejos en la realización de su deseo como para reintegrarlo a su causa.  La normatividad del deseo se organiza alrededor de la castración. En esta operación la distribución del placer en el cuerpo se organiza a partir de la falta. Es del inconsciente que el cuerpo toma voz, nos dirá Lacan.
¿Qué pasa cuando el peligro es real?  Todo dependerá de las herramientas simbólicas de cada sujeto y del real que a cada uno nos toque. Recordemos que para el psicoanálisis la cifra de nuestro real está inscripta en tanto sujeto parlante. Son las cifras que cada sujeto porta.

 Frente a un peligro el ser humano tiende a protegerse y poner en juego todo nuestro orden simbólico. Pero la pandemia nos arrojaba  a un Real (para todo el mundo)   que nos desborda de todo tratamiento simbólico. La enfermedad que resultaba desconocida, la falta de remedios para curarla lo que abría el camino a nuestra propia muerte y la de nuestros seres queridos. Los cadáveres que se exponían obscenamente sin que se pudiera realizar ningún ritual para elaborará ese imposible. Pasará mucho tiempo para poder ligar esos hechos traumáticos que se presentaba sin ningún velo. La respuesta podía ser la locura de algunos políticos que suponía que podían manejar la llegada del virus, la tristeza, la desesperación o el refugio.  Para aquellos que sufrieron la muerte de algunos de sus seres queridos sólo el duelo en situaciones extraordinario les permitiría ligar ese dolor. Para los que tuvimos la suerte de que en nuestro entorno eso no ocurriera quedara la marca de ser sobrevivientes de este Real que la Pandemia nos trajo.
Pero quisiera retomar el punto que les planteaba al principio.  ¿Las marcas que dejaron esos acontecimientos son suficientes para que un sujeto haga una fobia?
 Para enfermarse de fobia no alcanza ese peligro externo, hace falta un peligro interno que es lo que llamamos un goce no regulado.

Felipe un joven de 30 años en la entrevista preliminar me decía: “Tengo problema de ansiedad, después de la pandemia tengo temor a ir a las reuniones y que se me presente la sensación de dolor de pecho y temor a morir. Estoy pendiente de estos síntomas en que me falte el aire y que mi corazón se agite. Me voy a descompensar me voy a morir” “Frente a estos temores abandono la idea de ir a distintos lugares”
En la entrevista preliminar pudimos situar que es diferente lo que puede venir como una contingencia como la pandemia   y la respuesta fóbica frente a su deseo, el camino donde puede aparecer alguna tentación que es rechazada. El sujeto se va encontrando con las formas de desaparición ahí donde está comprometido como sujeto deseante.

¿Por qué la fobia aparece como límite frente a lo que se registra como demasiado goce? En ese sentido el enclaustramiento que implico la pandemia le permitió algunos organizarse frente a ese real que implicaba el Covid 19.  Me decía un analizante: “en el principio de la pandemia me sentía que me era más fácil permanecer en mi casa y realizar algunas tareas desde adentro, en cambio ahora se me presenta ese temor a salir y encontrarme con mis amigos. Pienso ante una invitación como me voy a sentir y surge mi temor a que aparezca esa ansiedad que te describí”.
Considero que la fobia es un llamado al Padre en sus tres registros: Real, Simbólico, Imaginario, un intento de regular el goce.

Lacan en su seminario Real –Simbólico –Imaginario nos dice:
“Sólo el inconsciente permite ver cómo hay un saber no en lo real, sino soportado por lo simbólico, concebible, no en el límite, sino por el limite…”
“Para nosotros, la interdicción del incesto no es histórico, sino estructural. ¿Por qué? Porque esta está en lo simbólico; esta interdicción consiste en él agujero de lo simbólico para que aparezca algo que llamo el nudo, el Nombre del Padre, el Padre como nombrante”.
Podemos decir que la fobia va a ser un llamado al lugar de la ley, pero que no siempre resulta del todo optima por lo cual el sujeto tiende a aumentar sus parapetos y prohibiciones.
Conclusión
La Pandemia y el confinamiento nos mostró unas de las caras de lo Real, las caras más feroces que se nos pueden presentar.
 Pero la pandemia no alcanza para armar una fobia.  Ese Real trajo numerosas alteraciones de nuestro orden. Nuestros ritmos, el contacto con los seres queridos, los ritos se vieron profundamente alterados sin embargo hace falta el orden pulsional para que un sujeto padezca una fobia, debemos buscarlo en las alteraciones de su linaje, en las alteraciones simbólicas de esos universos que por los accidentes de la vida no han logrado normativizar los caminos de sus deseos.

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*Este trabajo son algunas de las trazas del libro que pronto saldrá a luz: “Fobia, a que tenemos miedo” de la Editorial Barenhaus.  Escrito conjuntamente con mi querida amiga Cristina Solivella de Pérez.
Quisiera agradecer a Ariel Pernicone que me invitó a participar en esta publicación de tal jerarquía, la que leí durante muchísimos años.
A Olga M. de Santesteban que siempre acompañó nuestro entusiasmo por el trabajo y a mis compañeras de Discurso<> Freudiano. Escuela De Psicoanálisis.

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