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Realizar una práctica clínica con niños y adolescentes conlleva cierto grado de complejidad ya que se realiza desde una perspectiva social en donde el psicoanálisis no es una de las opciones más aceptadas a nivel local. Analizar la situación por la cuál los niños y adolescentes son llevados a nuestro espacio nos remite a preguntarnos acerca de ¿cuáles son las situaciones por las cuáles son referidos? ¿Por qué son remitidos por parte de centros educativos tanto públicos como privados? ¿Cómo se relaciona el niño con su comunidad educativa? ¿De qué forma se relaciona con sus compañeros? ¿Qué representación tiene de la escuela así como también de las figuras de autoridad? ¿Cómo se relaciona con sus padres y familiares?. Estas y muchas otras preguntas más nos permiten entender cierto marco de referencias por los cuales transitar.
Las instituciones educativas juegan un papel central en esta situación ya que son quienes remiten a que sean valorados, evaluados o tratados por psicólogos aquellos niños con problemas de conducta, problemas de aprendizaje, fracaso escolar, espectro autista o asperger o trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad. En ocasiones acuden en contra de su voluntad, condicionados ya que depende de estar tomando un tratamiento o atención psicológica para que se les permita reincorporarse a clases, esto con un programa de seguimiento, sugerencias pedagógicas y en algunos casos un cuaderno de anotaciones para reportar su conducta diaria.
En cambio, cuando se trabaja desde una perspectiva psicoanalítica la atención se centra en establecer una relación en donde este sea un espacio en donde pueda manifestar cómo se ubica frente al otro y el malestar que le hace actuar llevándolo a ciertos comportamientos o actitudes que le han generado situaciones problema. De tal forma que nos colocamos frente a la escucha de lo que se narra desde la singularidad de cada caso, buscando establecer un compromiso de trabajo que compromete a los padres o tutores para también encontrar ahí con ellos lo que está fallando, convocando a cuestionarse cuál es su posición frente al síntoma que presenta su hijo o qué lugar juegan cada uno de ellos, para partir de ahí a poder fincar la construcción de un tratamiento, es decir, realizar una intervención en donde se da prioridad a que se desarrolle un lazo transferencial a través del cual se pueda generar la libre expresión tanto de fantasías, emociones o temores. Al hacer referencia a una práctica en donde se le de la importancia a la expresión oral, a la palabra dicha como expresión de su sentir y pensar, así como también el dar pauta a emplear diferentes recursos o lenguajes que no tan sólo sirvan como objetos proyectivos sino como medios que permitan construir un diálogo en donde se establezca un puente para poder explorar aspectos psíquicos que motivan a ciertas manifestaciones conductuales o de resistencia ante las figuras de autoridad o maestros.
Por lo que sabemos clínicamente, los años de la vida infantil son de gran valor simbólico y, siguiendo el camino trazado por Freud con respecto al tratamiento de adultos, ello nos lleva a pensar acerca de la dinámica de los olvidos, la condensación de recuerdos encubridores, los efectos de la represión, las resistencias, lo inconsciente que se entreteje en cada una de las experiencias que trascurren en nuestra vida.En el texto Sobre la psicología del colegial de 1914, Freud nos muestra que las reacciones del niño frente al maestro son la más pura muestra de la repetición de las relaciones con los padres y que esto nos permite comprender el por qué de las dificultades dentro del aprendizaje escolar, los problemas escolares o de conducta, la apatía y cierta propensión al rechazo frente al conocimiento como falta de interés por aprender, generando tensión neurótica. Existe una formación ya dramatizada y reactiva que supone la referencia intersubjetiva que puede verse reflejada cuando en el trabajo analítico las asociaciones pueden permitir explorar las frustraciones, inseguridades e imágenes que remitan a aspectos fundamentales de su existencia. Se trata entonces de saber cómo es que se adhiere o no con el otro, cómo concibe su imagen u autopercepción, si puede agruparse o segregarse a los grupos sociales, como pueden ser amigos, equipo, familia y escuela. Esto se encuentra presente, sin lugar a dudas poniendo el acento en la observación de las condiciones y los testimonios recogidos de lo que es el contexto que los constituye.
En el cuento, “El patito Feo”, de Hans Christian Andersen, cuento clásico donde se encuentra una metáfora interesante sobre este pasaje entre la niñez y la adolescencia, particularmente porque en el relato se nos describe a un patito grande, torpe y feo comparado con los demás el cual es maltratado por sus semejantes y también por su mamá, la cual ante tal afrenta por la diferencia de su hijo decide expulsarlo de aquello que vendría a representar la sociedad a un mundo desconocido e inhóspito en donde sufre toda una serie de penurias las cuales culminan con una transformación , propia de su desarrollo, que lo llevan a crecer y llegar a otro estadio de su vida mostrándose en plenitud lo que era en realidad. Este cuento, como decía anteriormente, sirve como metáfora para explicar esa experiencia incomoda de las etapas del crecimiento infantil, niñez y adolescencia como un pasaje en donde las diferencias llevan a la experiencia de sentir el ser expulsado o excluido de su lugar o centro de acogida, además de que nos revela el drama familiar al vivenciar la exclusión, el malestar y el síntoma, el cual se busca adjetivar y controlar por parte del Otro, que en ocasiones representan las instituciones escolares o sociales.
Existe una especie de psicología común la cual se despoja sistemáticamente del abordaje de la subjetividad adjudicando a los eventos del exterior el peso causal de los padecimientos, para así atravesar este estadio lógico en donde las neuronas, la pubertad y las hormonas en acomodo harán su parte para que este periodo de crisis y choques culturales pueda entrar dentro del esquema esperado. Abandono tal de la reflexión sobre lo que acontece durante este importante momento de la vida el cual nos ha llevado a retrocesos conceptuales de peso.
Citando a Carmen Pardo y Brugman, en su texto Psicoanálisis para (en) la educación, publicado en 2005:“La simple derivación desde la escuela de estos casos a los diferentes profesionistas del campo psi, a quienes se pide que resuelvan una problemática sin analizar las múltiples demandas y ansiedades desde los organizadores psíquicos de la institución, solo favorecen un diálogo de sordos, ya que cada uno de los profesionistas trabaja desde su propia extraterritorialidad (en ocasiones negando el campo del otro) parcializando al sujeto desde la especificidad de los diferentes campos y dejando de lado la dimensión intersubjetiva, presente en la vida cotidiana de la institución”.
Volviendo al cuento para continuar con los elementos metafóricos antes plasmados, mantengo algunas preguntas: ¿Quiénes acogen al patito feo después de su travesía y desventuras? ¿Quiénes representan el lugar del Otro? En este sentido los cisnes con quienes se integra para formar parte de su parvada, es decir con aquellos que supieron hacer lugar de semblante y acogida de sus necesidades. Es en este sentido que el empuje a dar lugar a la posición y la temporalidad, la cual no es de carácter lineal, es lo que nos prepara para escuchar y pensar las posibilidades de representación psíquica en su singularidad.