Volver a la página principal
Número 16 - Noviembre 2024
De las marcas en el cuerpo a la invención de un nombre
Amelia Imbriano

 

“Todavía estoy interrogando al psicoanálisis […]
¿Cómo puede ser que constituya una práctica que, incluso a veces, es eficaz? […]
Todo lo que sabemos del hombre es que […]
tiende hacia su “placer” […]
al padecer…” (1).

La propuesta de este trabajo es compartir una revisión de un relato clínico que ha tenido, principalmente, dos comunicaciones (2). La propuesta actual es relativa a los efectos de la sujeción al Otro y de la invención del nombre propio como diferentes modos de goce, teniendo en cuenta algunas consideraciones de Jacques Lacan en su última década de enseñanza, principalmente los seminarios 19, 23 y 24.
Esta articulación implica una nueva lectura y el objetivo de este artículo es presentarla como una nueva enseñanza que nos deja un niño que transitó un tratamiento analítico durante 4 años, desde sus 9 a 12 años (3).
Me serviré de algunos fragmentos de lo seminarios citados para volver a escribir “su trabajo” dando lugar a una reflexión sobre el pasaje que operó desde un lugar llamado “niño intratable” a Mat, “el hijo” del deseo. En el primero predomina el goce marcando el cuerpo y en el segundo predomina el saber hacer con el goce y la invención de un nombre.

La necesaria inscripción en el Otro

“…las casualidades nos empujan a diestra y siniestra, y con ellas construimos nuestro destino, porque somos nosotros quienes lo trenzamos como tal, lo que queremos, pero es lo que han querido los otros […] Somos hablados y debido a esto, hacemos de las casualidades que nos empujan, algo tramado” (4).

“¿Qué tiene como efecto ese sujeto dividido, si el significante índice 1 no representa el sujeto para el S2, o sea, para el Otro? El S1 y el S2, eso es muy precisamente lo que designo con el A dividido, del que hago un significante en sí mismo, el S(/A) (*). Así es justamente como se presenta el famoso inconsciente, imposible de captar, al fin de cuentas […] El inconsciente se limita a una atribución, a una substancia […] lo único que hay son una serie de lenguas encarnadas. […]El sujeto […] es impotente para justificar que él se produce a partir del significante S1 y más impotente todavía, para justificar que ese S1 lo represente para otro significante. Además, por ahí pasan todos los efectos de sentido que se tapan enseguida, encontrándose en un callejón sin salida.” (5)

La carátula de un expediente judicial sobre el niño dice “Matías, niño intratable”, nos muestra su callejón sin salida, que se evidencia en los sucesos de las primeras consultas (6). Estas se llevan a cabo en la sala de espera donde no saluda, no me mira a la cara (no se mira en mi mirada), y con gran rapidez tira y rompe todo lo que está a su alcance con patadas. Me paro delante, lo que implica poner mi cuerpo muy cerca frente al suyo, lo miro y con tranquilidad le digo: “te espero mañana”. Así sucedieron las diez primeras entrevistas: él entregado a la acción vertiginosa y violenta, y yo decidida a que la catástrofe no se produzca. Considero que es un niño muy obediente: ha aceptado -sin saberlo- la denominación “intratable”.

El inconsciente se ha presentado en sus actos que funcionan como la encarnadura del refrán de la mencionada carátula y de los dichos de algunos intervinientes. Los mismos producen efectos de sentido que se producen como sus atribuciones.
Sus “modos” -de goce- aparecen como una respuesta a la pregunta ¿Qué quiere el Otro de mí? Eso tirado, golpeado, roto, es él mismo. En una presentación anterior llamé a este período “el tira-todo”, para nombrar esa forma en que el niño pudo inscribirse en el campo del Otro, alienarse a un S1 –“intratable”- que lo representa respecto de un campo de saber, S2, gran Otro -institución asilar- consistente y absolutamente cruel, que lo trata con “modos intratables”.
Las entrevistas no son fáciles de sostener, como analista he prestado mi presencia como barrera al goce -en un cuerpo a cuerpo-, siendo su condensador (7).

El trabajo en el dispositivo permite considerar dos cuestiones importantes: así como muestra su modo de alienarse al Otro, también muestra su modo de encarnar al objeto a. Se ha producido una inscripción en el campo de Otro, se ha producido el movimiento de alienación y también el de separación, desde el cual el niño puede tomar un significante que lo representa para otro, produciendo un resto. Comienzo de una vida marcada por un callejón sin salida, que lo condena a un modo inercial de goce en tanto su modo de encarnar el objeto a - que toma las figuras de goce del golpe con la fuerza de su cuerpo y goce de ver que todo se cae. Estos goces dan consistencia a las atribuciones con las cuales se predica, lo cual no impide que lo muestren en su barradura, en su hiancia, “El objeto a con lo que se divide el sujeto que está por esencia tachado” (8).

El callejón sin salida

Matías se ha hecho de un S1 en tanto que “intratable” que lo representa frente a un S2 consistente -la institución asilar-. El lazo con el Otro se construye allí donde se produce ese resto de goce que él encarna, pero en tanto hay un resto, ese Otro se descompleta. Pero él no lo sabe.
Respecto del inconsciente “Lo que formula el psicoanálisis es que sólo es una deducción. Deducción supuesta, nada más. […] tiene, precisamente, el destino de no llegar a su destinatario” (9). Obviamente no llega a su destinatario porque el sujeto nada quiere saber sobre la incompletud del Otro. Prefiere el embuste, el relleno, aunque sea de fantasmas que lo mortifican, que lo llevan a padecer las desgracias del ser como un “camino sin salida” (10).

Trazando el circuito de ese camino va de institución en institución, de psicólogo en psicólogo, y entretanto se hace cargo, como puede, de una historia. Reiteramos: Pero él no lo sabe.
El sujeto es hablado por el Otro: en el momento en que él nacía, su padre fallece de un infarto y su madre lo rechaza tirándolo al suelo (11). Dice Lacan: “…lo único que hay son una serie de lenguas encarnadas” (12).

Una marca del cuerpo. S1-a

Se ha producido un collage particular, el de la pulsión, en el cual se han anudado significante y goce, nombre y golpe, S1 y a, combinación singular, que en tanto marca se trata de una letra de goce que encierra su ciframiento en el cuerpo.
El niño intratable surge, vez por vez, como la marca que estando grabada en el cuerpo ratifica su existencia en cada golpe. Se produce el circuito de reverberación pulsional “como un trazo que se traza de su círculo sin poder contarse en él” (13).  Reiteramos: Pero él no lo sabe.
Subsumido en la lógica del significante tiene la connotación que caracteriza al objeto a, ese que es irreductible a cualquier significación y su eficacia es fundamental para el montaje de la pulsión. “Es una marca […] impresa sobre algo que puede ser un sujeto que hablará (14).
Marcas que après coup pueden ser leídas -por un analista- como marcas del cuerpo- (15). El análisis abrirá un trabajo sobre las mismas, posibilitando el pasaje de marcas “del cuerpo” -otorgándole consistencia atributiva al sujeto-, “en el cuerpo” -como algo que está sobre el cuerpo a modo de disfraz o antifaz-, para luego diluirse y ser olvidadas. Restará en el recuerdo del niño las historias de las patadas, pero el circuito pulsional “queda olvidado” (16).

El trabajo de una lectura

La articulación S1-a es esa marca del cuerpo ofertada por Matías a la transferencia. Algo del orden de la dimensión del sujeto del inconsciente se pone en juego y posibilita un acto de lectura.
En los primeros momentos, en el trabajo que el dispositivo analítico implica, el niño intratable propicia patadas que encuentran como respuesta el corte de la entrevista con un “te espero mañana”. Esta “maniobra de la transferencia” (17), maniobra de corte, produce al sujeto en su placer-padecer sin consentir la producción de la identidad de percepción. Consideramos el corte como un acto analítico. Recordamos a Freud cuando refiere: “es palmario que la repetición, el reencuentro de la identidad, constituye por sí misma una fuente de placer. En el analizado, en cambio, resulta claro que su compulsión a repetir en la transferencia los episodios del período infantil de s vida se sitúa, en todos los sentidos, más allá del principio del placer. El enfermo se comporta en esto de una manera completamente infantil, y así nos enseña que las huellas mnémicas reprimidas de sus vivencias del tiempo primordial no subsisten en su interior en el estado de ligado, y aun, en cierta medida, son insusceptibles del proceso secundario” (18). Esta consideración nos orienta respecto de que no se trata de interpretar lo reprimido, sino de un acto analítico que propicie la emergencia del sujeto y su división.

En otro momento, invitado por la analista, acepta la oferta de una taza de chocolatada. Se trata de una táctica, que sobre la transferencia conmueve su certidumbre de ser la causa del rechazo -radicación de su omnipotencia-, dando lugar a la apertura de una interrogación: ¿Qué va a hacer Ud. conmigo? Forma de enunciación de la interrogación fundamental: ¿Qué quiere el Otro de mí? ¿Qué me quiere? Pregunta sobre la inconsistencia del Otro que permite la habilitación de un espacio enmarcado por la regla fundamental: “quiero que hables”.
La ética del psicoanálisis, soportada por la presencia del analista, se pone en acción, y no cederá frente a las diversas trampas por donde el inconsciente se muestra. El niño ofrecerá diversas figuras a través de las cuales se pone a prueba la consistencia del Otro, llamando al analista a que ocupe el lugar de Todo-Saber. Una dimensión artesanal se pone en juego en cada encuentro, y una orientación enmarca el dispositivo: el analista sabe que él no habla más que al costado de lo verdadero, porque lo verdadero lo ignora: el que sabe, en análisis, es el analizante. “El interpretante es el analizante. Eso no quiere decir que el analista no esté allí para ayudarlo, para impulsarlo un poco en el sentido de lo interpretado. […] el analista en su función no sabe […] recoge bastante de lo que escucha del interpretante, de ese a quien, con el nombre de analizante, le da la palabra” (!9).

Teniendo el lugar de una palabra que es escuchada, el “maltratado-tirado” desarrolla sus ficciones fantasmáticas. Asociación libre mediante, se produce en las vueltas de sus dichos, el significante “matón”, en función de atribución subjetiva. El lugar en que la otra escena -l’obrescène (20)- encuentra su máximo despliegue. Frente a la pregunta del analista - ¿a quién mataste? - la significante gira sobre sí mismo y muestra la “estructura elemental que se resume a la del parentesco” (21). Se puede leer como “maltratado-matón”, siendo el lugar del encarnizamiento de la ficción de la existencia del Otro que comanda el circuito pulsional, condenándolo a un camino sin salida, tramado de causalidades en que un sujeto trenza lo que han querido otros (22).

El analista se sirve de la combinatoria táctica-estrategia enroladas en la política del psicoanálisis, lo cual permite que su pregunta sea realizada desde el lugar del semblante, aceptando no quedar fuera del juego sino pagar con una acción que va al corazón del ser -Kern unseres Wesen-. (23) La interrogación respecto de “matón” provoca la emergencia de un sujeto que se muestra en su barramiento a través de la angustia, notificándose en “su” escucha. El analista está allí para que el sujeto, en su producción, escuche. Se produce la falta en el Otro.
Dado que S(/A) no es un significante como el resto, no puede ser contado como uno más. “Este significante no puede ser sino un trazo que se traza de un círculo sin poder contarse en él” (24).  Aparece la distinción de un lugar donde se localiza algo del orden de un vacío, algo del orden de un resto que no puede asociarse, que no puede hacer cadena.

Lo contingente se produce como lo que no tiene sentido, queda del lado del Uno que no hace serie, no hace cadena, y “con lo que el ser parlante tendrá que arreglárselas. Elemento suelto contingente del que solo resta poder hacer un uso” (25).

La invención del nombre propio: un significante nuevo

Hemos señalado que por efecto del análisis se escribe la letra del sujeto al mismo tiempo que caen como sin-sentido las marcas del Otro.
Para llegar a ese vaciamiento de sentido de los significantes primordiales otorgados por el Otro, primero fue necesario dejar pasar el sentido que, para este niño, y para cada analizante, posee su singular significación. Es así como el desarrollo del trabajo analítico atraviesa todas las ficciones fantasmáticas. El niño “maltratado-tirado” elaboró una serie de teorías sobre su origen, su genealogía, los malos tratos recibidos por los agentes y los compañeros de la institución asilar, el hambre, los hospitales, la muerte, la locura, las diversas causas de su padecer. Con ellas ha podido darle consistencia al Otro y disimular el significante de la falta en el Otro.

Producido el significante “matón” como sin-sentido, se revela la imposibilidad del Otro de predicar su ser, lo cual causa, en un primer momento, las vueltas del dicho. Dando vueltas y pasando muchas veces por el mismo lugar, algo del sentido se sidera hasta su disolución, el significante “matón” se descubre en el sin-sentido, y deja de escribirse. Se trata de una elección respecto de dejar de circular siempre en el mismo lugar. Al respecto refiere Lacan: “Hay una elección que debe hacerse entre el infinito actual que puede ser circular a condición de que no haya origen señalable, y el nudo de lo numerable, es decir finito. […] lo que quiere decir que se interrumpe la escritura -es mi definición de lo posible-” (26).
“Matón” se ha producido como un supuesto “origen señalable” a partir del cual surge el nudo de lo numerable, de lo finito. Podemos decir que fue necesario el trabajo de que se diga y que se escuche, para que pueda ser olvidado, como nos enseña Lacan en el “Atolondradicho” (27).

Tras producirse muchas “vueltas dichas”, comienza a hablar sobre la relación con un matrimonio, un hombre y una mujer, con quienes ha consentido encuentros de fines de semana. Refiere: “son la familia que tengo, les dije que me llamo ‘Mat’, me gusta ese nombre, viene de Mathius, es inglés”. Poco interesa si la palabra es inglesa, lo importante es que inventa un nombre en otro idioma.
Mat, su formulación de un significante nuevo que tiene como efecto el poder inventarse el nombre de un hijo, y construir una filiación, dejar de ser “tirado” para “ver-se” y “encontrar-se” en la mirada de este hombre y esta mujer que ponen su deseo en él, que lo desean en tanto que niño-hijo.

“Mat” parece como ese Uno, esa lalengua, forcejeando en ser poesía en tanto un significante nuevo, y en tanto que un modo de saber-hacer con el goce, “un modo de gozar del inconsciente, en tanto el inconsciente lo determina” (28). Una economía ha cambiado. Su nombre ha dejado de estar en el cuerpo, ha entrado en la cont-a-bilidad del inconsciente (29).
Y como el inconsciente siempre trabaja, Mat no sabe que Mathius deriva de Matthaeus, de origen hebreo, que significa “regalo de Dios”. No obstante, nada ha surgido “de regalo”. Todo ha costado trabajo, el trabajo de un análisis en el que él supo apostar.

Notas

(*) En esta, y sucesivas ocasiones, con la escritura S(/A) se representa la escritura S().

(1) Lacan, J. 2008 (1976-1977) Seminario 24. El fracaso del Un-desliz es el amor. Reunión del 17 de Mayo de 1977, pág.182. México: ELP.

(2) Imbriano, A. 1992. La iniciación de un tratamiento. En: La cura psicoanalítica tal como es, pág 101-109. Buenos Aires: EOL, y en 2009. La intervención analítica, una cuestión ética. En: Revista Actualidad Psicológica N° 376, Intervenciones clínica no tradicionales. Buenos Aires. La autora recomienda la lectura de estos dos artículos precedentes.

(3) Imbriano, A. La intervención analítica, una cuestión ética. Ecole Pratique des hautes études en Psychopatologie. En: https://ephep.com/fr/content/texte/amelia-haydee-imbriano-intervencion-anal%C3%ADtica-cuestion-etica

(4) Lacan, J. 2006 (1975) Seminario 23. El Sínthome, pág.160. Buenos Aires: Paidós.

(5) Lacan, J. 2008 (1976-1977). Seminario 24. Ob. Cit. pág. 182-184.

(6) El niño se encuentra en una institución asilar, por lo tanto, es traído por una asistente social, quien fue la que realizó el pedido de “otro tratamiento”. Este asunto ha sido tratado en los trabajos anteriores, y tiene mucha importancia.

(7) Imbriano. A. 1992. La iniciación del tratamiento. Ob. Cit.

(8) Lacan, J. 2008 (1976-1977). Seminario 24. Ob. Cit.., pág. 184.

(9) Ibid., pág. 184.

(10) Ibid., pág. 184.

(11) Historia que el niño escucha desde muy pequeño por los agentes de la institución asilar, luego por intervinientes psicólogos y judiciales.

(12) Ibid., pág. 182.

(13) Lacan, J. 2002 (1987). Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano. Escritos 2. Pág. 799. Buenos Aires: Siglo Veintiuno.

(14) Lacan, J. 2005 (1963). Seminario X bis. De los Nombres del Padre. Pág. 87. Buenos Aires: Paidós.

(15) Imbriano, A. 2009. La intervención analítica, una cuestión ética. Revista Actualidad Psicológica N° 376 de Julio 2009.

(16) Lacan, J. 1984 (1972) El atolondrado, el Atolondradicho o las vueltas dichas. Revista Escansión N°1. Pág. 17. Buenos Aires: Paidós.

(17) Lacan, J.  2002 (1957) De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis. Escritos 2. Pág. 564. Buenos Aires: Siglo XXI.

(18) Freud, S. 1976 (1920) Más allá del principio del placer. Obras Completas. Tomo XVIII, págs.35-36. Buenos Aires: Amorrortu.

(19) Lacan, J. Seminario 19. Ob. Cit. Clase del 21-06-1972

(20) Lacan, J. Seminario 19. Ob. Cit. Clase del 18-04-1977.

(21) Lacan, J. Ibid.

(22) Lacan, J. Seminario XXIII Ob. Cit. pág.160.

(23) Lacan, J. 2002 (1958). La dirección de la cura y los principios de su poder. Escritos 2. Ob. Cit.  pág. 567.

(24) Lacan, J. 002 (1960). Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano. Escritos 2.pág. 799.

(25) Lacan, J. Seminario XXIV. Clase del 17-05-77.

(26) Lacan, J. Seminario XIX. Ob. Cit., pág. 141.

(27) Lacan, J. 1984 (1972) El atolondrado, el Atolondradicho o las vueltas dichas. Revista Escansión N°1. Pág. 17. Buenos Aires: Paidós

(28) Lacan, J. 1974-1975. Seminario 22. Clase del 18-02-75. Inédito.

(29) Lacan, J. 2012 (1971). Radiofonía. Pregunta 5. Otros Escritos. Buenos Aires: Paidós.

Volver al sumario de Fort-Da 16

Volver a la página principal PsicoMundo - La red psi en internet